Recomiendo:
0

Derrotar el apartheid

Los «deberes» urgentes de los palestinos

Fuentes: counterpunch.org

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Esperar que la sociedad israelí cambie desde dentro es un gasto de tiempo enorme, durante el cual el sufrimiento de una nación entera -desgarrada entre un hogar ocupado y una dura diáspora- no cesará. Pero, ¿qué pueden hacer los palestinos y quienes defienden una paz justa en Palestina e Israel? Mucho.

Quienes contaban con que se produjera algún tipo de milagro a partir del resultado de las pasadas elecciones israelíes pecaron de ingenuos. Ni la lógica ni los números estaban de su lado, tampoco la larga historia cargada de experiencias decepcionantes de israelíes «izquierdistas» desencadenando guerras y consolidando la ocupación. A pesar del puñado de diferencias que existen sobre cuestiones internas entre la derecha y la supuesta izquierda israelíes, sus posiciones son prácticamente idénticas respecto de todos los asuntos importantes relacionados con Palestina, los cuales incluyen el derecho de retorno y el estatus del sector de Jerusalén ocupado por los israelíes.

Los palestinos, no obstante, tienen alternativas. Claro que las probabilidades en contra son enormes, pero tal es el destino de los oprimidos cuando se debaten entre dos opciones: la lucha continua por la justicia o la humillación y la servidumbre sin fin.

En primer lugar, el mayor obstáculo que hay que vencer es el que representan Mahmoud Abbas y su círculo corrupto, erigidos en baluarte del discurso político palestino en casa, y no precisamente a causa de la destreza particular de Abbas o el talento de su clase. El círculo post-Oslo existe solo para mantener el statu quo: los intereses de EE.UU. y su participación como mediador en el conflicto, la seguridad de Israel -y por ende la mano dura constante contra la oposición y la resistencia palestinas- y la garantía de que la Autoridad Palestina (AP) tiene un motivo para existir, que es asegurar los privilegios asociados al cargo.

En segundo lugar, para que eso ocurra, habría que encarar de frente los problemas que han aquejado a la sociedad palestina durante años y que llevaron a la creación de la inútil AP en primer lugar. Uno de esos problemas es el faccionalismo, el cual tiene que ser superado por un colectivo que ante todo se defina a sí mismo como palestino.

El faccionalismo, en su forma actual, ha destruido gran parte del tejido social de Palestina. Ha fragmentado a un pueblo ya de por sí divido, consiguiendo que sea más fácil controlar, manipular, suprimir y -cuando sea necesario- sitiar cada pequeña parte. 67 años es un periodo demasiado largo para que una nación que vive principalmente en el exilio, atrapada o confinada detrás de muros, mantenga su identidad política y permanezca unida alrededor de las mismas «constantes» sin una dirección adecuada.

En tercer lugar, un cambio tan radical no puede llegar fácilmente. Debe ser gradual y formar parte de un proyecto nacional. Amigos y rivales deben reunirse y hablar, no de cómo repartirse prebendas, «ministerios» inútiles y puestos de «gobierno» que no valen para nada, sino de cómo recuperar la unanimidad perdida. Pues hubo una vez en que los palestinos no estaban unidos o divididos en torno al frívolo «proceso de paz», sino a las «constantes nacionales», donde el derecho de retorno ocupaba un lugar central.

El paso de la desunión y el caos hacia algo con visión de futuro que no esté limitado a intereses políticos a corto plazo, debe ser fluido, calculado y dirigido por figuras palestinas respetadas, no por quienes tienen las manos manchadas de sangre y corrupción.

En cuarto lugar, un asunto fundamental que debe ocupar un lugar predominante en el nuevo discurso político es el derecho de retorno de los refugiados palestinos garantizado por el derecho internacional. El asunto no solo es esencial por su importancia en la vida de millones de palestinos afectados en Siria, el Líbano y otros lugares, sino también para una comprensión sensata del conflicto y su solución.

La lucha palestina no se remonta a la guerra de 1967 sino a la absorción de Palestina por el sionismo entre 1947 y 1948, que tuvo como resultado casi un millón de refugiados, la expropiación de sus tierras, casas y derechos, y el intento de borrar cualquier prueba de su existencia.

Si se deja al margen el derecho de retorno se socavan las raíces mismas del conflicto y cualquier intento serio de reconciliar el doloroso pasado con el igualmente agonizante presente.

En quinto lugar, se debe incorporar Palestina 48 a la agenda nacional. Los palestinos de 1948 siempre han sido y seguirán siendo una parte fundamental de la cuestión palestina y la lucha palestina por la libertad y los derechos humanos. Fueron unas realidades políticas bien calculadas las que fragmentaron las comunidades; Israel y las circunstancias se encargaron de reforzar las divisiones. Dicho esto, los distintos asuntos nunca han estado separados del todo: la difícil situación de los palestinos en Israel, los que viven bajo la ocupación militar en los territorios ocupados y los refugiados de la diáspora, todos parten de un mismo referente histórico: la Nakba del 48. Es Israel quien, con sus leyes racistas, su ocupación militar y su negativa a atenerse al derecho internacional, alimenta estas luchas comunes.

Sin los palestinos del 48 la identidad nacional palestina seguirá estando políticamente fragmentada y marcada. La persistencia y la fuerza colectiva de esa población es un activo importante, y sus luchas son parte integrante de la lucha y la resistencia de los palestinos en los territorios ocupados, y de aquellos en la diáspora.

En sexto lugar, se debe respetar la resistencia.

El término «resistencia» ocupó antaño un lugar destacado en las referencias de los dirigentes palestinos, pero fue marginado a propósito tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, partiendo de dos sutiles conclusiones: que la resistencia era ineficaz, y que para alcanzar el grado de legitimidad y majestuosidad que sus benefactores estadounidenses esperaban, los nuevos dirigentes de Palestina debían renunciar a las referencias a una época pasada, al parecer muy poco sofisticadas.

Sin embargo, sin resistencia lo único que queda es sumisión y derrota, que es precisamente lo que ocurrió. Solo la resistencia popular en Cisjordania y Jerusalén, la perseverancia de los palestinos del 48, coronadas por la legendaria resistencia de los palestinos en Gaza bajo el duro asedio y las repetidas guerras, continúan frustrando a Israel. Cuanto más violentamente intenta Israel acabar con la resistencia, más se envalentonan los palestinos, porque la resistencia es una cultura, no una elección política.

En séptimo lugar, la campaña BDS debe seguir creciendo, tendiendo puentes. La resistencia es parte integral de una campaña mundial de boicot, desinversión y sanciones en contra de Israel. El resultado de las pasadas elecciones israelíes y el auge de un colectivo político palestino auto-afirmativo gracias a los palestinos del 48, significa que el BDS debe ampliar su misión en la práctica y no solo de forma retórica.

El movimiento BDS ha puesto de relieve que la condición de igualdad para los palestinos del 48 es un objetivo principal, tan esencial como el resto. La lista árabe unificada, que logró 13 escaños en el Knesset, fortaleció la relación entre las comunidades árabes palestinas dentro de Israel, del mismo modo que el movimiento BDS ha fortalecido en gran medida el entendimiento entre las comunidades palestinas sorteando divisiones políticas y geográficas. Pero hace falta más. Esa nueva comunidad que se auto-afirma palestina en Israel merece un mayor compromiso.

Por último, un solo Estado debe convertirse en el grito por la igualdad y la libertad.

Cuando más poderes se atribuye y más racista se vuelve Israel, y cuanto más ahonda en las raíces de sus instituciones de apartheid y sus muros segregadores, más obvia se vuelve la respuesta: un Estado para dos pueblos con los mismos derechos. Los palestinos y los judíos existen en ese preciso lugar, pero se rigen por dos legislaciones distintas que hacen imposible la coexistencia pacífica. Para acelerar la llegada de ese día y disminuir el sufrimiento, los palestinos tienen bastante por hacer.

Ha llegado el momento de que las comunidades palestinas de cualquier lugar superen las divisiones ideológicas, faccionales y políticas, se acerquen entre sí, unan sus fuerzas y aprovechen sus energías. No importa lo profunda que sea la brecha, Palestina es y será siempre una.

Ramzy Baroud – ramzybaroud.net – es doctor en Historia de los Pueblos por la Universidad de Exeter. Es editor-jefe de Middle East Eye, columnista de análisis internacional, consultor de los medios, autor y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, Londres).

Fuente original: http://www.counterpunch.org/2015/04/02/urgent-musts-needed-for-palestinians/