Este sábado se realizaron los funerales del escritor y artista, fallecido a los 62 años por un cáncer de laringe. Este es un repaso a una carrera que siempre tuvo dos caras. Literatura y artes visuales, crónicas y performances, todas atravesadas por el compromiso político.
Un tránsito entre dos veredas: Pedro Segundo Mardones Lemebel (Santiago, 1952) egresó como profesor de Artes Visuales de la Universidad de Chile, pero no alcanzó a ejercer por mucho tiempo y comenzó a incursionar en la literatura. Muchos años después fue reconocido como cronista, como escritor, pero nunca dejó de tener un pie en las artes visuales; en particular, en el territorio de la performance. Estas son los dos mundos de Pedro Lemebel.
Habitar el margen
El primer hito del escritor Pedro Lemebel fue el concurso de la Caja de Compensación Javiera Carrera que ganó con el cuento «Porque el tiempo está cerca», publicado en 1982. Cuatro años más tarde apareció Incontables, donde estaban algunos de los relatos que había comenzado a crear al alero de talleres literarios. A esa altura ya compartía con Pía Barros, Diamela Eltit y otras escritoras.
Las primeras influencias de sus relatos, no obstante, no venían de la literatura, sino de otros lugares. De su experiencia como vecino de un block de avenida Departamental, de sus recorridos por el centro de Santiago, de los relatos radiales y, particularmente, de la música. Así lo dijo al menos cuando visitó el programa Vuelan las Plumas, de Radio Universidad de Chile: «La radio fue muy importante para mí. En mi casa no había libros, era una exotiquez en mi casa, pero sí había una radio prendida, voz y música. Creo que, antes que la literatura, fue la música la que tuvo que ver con algún lirismo infantil que después desarrollé en mis crónicas de grande», dijo en esa entrevista, en la que programó «Invítame a pecar» de Paquita la del Barrio.
De hecho, mientras se hacía popular como escritor, Pedro Lemebel hizo Cancionero, un programa de Radio Tierra en que leía sus crónicas y al que además invitó a su amiga Gladys Marín. Alguna vez también entrevistó ahí a Roberto Bolaño, que a fines de los ’90 ayudó a que sus relatos se difundieran en España y terminaran siendo reeditados por Anagrama y Seix Barral.
Cancionero nació en 1996, un año después de publicar La esquina es mi corazón y el mismo en que editó Loco afán. Dos años más tarde publicó De perlas y cicatrices y en 2001 sacó su primera novela, Tengo miedo torero. Más tarde vendrían títulos como Zanjón de la aguada (2003), Adiós mariquita linda (2005) y el recopilatorio Poco hombre (2013), que el año pasado ganó el Premio Municipal de Literatura de Santiago.
«No puedo creerme un talento. A patadas aprendí a leer y a besos aprendí a escribir», dijo en aquella entrevista, pero la crítica literaria Patricia Espinosa dice que «la literatura chilena no sería la misma sin la presencia de Pedro Lemebel, fundamentalmente, lo que respecta al género crónica».
«Él subvierte los cánones de la crónica en nuestro país, un género que ha sido desarrollado fundamentalmente desde un punto de vista burgués. Lo que hace es revertir ese punto de vista, esa mirada, y proponer una subversiva. Instala un sujeto que viene del margen, que lo habita, que expone una rebeldía y es contestatario, que está permanentemente enfrentando los cánones hegemónicos de la burguesía», afirma la académica del Instituto de Estética de la Universidad Católica, quien además destaca su labor como activista: «Es fundamental para romper la homofobia de la izquierda chilena y abre camino a transformaciones que recién se están concretando en el país, en cuanto a respetar la diferencia sexual».
Según Patricia Espinosa, «hay un estilo Lemebel que es inimitable e irremplazable. Es una forma de mirar la realidad, de apropiarse de la palabra. Una retórica y una musicalidad que es absolutamente particular».
En sus relatos, todo aquello se cruza permanentemente con un punto de vista político: «Eso está demasiado atado, arte y política. Es un escritor comprometido, un concepto que lamentablemente está pasado de moda», afirma.
Arder hasta el final
En diciembre de 1987, Francisco Casas y Pedro Lemebel aparecieron en el lanzamiento de A media asta, el libro que Carmen Berenguer presentaba en la Feria del Libro del Parque Forestal, vestidos con los colores de la bandera, estrellas en el pecho y la espalda, los pies descalzos y velo negro arrastrándose por el suelo. Fue la primera acción de Las Yeguas del Apocalipsis, el colectivo que tendría su última intervención en la VI Bienal de La Habana, en 1997.
En esa década protagonizaron cerca de una veintena de intervenciones. En 1988 montaron una yegua, completamente desnudos, e ingresaron al campus Juan Gómez Millas para la Refundación de la Universidad de Chile. Poco más tarde le entregaron una corona de espinas a Raúl Zurita. En 1989 irrumpieron en un acto del entonces candidato Patricio Aylwin, travestidos con abrigos y corsé, y desplegaron un lienzo que decía «Homosexuales por el cambio». En una entrevista posterior, Lemebel recordó que «nos bajamos y nos echaron a patadas. Recuerdo que Mariana Aylwin, hija de Patricio, nos dijo: ‘¿Por qué le hicieron esto a mi papá? Ahora la derecha va a decir que mi papá apoya a los homosexuales'».
Antes de Las Yeguas del Apocalipsis, sin embargo, Pedro Lemebel ya había sorprendido con su manifiesto Hablo por mi diferencia, leído sobre sus característicos tacones, durante un encuentro de movimientos de izquierda, en la Estación Mapocho: «Yo no voy a cambiar por el marxismo / Que me rechazó tantas veces / No necesito cambiar / Soy más subversivo que usted», dijo en esa ocasión.
Mucho después de Las Yeguas del Apocalipsis, también siguió haciendo performance. La última, de hecho, fue en junio del año pasado. Se llamó Abecedario y la hizo en una pasarela, en la que escribió todas las letras con neoprén y luego les prendió fuego. Eso fue frente al Cementerio Metropolitano, el mismo donde estaban los restos de su madre y donde están los suyos desde este sábado.
Poco antes, en febrero, había protagonizado Desnudo bajando la escalera, una acción en la que se envolvió en un saco y rodó por las llamas que iluminaban las escaleras del Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal. «Fue bien impresionante», recuerda Pedro Montes, director de proyectos de la Galería D21, que hasta el pasado 8 de enero exhibía Arder, una exposición que incluía acciones desde los ’80 hasta la actualidad. «Desde los significados artísticos, por estar frente al MAC, hasta los significados políticos por estar dentro de un saco, me impactó mucho», relata.
Después de haber indagado en los archivos para armar esa exposición, junto a Sergio Parra, Pedro Montes es categórico para referirse al costado performático de Pedro Lemebel: «Las Yeguas del Apocalipsis son fundamentales en la escena artística nacional. Prácticamente son los únicos en esa línea performática, del mundo homosexual y de la denuncia política. Pedro Lemebel, por sí mismo, también mantiene esa línea artística durante toda su vida y está siempre en el tema de la performance, la fotografía, la pose y sus propias presentaciones. Desde el punto de vista artístico, son imprescindibles en la historia de Chile».
Fuente: http://radio.uchile.cl/2015/01/25/los-dos-mundos-de-pedro-lemebel