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Las razones de fondo de la propuesta de adhesión de CDC-ERC-CUP

Fuentes: Rebelión

Barcelona, es decir, el consistorio municipal, votará si se adhiere a la Associació de Municipis per la Independència (AMI) en los próximos días tras el acuerdo alcanzado entre CiU, ERC y la CUP en el Ayuntamiento barcelonés. La alcaldesa de la ciudad tiene 15 días para programar el pleno extraordinario donde se debatirá la inclusión. […]

Barcelona, es decir, el consistorio municipal, votará si se adhiere a la Associació de Municipis per la Independència (AMI) en los próximos días tras el acuerdo alcanzado entre CiU, ERC y la CUP en el Ayuntamiento barcelonés. La alcaldesa de la ciudad tiene 15 días para programar el pleno extraordinario donde se debatirá la inclusión. Se podría celebrar antes de la Diada y del inicio de la campaña electoral a la Presidencia de la Generalitat.

Probablemente esta sea la decisión que se tome. No tiene ningún sentido postergarla y no parece de recibo celebrarla en medio de la campaña electoral.

La incorporación de Barcelona a la AMI debe aprobarse por mayoría absoluta, es decir, con el apoyo de 21 concejales (son 41 los concejales barceloneses). CiU, ERC y la CUP suman 18 ediles. Un concejal de UDC (en las filas de CiU) ha anunciado su abstención. La casi siempre unida trinidad independentista tiene, salvo sorpresas de última hora, 17 votos confirmados.

Se dudaba, sin ningún fundamento, sobre la posición de «Barcelona en Comú», la formación que lidera o representa Colau. En su programa electoral BenComú incluía una consulta ciudadana para preguntar sobre este nudo. Su posición en la votación será abstención [1]. La propuesta no obtendrá, pues, apoyos suficientes.

De hecho, Alfred Bosch, el jefe-líder de ERC en el Ayuntamiento, ha reconocido: «En cuanto a la adhesión, deberemos trabajarlo un poco más». Son conscientes, pues, que no sumarán los votos necesarios a pesar de haber declarado que «nos hubiese gustado que [Colau] lo hubiese liderado» (supongo la adhesión sin consulta previa alguna a la ciudadanía). Bosch pronosticó erróneamente, tal vez para liarla un poco más (embolica que fa fort!), que BenComú daría libertad de voto a sus concejales o incluso que se posicionaría a favor de la inclusión de la ciudad dentro de la entidad independentista-soberanista.

A todas luces un disparate, un verdadero disparate. ¡Pero todo vale! La cuestión es liarla, dividirnos y confundirnos.

La iniciativa parece ser que ha sido impulsada además por la CUP y ha contado con el respaldo de CiU y el ex alcalde Xavier Trias. Las estrategias de la CUP, sus gestos públicos, son incomprensibles para cualquier observador de izquierdas. Lo suyo, simplificando, parece ser siempre, o casi siempre para ser más justos, la independencia de los «Países Catalanes», unos países no siempre bien delimitados (el conseller Gordo ha tomado nota de ello), en el puesto de mando. Lo restante es a veces un decorado necesario para convencer y/o abonar el ideario de algunos sectores radicalizados de la juventud catalana que suelen confundir España, así se les ha enseñado, con el neofascismo o con el PP: no existe otra España que esa, la que hiela el corazón. La hegemonía durante décadas de ese discurso que parece desconocer la rica, admirable y en ocasiones heroica tradición republicana, libertaria, socialista y comunista hispánica tiene esos efectos. De aquello lodos estos barros.

¿Por qué entonces la propuesta CUP-CDC-ERC sabiendo, como seguramente sabían, que BenComú no iba a apoyarla y que, por tanto, su iniciativa iba a fracasar? Seguramente porque el fracaso, como el ser, se conjunta de maneras diversas.

Tal vez se trataba de abonar disensos en el interior de BenComú (donde no existe uniformidad sobre el tema), erosionar de paso la figura de Ada Colau entre sectores independentistas y/o intentar que se viera públicamente, antes de la próxima campaña electoral, lo que ellos entienden son «las vacilaciones» de Barcelona en comú» ante el gran tema-monotema. No son propiamente botiflers, dirán tras la votación con la boca pequeña y a los más próximos, pero no están lejos en determinadas ocasiones. Los puramente independentistas, los verdaderos luchadores por la libertad de Cataluña, somos nosotros. Por lo tanto, ya sabes a quien debes votar en las elecciones del 27S si aspiras a la «llibertat de la Catalunya oprimida» por el neofascismo español.

Pero el tiro esta vez les puede salir por la culata: muchos ciudadanos pueden razonar en sentido contrario y ver con claridad a quienes no debemos votar el 27S. Por oportunismo, porque quieren romper un demos común sea como sea, porque lo suyo digan lo que digan es «la cuestión nacional», entendida de forma secesionista, y porque todos ellos se alían con quien sea, incluido el mundo neoliberal más extremo (a los hechos me remito), si la agenda tiene como punto central una independencia-dependiente de los grandes poderes otánicos y de una UE opuesta a cualquier construcción popular que no pase por el servil servicio a los Amos del mundo.

Lluís Rabell, el cabeza de lista de «Catalunya sí que es pot» ha sugerido, incluso formulado, algún tipo de alianza postelectoral con ERC y las CUP. Pues no va a ser fácil si «Catalunya sí que es pot» [2] no se define como independentista y ubica en lugar central la llamada «cuestión social». ¿No es csi (central-esencial-imprescindible) para ERC y CUP la independencia (dependiente)? ¿Cómo entonces construir esa alianza?

 

Nota:

[1] En mi opinión, la posición más razonable, ateniéndonos al programa de Barcelona en comú, hubiera sido el voto NO: dado que la ciudadanía no ha sido consultada, nuestro voto ha de ser NO… Pero pelillos a la mar, no compliquemos el complejo escenario.

[2] ¿»Catalunya sí que es pot» es un buen nombre para una formación de izquierdas? ¿Vale hablar en esos términos? ¿No recuerda un poco aquello de «Iniciativa per Catalunya»?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.