Por cada vida interrumpida de una mujer, hay un entramado social que la sobrevive, toma conciencia de lo que significa la violencia machista y grita su reclamo por la ceguera del sistema judicial que permite, por ejemplo, que los hijos de una mujer asesinada como Rossana Galliano vivan con su victimario. Hombres, mujeres y niños afectados por la ausencia que el 3 de junio también dirán «Ni una menos».
No hubo soplo. Ni brisa de deseos. Ni uno, ni dos, ni tres. El 3 de mayo Daiana García hubiera cumplido 20 años. En su aniversario el aire sólo trajo la ausencia. Ni siquiera la bruma de la pelea de siempre. El tire y afloje clásico era que Daiana quería festejar la fecha exacta de su nacimiento y su mamá le pedía que esperara a que ella cobrara para poder comprar pizzas y gaseosas. Este año, el silencio encarnó el grito de la ausencia. Por eso, Karina Lopinto, la mamá de Daiana, va a ir, el 3 de junio, al Congreso a pedir por la consigna «Ni una menos». Karina plantea sin eufemismos la necesidad de copar la calle y las pantallas: «Mientras más quilombos se hacen más se mueve, si no todo lo que se puede tapar se tapa. Hay que movilizarse».
«Mi mensaje a los varones sería que dejen de tener una mirada tan machista y que se acuerden de que todos nacimos de una mujer y que las mujeres merecen respeto. Hablan cada boludez de las chicas. Por ejemplo. ahora se dicen un montón de cosas de Chiara (Páez) y que ‘la mataron porque andaba de joda’. Nada justifica que te maten.» Nahuel es uno, uno de los muchos, muchísimos varones que se convierten en víctimas colaterales de la violencia machista. Las víctimas principales son las mujeres que pierden la vida por parte de sus parejas o por portación de cuerpo. Pero la consigna «Ni una menos» no es sólo para varones solidarios con una causa ajena. La muerte de mujeres es un problema social, personal y político. En las familias que sufren la ausencia en sus mesas y sus sábanas los hermanos se quedan sin hermanas, los hijos se quedan sin madres y los padres, sin hijas. Y entonces la voz de los varones también se alza para acompañar y encabezar los pedidos de justicia.
También para desmarcarse de los varones violentos que, como en el caso de Nicanor Aráoz, llevan su propia sangre y el mismo apellido y le arrancaron la vida más preciada.
«Vamos a ir a la marcha porque la muerte de una madre no se olvida jamás», enmarca Nicanor Aráoz. Su mamá, Librada Haedo, tenía 52 años y ocho denuncias contra su esposo Ramón Angel Aráoz, y padre de sus tres hijos: Viviana, Matías y Nicanor. El 2 de diciembre del 2013 Librada se hizo un bolsito con cremas, fotos y ropa para irse de la casa del barrio Pujol, en Corrientes, y refugiarse en lo de su hija, en Punta Alta. No llegó. El padre la llamó a Viviana para decirle que su mamá se había quemado sola. Ninguno de sus tres hijos le creyó y viajaron para Corrientes. El 7 de diciembre falleció con el 94 por ciento del cuerpo quemado. La carátula judicial investigaba un suicidio. Las cosas no mejoraron mucho. Ramón Aráoz fue sobreseído y declarado inimputable por una pericia de quince minutos que sostuvo que estaba obnubilado mentalmente. Ahora está alojado en una institución de salud mental. «Un peritaje dijo que era insano y la Justicia lo declaró inimputable. Pero en las pericias telefónicas se demuestra que, al otro día del crimen, hizo una llamada de ocho minutos a su abogado. ¿Una persona inimputable hace eso? Parece de no creer, pero la Justicia no acompaña», se queja Nicanor.
El tiene 33 años y es artista plástico. Va a ser uno más de los que digan «Ni una más» el 3 de junio. Y su presencia es importante para demostrar que el dominio de la violencia puede detener los cuerpos en caída si se barajan otras fichas. «Yo nunca voy a ser como este tipo, nunca. El quebró la historia familiar como si hubiera sido una motosierra. La pregunta que me hago es, como hombre, cómo explicarles esto a las generaciones que vienen. ¿Cómo les explicamos a mis sobrinos que tienen una abuela asesinada? Nosotros estamos, como varones, en el quiebre de pensar lo que pasó y cómo transformar la violencia en algo de lo que se aprenda», consigna. Nicanor piensa en ponerse el apellido de su madre y, como artista, sabe que las paredes vacías no dicen nada. Pero plantea qué dicen cuando dicen. «El otro día vi un graffiti en la calle que decía ‘El género es ficción’, pero no hay ninguna ficción en esto que pasa: a las mujeres las matan.»
Nicanor ya era adulto cuando su progenitor mató a su mamá. Pero muchos otros chicos se quedan sin mamá y en manos de sus asesinos. Por eso, un proyecto de La Casa del Encuentro, en el Congreso, pide que los femicidas pierdan la patria potestad de sus hijos. Pero los hijos de Rossana Galliano, de 10 y 11 años, ahora viven en la misma casa que su papá, José Arce, condenado a prisión domiciliaria perpetua por el asesinato de su madre, y que su abuela paterna, Elsa Aguilar, que también está condenada por el crimen de Rossana. El Tribunal Oral Criminal 1 de Zárate-Campana aceptó un pedido de la defensa de Arce, fundamentado en problemas de salud, para que el condenado pueda volver a vivir en la casa donde fue asesinada, el 16 de enero del 2008, Rossana.
Su hermano, Oscar Galliano, cuenta todo lo que genera la pérdida de una hermana: «Afecta a toda la familia porque la lucha judicial es desgastante y devastadora cuando del otro lado tenés a la Justicia que trabaja a su conveniencia y a la de los asesinos de mi hermana, a los que el dinero los hace poderosos. Todo esto nos lleva a remover la tristeza una y otra vez, sumada a la impotencia que nos genera que nos den la espalda con los chicos, que es inadmisible que estén viviendo esta pesadilla en la que sólo ellos sabrán lo que les está sucediendo en estos momentos por dentro».
El apoya que a los femicidas se les saque la patria potestad. «¿Con qué valores los pueden estar criando José Arce y Elsa Aguilar, ambos condenados a prisión perpetua por el asesinato de su madre?», interpela Galliano.
Y relata: «Hace siete años, desde el día en que asesinaron a mi hermana, que pedimos la tutela de los niños. No sabemos sobre el pensamiento de estas criaturas porque no los sometemos a ninguna pregunta que pueda vulnerar sus sentimientos. Y ellos están cerrados a hablar y expresarse por el miedo que le tienen al papá (José Arce). Por eso, queremos que los escuchen en Cámara Gesell».
Los hermanos varones que buscan justicia por sus hermanas empiezan, cada uno desde su lugar, a volverse un factor clave en la lucha por justicia para las mujeres con las que compartieron toda la vida a la par y a las que no están dispuestos a olvidar. Manuel Iglesias pide justicia para su hermana Laura. Ella tenía 53 años, era asistente social, tenía tres hijas y una nieta, vivía en Miramar desde hacía dos años y trabajaba en el Patronato de Liberados Bonaerense (PLB). El 29 de mayo del 2013 fue asesinada a setecientos metros de su casa. Los trabajadores/as de ATE denunciaron que la Policía Bonaerense no garantizó transparencia en la investigación. Entre el 8 y el 11 de junio se va a llevar un juicio contra Esteban Cuello, de 19 años. También se abrió otra causa para buscar posibles coautores del crimen. «Tenemos mucha expectativas de que a partir de este desdoblamiento se descubran nuevos elementos que lleven a encontrar certezas que nos acerquen más a la verdad de la forma en que fue muerta Laura», explica y dice sobre la marcha del 3 de junio: «Supongo que ha de ser una marcha que hará mucho más visibles las trágicas muertes de mujeres a manos de varones (digo varones porque me parece que la palabra hombre encierra otros aspectos de las que esas personas adolecen), y es mi deseo que realmente sea una marcha multitudinaria y que concurran muchos hombres en apoyo de esta causa».
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-9697-2015-05-21.html