Recomiendo:
0

Las mentiras a favor de Israel no pasan factura

Fuentes: Ctxt

‘Influencers’ sionistas y medios de comunicación, como ‘Newsweek’, tergiversan el discurso del cineasta Jonathan Glazer al recibir el Oscar por ‘La zona de interés’

El director de cine Jonathan Glazer ha agitado el avispero esta semana con su discurso de aceptación del premio Oscar por La zona de interés, una película sobre la familia del comandante nazi de Auschwitz que vive tranquila en una casa con un jardín amurallado, aislada de las atrocidades que se cometen del otro lado.

Según el cineasta, el propósito de la película va más allá de una mera lección de historia: “No es un ‘mirad lo que hicieron’, sino un ‘mirad lo que estamos haciendo’”.

No se podría resumir con mayor precisión la diferencia que existe entre el impulso ético universal de judíos como Glazer y el impulso sionista particularista de personas que, a voces, afirman abogar por la comunidad judía –y enseguida disponen del megáfono de los poderes occidentales para hacerlo–.

El primer grupo proclama: “Nunca más”; el segundo grita: “Nunca más, a menos que sirva a los intereses de Israel”.

Pues bien, dado el afán de Israel durante décadas por despojar al pueblo palestino de toda su patria, el segundo “Nunca más” es prácticamente despreciable. Y es que los palestinos siempre han convivido con la amenaza de desaparecer –no solo en términos territoriales, como ocurrió en 1948 y 1967, sino existenciales, como está ocurriendo ahora– a manos de un Estado que, engañosamente, se autodeclara judío.

La ética universal, descartada

Muchos asumieron que Occidente no volvería a tolerar que se cometiese un genocidio en su nombre.

Qué equivocados estaban. Occidente asiste el genocidio en Gaza con armas y financiación, y provee cobertura diplomática en las Naciones Unidas. Su compromiso con ayudar a Israel a llevar a cabo esta masacre es tal que muchos Estados han congelado su financiación al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS), que se encarga de alimentar a los palestinos en Gaza y mantenerlos con vida.

Los observadores subestimaron cuánto había cambiado el panorama. Durante varias décadas, la ética universal basada en las enseñanzas del Holocausto –y consolidada en el derecho internacional– fue deliberadamente menoscabada, descartada y reemplazada por una “ética” sionista particularista.

Esta transformación se produjo con la connivencia activa de los poderes occidentales, que carecían de interés en promover las enseñanzas universales de la historia reciente y preferían, por beneficio propio, la agenda particularista del sionismo. En efecto, se avenía al empeño de Occidente por mantener sus privilegios: el derecho a librar guerras y saquear los recursos de otros, la capacidad para pisotear a los pueblos indígenas y el poder de destruir el planeta y otras especies.

Ideología para tiempos oscuros

Tanto es así que el quid del sionismo nunca se redujo a Israel: se trata de una ideología mucho más amplia, enraizada en la tradición occidental y confeccionada a medida para los tiempos oscuros en los que nos estamos adentrando, donde el colapso de los sistemas –económico, de estabilidad climática y de autoridad– plantea nuevos desafíos para los grupos de poder occidentales.

El sionismo surgió como una doctrina cristiana hace siglos y prosperó en la era victoriana entre los políticos británicos. Conforme a esta doctrina, los judíos serían fundamentalmente el medio que propiciaría una redención brutal del fin de los tiempos en la que actuarían como las principales víctimas sacrificiales.

Aunque de forma menos evidente, hoy en día el sionismo cristiano sigue configurando la coyuntura en la que operan los políticos –como indica el gran número de Amigos de Israel presente en los dos partidos mayoritarios en Reino Unido–. De hecho, el sionismo cristiano es la ideología que profesan tantas decenas de millones de evangélicos de derecha en Estados Unidos y en otras partes del mundo.

Ya sea en su encarnación cristiana o judía, el sionismo es una doctrina enmarcada en creencias del tipo “el poder tiene la razón” o “la ley del más fuerte” y basada en ideas vinculadas al Antiguo Testamento como “el pueblo elegido”, “el propósito divino” y la racionalización de la violencia y la barbarie. En definitiva, viene como anillo al dedo para justificar el exterminio de la población palestina en Gaza.

Ni deshonra ni oprobio

Las personalidades y los líderes judíos de Occidente que más abogan por el genocidio en Gaza no se enfrentan ni a la deshonra ni al oprobio. No sufren rechazo por alentar políticas que, hasta ahora, han acarreado el asesinato, la mutilación o la orfandad de decenas de miles de niños y niñas palestinos. ¿Y esto por qué? Porque expresan la versión de una ideología centrada en Israel que encaja a la perfección con la cosmovisión de los poderes occidentales.

En consecuencia, los influencers judíos no tardaron en ponerse manos a la obra para difamar a Glazer: tergiversaron su discurso y lo retrataron como un judío que se odia a sí mismo –literalmente, cortaron las partes de su intervención que no concordaban con la agenda particularista antiuniversal que defienden–.

Glazer mencionó ante el público que asistió a los Oscar tanto a las víctimas del día 7 de octubre como a las de los ataques de Israel en Gaza: “Comparecemos aquí como hombres que se niegan a que una ocupación que ha llevado al conflicto a tantas personas inocentes se apropie de nuestro judaísmo y del Holocausto”.

Es decir, se opuso explícitamente a que instrumentasen su judaísmo para apoyar un genocidio y, de este modo, se alejó del posicionamiento de muchos líderes y personalidades influyentes de la comunidad que habían instrumentalizado su propio judaísmo para justificar la violencia contra civiles. Así nos recordó la enseñanza del Holocausto: las ideologías jamás deben imponerse sobre nuestra humanidad, jamás se deben usar para racionalizar el mal.

Esto representa una gran amenaza para los miembros de la comunidad judía que, precisamente, llevan años instrumentalizando su judaísmo con fines políticos –al servicio de Israel y su proyecto de largo recorrido para despojar al pueblo palestino de su territorio histórico–.

La verdadera decadencia moral

El rabino Shmuley Boteach, por ejemplo –apodado por los medios de comunicación como “el rabino más célebre de Estados Unidos”–, en un arranque de absoluta proyección, criticó a Glazer por, supuestamente, “aprovecharse del Holocausto” y trivializar “la memoria de seis millones de víctimas a través de las que alcanzó la gloria en Hollywood”.

Boteach parecería no comprender que es él –y no Glazer– quien se ha aprovechado del Holocausto protegiendo durante décadas a Israel frente a cualquier crítica, incluso ahora mientras comete un genocidio.

Por su parte, Batya Ungar-Sargon, editora de Opinión de Newsweek, transgredió todos los códigos del periodismo: manipuló completamente el discurso de Glazer y reprochó su “decadencia moral” por, en teoría, negar su judaísmo. Lejos de eso, el cineasta dejó bien claro que a lo que se niega es a que los apologistas del genocidio, como Ungar-Sargon, se apropien de su judaísmo y el Holocausto para promover una agenda ideológica violenta.

La editora de Newsweek sabe que el discurso de Glazer fue el momento más escuchado y debatido de la ceremonia de los Oscar. Son muy pocas las personas que leyeron el comentario que tuiteó con información falsa y no escucharon de primera mano la intervención en la gala del director.

Mentir debería haberle traído consecuencias a nivel profesional, debería poner en duda su credibilidad periodística. Sin embargo, y a pesar de recibir Notas humillantes de la comunidad de X que expusieron su engaño, en una muestra de orgullo, Ungar-Sargon mantuvo su tuit.

Lo hizo porque es su carta de presentación: la instituye no como una periodista meticulosa o con talento, sino como algo mucho más útil: una periodista que haría todo lo necesario para salirse con la suya. Al igual que la intervención de Shmuley, la de Ungar-Sargon es también una proyección –en su caso, en lo que respecta a la acusación de “decadencia moral”–, pues anuncia su falta de brújula ética y su predisposición a hacer todo lo posible por favorecer los intereses de los poderes establecidos.

Como ocurrió con las mentiras que se difundieron sobre las armas de destrucción masiva en Irak, el precio que habrá que pagar por estos errores garrafales y por promover una catástrofe que amenaza a personas cuyas vidas y cuyo futuro trae sin cuidado a Occidente será demasiado elevado.

Shmuley y Ungar-Sargon están decididos a apuntalar el jardín amurallado y protegernos del sufrimiento y el horror infligidos por Occidente fuera de nuestro campo visual.

La deshonra y el oprobio deben pesar sobre los hombros de estos cortesanos y charlatanes. En su lugar, debemos escuchar a quienes, como Glazer, intentan derribar el muro para mostrarnos la realidad del otro lado.

Este texto se publicó originalmente en Substack. La traducción es de Cristina Marey Castro.

Fuente: https://ctxt.es/es/20240301/Firmas/45890/Jonathan-Cook-Glazer-Oscar-mentiras-Israel-sionismo-occidente-evangelicos-palestina-genocidio.htm#md=modulo-portada-bloque:4col-t2;mm=mobile-medium