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Las mujeres invisibles

Fuentes: Rebelión

Loli ha entrado en Iberdrola. Como todas las mañanas, ha empezado a limpiar las oficinas a conciencia. Se concentra en su trabajo, la limpieza. No tiene muchas oportunidades para distraerse ni charlar con nadie, ya que parece ser que los empleados cuya suciedad limpia ni la ven. Es como si no existiera para ellos. Como […]

Loli ha entrado en Iberdrola. Como todas las mañanas, ha empezado a limpiar las oficinas a conciencia. Se concentra en su trabajo, la limpieza. No tiene muchas oportunidades para distraerse ni charlar con nadie, ya que parece ser que los empleados cuya suciedad limpia ni la ven. Es como si no existiera para ellos. Como si no fuera una trabajadora. Muchas veces tiene la sensación de no ser más que una mopa, una bolsa de basura o un trapo.

«No se valoraba el trabajo que hacíamos. No se nos consideraba ni como personas. Pasábamos desapercibidas. Y eso se notaba también a la hora de negociar el convenio. La empresa ni nos tomaba en consideración. Hacían con nosotras lo que querían.» Hasta que decidieron organizarse e ir a la huelga.

«Era el 2000. Queríamos dejar de ser un trapo de usar y tirar. Llevamos nuestras peticiones a la empresa, pero como de costumbre nos ignoraron por completo. Ya no aguantábamos más y nos fuimos a la huelga».

Sacar aquella huelga fue una obra de arte. «Tienes que darte cuanta de cómo es el sector de la limpieza. Trabajamos solas, cada una en un portal, o en un centro diferente. Unas a las 5 de la mañana, otras a las 6. Otras a última hora del día. Siempre a deshoras, para invisivilizarnos más.

La gente está muy dispersa y hay que ir convenciendo una a una de que hay que movilizarse, de que hay que organizarse para que se nos empiece a considerar como personas. Date cuenta que si estas sola y no ves lo que las demás hacen te entran dudas. ¿Seré la única que paro? ¿Servirá para algo? ¿Me dejarán sola?

Lo bueno es que hacíamos manifas, y allí nos juntábamos todas. Al ver a gente como tú, manifestándose contigo, te das cuenta que no eres la única. Que hay un montón de limpiadoras como tú, y se te cargan las pilas. Te da ánimo. Hablas con las demás, haces amistades, creas complicidades… Aunque también solía pasar que algunas iban a las manis y después trabajaban. Se comentaban cosas de esas, y también se generaban recelos, porque es muy fácil trabajar a deshoras sin que nadie se entere. Por eso también hacíamos piquetes a horas intempestivas.»

Pero aunque tuvieron que despertarse a de madrugada, aunque tuvieron que hacer piquetes a altas horas de la noche, aunque tuvieron que patear, convencer, animar, el recuerdo que le queda no es de cansancio. «La verdad es que fue una experiencia muy buena. Yo me lo pasé en grande, nos unimos mucho, y nos hicimos una piña. Veías que ibas en grupo, unidas, me parecía que estábamos haciendo algo muy grande. Conseguimos conocernos entre nosotras. Date cuenta que hasta entonces estábamos trabajando en el mismo gremio, y no sabíamos que la del portal de ahí al lado era compañera nuestra.»

La huelga duro unos 38 días y la empresa tuvo que ceder. «A partir de entonces ya somos consideradas trabajadoras, ya no somos unas mujeres invisibles. Y gracias a aquélla huelga, las negociaciones de los convenios que han venido después han salido mejor, ya que sabían que si no consideraban nuestras peticiones podíamos parar»

La huelga fue el pistoletazo de partida para que las trabajadores de la limpieza se empezaran a mejorar su organización con el objetivo de defenderse del poder de las empresas. «Empezamos a planificar las visitas a todos los centros, a trabajar la afiliación, las elecciones, y los convenios a conciencia.

Por ejemplo las facultades de aquí de Donostia eran de LAB. Hoy en día tenemos una gran mayoría nosotras. ¿Eso como se consigue? A base de estar todos los días, dejando tu teléfono y estando disponible para cuando te necesiten. Mi número es como el de una funeraria. Me han llamado a las 6 de la mañana para decirme que han fumigado un centro y para saber si se puede entrar a limpiar allí o no.

Las delegadas de despacho no valen. Lo importante es estar. Si sacamos buenos resultados es porque has estado durante los cuatro años trabajando a diario. Es como cuando plantas un campo. Siembras, trabajas la tierra, y esperas los resultados.»

Pero el trabajo diario se hace de forma organizada. «Hacemos grupos de trabajo, se hacen planificaciones semanales. A las visitas se va de dos en dos. Tenemos hojas con fechas de visita, y con los datos de las trabajadoras. Esto es importante porque si miramos la hoja y nos damos cuenta que en un mes no hemos estado en un centro, llamamos por teléfono para preguntar si todos está bien y si necesitan algo.»

Así la trabajadora se siente arropada por el sindicato. «A veces haces de psicóloga. Te llaman, para quedar y te cuentan su vida. Pero tú escuchas, y ellas lo valoran mucho. Yo soy limpiadora, y sé lo importante que es que te respondan cuando estás en apuros. Las afiliadas se tienen que sentir protegidas. Lo que nos parece que no es importante lo es para ellas.

Pero no es suficiente tener a las afiliadas contentas y protegidas. También es importante buscar a la gente de otros sindicatos. Les das tu teléfono y la información como a todas las demás. Es importante estar con ellas y resolver sus problemas para que vean que no todos los sindicatos son iguales. Con nuestra forma de trabajar se dan cuenta de que ELA es diferente. Que su sindicato en cuatro años no aparece ni les hace caso, que no les responden, y en ELA sí. Y trabajando así, es esperar a que caiga la manzana. Así es. Yo, en elecciones, voy a recoger las manzanas que he sembrado durante cuatro años. Una de UGT me comento «yo el voto te lo daré a ti. Tú me respondes». Tú no puedes ir a pedir afiliación contando milongas, tienes que demostrar que ELA protege de verdad a las trabajadoras. Las trabajadoras tienen que vivir lo que es el sindicato ELA. Y para poder transmitir lo que es ELA a las compañeras tú lo tienes que sentir primero. Si no te crees lo que haces no lo vas a transmitir. Si no transmites entusiasmo y energía, si no transmites que ELA es muy importante para la trabajadora, las manzanas no caerán. Y lo mejor es que si tú lo vives así, haces el trabajo encantada y feliz.»

Gracias a la afiliación y a la organización las limpiadoras tienen una jornada de trabajo de 35 h semanales, han conseguido subidas salariales importantes, y han acabado con el enchufismo a la hora de hacer ampliaciones de jornada (ya que la mayoría no tiene jornada completa). Ahora para la ampliación se tiene en cuenta la antigüedad en el centro y en la empresa. Y lo más importante, han recuperado la dignidad que les robaron. «Después de la huelga cuando volví a trabajar a Iberdrola me empezaron a hablar y a considerarme como a una más. Ya te echábamos en falta, me dijeron.»

Iván Giménez y Unai Oñederra, Fundación Manu Robles-Arangiz

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.