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Crónica de un Caos Anunciado

Lejos de las llamas de Gaza

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

De repente, todos mis temores se han hecho realidad, todos al mismo tiempo: Gaza se ha hundido en el caos más total y absoluto; el Presidente palestino Mahmud Abbas ha capitulado, sin reserva alguna, ante Israel y EEUU; y el experimento democrático palestino, que hasta hace poco era un hecho asombroso, ha volado hecho pedazos.

Durante años he estado advirtiendo sobre el posible comienzo de una guerra civil en Gaza. Escribí sobre ello en mi último libro, «The Second Paestinian Intifada». Avisé desde todas las plataformas de que disponía en los medios de que había demasiadas manos trabajando para asegurar la desaparición del proyecto nacional palestino, tanto en el interior como en el exterior. Urgí a los palestinos a no caer en la retórica. Vi de forma muy clara que la fragmentación de la identidad nacional palestina -un resultado de dos realidades combinadas: una originada en la cultura política posterior a los Acuerdos de Oslo, la otra en los ghettos bantustanes que Israel impuso en Cisjordania y en el aislamiento total de Gaza- era casi perfecta. He hecho giras por muchas ciudades de muchos países asumiendo la división palestina, preocupado de que los palestinos llegaran a un punto tal en el que ya no pudieran identificarse a sí mismos como tales, sino como meras extensiones tribales e ideológicas de facciones y sub-facciones.

En meses recientes me hice más beligerante -a los ojos de algunos- en mi franqueza. No pronunciaba ninguna conferencia sin que antes de concluir unos cuantos palestinos abandonaran el encuentro: bien leales a Fatah, furiosos por mis objeciones a Abbas, al líder de Fatah, Mohamed Dahlan, y al resto de la camarilla por su corrupción y desviación de las aspiraciones de su propio pueblo, o bien islamistas, enfadados por mi sugerencia de que Hamas no debería actuar como el único propietario de la narrativa palestina, a pesar de su mayoría parlamentaria, sino simplemente como cauce de las constantes palestinas y de la voluntad del pueblo palestino. Mis comentarios no fueron siempre populares: muchas plumas se erizaron y hasta me costó perder el trabajo hace poco.

El devastador embargo impuesto sobre los palestinos tras la victoria arrolladora de Hamas en enero de 2006 no produjo los resultados públicamente esperados. Bien al contrario, dificultó en gran medida el experimento «democrático» estadounidense en Oriente Medio. Desde entonces, en todos los lugares por los que he viajado he sido testigo de una sensación de vértigo y de mucha esperanza prendida en el auge político de Hamas. En vista de lo cual, se decidió que Hamas tenía que ser eliminado, confiando la tarea a las inmensamente corruptas Fuerzas de Seguridad Preventiva de Abbas. Dahlan, el hombre del momento, contaba con la venia israelí y estadounidense. Sus «Contras» palestinos causaron estragos: secuestros, asesinatos y provocación de disputas sin fin.

Uno podía bien imaginar el impacto que iban a tener tales injerencias, sabiendo que Gaza es ante todo una inmensa prisión al aire libre. Allí fui uno de esos prisioneros hasta la edad de 21 años. Recuerdo cómo la gente se enzarzaba en peleas sin razones convincentes: el aislamiento, el hambre y la desesperanza llevan a la autodestrucción. EEUU y la UE tomaron parte en el asedio y en el embargo, e Israel no cesó de bombardear ni un solo día siquiera. Cientos de asediados palestinos fueron hechos pedazos por las bombas israelíes. Su único mecanismo de defensa han sido los «misiles» caseros Qassam que no han matado más que a una docena de israelíes en seis años. Miles de palestinos murieron en Gaza durante el mismo período. Gaza tenía puestas todas las señales que advertían que el desastre y la guerra civil se estaban avecinando, a través de una bala asesina, de una declaración provocativa, de un secuestro.

Las presiones que tuvo que enfrentar Hamas fueron insuperables. El movimiento había agotado los límites de las concesiones políticas; cualquier aceptación más habría sido considerada como una renuncia a su plataforma política y habría llevado a la fragmentación dentro de sus propias filas. Pero un estado de aislamiento desde dentro (con el control total de Fatah sobre las diez ramas del aparato de seguridad), y desde fuera (el embargo dirigido por EEUU que pedía la eliminación de Hamas), respondía con toda seguridad al objetivo de debilitar a Hamas y privarle eventualmente del apoyo popular. Se llegó a la conclusión de que Hamas debía aprovechar sus posibilidades y presionar en lo que se calificó como «la segunda liberación de Gaza».

Ahora la situación es bien sombría. Hamas tiene el control de Gaza y Abbas y Fatah controlan todo cuanto Israel les permite en Cisjordania. Esto coloca el destino de Palestina en manos del tribunal neocon estadounidense.

Separar Cisjordania de Gaza parece ser el punto central en la agenda: «Esta serie de sucesos libera a Abbas para centrarse en la mucho más manejable Cisjordania, donde puede depender de las fuerzas de defensa israelíes para eliminar los desafíos de Hamas, y de Jordania y EEUU para ayudar a reconstruir sus fuerzas de seguridad», escribió Martin Indyk el 15 de junio en el Washington Post, un integrante del lobby pro Israel en Washington. En la mayoría de los editoriales de los medios dominantes estadounidenses está sonando el mismo mensaje. Y varios gobiernos árabes, la UE, EEUU e Israel están acudiendo en apoyo de Abbas. Le están lloviendo dinero, armas y legitimidad política desde todas las direcciones. El otrora insignificante dirigente es ahora el querido de la comunidad internacional y todos se aprestan a levantar las sanciones a su gobierno de emergencia, gobierno designado tras aniquilar el gobierno de unidad, un acto inconstitucional bajo cualquier parámetro que se quiera considerar.

Los funcionarios israelíes no pueden imaginar un escenario más satisfactorio. El nuevo experimento sugiere que Cisjordania contará con ayuda generosa y Gaza será sometida aún más a una situación de absoluta privación en todos los órdenes. Este es el pináculo de la injusticia, y como siempre EEUU e Israel tienen la voz cantante y dirigen el espectáculo. Abbas y sus hombres son presentados como los auténticos héroes, unos héroes que están haciendo ya su debut como la cara auténtica y legítima de la democracia palestina, una democracia decidida por la Secretaria de Estado estadounidense Condoleezza Rice y el Primer Ministro israelí Ehud Olmert, no por los palestinos.

Ramzy Baroud es autor de «The Second Palestinian Intifada: a Chronicle of a People’s Struggle». Es también editor en jefe de Palestine.Chronicle.com. Se le puede contactar en: [email protected]

Fuente:

www.counterpunch.org/baroud06222007.html

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.