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Los drusos del Golán atrapados entre la roca y un lugar calcinado

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

 Hallaby, agricultor druso, experto en riego trabaja dentro de los campos de minas israelíes no ubicadas (MEE / Matt Broomfield)

Altos del Golan – Un sofá se tambalea sobre un montículo de tierra con vistas a los rebeldes de Siria, discordante con el crepúsculo. Bruscamente y en silencio, ondulan oleadas de polvo desde las estribaciones del monte Hermón. Algunos segundos después, el rugido de un impacto de misiles.

Abandonado al lado del sofá un tanque israelí, oxidándose, con su boca abierta hacia Siria. Es el recuerdo de una guerra anterior, en 1973, cuando una coalición de países árabes, intentó sin éxito tomar de nuevo la tierra previamente perdida a manos de los israelíes.

 Un tanque israelí con vistas a la zona neutral en Siria (MEE / Matt Broomfield)

Para los 20.000 miembros de la minoría drusa asediada que aún viven en los anexados Altos del Golan, el tanque es también un recordatorio de un medio siglo pasado bajo la ocupación israelí. Desde este punto de observación, ellos pueden ver la lluvia de municiones que cae sobre la tierra de sus familiares al otro lado de la zona desmilitarizada (DMZ), y reflexionan sobre el giro del destino que significa que su ocupante es también su único protector de los horrores de la guerra siria.

La ganancia inesperada de Damasco

Trajinando entre sus nobles huertos, el bigotudo Nasm Khattar es un libro ilustrado druso, además de productor de manzanas. El exprofesor perdió su trabajo en la década de 1970 después de haber sido detenido por «razones políticas» no especificadas pero cercanas a resistencia a la ocupación.

Sus lazos con su tierra natal son tanto ideológicos, «la tierra es siria, el producto es sirio, la gente es siria», como prácticos. Con el Gobierno israelí protegiendo a sus colonos a expensas de los drusos originarios, Khattar sólo podía ganarse la vida con las ventas subvencionadas a Damasco. Por supuesto, esto es ahora imposible.

Aunque el apoyo druso a Assad es corriente, no es de ninguna manera universal. «Siria no es una república, es una granja», dice el activista druso Salman *. Describe al soberano como un agricultor, que alimenta a su pueblo como ganado aún cuando él extrae la riqueza de su tierra: «y, al igual que un granjero, ahora las está cosechando».

Aún en el caso de que existiera, la fidelidad drusa al segador de Damasco es esencialmente pragmática, transmitida por miedo generacional. Jabhat Fateh al-Sham, la rebautizada filial de al-Qaeda, el Frente al-Nusra, rodea las aldeas drusas a lo largo de la frontera con Siria y son sólo el último grupo de militantes que contempla a la minoría religiosa largamente perseguida como hereje.

Aunque el escindido grupo al-Qaeda se vende como la cara sonriente de la oposición moderada, en junio el año 2015 sus combatientes asesinaron a 20 civiles drusos. Para evitar una mayor masacre, los drusos sirios dependen de sus propias milicias ad hoc, el mercantilizado liderazgo de al-Sham, y el apoyo inestable del Gobierno de Assad.

Khattar dice que no culpa a los rebeldes en sí mismos. Más bien ve a la revolución como orquestada por actores extranjeros, en detrimento de los drusos, sunitas y prácticamente toda la demás población. «Estamos perdiendo dinero, pero la gente está perdiendo sus vidas», dice con tristeza, lanzando una manzana magullada de un brillante montículo de ganancia inesperada.

 Cosecha de manzanas en los Altos del Golán (MEE / Matt Broomfield)

Colonos hippies

Veinte mil colonos israelíes viven en tierras de los drusos del Golán. No suelen compartir el fanatismo de sus homólogos de Cisjordania. Para la mayoría, el Golán es simplemente un lugar atractivo para vivir, pero, bajo la ley internacional, sus casas no son menos ilegales.

De hecho, el ambiente vagamente hippie de los kibutzim de la región es sin duda más pernicioso, porque enmascara un giro agresivo por parte del Gobierno israelí para asegurar su posición en el Golán. El ministro de Educación de extrema derecha Naftali Bennett anunció recientemente planes para quintuplicar el número de ocupantes israelíes y la construcción está en marcha detrás de cada grupo de pinos.

«Tuve un taxista druso ayer», dice alegremente un mochilero israelí que acaba de regresar, «y era muy amable. Hablamos de la guerra, y yo dije, ‘Apuesto a que ahora estás contento de que tomamos el Golán, ¿verdad?’ «Y, ¿cómo respondió el taxista? «Oh, no dijo nada, realmente. Se rió». (El mismo mochilero más adelante se explicará diciendo que hay dos cosas que deben evitarse en autostop -«hombres viejos y los acentos árabes»).

La cosecha en los campos de minas

Para el granjero druso Faisal, sin restricciones por la cortesía obligatoria de la industria del turismo, la toma del Golan no es una broma. «La frontera no es el problema», enfatiza. «Israel no es un país grande. Todo el mundo vive cerca de una frontera».

A pesar de que su viña colinda con la zona de armisticio, repleta de minas, está menos preocupado por sus vecinos salafistas que por la ocupación invadiendo de manera constante. Debido al discriminatorio racionamiento israelí, tiene agua sólo durante cinco meses al año. Y, mientras que las luces en los jardines de los colonos brillan, dice, toda su casa de campo está desconectada de la red eléctrica.

Hallaby es responsable del reparto de las escasas reservas de agua a los agricultores que luchan como Faisal. Señala un sistema de riego antiguo, destruido en 2014, cuando desenterraron una ordenanza israelí y la tierra minada de tierra tuvo que ser volada.

Incluso en ausencia de explosiones, su trabajo es casi imposible. «Los colonos reciben cinco veces más agua que nosotros, aunque tenemos que pagar casi el doble», dice.

En la actualidad se ha entregado a los israelíes el noventa y cuatro por ciento de la tierra del Golán. Los colonos absorben tanta agua al punto de casi vaciar el reluciente lago Ram. Recientemente, Israel asignó 108 millones de dólares para ubicar 750 nuevas granjas de cultivo en el Golán, de manera que la vida para los drusos en las tierras sobrantes sólo se va a poner más dura. «Si los colonos trabajan de esta manera, se morirán de hambre», dice Faisal.

Por temor a recriminaciones, Hallaby solamente sonríe tímidamente cuando se le preguntó por qué se produce esta discriminación, pero Faisal es franco. «El Estado está aquí para proteger a los judíos, no a los árabes». Las recientes propuestas de Israel a los drusos del Golán, por momentos agresivas y por momentos seductoras, se entienden como mera maquinación política. «Muchos árabes sirven en el ejército de Israel, sin embargo, no se nos permite construir en nuestra propia tierra. No se deje engañar por este país», añade Faisal.

En la vecina Majdal Shams, unos niños empujan bicicletas de plástico y se ven camionetas dispersas a la sombra de una descomunal base del ejército israelí. El activista druso Salman dice que 11.000 residentes drusos de la ciudad están siendo utilizados como «escudos humanos». Señala los peligros desde el balcón de la organización contra la ocupación al-Marsad. «¿Ves ese parque? No es un parque. Está lleno de minas».

La expansión israelí está creciendo rápidamente, también. En septiembre, una demolición de viviendas como las de Cisjordania, de tanto daño social, se llevó a cabo en el Golán por primera vez.

La reciente incautación del Gobierno de 82 km cuadrados de terreno alrededor del pueblo para construir una reserva natural, podría no estar abiertamente vinculada a la guerra, pero con Naftali Bennett que describe la crisis de Siria como una «oportunidad única» para la «gran montaña del Golán… israelí», las conexiones no son difíciles de imaginar.

 La construcción en marcha en Neve Ativ, un asentamiento ilegal cerca de la frontera con Siria (MEE / Matt Broomfield)

En una región donde el dinero que proviene del turismo es tan vital, la vista en sí misma es un recurso natural. Y con el terreno de armisticio hacia el este y el exceso de tierras de cultivo desarrollado en el sur, el Parque Nacional Hermón también asfixiará el espacio restante para la expansión en la hacinada ciudad.

«Recuerdo que cuando eran todos los jardines», dice Salman, mientras su el dedo cae desde la cima de la colina sembrada de minas a los techos amontonados abajo. «Ahora, es una masa de cemento».

El pueblo camaleón

«¿Estás disfrutando de Israel?» Pregunta cortésmente un druso de Majdal Shams. Es una pregunta que nunca escuchará decir a un palestino en Jerusalén Este. Para Salman, esto es una evidencia de que «la ocupación ha entrado en sus cabezas», pero algunos locales aceptan su normalización en la sociedad israelí.

Como hombre de negocios de Majdal Shams Majd, Abu Saleh se relaja en su balcón con una taza de té, un yogur de chocolate y un cigarrillo enrollable, mientras se escuchan rugidos de artillería en la distancia.

Abu Saleh dice que ha pasado muchas noches viendo el arco de fuego rojo trazado en el monte Hermón como para pensar con nostalgia en su tierra natal. «Sería estúpido decir que soy sirio, cuando Israel nos da la seguridad social. Si hubiera vivido allí»-hace un gesto hacia la frontera y sopla sus mejillas con consternación -» ¿qué sería de mí? »

Visitar Majdal Shams es experimentar una estratificación surrealista entre el inconformismo y los abusos de derechos humanos. En un lugar iluminado por un brasero junto al lago Ram, el sonido de la guerra de afuera está temporalmente ahogado, como los saxofonistas drusos con el pelo al estilo rastafari improvisan con sus bongos en Haifa. Dando golpecitos con el pie en la batería de su novia, Amin, de 23 años, dice que no es fan de la ocupación. «¿Los israelíes dicen que están aquí para protegernos? Sí claro. Están aquí para protegerse ellos mismos», dice.

Sin embargo su filosofía de vida es enfáticamente secular. «Tengo un montón de buenos amigos que son israelíes», subraya. «Son tus opciones las que te hacen ser quien eres». Es su liberalismo que les da esta sensación de bienestar y es una imagen especular de la pragmática alineación de los drusos de Siria con el gobierno de Assad.

«¿Conoce usted el camaleón?», pregunta Abu Saleh. «Si el viento sopla por izquierda, se mueve a la izquierda, si el viento sopla por la derecha, se mueve a la derecha. El druso tiene que ser inteligente, políticamente hablando». Taqiyya – la costumbre islámica de ocultar la propia identidad cultural o religiosa para evitar la persecución – ha sido uno de los principios de la teología drusa durante un milenio.

A medida que los combatientes de Al-Sham y las fuerzas de Assad se enfrentan con cohetes, la penetrante canción de un muecín irrumpe en territorio controlado por los rebeldes, cortando el aire inmóvil de la zona desmilitarizada.

Hader, un pueblo druso justo frente a Majdal Shams, al otro lado de la frontera, está en silencio. Mientras las luces de los bares y restaurantes de Majdal brillan en la concurrencia de la noche, las calles de Hader están oscuras, sus residentes huyeron o están recogidos en sus hogares.

Atrapados entre una roca y un terreno humeante, los drusos del Golán buscan refugio donde pueden.

Algunos nombres han sido cambiados a petición de los entrevistados.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/in-depth/features/druze-golan-caught-between-rock-and-burned-place-occupation-Syria-Israel-settlements-792157674

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.