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Los 90 años de Fidel Castro

Fuentes: Bitácora Uruguay

El que logra quirúrgicamente separar sus análisis políticos o históricos de sus propias pasiones y tensiones personales, realiza un milagro. Yo nunca lo he logrado. Eso me sucede en particular con Cuba y Fidel Castro. Voy a comenzar esta nota al revés. Se impondría comenzar siempre reconociendo los méritos de la revolución cubana y el […]

El que logra quirúrgicamente separar sus análisis políticos o históricos de sus propias pasiones y tensiones personales, realiza un milagro. Yo nunca lo he logrado. Eso me sucede en particular con Cuba y Fidel Castro.

Voy a comenzar esta nota al revés. Se impondría comenzar siempre reconociendo los méritos de la revolución cubana y el impacto directo que tuvo en mi vida y en la de mi generación. Más de medio siglo después y cuando su conductor y referente absoluto y fundamental, Fidel Castro cumplió 90 años, puedo, mejor dicho debo, comenzar de otra manera.

Ahora, transcurrido ese tiempo y las muchas experiencias vividas en el mundo y en el socialismo real yo nunca, absolutamente nunca quisiera que mi país y mi pueblo viviera algo parecido incluso aclimatado al río de la Plata, me refiero al socialismo cubano. Y hace algunas décadas ese era mi ideal, casi en todo, con excepción del clima y la geografía. Lo confieso y hay hoy gente de izquierda que con retoques si pudiera lo aplicaría en Uruguay. Aunque no lo diga.

Es que el debate ideológico de la izquierda, en lugar de analizar a fondo y con profundidad, precisamente desde la ideología y la experiencia histórica las diversas experiencias, como la Unión Soviética, Cuba, China etc. etc. o incluso Venezuela (que de socialismo ya no le queda ni el nombre) las elude rigurosamente. Es decir: no hay debate ideológico, las cosas quedan en el limbo de frases hechas.

Mi afirmación sobre que no quiero ese socialismo para Uruguay, no refiere a la cómoda posición de que las revoluciones no pueden copiarse o clonarse, porque vaya si se clonaron en aspectos fundamentales y en áreas muy sensibles las diversas revoluciones del siglo XX. No lo quiero para el Uruguay por lo del partido único, por su particular sistema electoral derivado del partido único, no lo quiero por la prensa única y las serias limitaciones a la libertad de expresión y de organización, no lo quiero porque las libertades no pueden dosificarse e intercambiarse por la salud y la educación, son irrenunciables, no lo quiero como modelo económico y social que según mi visión y creo que la de la inmensa mayoría de los uruguayos fracasó y lleva fracasando desde hace mucho tiempo. Y digo esto consciente de que el criminal y estúpido bloqueo norteamericano le causó daños tremendos a la isla.

No lo quiero como modelo social de igualar siempre para abajo, distribuyendo condiciones muy básicas y limitadas para la vida, los consumos y los servicios básicos, le acceso a diversas condiciones materiales y no solo. Y lo reitero, no voy a utilizar la coartada que utilizan muchos: la explicación geográfica o histórica, o citar a Martí.

Una de las grandes y terribles responsabilidades de la teoría marxista-leninista oficial y soviética, fue que su paquete se exportó con pésimos resultados, incluso a Cuba y empobreció la maravillosa experiencia nueva y jovial de la propia revolución cubana en sus inicios.

Incluso hoy con las reformas económicas y diplomáticas (relaciones con los Estados Unidos) impuestas por la necesidad y también en la nueva actitud del presidente Barak Obama, no lo veo acompañado del mínimo proceso crítico y autocrítico sobre el desastre de la estatización total practicada durante décadas. Incluso con los cambios y reformas actuales no lo querría para mi país y mi pueblo y no solo por las condiciones de vida y la estructura social aplanada al máximo y de maneras a veces absurdas, donde un mozo de hotel internacional gana mucho más que una eminencia de la medicina, no lo quiero como »modelo» político, institucional, económico, cultural e ideológico.

Dicho todo lo anterior mi pensamiento no estaría completo y sería un simple lavamanos, sino analizara e incluyera la afirmación de que Cuba fue el mayor revulsivo de la historia del siglo XX en América Latina y que su símbolo fue Fidel Castro, incluso cumpliendo 90 años, considerando que los EE.UU. lo quisieron matar de mil maneras diferentes y con todos sus aparatos y tenebrosas siglas. El cumpleaños de Fidel es una victoria impresionante contra la prepotencia y los crímenes norteamericanos.

Y este es un rasgo inigualable, Cuba fue durante todo el siglo XX la mayor derrota política y diplomática de los EE.UU. y está situada en sus narices. La amenazaron de todas las maneras posibles y sigue viva y ese solo hecho tiene un enorme significado histórico considerando la prepotencia imperial y las invasiones a la propia Cuba, República Dominicana, México, Grenada, Panamá y la siembra de golpes de estado y dictaduras criminales en la década de los años 70 en América Latina.

Es muy probable que esos dientes partidos del imperio, tratando de clavarlos en Cuba, tengan mucho que ver con su estructura, con su férreo control del estado y del país, lo que hace tan complejo el análisis. Y a veces tan contradictorio. Cuba tuvo grandes triunfos internos, el principal: seguir existiendo en forma independiente y obteniendo victorias políticos militares en el exterior y eso parece realmente increíble por el tamaño de su población y su territorio. Me refiero a Angola, a Etiopia, a Nicaragua. También tuvo grandes derrotas, como todo su apoyo a la guerrilla en América Latina.

Fidel Castro no se merece pasar su cumpleaños 90 al lado de Nicolás Maduro. No tienen nada que ver, ni por su nivel político, cultural, ideal y menos todavía moral. La Venezuela de Chávez ayudó y fue ayudada mucho por Cuba. Pero eso no impide ver las enormes diferencias. Con Cuba podemos discrepar, pero la inmoralidad manifiesta, la corrupción del poder de la nueva oligarquía petrolera y estatal-militar venezolana es otra cosa. Vaya esa pequeña anotación.

Las revoluciones exitosas, triunfantes, derrotas o declinantes necesitan de símbolos, Fidel es el máximo y casi absoluto símbolo de esa revolución. Para tirios, troyanos, amigos y enemigos. Y tiene 90 años y sigue influyendo con sus opiniones, aunque haya cedido el poder.

¿Se hubieran producido estos cambios diplomáticos, políticos, económicos que hoy vive la isla con Fidel al mando? Voy a invertir la respuesta, si Fidel estuviera realmente en contra, no se producirían. Sigue siendo en la sociedad cubana la última palabra, no desde el poder, sino desde el afecto y la historia.

Los cubanos siguieron por el camino recorrido no por cierto por los éxitos económicos y las idas y venidas del »modelo» y los periodos especiales y de los otros, sino por exclusivas razones políticas y sociales. Las razones políticas tienen un nombre: Fidel Castro y las sociales que millones de cubanos tienen deudas con la revolución, en trabajos, profesiones, tierras, casas y dignidad frente al imperio y los que huyeron de su territorio, muchos de los cuales vendrían por la revancha reclamos en ristre. No hay explicaciones mágicas. No hay realismo mágico caribeño

Algunas felicitaciones extranjeras recibidas son también una paradoja, por ejemplo, la de Vladimir Putin el patrón incontrastable de la muy capitalista y oligárquica Rusia y uno de los enterradores de la Unión Soviética, el que le devolvió hasta la simbología del escudo de los Romanoff. El saludo debe ser por aquello de los equilibrios globales.

Hace mucho tiempo que no voy a Cuba, pero leo mucho sobre su proceso y hablo con gente de todo tipo, viajeros y emigrados y de las críticas despiadadas o blandas contra la isla, lo único que casi siempre se salva es Fidel. Porque en la imaginación de la mayoría de las personas sigue entrando en La Habana con su fusil de mira telescópica a la espalda y rodeado de los barbudos más emblemáticos, el Che, Camilo Cienfuegos y su hermano Raúl y vitoreado por millones de personas o encaramado a un tanque combatiendo la invasión de Playa Girón o en esas oratorias torrenciales y removedores, siempre polémicas y llenas de informaciones, pero sobre todo de sentencias y seguridades. Y es contemporáneo. Hay pocas experiencias en la historia de ese tipo de longevidad de la persona, del personaje y de la leyenda.

Yo lo escuché hace muchos años dar un discurso en una sede de las Naciones Unidas, con una sala repleta a reventar, y en la puerta todo el personal de limpieza y de servicios agolpados con sus ropas de trabajo. Apoyado en su lampazo un empleado maduro y afro, me dijo una frase que nunca olvidé: »the last utopia» (la última utopía)

Voy a tratar de rescatar un reportaje que le hice para el diario La Hora, en La Habana en 1987, luego de una larga reunión comenzada a las 12 de la noche y terminada en la madrugada. Estaban presentes por el Partido Comunista de Uruguay Rodney Arismendi, Jaime Pérez, Daniel Baldasari y yo.

También para mirarme en aquel espejo, es demasiado fácil hablar de los demás.

Esteban Valenti, periodista, escritor, director de Uypress y de Bitácora. Uruguay.

Fuente: http://www.bitacora.com.uy/noticia_8397_1.html