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Restituirán embajadores en breve

Liman asperezas Cuba y México

Fuentes: La Jornada

La Habana, 18 de julio. Casi 50 días después de haber llegado al umbral de una ruptura diplomática, la relación bilateral entre México y Cuba reflotó ayer a un nivel que los cancilleres de ambos países calificaron de «normalización». El mexicano Luis Ernesto Derbez y el cubano Felipe Pérez Roque anunciaron en conferencia de prensa […]

La Habana, 18 de julio. Casi 50 días después de haber llegado al umbral de una ruptura diplomática, la relación bilateral entre México y Cuba reflotó ayer a un nivel que los cancilleres de ambos países calificaron de «normalización». El mexicano Luis Ernesto Derbez y el cubano Felipe Pérez Roque anunciaron en conferencia de prensa conjunta el retorno de embajadores a sus respectivos puestos en menos de ocho días, justo para la fiesta nacional de la isla.

Además consideraron «fuera de la agenda bilateral» el tema de las revelaciones que hiciera Carlos Ahumada mientras estuvo detenido en este país.

Más aún: sin reconocer explícitamente una negociación, Pérez Roque anunció que Cuba, por vía diplomática, responderá a la demanda del gobierno mexicano de que le sean entregados los videos grabados aquí durante los interrogatorios al empresario.

Fuera de esos dos aspectos críticos, los cancilleres se comprometieron a desahogar el resto de la agenda bilateral -incluidas las divergencias mutuas, que desde luego subsisten- con respeto a las vías diplomáticas.

Todo ello, puntualizó el canciller cubano, sin necesidad de «retractaciones ni excusas» de ninguno de los dos gobiernos.

Comienzo rígido; final relajado

La visita prometida de Derbez se cumplió, así, con más de cinco horas de conversaciones entre los dos cancilleres, en parte acompañados por el subsecretario mexicano Miguel Hakim y el viceministro cubano Bruno Rodríguez Parrilla.

Empezó con signos de rigidez y terminó con sonrisas, chistes y un abrazo; consumió más tiempo del previsto y envió un tácito mensaje de que, después del paso del huracán que llevó a las relaciones a su peor crisis en un siglo, ambos gobiernos pudieron sentarse a dialogar, pactar y mirar hacia delante.

Derbez regresó a México con acuerdos mínimos, que permitieron superar lo que definió como «situación crítica», generada a principios de mayo. Y el gobierno de Cuba salvó de la debacle una de las relaciones de mayor importancia estratégica que tiene en el mundo, con México.

El canciller mexicano, muy complacido, agradeció de Pérez Roque el «ambiente de total apertura» y su «visión hacia el futuro», que permitió a ambas cancillerías «entender claramente cómo debe ser el programa y el panorama de las relaciones entre los dos gobiernos» y que, después de la restauración de los embajadores en sus misiones, «nos llevará también a ir resolviendo tema por tema los problemas que han estado en la relación bilateral por bastante tiempo, incluidos temas que habían sido discutidos en México».

Agregó que desde el momento «en que entramos en situación crítica» Tlatelolco insistió en mantener abierta una línea de comunicación con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba. «Prevalecieron los canales diplomáticos.»

En tanto, Pérez Roque expresó que una vez cumplida la restauración de los embajadores, el acuerdo es que «ambos trabajarán con total respeto a las leyes del país en el que están acreditados, buscando todas las oportunidades para impulsar la relación».

Se le preguntó si en la segunda fase de este cronograma de normalización se abordaría el tema de las confesiones en video de Ahumada. «No hemos discutido ese tema; no es un asunto que forme parte de la discusión entre el ministro Derbez y yo», respondió.

Inevitable, surgió la pregunta sobre las torturas y presiones que Ahumada, según sus propias afirmaciones, sufrió aquí durante su detención para forzarlo a declarar ante una cámara. El empresario «miente de manera abierta y descarada», aseguró Pérez Roque.

«No fue torturado, ni presionado, ni tratado con el más mínimo irrespeto. Podría probarlo, pero pienso que, como representante de la revolución cubana, tengo suficiente solvencia moral ante la opinión pública. No se por qué oscuras razones ahora cambia su dicho de que había sido bien tratado en Cuba y que incluso se le había proporcionado, dentro de su situación de detención, todo lo que hiciera más favorable su estancia. Puedo agregar que en Cuba él mantuvo una posición de colaboración y habló abiertamente sobre lo que quiso, sin absolutamente ningún tipo de coacción.»

Y dio por cerrado el asunto: «El problema está superado. Es un tema que no obedece a la situación de la relación bilateral actual. El es una persona bajo detención en México y corresponde a la justicia mexicana esclarecer la acusación que pesa contra él y que nos llevó a deportarlo a su país».

Por su parte, Derbez reconoció que entre los dos gobiernos persisten desacuerdos. «Todo mundo sabe dónde está esa divergencia», abrevió, sin mencionar directamente temas como el voto mexicano en la Comisión de Derechos Humanos ni el intercambio de acusaciones y descalificaciones.

«Simplemente hemos decidido mantener el respeto mutuo al respecto. Resolver los problemas de uno a uno de acuerdo a lo que sea factible y sea posible.»

Como asunto extra de este encuentro, citó un acuerdo para ver en conjunto «de qué manera» se puede trabajar más a fondo a favor de Haití, donde Cuba, a pesar del golpe estadunidense contra el defenestrado gobierno de Jean Bertrand Aristide, mantiene un intenso programa de asistencia médica.

Montado en el clima relajado que ambos funcionarios se esforzaron por acentuar, un periodista preguntó si Cuba apoyaría a México en los cuartos de final de la Copa América, contra Brasil, donde La Habana cuenta con un aliado, el presidente Lula da Silva. Pérez Roque respondió con una de las frases favoritas de los cubanos cuando aluden a Benito Juárez: «Entre los individuos como entre las naciones …» No fue necesario que terminara la oración.

La conferencia de prensa estuvo salpicada de bromas y sonrisas, con lo que ambos cancilleres hicieron notar el clima de diálogo y el buen saldo que cada uno de ellos sacaba del encuentro.

En el flanco económico, Luis Ernesto Derbez dijo que hay dos temas pendientes: la deuda cubana con el Banco Nacional de Comercio Exterior de México, documentada hace más de dos años en 380 millones de dólares y el Acuerdo para la Promoción y Protección Recíproca de Inversiones.

Sobre el primer asunto, que se ventila en tribunales europeos y mantiene congelados en Italia fondos de la empresa telefónica cubana por unos 40 millones de dólares, el canciller mexicano dijo que Cuba hará una nueva propuesta de avenimiento.

Respecto del acuerdo comercial, Derbez sólo citó el interés de impulsarlo.

Pérez Roque subrayó, al final de la conferencia, que Jorge Bolaños regresará a su puesto de embajador «a seguir trabajando como hasta ahora, con pleno respeto a las leyes de México, con pleno respeto a sus autoridades y a su pueblo».

El encargado de la diplomacia cubana quiso también patentizar el «papel inigualable» de México en la historia cubana, «nuestro saludo, nuestro respeto al pueblo de México, nuestro respeto a sus autoridades y nuestra satisfacción por los resultados y el diálogo respetuoso y franco que hemos sostenido con el ministro Derbez».

La llegada

El avión de Derbez, un jet ejecutivo de la Fuerza Aérea Mexicana, tomó pista en el aeropuerto internacional José Martí a las 11:45 horas. El canciller mexicano enfrentó el calor del verano caribeño con un riguroso traje negro, con camisa blanca y corbata azul claro. Al pie de la escalinata lo recibió Rodríguez Parrilla, que llevaba un atuendo similar.

También esperaban al funcionario mexicano la encargada de negocios de México en La Habana, Olga García Guillén, el director para América Latina de la cancillería cubana, Aramís Fuentes, y su colega de Protocolo, Angel Reigosa. Detrás de Derbez bajaron de la nave Hakim y el vocero Allan Nahum.

No hubo ceremonia especial. Sólo el saludo y una caminata rápida hacia los autos. Derbez subió en el Mercedes negro del protocolo cubano, junto con Rodríguez Parrilla. Fue el primer contacto de trabajo en la visita, que duraría algo más de media hora, el trayecto del aeropuerto al centro de La Habana.

La comitiva se dirigió hacia la popular calle G o avenida de los Presidentes, que se extiende desde una loma que domina el barrio del Vedado hasta varias cuadras abajo, donde las olas del Caribe chocan con el Malecón. En un camellón central hay estatuas dedicadas a latinoamericanos ilustres, como Simón Bolívar y Salvador Allende. En uno de sus descansos está la de Benito Juárez, cuya muerte se conmemoró este domingo.

Con traje gris oscuro, en la línea de la formalidad, Pérez Roque llegó primero al monumento a Juárez y fue copado por decenas de reporteros, que lo consultaron sobre las declaraciones de su colega mexicano en la víspera.

El sábado en Cuernavaca, ante la prensa y en medio de una reunión de las juventudes panistas, Derbez pareció reducir los alcances de la reunión del domingo y las opciones de mejorar las relaciones, al manifestar que no estaba «seguro de cuál puede ser finalmente el resultado».

Hoy, bajo la mirada de Juárez, Pérez Roque dijo a los reporteros que le había «causado sorpresa que el canciller Derbez venga con tan pocas expectativas».

El canciller cubano contratacó con estos argumentos: a) en Guadalajara «dejamos bastante claro el cronograma», b) allí se acordó «mirar hacia el futuro» y que los embajadores regresarían a sus puestos «próximamente», tras la visita de Derbez, y c) el gobierno cubano entiende que «ya todo fue aclarado» y no se siente responsable del conflicto, pero está «dispuesta a discutir».

El canciller cubano tuvo tiempo todavía para saludar al personal de la embajada mexicana, que asistió en pleno a la ceremonia, cuando llegó el carro que transportaba a Derbez.

«¿Una sonrisa?»

-¡Quihúbole, maestro! -le soltó Derbez a Pérez Roque, ofreciéndole la mano.

Los fotógrafos disparaban. El canciller mexicano pasó el brazo izquierdo por la espalda de su anfitrión, sugiriendo una pose para las imágenes: «¿Una sonrisa? Claro que síííí».

Pérez Roque saludó cortésmente, pero se mantuvo seco.

Ambos caminaron luego al centro del camellón, para presidir la ceremonia de ofrenda floral a Juárez, después de la cual los dos se fueron en un auto. El trayecto a la cancillería fue corto, apenas dos minutos. Aún no era la una de la tarde cuando cruzaron el portón de la vieja casona restaurada, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Casi dos horas se encerraron en un salón ambos cancilleres y sus segundos al mando. Cerca de las 14:45 salieron a comer a la Casa Rosada, una de las mansiones que reserva el protocolo cubano para hospedar invitados especiales en una exclusiva zona del oeste de La Habana.

Aunque estaba citada una conferencia de prensa a las 16 horas, el encuentro se prolongó. A las 16:30 los dos vicecancilleres salieron del salón de la comida y dejaron solos a los titulares. Después de casi cinco horas de conversaciones, a las 17:40, Derbez y Pérez Roque entraron sonrientes al teatro de la cancillería. Era notorio el cambio de ambiente.

Cuando salieron después de hablar a los reporteros, todavía tuvieron un gesto para las cámaras. Manejando su propio automóvil oficial -un compacto de la era soviética, blanco, marca Lada-, Pérez Roque se llevó a Derbez hasta el aeropuerto, donde el canciller cubano despidió a su invitado al pie de la escalerilla del avión, con sonrisas y un abrazo.