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Las tensiones entre Arabia Saudí y Qatar y las implicaciones para el Golfo

Fuentes: Yemen Times

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Las tensiones entre Qatar, por un lado, y Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), por otro, van en aumento. En la última desavenencia, que comenzó el 5 de marzo, los tres Estados últimos retiraron a sus embajadores de Qatar para exigirle a este país que ponga fin a su apoyo a la Hermandad Musulmana y que deje de interferir en sus asuntos internos. Qatar replicó que las desavenencias tienen que ver con preocupaciones de países ajenos al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), cuyos miembros son Arabia Saudí, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Omán y Kuwait. Posteriormente, la presión sobre Qatar, liderada por Arabia Saudí, se intensificó. Se han producido diversas amenazas saudíes, como sellar la única frontera terrestre de Qatar, imponer sanciones, y cerrar su espacio aéreo a los aviones qataríes. Arabia Saudí también ha exigido a Qatar que cierre el canal de Al-Yasira y dos importantes centros de investigación de Doha. Estas tensiones son nítidas y muy graves; el príncipe saudí Saud Al-Faisal subrayó su gravedad al afirmar que el grupo de los tres países ha rechazado la mediación internacional, y que la única manera de resolver la disputa es que Qatar modifique sus políticas. Esta crisis diplomática se ha producido a raíz de otras muy serias en el seno del CCG que podrían conducir a un reajuste de las alianzas geoestratégicas en el Golfo Pérsico y en toda la región de Oriente Próximo. 

Arabia Saudí y el futuro del CCG

Dentro de los países del CCG existe una división cada vez mayor, no sólo entre Qatar y Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, sino también entre los tres últimos países y, por separado, Kuwait y Omán. Esta división se puso de relieve recientemente cuando Omán discrepó públicamente de Arabia Saudí respecto a crear una unión mayor de la alianza del CCG, una idea propuesta inicialmente por el rey saudí, Abdulá, en 2011, y repetida en diciembre de 2013 por el ministro de Exteriores saudí, Nizar Madani. El ministro de Asuntos Exteriores de Omán, Yusuf bin Alawi, rechazó la idea argumentando que el CCG es una alianza económica y de seguridad que tiene que preservar la independencia de sus seis miembros.

La posición de Omán respecto a la unión fue dejar claro que esa iniciativa se consideraría una amenaza a la soberanía de Omán. Arabia Saudí y Bahrein, sin embargo, insisten en que la unión es inevitable.

Arabia Saudí tiene otra razón para estar irritado con su vecino más pequeño. Desde 2011, Omán ha sido el anfitrión de las negociaciones secretas entre Estados Unidos e Irán, y ha facilitado unas relaciones más alentadoras entre ambos Estados rivales que dieron lugar al acuerdo nuclear de 11 de noviembre de 2013, en Ginebra, entre Teherán y el grupo P5+1 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania). La animadversión de Arabia Saudí hacia Irán no es ningún secreto; de hecho, sus intentos de formar una unión de Estados del CCG pueden interpretarse como una respuesta a la recepción cada vez más favorable que tiene Irán en Occidente. Desde su creación en 1981, el CCG ha sembrado en el Golfo árabe el miedo ante el Estado iraní; de ahí sus esfuerzos permanentes por consolidar acuerdos de seguridad entre los Estados miembros. Desde la perspectiva saudí, Omán -al negarse a formar una unión con Arabia Saudí, al mantener buenas relaciones con Irán y al colaborar activamente en su rehabilitación- no sólo está frustrando el deseo de hegemonía regional saudí sino que está creando un riesgo de seguridad.

Los Estados del CCG también se enfrentan a otros problemas. Arabia Saudí está dispuesto a formar un pacto de seguridad en el CCG que una a los Estados miembros contra cualquier amenaza externa (léase Irán), y permitir una mejor coordinación en asuntos de seguridad interna, preocupación que se ha renovado a raíz de los levantamientos en Oriente Próximo y en África del Norte. Arabia Saudí ya ha tomado medidas para prohibir que sus ciudadanos participen en actividades militantes fuera del país. Además, Arabia Saudí está ansioso por alcanzar dicho pacto porque las élites gobernantes saudíes se enfrentan a una amenaza por parte de la población chií del país agravada por el conflicto sirio y por los levantamientos de Bahrein. Sin embargo, los deseos saudíes de obligar a los Estados miembros del CCG a través del pacto de seguridad están siendo frustrados por Kuwait, el único Estado miembro que no lo ha ratificado. Aunque el ministro de Interior de Kuwait firmó el acuerdo en noviembre de 2012, el Parlamento lo tiene que aprobar antes de que pueda ser ratificado. Kuwait cuenta con la atmósfera democrática más elocuente de todos los países del CCG, lo que permite que sus parlamentarios y los grupos de la sociedad civil se resistan al acuerdo de seguridad. Podría ser que al CCG se le impidiera ejercer funciones básicas: una arquitectura de seguridad mejorada e integrada entre sus Estados miembros.

Esto plantea problemas a Arabia Saudí, no sólo porque quiera servirse del CCG para gestionar el disenso regional, sino también porque los motivos de Kuwait para rechazar el acuerdo resonarán probablemente en Qatar. La preocupación de Kuwait es que el acuerdo, además de vehicular la cooperación entre los Estados para aplastar a la disidencia interna, permite a un Estado miembro solicitar a otro la extradición de ciudadanos de este último, si aquel considera que actúan en contra de sus intereses de seguridad. Más allá del potencial de graves violaciones de los derechos humanos que contiene, este aspecto del acuerdo guarda relación directa con el enfrentamiento entre Qatar y Arabia Saudí: este último acusa al Gobierno de Qatar de entrometerse en sus asuntos de seguridad interna y de dar refugio a miembros de la Hermandad Musulmana -que Arabia Saudí considera una organización terrorista- como el célebre clérigo Yusuf al-Qaradawi, crítico sin ambages del gobierno saudí.

Arabia Saudí y Qatar: una historia de enfrentamientos

Las tensiones entre Qatar y Arabia Saudí deben considerarse, por lo tanto, inmersas en otros desacuerdos regionales. Los dos Estados son los actores más importantes del CCG y sus controversias pueden causar muy rápidamente otras líneas de falla dentro de la región.

Aunque el enfrentamiento actual de Qatar y Arabia Saudí se deriva de las diferentes posiciones que ambos Estados han adoptado en relación con los grupos de oposición en toda la región en el contexto de las revueltas de la región MENA [Oriente Próximo y Norte de África], las tensiones entre ellos se remontan a 1913, cuando Abdul Aziz, el fundador del Estado saudí, ocupó y anexó Qatar. Arabia Saudí solo reconoció las fronteras de Qatar bajo presión británica. Las tensiones no han desaparecido como se puso de manifiesto en una observación hecha el año pasado por el príncipe Bandar bin Sultan, ex embajador saudí en Estados Unidos, y jefe de la agencia de Inteligencia General Saudí, acerca de que Qatar no es un país propiamente dicho, y que «no hay más que 300 personas y un canal de TV».

Durante los últimos veinte años, mientras Arabia Saudí no ha tenido que hacer frente a Iraq por la competencia hegemónica regional, ha tratado a Qatar como una fuente constante de irritación. En 1992, por ejemplo, Arabia Saudí envió fuerzas a Qatar y se apoderó del puesto fronterizo de Al-Jafus. Unos años después, en 1995, el gobierno de Qatar afirmó que Arabia Saudí estaba fomentando un golpe de Estado en alianza con un clan local. Es este contexto de hostilidad mutua lo que proporciona el telón de fondo a sus desacuerdos más recientes.

Como réplica, en un conversación telefónica filtrada que supuestamente tuvo lugar en enero de 2011 entre el entonces ministro de Qatar y el primer extranjero, Hammad bin Jassim, y el ex dirigente libio Muammar Gadafi, se reveló que Qatar pudiera albergar planes para dividir Arabia Saudí. Jassim habría afirmado que Arabia Saudí podría descomponerse, y que tras la muerte del rey, se dividiría y Qatar se apoderaría de la provincia oriental de Qatif.

A la luz de esta breve historia, está claro que las tensiones entre saudíes y qataríes no son simplemente una cuestión de diferencias sobre política exterior. Cada país cree que tiene motivos para suponer que el otro es hostil en esencia, y que por ello plantea una amenaza a la seguridad nacional. Cuando la seguridad nacional significa la seguridad del régimen, como es el caso, los desacuerdos están condenados a convertirse en personales o a provocar importantes cambios estratégicos en las alianzas regionales, a menos que los dirigentes puedan aminorar las tensiones y fomentar la confianza. La oposición conjunta al régimen de Assad en Siria supuso una oportunidad de que así fuera. Sin embargo, habida cuenta del enfrentamiento por el control de las filas de la oposición siria, esa oportunidad se perdió. Son las diferencias entre Qatar y Arabia Saudí las que han malogrado el proceso de construcción de una fuerte oposición siria, y habida cuenta de que el presidente Bashar al-Assad ha fortalecido su control respecto a hace un año, el grueso de las diferencias entre Arabia Saudí y Qatar se ha pronunciado. Lejos de vislumbrarse acercamiento alguno, Arabia Saudí amenaza con expulsar a Qatar del CCG, y con formar una unión del CCG con sólo cuatro miembros (excluyendo a Qatar y a Omán).

Qatar entre tres polos de poder

Dado que la propia existencia del CCG está amenazada, que la posibilidad de que Arabia Saudí y Qatar instiguen el cambio de régimen y movimientos secesionistas en el territorio del otro, y que Irán está en pleno ascenso, es probable que se produzca un cambio en el equilibrio de poder del Golfo Pérsico. El ascenso iraní contribuye al deseo saudí de consolidar su fuerza en lo que considera un juego de suma cero con Irán. Con su actitud beligerante hacia Qatar, Arabia Saudí descuida ciertos cálculos estratégicos básicos. La región del Golfo Pérsico tiene tres polos de poder, dos de ellos (Irán y Arabia Saudí) se encuentran en la región, y el tercero (Estados Unidos) está fuera. Al alienar a Qatar, Arabia Saudí no sólo provee de razones al emirato para aliarse con Irán sino que también podría provocar que Estados Unidos prefiriera a Qatar como su socio militar en el Golfo.

Como han reconocido algunos influyentes políticos saudíes, a pesar de que las relaciones con Estados Unidos podrían experimentar un retroceso debido a la prevista producción de gas de esquisto en Estados Unidos, Oriente Próximo seguirá siendo importante para este país por razones militares. Para Estados Unidos cuenta más Qatar que Arabia Saudí como activo militar, pues albergaa el Comando Central estadounidense en su base aérea de Al-Udeid. El valor de Arabia Saudí en tanto que aliado militar estadounidense se complica por sus propias políticas. La doble estrategia saudí de ofrecer apoyo militar a Estados Unidos y a la vez exportar militancia islamista ya ha resultado contraproducente para ambos países. A Estados Unidos le condujo a la catástrofe del 11-S y a las carísimas guerras que vinieron después, mientras que en el caso saudí dio lugar a importantes amenazas para la seguridad interna y regional.

Con una población más pequeña y menos desafecta, Qatar representa para los estadounidenses una apuesta más segura como aliado militar. Por otra parte, si Arabia Saudí se presenta como «protector de los dos lugares santos» (en Meca y en Medina), Qatar no tiene pretensión alguna de liderazgo religioso en el mundo musulmán, lo que deja a Qatar (y a Estados Unidos) menos expuesto a recibir ataques de hipocresía. Qatar también ha gestionado la forma islámica del republicanismo defendido por los Hermanos Musulmanes mucho mejor que Arabia Saudí. Al brindarles apoyo en Egipto, en Libia y en Túnez (en lugar de tratarlos como una amenaza), Qatar ha minimizado las posibilidades de que se produzca una crítica republicana de su expresión monárquica del Islam, y se ha erigido en actor indispensable como partidario del populismo islámico. Los Hermanos Musulmanes, estén dentro o fuera del poder, saben que pueden contar con el apoyo de Qatar, lo que le permite mantener entre ciertos sectores de Oriente Próximo una imagen de Estado que respalda las luchas populares. Son esos beneficios estratégicos los que convierten a Qatar en un aliado mejor que Arabia Saudí para Estados Unidos, tanto desde el punto de vista militar como diplomático, muy especialmente después de que Estados Unido haya reclamado recientemente reformas democráticas a los regímenes de la región. Esto no significa necesariamente que Estados Unidos vaya a elegir entre Qatar y Arabia Saudí; preferirá tener a ambos países bajo su influencia. Sin embargo, en un contexto en el que Arabia Saudí está trazando un camino cada vez más independiente de Estados Unidos al respecto de ciertos temas, Estados Unidos podría considerar que Qatar es más fiable y predecible.

Otro cálculo que Arabia Saudí parece haber ignorado es que en estos momentos Qatar podría encontrar más razones para construir y profundizar una alianza con Irán. A pesar del desacuerdo irano-qatarí sobre Siria, ambos países tenían buenas relaciones antes de que comenzara el levantamiento sirio. Y con unas relaciones más cálidas entre Irán y Qatar, existe una posibilidad mayor de que la crisis siria pueda acabar con algún tipo de acuerdo basado en el compromiso de compartir el poder entre el régimen de Assad y los Hermanos Musulmanes en la oposición. Irán siempre ha tenido mucho interés en diferenciar el republicanismo islámico de la Hermandad Musulmana del Islam wahabi de Arabia Saudí que discrimina a los chiíes. Asimismo, puede hallar en Qatar un socio estratégico con el que tenga menos problemas ideológicos. Qatar e Irán también comparten el yacimiento de gas más grande del mundo, el South Pars-North Dome (en el Golfo Pérsico), lo que otorga a ambos países razones económicas estratégicas para fortalecer sus relaciones. De hecho, ya han contemplado el establecimiento de una zona de libre comercio entre ambos. Además, la población chií de Qatar se sigue mostrando significativamente más satisfecha que la saudí. Aunque no forman parte de las altas esferas del poder, los qataríes chiíes están suficientemente integrados económica y culturalmente como para no considerar su identidad qatarí como una desgracia. De manera que en el caso de Qatar, Irán no necesita hablar en nombre de una población chií oprimida como lo hace respecto a la saudí, un problema que afecta muy negativamente a las relaciones entre Irán y Arabia Saudí. En cambio, las diferencias étnicas y sectarias de Irán y Qatar confieren a estos países la oportunidad de parecer más liberales y amistosos que Arabia Saudí.

Conclusión

Mientras aumentan las tensiones en las relaciones qatarí-saudíes, la propia esencia del CCG está amenazada. Además, estas tensiones podrían conducir potencialmente a un re-alineamiento de fuerzas regionales en el Golfo Pérsico y en Oriente Próximo en su conjunto. Al formar y hegemonizar un bloque integrado por los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, Arabia Saudí prosigue su política anti-qatarí tirándose piedras contra su propio tejado -dando razones a Qatar, a Irán y a Estados Unidos para que se alineen más estrechamente entre sí y con los Estados más pequeños del Golfo como Kuwait y Omán. La cumbre de la Liga Árabe que acaba de concluir no proporciona indicios de que estas divisiones puedan minimizarse, y está claro que tanto Qatar como Arabia Saudí han decidido mantener tenazmente sus posiciones y no comprometerlas. Ante esto, el viaje del presidente estadounidense Barack Obama a Arabia Saudí cobra una enorme importancia y podría indicar qué dirección tomará Estados Unidos para responder a este choque, lo que podría suponer que uno de estos protagonistas ajustara su posición. 

 

Omar Ali es investigador del Centro Africano-Proximoriental, en Johannesburgo, Sudáfrica. Es especialista en Política de Oriente Próximo y específicamente en el Consejo de Cooperación del Golfo.

Fuente original: http://www.yementimes.com/en/1768/opinion/3672/Saudi-Qatari-tensions-and-implications-for-the-Persian-Gulf.htm