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Decenas de féminas luchan durante años en los tribunales judíos para poder divorciarse y evitar que sus hijos sean declarados bastardos

Las mujeres ancladas de Israel

Fuentes: Público

Decenas de mujeres luchan durante años en los tribunales judíos para poder divorciarse y evitar que sus hijos sean declarados bastardos en Israel, donde la ley del Talmud rige los matrimonios y las mantiene «ancladas» a sus maridos. El hecho de no obtener el divorcio no es baladí, no sólo porque no permite a las […]

Decenas de mujeres luchan durante años en los tribunales judíos para poder divorciarse y evitar que sus hijos sean declarados bastardos en Israel, donde la ley del Talmud rige los matrimonios y las mantiene «ancladas» a sus maridos.

El hecho de no obtener el divorcio no es baladí, no sólo porque no permite a las mujeres volver a casarse sino, sobre todo, porque los hijos que tengan con otro hombre serán considerados mamzer (bastardos) y, según la ley, no podrán contraer matrimonio más que con otros bastardos.
En Israel no existe el matrimonio civil; los judíos, sean personas religiosas, agnósticas o ateas, sólo pueden casarse por el rito religioso y están sometidos a los Tribunales Rabínicos, que tienen el monopolio de la justicia en materia matrimonial.

Distinción entre hombres y mujeres

El divorcio se rige por las leyes ancestrales del Talmud, textos rabínicos de los siglos IV y V que establecen una clara distinción entre hombres y mujeres.
«Según la Halajá (Ley Judía) sólo el hombre puede conceder el divorcio y tiene que entregárselo por escrito personalmente a la mujer», explica Susan Weiss, directora de la ONG Centro para la Justicia de las Mujeres.
Las mujeres agunot (ancladas, en hebreo) son aquellas cuyo marido se ha ido, está imposibilitado físicamente para entregarles el papel del divorcio o, simplemente, no quiere concedérselo.
El Rabinato ayuda a las agunot buscando a los maridos que han abandonado el país.
«Trabajamos con tres empresas de detectives privados y con las comunidades judías en el extranjero para encontrar a los maridos que huyen de aquí», explicó el director general de los Tribunales Rabínicos, el rabino Eliahu Bendahan.

80 encarcelados

Cuando los hombres siguen en el país pero rechazan conceder el divorcio, los rabinos, indica Bendahan, tratan de convencerles: «Podemos quitarles el carné de conducir o incluso meterles en la cárcel».
En 2007 estos tribunales metieron en prisión a 80 hombres por ese motivo.
«La situación en que quedan las mujeres cuando no les dan el divorcio es muy mala: no pueden volver a casarse y, si tienen nuevos hijos, estos serán considerados bastardos y no podrán casarse más que con otros bastardos», dice Bendahan, que añade que hoy en día habrá en Israel unas 70 personas en esa situación.
Según la abogada Rivkah Lubitch, «es un estigma social muy serio, para los religiosos y para los que no lo son: sus hijos y los hijos de sus hijos, durante generaciones, serán considerados legalmente bastardos».
«Algunas madres, incluso aunque no sean religiosas, no dejan jugar a sus niños con bastardos», añade.
Para evitar la exclusión social y conseguir que su recalcitrante marido ceda, «muchas mujeres pagan por su libertad: renuncian a las ayudas para la manutención de sus hijos, a la vivienda familiar y algunas incluso les dan dinero», explica Weiss.
«En Israel una mujer puede pilotar un avión de combate, pero no puede divorciarse», añade antes de calificar el sistema legal de «patriarcal y muy opresivo para las mujeres».
Para solicitar el divorcio, las mujeres deben alegar una causa válida pero, según esta abogada matrimonialista, «el Talmud no considera causas suficientes la separación prolongada, la infidelidad o la violencia contra la mujer».
«Un tribunal rabínico puede enviar a la cárcel a un hombre por intentar asesinar a su mujer, pero si él se niega a darle el divorcio no pueden obligarle a concedérselo y la mujer se verá obligada a seguir casada con su atacante durante años», señala.
Paradójicamente, la ley talmúdica sí ve motivo para pedir el divorcio que el hombre «tenga mal aliento o no cumpla con sus obligaciones maritales», entre las que se incluye el coito.
Los varones, por su parte, pueden pedir el divorcio si su esposa ha hecho mal la cena o si encuentran otra mujer.

Ansiado divorcio

Las clientas del Centro para la Justicia de las Mujeres llevan una media de diez años esperando el ansiado divorcio, pero también hay casos como el de Rachel Avraham, que empezó a tramitar su divorcio con 36 años y sólo el año pasado, cumplidos los 55, recuperó el derecho de volver a casarse.
Bendahan argumenta que «sólo hay 180 personas que esperan más de dos años para obtener el divorcio», pero las organizaciones de mujeres aseguran que son muchísimas más.
La existencia de «mamzer» y «agunot» en un país moderno como Israel demuestra la dificultad de adecuar leyes milenarias a la realidad social de hoy.
«Los tribunales rabínicos deben ser más eficientes y demostrar que no se han quedado obsoletos, o las mujeres van a dejar de casarse», sentencia Weiss.