Recomiendo:
0

Libano: Ensayo general para Irán

Fuentes: The New Yorker

A principios de este verano, antes de las capturas de Hezbollah, varios funcionarios israelíes visitaron Washington por separado «con el fin de obtener la luz verde para las operaciones de bombardeo y averiguar cuánto estaba dispuesto a aguantar Estados Unidos». «Israel empezó por Cheney. Querían estar seguros de que contaban con su apoyo y el […]

A principios de este verano, antes de las capturas de Hezbollah, varios funcionarios israelíes visitaron Washington por separado «con el fin de obtener la luz verde para las operaciones de bombardeo y averiguar cuánto estaba dispuesto a aguantar Estados Unidos». «Israel empezó por Cheney. Querían estar seguros de que contaban con su apoyo y el de su gente»

En los días posteriores a que Hezbollah, el 12 de julio, en un enfrentamiento con el ejército israelí retuviera a dos soldados, un acto que desencadenó un ataque aéreo de Israel contra Líbano y toda una guerra, el Gobierno de George W. Bush tuvo un comportamiento extrañamente pasivo. «Es un momento de claridad», señaló el presidente en la cumbre del G-8 en San Petersburgo, el 16 de julio. «Ahora está claro por qué no tenemos paz en Oriente Próximo». Añadió que la relación entre Hezbollah y sus patrocinadores de Irán y Siria era una de las «causas fundamentales de inestabilidad» y que, por consiguiente, eran dichos países los que debían poner fin a la crisis. Dos días más tarde, pese a los llamamientos de varios Gobiernos a que Estados Unidos se hiciera cargo de las negociaciones para interrumpir los combates, la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declaró que era preciso aplazar un alto el fuego hasta que «las condiciones fueran propicias».

Sin embargo, la Administración de Bush tuvo una relación muy estrecha con la planificación de las represalias israelíes. El presidente Bush y el vicepresidente Dick Cheney estaban convencidos, según me han contado diplomáticos y miembros de los servicios de inteligencia en activo y retirados, de que una campaña de bombardeos de las fuerzas aéreas israelíes contra los complejos fortificados de misiles subterráneos y de mando y control que posee Hezbollah en Líbano podía aliviar las preocupaciones israelíes sobre la seguridad y servir de preludio a un posible ataque preventivo de Estados Unidos para destruir las instalaciones nucleares de Irán, algunas de las cuales también están enterradas a gran profundidad.

Los expertos militares y de los servicios secretos israelíes con los que he hablado destacan que los problemas inmediatos de seguridad eran motivo suficiente para enfrentarse a Hezbollah, independientemente de lo que quisiera la Administración de Bush. Shabtai Shavit, asesor de seguridad nacional de la Knesset [el Parlamento israelí] y responsable del Mosad, el servicio exterior de inteligencia, entre 1989 y 1996, me dijo: «Hacemos lo que creemos que nos conviene más; si resulta que satisface las necesidades de Estados Unidos, eso no es más que parte de la relación entre dos amigos. Los miembros de Hezbollah están armados hasta los dientes y entrenados en la tecnología más avanzada de la guerra de guerrillas. Era cuestión de tiempo. Teníamos que ocuparnos de ello».

Los israelíes consideran que Hezbollah es una grave amenaza, una organización «terrorista» que actúa en su frontera, con un arsenal militar que, gracias a la ayuda de Irán y Siria, se ha reforzado desde que terminó la ocupación israelí del sur de Líbano, en el año 2000. Su líder, el jeque Hassan Nasralá, ha dicho que no considera que Israel sea un «Estado legal». Los servicios israelíes de inteligencia calculaban, al empezar la guerra aérea, que Hezbollah tenía aproximadamente 500 cohetes Fajr-3 y Fajr-5 de alcance medio y varias docenas de cohetes Zelzal de largo alcance; estos últimos, con un radio de unos 200 kilómetros, podrían llegar hasta Tel Aviv (un cohete golpeó Haifa al día siguiente de las capturas). Además posee más de 12.000 cohetes de menor alcance. De éstos, ha disparado contra Israel más de 3.000 desde que comenzó el conflicto.

Los motivos de Bush

Según un experto en Oriente Próximo que conoce lo que piensan en la actualidad los Gobiernos de Israel y Estados Unidos, los israelíes habían elaborado un plan para atacar a Hezbollah -e informaron de él a funcionarios del Gobierno de Bush- mucho antes de las capturas del 12 de julio. «No es que Israel tendiera una trampa a Hezbollah», explica, «pero en la Casa Blanca había una clara sensación de que, tarde o temprano, los israelíes iban a actuar».

Este experto en Oriente Próximo dice que la Administración tenía varias razones para apoyar la campaña israelí de bombardeos. En el Departamento de Estado lo consideraron como una forma de fortalecer al Gobierno libanés para que pudiera reafirmar su autoridad en el sur del país, controlado en gran parte por Hezbollah. «La Casa Blanca», continúa, «estaba mucho más interesada en arrebatar los misiles a Hezbollah, porque, si se pusiera en marcha la opción militar contra las instalaciones nucleares de Irán, sería necesario deshacerse de las armas que Hezbollah pudiera utilizar en posibles represalias contra Israel. Bush quería las dos cosas. Bush quería enfrentarse a Irán, uno de los miembros del Eje del Mal, y acabar con sus instalaciones nucleares, y quería también enfrentarse a Hezbollah como parte de su empeño democratizador, porque Líbano es una de las joyas de la corona de la democracia en Oriente Próximo».

En la Administración estadounidense niegan que conocieran el plan de Israel sobre una guerra aérea. La Casa Blanca no ha contestado a una lista detallada de preguntas. En respuesta a otra petición aparte, un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional dijo: «Antes de que Hezbollah atacara a Israel, el Gobierno israelí no dio a ningún funcionario de Washington ningún motivo para pensar que estaba preparando un ataque. Ni siquiera después de la incursión del 12 de julio supimos cuáles eran los planes israelíes». Un portavoz del Pentágono me dijo: «El Gobierno de Estados Unidos sigue comprometido en una solución diplomática al problema del programa clandestino de armas nucleares en Irán», y negó las informaciones anteriores, igual que otro portavoz del Departamento de Estado.

Estados Unidos e Israel llevan decenios compartiendo informaciones y con una estrecha cooperación militar, pero a principios de esta primavera, según un antiguo responsable de los servicios de inteligencia, varios estrategas de alto rango de la fuerza aérea estadounidense -presionados por la Casa Blanca para que elaboraran un plan de guerra con un ataque decisivo contra las instalaciones nucleares de Irán- empezaron a consultar con sus homólogos de la fuerza aérea israelí.

«El gran interrogante para nuestras fuerzas aéreas era cómo alcanzar una serie de blancos cruciales en Irán», explica el antiguo funcionario de inteligencia. «¿Quién es el mayor aliado de las fuerzas aéreas estadounidenses en cuestiones de planificación? No es el Congo, es Israel. Todo el mundo sabe que ha habido ingenieros iraníes que han asesorado a Hezbollah en la construcción de túneles y puestos subterráneos de armas. Así que la fuerza aérea fue a ver a los israelíes con algunas tácticas nuevas y les dijo: ‘Vamos a concentrarnos en los bombardeos y compartir lo que nosotros sabemos de Irán y lo que vosotros sabéis de Líbano». Las conversaciones, dice, llegaron hasta la Junta de Jefes de Estado Mayor y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

«Los israelíes nos dijeron que sería una guerra barata y llena de beneficios», cuenta un asesor del Gobierno de EE UU con estrechos contactos en Israel. «¿Por qué íbamos a oponernos? Podíamos buscar y bombardear misiles, túneles y búnqueres desde el aire. Sería un ensayo para Irán».

Ataque preventivo

Un asesor del Pentágono dice que la Casa Blanca de Bush «lleva tiempo tratando de encontrar un motivo para llevar a cabo un ataque preventivo contra Hezbollah». Y añade: «Teníamos la intención de debilitar a Hezbollah, y ahora hemos conseguido que lo hagan otros por nosotros». (El domingo pasado, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó una resolución de alto el fuego, aunque no estaba claro si eso iba a alterar la situación sobre el terreno).

Según Richard Armitage, que fue subsecretario de Estado durante el primer mandato de Bush -y que, en 2002, dijo que Hezbollah «es tal vez el equipo A de los terroristas»-, la campaña de Israel en Líbano, que se ha encontrado con dificultades inesperadas y críticas generalizadas, puede servir de advertencia a la Casa Blanca sobre Irán. «Si el mayor poder militar de la región -las fuerzas de defensa israelíes- no es capaz de pacificar un país como Líbano, con una población de cuatro millones de personas, habría que pensárselo cuidadosamente antes de aplicar el modelo a Irán, que tiene profundidad estratégica y 70 millones de habitantes», dice Armitage. «Lo único que han conseguido hasta ahora los bombardeos es unir a la población contra los israelíes».

Varios funcionarios actuales y retirados que conocen bien Oriente Próximo me han dicho que, para Israel, la captura de los soldados representó la oportunidad de iniciar la campaña militar prevista contra Hezbollah. «Hezbollah estaba instigando alguna cosa pequeña cada uno o dos meses, como un reloj», dice el asesor estadounidense con contactos en Israel. Dos semanas antes, a finales de junio, los miembros del grupo palestino Hamás excavaron un túnel bajo la barrera que separa el sur de Gaza de Israel, y capturaron a un soldado israelí. Además lanzaron una serie de cohetes contra ciudades israelíes cercanas a la frontera con Gaza. En respuesta, Israel comenzó una intensa campaña de bombardeos y volvió a ocupar partes de Gaza de las que se había retirado.

El asesor del Pentágono hace notar que ha habido, asimismo, incidentes fronterizos entre Israel y Hezbollah, en ambas direcciones, desde hace tiempo. «Se han dedicado a dispararse mutuamente», dice. «Cada bando podría haber señalado algún incidente concreto y decir que tenía que iniciar una guerra contra el otro, porque ya estaban en guerra».

Decisión forzada

David Siegel, portavoz de la Embajada de Israel en Washington, dice que la fuerza aérea israelí no estaba buscando ninguna excusa para atacar a Hezbollah. «No planeamos la campaña. Fue una decisión que se nos obligó a tomar». Había alertas constantes de que Hezbollah «estaba presionando para pasar al ataque», dice Siegel. «Hezbollah ataca cada dos o tres meses», pero la captura de los soldados agudizó la situación.

En varias entrevistas realizadas a intelectuales, periodistas y oficiales retirados del ejército y los servicios de información israelíes, todos hacen hincapié en una cosa: que fueron los dirigentes israelíes, y no Washington, quienes decidieron comenzar la guerra contra Hezbollah. Los sondeos de opinión muestran que contaban con el apoyo de un gran número de israelíes. «Los neocons de Washington pueden estar satisfechos, pero no hacía falta empujar a Israel, porque los israelíes querían eliminar a Hezbollah», explica Yossi Melman, un redactor del periódico Ha’aretz que ha escrito varios libros sobre los servicios de espionaje israelíes. «Al provocar a Israel, Hezbollah proporcionó la oportunidad».

«Nos encontrábamos ante un dilema», dice un funcionario israelí. El primer ministro, Ehud Olmert, «tenía que decidir si convenía llevar a cabo una respuesta local, como hacemos siempre, o una acción más amplia, atacar a Hezbollah para acabar con ellos de una vez por todas». Olmert sólo se decidió, dice el funcionario, después de que fracasaran diversos intentos de rescate de los israelíes.

Sin embargo, el asesor estadounidense vinculado a Israel me dijo que, desde la perspectiva israelí, la decisión de emprender una acción enérgica era inevitable desde hacía varias semanas, cuando el equipo del ejército israelí especializado en interceptar señales, denominado Unidad 8200, captó, a finales de primavera y principios de verano, mensajes de tono belicoso entre Hamás, Hezbollah y Jaled Meshal, el líder de Hamás residente en Damasco.

Una de las comunicaciones interceptadas fue la relativa a una reunión, a finales de mayo, de la dirección política y militar de Hamás, en la que Meshal participó por teléfono. «Hamás creía que la llamada desde Damasco estaba codificada, pero Israel había descifrado la clave», explica el asesor. Antes de su victoria en las elecciones palestinas de enero, Hamás llevaba casi un año recortando sus actividades guerrilleras. En la conversación interceptada a finales de mayo, me contó el asesor, los líderes de Hamás decían que «no les había servido de nada, y estaban perdiendo prestigio ante la población palestina». La conclusión, dice, fue: «Vamos a volver a emplear la lucha armada, y entonces trataremos de arrancar concesiones al Gobierno israelí».

El asesor me ha explicado que Estados Unidos e Israel estaban de acuerdo en que, si la dirección de Hamás tomaba esa decisión y Nasralá ofrecía su respaldo, sería necesaria «una reacción a gran escala». En las semanas posteriores, mientras Hamás empezaba a excavar el túnel hacia Israel -dice el asesor-, la Unidad 8200 «captó comunicaciones entre Hamás, Siria y Hezbollah en las que, en definitiva, se decía que querían que Hezbollah calentara el norte». En uno de los mensajes interceptados, dice el asesor, Nasralá calificó a Olmert y al ministro de Defensa, Amir Peretz, de «aparentemente débiles» en comparación con los ex primeros ministros Ariel Sharon y Ehud Barak, que poseían gran experiencia militar, y dijo que, «en su opinión, Israel iba a reaccionar de manera local, a pequeña escala, como habían hecho hasta entonces».

Según el asesor estadounidense, a principios de este verano, antes de las capturas de Hezbollah, varios funcionarios israelíes visitaron Washington por separado «con el fin de obtener la luz verde para las operaciones de bombardeo y averiguar cuánto estaba dispuesto a aguantar Estados Unidos». «Israel empezó por Cheney. Querían estar seguros de que contaban con su apoyo y el de su gente, así como el del departamento de Oriente Próximo en el Consejo de Seguridad Nacional». Después, «convencer a Bush no fue nada difícil, y Condi Rice estaba de su parte», explica el asesor.

El plan inicial perfilado por los israelíes consistía en una gran campaña de bombardeos como respuesta a la próxima provocación que hiciera Hezbollah, según el experto en Oriente Próximo que conoce la forma de pensar de Estados Unidos e Israel. Los israelíes -dice el ex alto cargo de los servicios de inteligencia- pensaban que, al atacar las infraestructuras de Líbano, incluidos depósitos de combustible, carreteras e incluso las pistas civiles del aeropuerto central de Beirut, podrían convencer a las populosas comunidades cristiana y suní del país para que se volvieran en contra de Hezbollah. Los bombardeos han afectado, entre otras cosas, al aeropuerto, las carreteras y los puentes. Hasta la semana pasada, la fuerza aérea israelí había realizado casi 9.000 misiones. (David Siegel, el portavoz israelí, dice que Israel no atacó más que lugares vinculados a Hezbollah; el bombardeo de puentes y carreteras pretendía impedir el transporte de armas).

La prisa de Olmert

El plan israelí, según el ex funcionario de los servicios de inteligencia, era «exactamente igual a los planes de Estados Unidos respecto a Irán». (Según funcionarios actuales y retirados, las primeras propuestas de la fuerza aérea estadounidense sobre un ataque aéreo para destruir las instalaciones nucleares iraníes se encontraron con la resistencia de los máximos jefes del ejército, la marina y el cuerpo de marines. Afirman que el plan no saldrá bien y desembocará inevitablemente, como la guerra israelí contra Hezbollah, en la utilización de tropas de tierra).

Uzi Arad, que perteneció durante más de 20 años al Mosad, me ha dicho que, por lo que él sabe, había contactos habituales entre el Gobierno israelí y el estadounidense, y que, «en todas mis reuniones y conversaciones con funcionarios del Gobierno, nunca oí que nadie se refiriera a actividades anteriores de coordinación con Estados Unidos». Le preocupa un aspecto: la prisa que se dio el Gobierno de Olmert en comenzar la guerra. «Puedo asegurar que nunca he visto una guerra decidida a tanta velocidad», dice. «Lo normal es que antes haya que realizar largos análisis».

El principal estratega militar fue el teniente general Dan Halutz, jefe de Estado Mayor de las FDI (Fuerzas de Defensa Israelíes), que, cuando pertenecía a la fuerza aérea, participó en la elaboración de un plan de contingencia para una guerra aérea con Irán. Olmert, antiguo alcalde de Jerusalén, y Peretz, ex dirigente laborista, no tenían, ni mucho menos, su experiencia o sus conocimientos.

* Seymour M. Hersh es el periodista que destapó los abusos de Abu graib.
Este artículo fue publicado originalmente en The New Yorker. Traducción de M. L. Rodríguez Tapia para El País.