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Lo privado y lo social: encontrar el mínimo común múltiplo en vez de apostar al máximo común divisor

Fuentes: El Estado como tal (Blog)

Nota de Pedro Monreal: El colega Juan Triana, reconocido economista cubano, comparte con los lectores sus comentarios en relación con el contrapunteo entre la lógica de lo estatal y lo privado que se ha producido con motivo de un reciente debate acerca de propuestas para estabilizar la economía cubana, especialmente con la mirada puesta en […]

Nota de Pedro Monreal:

El colega Juan Triana, reconocido economista cubano, comparte con los lectores sus comentarios en relación con el contrapunteo entre la lógica de lo estatal y lo privado que se ha producido con motivo de un reciente debate acerca de propuestas para estabilizar la economía cubana, especialmente con la mirada puesta en una eventual unificación de las tasas de cambio.


Estimado Pedro:

Me parece que lo mejor de todo esto es el enriquecimiento del conocimiento colectivo con puntos de vistas diferentes y a veces discrepantes. A los datos con los cuales sustentaste tus criterios habría que añadir uno más: en el Anuario Estadístico de Cuba 2016, Capítulo 12, Construcción e Inversiones, tabla 12.5 puede leerse claramente que el monto de inversiones destinados a «comercio y reparación de efectos personales» es el 4,9 por ciento la inversión; esto es, se destina a al comercio estatal tanta inversión como la que se destina a la Educación y a la Salud Pública, más de dos veces la que se destina a la industria azucarera, más de tres veces la que se destina a la minería, y la misma magnitud porcentual que se destina a la Industria Manufacturera.

Ese es otra lectura del mismo problema, que -a mi juicio- es el de pensar en nuestro desarrollo desde nuestras realidades y nuestra historia. Si el comercio estatal se redujera a la mínima expresión (por el auge del comercio no estatal, privado y cooperativo) entonces ese 5 porciento que equivale a 289,2 millones de pesos podrían ser asignados a otros sectores muchos más decisivos para nuestro desarrollo.

Las preguntas en este caso serían:

– ¿Hace más fuerte a nuestro país que nuestro Estado tenga muchos restaurantes y cafeterías e invierta en ellos tanto como en la manufactura y más que en la educación?

– ¿Son decisivas para el desarrollo, o para la seguridad del país esas cafeterías y restaurantes?

– ¿Son acaso «medios de producción fundamentales»?

El otro aspecto de esta cuestión que no debe desestimarse es el siguiente: el sector estatal de la economía nacional (y por tanto la empresa estatal) debe representar en estos momentos alrededor del 85 por cieto del Producto Interno Bruto (PIB), o quizás un poco más. En estos últimos 5 años la economía nacional ha crecido a una tasa promedio anual de 2 por ciento, o sea, menos de la mitad del crecimiento necesario, explícitamente reconocido, y que se ubica entre un 4,5 y 5,5 por ciento anual.

Entonces, si esto es así, si es la empresa estatal la que decide el juego en nuestra economía, la baja tasa de crecimiento alcanzada se debe a un mal desempeño de la empresa estatal en general y esto debe obligar a repensar el qué y el cómo de esa última transformación de la empresa estatal iniciada hace ya casi cuatro años.

No solo es responder cuanta empresa estatal necesitamos (en términos de tamaño del sector estatal empresarial) es también responder a la pregunta de cómo deben ser gerenciadas esas empresas estatales.

Eso tiene que ver con las llamadas «reglas de juego». Nuestras empresas hoy apenas pueden cumplir con las funciones básicas de las empresas, pero esta no es una historia moderna, esta es una vieja historia que se repite una y otra vez y es lamentable que siga pasando. Reitero que no se trata de un problema exclusivo de la forma de propiedad y como esta se ejerce, es también un problema de cómo se gerencia esa forma de propiedad.

Por último, nuestra historia contemporánea es una historia de amor y odio con el sector privado que nos llevó, en otro contexto, a la estatización casi total de nuestra economía por diversas razones, algo que una buena parte de nosotros conocemos perfectamente y cuyo punto culminante tuvo lugar el 13 de marzo de 1968. Luego, desde los documentos preparatorios del primer congreso del PCC, se reconoció, al menos teóricamente, la necesidad de rectificar aquellos errores. Así nació el primer decreto ley sobre el «trabajo por cuenta propia» (Decreto ley No.14, 3 de julio de 1978 «Sobre las actividades laborales por cuenta propia para ser ejercida por los trabajadores»).

En la época en que se promulgó, podía ser concebido como algo marginal. Los nombres que indistintamente se han utilizado popularmente para identificar este sector son también una muestra de su «lugar» en la sociedad, entre ellos están: economía sumergida, merolicos, trabajadores informales, cuentapropistas, o «mal necesario». Hoy por las razones que tú apuntas y argumentas con datos y otras más asociadas al cambio en la estructura de nuestra sociedad y de nuestra economía no es posible seguir sosteniendo esa idea.

Es cierto que son dos lógicas diferentes la lógica de lo privado y la lógica de lo social, pero también es cierto que debemos encontrar el mínimo común múltiplo entre ellos en vez de apostar al máximo común divisor.

Fuente: http://elestadocomotal.com/2017/12/12/juan-triana-lo-privado-y-lo-social-encontrar-el-minimo-comun-multiplo-en-vez-de-apostar-al-maximo-comun-divisor/