«Hablemos claro: para la empresa, Recursos Humanos no es sólo un departamento autónomo con libertad de decisión, como creen algunos ingenuos. Recursos Humanos es nada más y nada menos que una ideología» Resolución, Pierre Mari Algunos libros pretenden romper la barrera que separa el mito del capitalismo del logos del capitalismo, como si existiera […]
Algunos libros pretenden romper la barrera que separa el mito del capitalismo del logos del capitalismo, como si existiera diferencia formal, como si el discurso -articulado en forma de comunicados, balances y cuentas de resultados- no fuera reflejo del lenguaje dominante, de todos los signos y expresiones posibles, imaginables e inimaginables, incluso de los imposibles; algunos libros pretenden concebir la destrucción de las fortalezas postfordistas, recuperar el pensamiento de la acción concreta, diaria, negar el mito, ser inmunes a los principios que se presentan como cuestiones preliminares o de principio; romper, con cierta mesura y prudencia, es la tarea de algunas obras literarias, Resolución, que hablan del mundo y lo analizan; otras, la mayoría, cuentan historias llenas de enigmas, tramas y metáforas, historias de vida sin vida, historias de ausencias, novelas sobre la concepción general, personajes vacíos, cualquier versión es buena, que someten al lector a la tiranía de los sentimientos y los hechos probados, fijados en el primer capítulo, irrefutables, nueva teoría de los sentimientos morales, Adam Smith y su mano moral invisible, los sentimientos y los hechos -el reflejo de lo que llaman realidad- aparecen deformados en el espejo de un centro comercial o una galería de arte, vienen a ser lo mismo, convertidos a su vez en mercancía, la superstición de la mercancía y el principio de acumulación, al tiempo que los trabajadores -colaboradores, eventuales, discontinuos, asociados- se convierten en números, cifras, cash-flow, activos amortizables y pierden día a día la ilusión del fututo (irrumpen los psicofármacos), pierden la vinculación emocional con la empresa, con su propia actividad; en pocos años se ha pasado del beneficio a medio plazo a la urgencia, el corto plazo y, con la fugacidad de un parpadeo, al cambio de vector y objetivos; la precariedad y las deslocalizaciones han arrastrado a poblaciones enteras a la miseria, y se descontrola el sistema-mundo capitalista, la aceración, de cero a cien en menos de diez segundos, igual que la publicidad de los coches, deja secuelas, se desmonta y resquebraja la estructura, peligra; urge encontrar un remedio, es necesario hallar alguien que cohesione de nuevo la fuerza de trabajo, y para esto llegan los departamentos de recursos humanos, la ideología, antes departamentos de personal, con el jefe y sus manguitos blancos que se ocupaba de las nóminas -el que tuviera- y en lugar de aumentar los salarios y rebajar las expectativas del accionariado montan cursos de capacitación y liderazgo -subvenciones, desgravaciones, formación de personal, mejora del equipos- por hacer algo entretenido, aglutinador, con el fin de compensar la ausencia de territorios de sociabilidad, motivación, las ratas albinas de Skinner, el perro triste de Paulov, el condicionante operante, estímulo-respuesta, todo está en la psicología, individual o de masas, integrar, adaptar, neutralizar: utilizan, si procede, el miedo; llegan los RRHH a modo de cátedra conductista, stultifera navis, cuando el capitalismo quiere consolidar la ruptura del valor del trabajo, la conciencia de clase emanada del trabajo y se presentan con las vestimentas de la unidad, la ideología de la motivación, de la recolocación, de las innovaciones retributivas en forma de bonus, nunca salario, que el beneficio bruto/neto no puede detenerse y los conjuntos accionariales -la sociedad anónima es la construcción más perfecta del capitalismo, Francesco Galgano lo analizó en Las instituciones de la economía capitalista (Fernando Torres editor, 1980)- piden más, y más, y siempre más, más rendimiento con menos recursos, el milagro de los panes y los peces, aquél ya era un jefe de RRHH y hacía juegos de magia con los esenios, repartía comida, stocks-options de paraíso, promesas, el mercado de futuros, presentando sus logros con parábolas, antiguos power-point -la iglesia católica ha utilizado, durante muchos siglos, las fachadas de sus templos a modo de pantalla de televisión- ese ir y venir de cuadros, flechas, gráficos y colores, Disney channel, que tanto impresiona a los directivos, los que recomiendan El arte de la guerra o Shakespeare para ejecutivos, fascinados -la infantilización- por la cibernética portátil, la utilización de las nuevas tecnologías, el eco de la optimización, de cada cual según sus posibilidades, explotadas al máximo, para que el resultado sea el previsto, y en esto llega Resolución de Pierre Mari, editada por Reverso Ediciones, SL, un libro que se asoma al anodino escaparate desde un ático de Barcelona, viene de Actes Sud, escrito en francés y traducido por Assumpta Roura, aparece pertrechado con sus escasas ciento treinta páginas y sus personajes, N., V., C., H. y algunos más, y discuten, no se entienden, se compadecen, hablan de problemas cotidianos conociendo, con precisión de orfebre, los rituales de la mentira, los cuchillos y la tramoya, «Cuando entré en la empresa se mentía y engañaba igual que ahora.
Pero no se trata de cantidad, quiero decir que, a pesar de ello, la atmósfera era respirable y actuar era posible. No se acorralaba a los individuos en nombre de un Bien arrollador que no deja alternativa, que los conduce a una desesperanza invisible, muda, sin salida y elevada a Patrimonio de