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Las huellas violentas de Netanyahu

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rbelión por J. M. y revisado por Caty R.

Las políticas de Netanyahu se pueden ver ahora desfilar en la alfombra roja. La reciente ola de ataques a la población árabe está directamente relacionada con el impacto devastador de su ocupación.

Los chicos de Netanyahu  atacaron a un hombre de la limpieza árabe en el paseo marítimo de Tel Aviv y le causaron lesiones graves. Atacaron a un camarero árabe en un restaurante de Tel Aviv con sillas y puños. Atacaron a un árabe de Alto Nazaret en la orilla del lago Kinneret porque le oyeron hablar en árabe. La política de agitación del odio  de Netanyahu llegó a los espectadores del equipo de fútbol  Beitar Jerusalem que levantaron pancartas con inscripciones violentas contra los jugadores árabes de ese equipo y prendieron fuego a la sede de ese club. Los chicos de Netanyahu atacaron a una mujer árabe en un tren ligero de Jerusalén sólo porque era árabe.

Todos estos hechos ocurrieron en Israel en pocos días. Los atacantes no eran, por supuesto, hijos biológicos del primer ministro, pero todos ellos fueron la creación de su espíritu, estudiantes de sus puntos de vista y alumnos de las políticas de su gobierno. Estos skinheads israelíes son los frutos de la atmósfera nacionalista y racista que ha crecido enormemente en los últimos años, los años de Netanyahu.

Por supuesto, semejante racha de violencia antiárabe no es sólo una coincidencia. Tantos hechos violentos de este tipo en tan poco tiempo nunca habían ocurrido antes aquí. Su origen está plantado en lo profundo de la experiencia israelí  de los gobiernos del Likud, cuyos líderes se han ocupado de criarlos. Un niño judío crece en Israel con la sensación de que es miembro del pueblo elegido, y con esa impronta le está permitido hacer casi cualquier cosa. Se entera de que sólo su pueblo tiene derecho a esta tierra. Este niño sabe que su país debe ser judío y solo judío.

Durante los años de Netanyahu el niño creció con una sensación de peligro constante, por lo general exagerada  y hueca. Oyó hablar todo el día de los peligros que le acechan y que todos esos peligros están en las manos de los árabes y los musulmanes. Se entera de que es el miembro de un pueblo que siempre es la principal víctima, no hay otras víctimas. Están los encargados de repetirle que los árabes no son personas como él, está en duda que sean seres humanos, sólo son objetos sospechosos, terroristas. Todos quieren tirarlo al mar, apuñalarlo, plantarle una bomba, dispararle un cohete Qassam o suicidarse a su lado. El niño aprende que los ciudadanos árabes de Israel son un cáncer, una puñalada por la espalda a la nación y una quinta columna, y que es necesario despojarlos de todos los derechos que aún les quedan. Se entera de que Israel «concede»  demasiado a los árabes.

El niño ve al lado de la carretera una casa de lujo en un pueblo árabe y se dice a sí mismo: Mira esto. Escucha a miembros árabes del Parlamento y se dice a sí mismo: Míranos, qué democracia. Ve a una mujer con velo o escucha a alguien hablando en árabe y sabe que significa peligro. Ni siquiera piensa en comparar el tratamiento de los judíos en Europa en la década de 1930 con el tratamiento de los árabes en Israel. Nunca ha conocido a un árabe israelí en una conversación real y no hay absolutamente ninguna posibilidad de algo semejante con un palestino de los territorios.

Este niño no sabe nada acerca de la Nakba, excepto que es un invento de quienes odian a Israel y la sola mención de esa palabra es traición. De los cientos de pueblos que fueron destruidos y el destino de cientos de miles de residentes, algunos de los cuales aún viven en Israel, arrancados de sus familias, expulsados de sus tierras y pueblos, no sabe nada en absoluto, y tampoco quiere saber nada. No tiene idea de lo que significa ser un niño árabe de su edad en Israel que oye al primer ministro de ambos describiéndolo como una amenaza demográfica. El niño judío nunca ha escuchado una sola palabra buena del primer ministro sobre la quinta parte de los ciudadanos de su país, sólo condenas, amenazas, exclusión y peligro. Todo esto lo aprendió en términos aún más contundentes en los últimos años, los últimos años del Likud.

Estos niños ahora han crecido y se han convertido en «jóvenes». Son claramente discípulos de lo que les enseñaron y ahora piensan que hay que actuar. Atacar a un árabe que se les cruza, dar una paliza a un limpiador que barre las calles de su ciudad o atacar a una pasajera que llevaba un pañuelo en la cabeza. Saben que les está permitido, ya que nadie va a hacer que se cumpla la ley contra ellos. Incluso piensan que están obligados a hacerlo. Y tienen razón: Eso es lo que les enseñaron en los malditos años de Netanyahu.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/netanyahu-s-violent-fingerprint.premium-1.507830

rCR