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La última aldea de Palestina enfrenta a los bulldozer

Lifta será arrasada para edificar casas de vacaciones para israelíes

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

LIFTA – Sobre una ladera rocosa que desciende abruptamente desde la ajetreada carretera principal, a la entrada a Jerusalén Oeste se encuentra una cantidad de antiguas casas de piedra, vacías y aferradas precariamente a terrazas labradas hace siglos.

Aunque la mayoría de los conductores israelíes apenas notan los edificios, esta pequeña aldea fantasma -abandonada durante las últimas seis décadas- está al centro de una batalla legal que aviva sentimientos nacionalistas a ambos lados de la división israelí-palestina.

Mientras camina con cuidado por el grupo de 55 casas sobrevivientes, con sus muros de piedra invadidos por malezas y matojos, Yacoub Odeh, de 71 años, se pierde fácilmente en reminiscencias sobre los días pacíficos en Lifta.

Tenía solo ocho años cuando en enero de 1948 el avance de las fuerzas judías forzó a huir a su familia y a otros 3.000 aldeanos palestinos.

Durante los meses siguientes, al nacer el Estado judío, se les unieron otros 750.000 compatriotas forzados al exilio en un evento que es conocido por los palestinos como la «nakba», o sea, la catástrofe.

A pesar del paso del tiempo, los principales hitos de Lifta todavía son claros para el señor Odeh: los restos de la casa de su familia, una almazara, el horno de la aldea, un manantial, la mezquita, el cementerio y el patio donde solían congregarse los aldeanos.

«La vida aquí era maravillosa para un pequeño», dijo, cerrando sus ojos. «Éramos como una gran familia. Jugábamos en las aguas del manantial, recogíamos las deliciosas fresas que crecían junto a la piscina.

«Todavía recuerdo el sabor del pan recién horneado por mi madre y cubierto de aceite de oliva y tomillo.»

La aldea no solo ocupa un sitio especial en los afectos del señor Odeh. También ha llegado a simbolizar la esperanza de un eventual retorno de muchos de los cerca de cinco millones de refugiados palestinos en todo el mundo.

En boca de Ghada Karmi, una académica británica cuya familia fue obligada a abandonar su casa cercana, en el suburbio de Jerusalén, Katamon, Lifta «sigue siendo un recuerdo físico de injusticia y supervivencia».

El motivo es que Lifta es la última aldea desierta de 1948 que todavía está en pie en el Israel actual.

Más de 400 otras aldeas capturadas por la guerra de Israel fueron arrasadas durante y después de la guerra de 1948 en lo que los historiadores han descrito como un plan sistemático para asegurarse de que los refugiados no tuvieran casas adonde volver.

Ilan Pappe, historiador israelí que examinó la guerra de 1948 en su libro The Ethnic Cleansing of Palestine [La limpieza étnica de Palestina], calificó la destrucción de las aldeas de acto de «memoricidio», que borró para los israelíes todos los recuerdos turbadores de la anterior presencia palestina.

Las tierras de las aldeas destruidas fueron utilizadas por el nuevo Estado para construir comunidades para inmigrantes judíos o para plantar bosques nacionales, dijo Eitan Bronstein, portavoz de Zochrot, un grupo israelí dedicado a informar a los israelíes sobre la nakba.

Algunas comunidades palestinas, como la ciudad vieja de Jaffa (Yafo) y Ein Hod cerca de Haifa, sobrevivieron a la ola de demoliciones, pero fueron rápidamente entregadas a los nuevos propietarios judíos transformadas en colonias para artistas.

Lifta es la única que no fue destruida ni habitada de nuevo, y permanece con sus casas en pie, como testimonio solitario, silencioso, de un modo de vida desaparecido, dijo el señor Bronstein.

Pero incluso ese pequeño legado está bajo inminente amenaza de las excavadoras.

En enero la Autoridad de Tierras de Israel, un organismo gubernamental responsable por las tierras de Lifta, anunció un plan para construir una urbanización de lujo en la aldea, con más de 200 apartamentos, un hotel y varias tiendas.

El proyecto, dijo Meir Margalit, concejal de la ciudad de Jerusalén, sería dedicado a acaudalados judíos extranjeros, sobre todo de EE.UU. y Francia, interesados en casas para vacaciones de verano en Israel.

Los urbanizadores han prometido que incorporarán algunos de los antiguos edificios en el complejo, aunque la mayoría de los observadores -incluidos destacados arquitectos- dicen que muy poco de la antigua aldea palestina será reconocible una vez ejecutado el proyecto.

En su lugar, según el señor Bronstein, Lifta sufrirá tardíamente la misma suerte que los cientos de aldeas destruidas por Israel hace décadas. «El mensaje es que estamos terminando lo que comenzamos en 1948», dijo.

Esther Zandberg, comentarista de arquitectura en el periódico israelí Haaretz, estuvo de acuerdo: «Aunque lo califican de esfuerzo de preservación, es en efecto, paradójicamente, una obliteración de toda la memoria de la aldea original».

A los críticos se ha sumado Shmuel Groag, uno de los arquitectos originales del proyecto, quien ha acusado a los urbanizadores de no respetar las reglas básicas de conservación en su tratamiento de Lifta.

Las familias de Lifta, respaldadas por varios grupos israelíes, incluido Rabinos por los Derechos Humanos, solicitaron a los tribunales que detengan el proyecto, diciendo que el lugar debe ser preservado en su condición actual.

El tribunal de distrito de Jerusalén congeló temporalmente el desarrollo en marzo, y se espera que emita un dictamen en los próximos días.

Las familias también han apelado a la Unesco, la organización de las Naciones Unidas a cargo de asuntos educacionales, científicos y culturales, para que declare que Lifta es un sitio del patrimonio universal.

El desarrollo, sin embargo, es respaldado por los principales organismos de conservación en Israel, incluida la Sociedad por la Protección de la Naturaleza en Israel y el Consejo por la Preservación de Lugares Históricos. El director del consejo, Isaac Shewky, dijo que los costes de una restauración adecuada serían «astronómicos».

A diferencia de la mayoría de los demás 20.000 refugiados y sus descendientes de Lifta, muchos de los cuales viven en Cisjordania y Jordania, el señor Odeh pudo visitar su antigua aldea porque vive a unos pocos kilómetros, en Jerusalén Este.

Dijo que en última instancia quisiera que se ofreciera a las familias una oportunidad de recuperar sus antiguas casas. «Nunca olvidaremos Lifta. Nuestro sueño es volver.»

Pocos observadores esperan una situación semejante en el actual clima político. La mayoría de los israelíes judíos ven  el derecho palestino al retorno como el principio del fin de Israel como Estado judío.

El temor se refuerza con las imágenes de refugiados en Siria que se manifestaron ante las vallas fronterizas en las Alturas del Golán en mayo y junio, en lo que se interpretó en Israel como un intento de retorno a sus antiguas casas.

El señor Bronstein dijo: «Lifta plantea una amenaza semejante para los israelíes, porque es un punto de partida para imaginar cómo podría implementarse el derecho al retorno. Ofrece un modelo para los refugiados.»

El señor Odeh, que organiza visitas guiadas a Lifta, tiene que compartir el lugar con numerosos visitantes israelíes. Jóvenes muchachos religiosos han convertido la piscina de la aldea que todavía funciona en un mikveh, o baño de inmersión ritual. Otros israelíes utilizan el lugar como sitio favorito para excursiones. Por las noches, consumidores de drogas se ocultan en las casas.

Lifta también enfrenta la rápida invasión de Jerusalén Oeste. Está rodeada de importantes carreteras que vinculan Jerusalén con los asentamientos en Cisjordania; por arriba, están construyendo una línea de ferrocarril de alta velocidad a Tel Aviv; y valle abajo se cree que un complejo militar alberga el búnker nuclear subterráneo del gobierno.

…………..

Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret, Israel. Sus libros más recientes son: « Israel and the Clash of Civilizations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East » (Pluto Press) y « Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair » (Zed Books). Su página en Internet es: www.jkcook.net .

Fuente: http://www.counterpunch.org/cook07052011.html

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