La decisión del gobierno Brasilero de defender, durante la reunión del Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad (MOP-3), la utilización de la expresión «contiene OVMs (Organismos Vivos Genéticamente Modificados)», para identificar los cargamentos conteniendo transgénicos, fue un bálsamo para el alma cansada de garrotazos, de los militantes socio ambientalistas y demás sectores de la sociedad civil […]
La decisión del gobierno Brasilero de defender, durante la reunión del Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad (MOP-3), la utilización de la expresión «contiene OVMs (Organismos Vivos Genéticamente Modificados)», para identificar los cargamentos conteniendo transgénicos, fue un bálsamo para el alma cansada de garrotazos, de los militantes socio ambientalistas y demás sectores de la sociedad civil que defienden el medio ambiente en el Brasil. Pasado el efecto embriagante causado por la victoria, en tanto es preciso dejar una cosa bien clara: la propuesta Brasilera puede terminar no siendo más que un monumental empujón de barriga del Palacio del Altiplano para proteger la solución de una espinosa disputa interna que irritó, en límites alarmantes, la guerra apaciguada desde el inicio del gobierno, entre el PT y los ambientalistas que ocupan el Ministerio del Medio Ambiente y el PP y el agro negocio que ocupa el Ministerio de Agricultura.
Si no, veamos. La propuesta del Brasil habla de la adopción inmediata del «contiene» para los casos donde ya existe la posibilidad de rastreo, segregación e identificación de los granos transgénicos y de la adopción del «puede contener» para los demás casos, que tendrían un período de cuatro años para adaptarse y adoptar el «contiene». Se trata sin duda, de una propuesta razonable de la tercera vía, para resolver un impase diplomático internacional que ya se arrastra desde hace dos años, pero que el día que la realidad gire, tendrá que vencer difíciles barreras en el plano externo e interno.
Al inicio de la conversación, la propuesta del Brasil tiene dos oportunidades de ser abatida en pleno vuelo en la MOP-3. La primera de ellas viene del grupo de países que defiende abiertamente el «puede contener». Desde Nueva Zelanda, que nunca escondió su posición, pasando por los «mensajeros» de los Estados Unidos, como México y Colombia y llegando a los nuevos convertidos, como Paraguay, que sorprendió al pasar a defender el «puede contener» y está llenando de indignación y vergüenza a las decenas de militantes socio ambientalistas paraguayos que vinieron a Curitiba.
En el Grupo de Contacto que procura armonizar las posiciones de los diversos países en busca del consenso necesario para que cualquier propuesta sea aprobada en la MOP-3, ya fueron colocadas sobre la mesa, algunas alternativas encajan con la propuesta brasilera. Una de ellas, habla de la adopción de una especie de plano de metas, dividido en etapas, con un final previsto recién para el 2010, para que los países adopten en definitiva, el «contiene». Otra, propone que sea adoptada la fórmula de Brasil, pero que de aquí a cuatro años, todo seria rediscutido desde cero. Eso sin hablar de la eterna y nunca resuelta discusión sobre la creación de un fondo internacional de financiamiento, sin el cual los países más pobres no tendrán como adaptarse a las exigencias técnicas de los cuatro años sugeridos por el Brasil, tornándose como una broma de humor negro. Todavía existe, es claro, la posibilidad de la propuesta brasilera de vengar, al final, el panorama diplomático e imprevisible y yo escribo esas mal trazadas líneas el Jueves (16), un día antes del plazo final para las negociaciones. El panorama actual de divergencias y propuestas alternativas y la necesidad de consenso, en tanto, muestran que el juego está muy duro.
Igual que sea aprobada en la MOP-3, la propuesta brasilera todavía tendrá que vencer las dificultades de implementación en el propio país. Cuatro años de plazo parece una eternidad para las poco escrupulosas empresas transnacionales de biotecnología que adoptan en Brasil, la «política de hecho consumado», que ya permitió la invasión de la soya transgénica en Río Grande del Sur. Imaginen en cuarenta y ocho meses, cuántos cultivos ilegales, cuánta contaminación «involuntaria» de labranzas convencionales por los granos transgénicos. Imaginen cuántas situaciones serán forzadas en la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) para las liberaciones de experimentos de campo con soya, algodón y el temido maíz transgénico. Los dragones de la biotecnología no pierden tiempo, como comprobó la plantación experimental ilegal de transgénicos de Syngenta, en el Parque Nacional del Iguazú, en el mismo Paraná, donde se da la reunión del Protocolo de Cartagena.
Igual aprobada en la MOP-3, la propuesta brasilera puede ser bombardeada dentro del propio gobierno. A pesar de la humildad de cocodrilo, del ministro Roberto Rodrigues (Agricultura), que reconoció ante la prensa «que esa vez perdió», los sectores ligados al agro negocio, ya preparan su reacción. Todavía en Curitiba, representantes de esos sectores del gobierno brasilero, al lado de militantes de asociaciones pro-transgénicos, como la Asociación Nacional de Bioseguridad (Anbio) y el Consejo de Informaciones sobre Biotecnología (CIB), ya trabajan para que la soya transgénica brasilera, sea encuadrada en el «puede contener» y no en el «contiene». La justificación para esa posición, es que aún no existen medios para rastrear y segregar la soya transgénica en el Brasil, lo que es una gran mentira, una vez que ya se sabe que la Monsanto hace la segregación, tanto para cobrar los derechos de los agricultores brasileros, como para evitar que la soya transgénica sea exportada por engaño a los consumidores de la Unión Europea (esto sí, respetado).
Es extremadamente preocupante, por tanto, ver un dirigente del Ministerio de Agricultura, defender esa propuesta en la MOP-3, a la rebeldía del Itamaraty. Eso es fruto del clima de «sálvese quien pueda» que está reinando entre los aliados del agro negocio desde que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, tiró del sombrero una decisión favorable al Ministerio del Medio Ambiente, después de meses de oposición que indicaba la victoria del personal de Agricultura. No es preciso ser muy astuto para saber que mucho más todavía viene por ahí. Por eso, a pesar del efecto embriagante de la victoria del «contiene» en disputa interna y de los merecidos elogios que está recibiendo la ministra Marina Silva (Medio Ambiente), no podemos dejar de decir en alto y a buen son, que el gobierno Lula aún es un gobierno que estructuralmente privilegia el agro negocio. Los socio ambientalistas no pueden dormir sobre los laureles de la victoria, bajo pena de recordar y descubrir que los laureles eran de los transgénicos.
Traducción de Irene Zevallos