Si la crisis económica está exacerbando los problemas de la construcción europea, de la misma manera también exacerba los problemas del Estado autonómico español, levantado durante la transición política en la segunda mitad de los años 70 mediante un difícil equilibrio siempre puesto en entredicho, especialmente por los dos nacionalismos que históricamente reivindican su Estado […]
Si la crisis económica está exacerbando los problemas de la construcción europea, de la misma manera también exacerba los problemas del Estado autonómico español, levantado durante la transición política en la segunda mitad de los años 70 mediante un difícil equilibrio siempre puesto en entredicho, especialmente por los dos nacionalismos que históricamente reivindican su Estado propio, los de Cataluña y Euskadi, y ahora por el derechista Partido Popular en el gobierno desde hace 9 meses.
En la UE, la construcción se ha hecho sobre bases y objetivos económicos a la medida de la burguesía europea, con una clara impronta neoliberal a partir del Tratado de Maastricht. Por tanto, el cemento que ha aglutinado a los distintos pueblos europeos en torno a la idea de la unión ha sido la promesa de unos beneficios económicos en crecimiento. El reforzamiento del Estado de Bienestar, la convergencia entre economías muy disimiles y un crecimiento económico ilimitado prometían los estándares de vida más altos del mundo. Y en algunos lugares, y durante cierto tiempo, parecía que esas promesas se estaban cumpliendo. Pero este aglutinamiento en torno a intereses económicos no promovía ni una identidad común, ni otro interés especial por la UE. Los ciudadanos europeos contemplaban desconfiados como se expandía una enorme burocracia, cada vez más alejada de cualquier control democrático, y expresaban este recelo a través de diferentes rechazos en referéndums, como el de la Constitución europea, y en una cada vez más baja participación en las elecciones al Parlamento europeo.
Sobre ese fondo de interés económico y desconfianza política vino a incidir la crisis económica, y las tensiones empiezan a situarse en un nivel que hace difícil pronosticar la existencia en el futuro de la UE tal como hoy existe. Los temores y desconfianza de los ciudadanos europeos se han hecho realidad. La construcción neoliberal europea ha mostrado su peor cara y se ha puesto en evidencia de manera cristalina que los intereses financieros son los que cuentan realmente. Y los europeos asisten atónitos al incremento del poder y la influencia del BCE, cuyo presidente, Mario Draghi, aparece como el personaje más poderoso de la UE. Recibido con pleitesía por los diferentes gobernantes, especialmente los de los países del sur con graves problemas económicos; escuchado como un oráculo por todos; con un poder demiurgo para calmar o excitar a los mercados, cualquier declaración por su parte sirve para hundir la bolsa de un país y aumentar su prima de riesgo o todo lo contrario. Pero no satisfechos con ello, en la actualidad se busca un reforzamiento de sus poderes. La solución a la crisis no es más democracia, sino más burocracia y mayor concentración de poderes en el BCE.
En el plano político la misma tendencia. Toda la institucionalidad europea, nada democrática en absoluto, está demostrando ser solo una cortina de humo. A la hora de la verdad las decisiones que pesan son las que toman el denominado núcleo duro de la UE, es decir, Francia y Alemania, con un claro escoramiento del protagonismo hacia esta última, encarnada por su canciller Angela Merkel. De manera que, finalmente, el espacio democrático europeo queda reducido al peso de Alemania (de los intereses de su burguesía) y del BCE.
En un acto de pragmatismo egoísta, los europeos podrían tolerar esta deriva burocrático-autoritaria si al menos el cemento del que hablábamos más arriba se mantuviese. Si la senda del crecimiento económico fuese retomada y el Estado de Bienestar mantenido o reforzado. Pero, la situación es de recesión generalizada y el Estado de Bienestar reducido o simplemente desmantelado, como en los países del sur. En estas condiciones el egoísmo nacional es reforzado por los gobernantes locales, y los países del norte europeo, encabezados por Alemania, niegan cualquier muestra de ayuda y solidaridad con los problemas de los países del sur, que ellos mismos ayudaron a crear y agudizar. Cualquier ayuda que puedan ofrecer es en las mismas condiciones que impone un banco a un particular, garantías, avales, condiciones, intereses, rechazo de la ayuda si todo lo anterior es insuficiente, y embargo y sufrimiento si no cumple las condiciones. Entonces, ¿cuál es el interés de permanecer en el euro?
Pero, aún queda el argumento de la UE como espacio de libertades y derechos humanos, con un Tribunal que vela por ello (Tribunal de Estrasburgo o Corte Europea de Derechos Humanos). En la práctica, sin embargo, se admiten políticas xenófobas con los inmigrantes, se acepta un gobierno autoritario como en Hungría, y se permite reducir a condiciones inhumanas a la población de un país de la UE, como Grecia, y que quede convertido en una especie de protectorado de la troika. Ejemplo que se está extendiendo a otros países europeos como Portugal, Irlanda y España, por el momento.
Si la permanencia en el euro es la coartada y la excusa para desmantelar el Estado de Bienestar y sumir a las clases populares en condiciones laborales, sociales y económicas similares a la de países no desarrollados, y además con el agravante de no disponer de autonomía para intentar otras vías de salida. ¿Quién desearía permanecer en el euro? Hasta ahora el obstáculo psicológico para hacerse esa pregunta e intentar responderla es el temor al costo que eso podría acarrear y el temor a las incógnitas que se abrirían. Pero como todas las decisiones costosas en momentos de indecisión termina siendo la evolución de la situación la que decide en último extremo. Y si varios países abandonasen el euro, ¿Qué sería de la eurozona y de la propia UE?
En cuanto a la situación española y su comparación respecto a la europea vamos a plantearla en estos momentos a un nivel similar, el de las tensiones para mantener su actual estructura estatal. El actual Estado autonómico fue la respuesta levantada durante la transición de la dictadura a la democracia para encontrar un compromiso de encaje frente a las reivindicaciones nacionalistas de la periferia, especialmente Euskadi y Cataluña. Sus más de tres décadas de existencia han estado jalonadas por continuos forcejeos entre los gobiernos centrales y los nacionalismos periféricos, incluyendo el fenómeno terrorista de ETA.
No obstante la existencia de coyunturas de fuerte tensión para ese modelo a lo largo de su existencia, la concurrencia de diferentes factores en estos momentos hace que las dificultades se hagan especialmente intensas.
El primero de ellos está relacionado con la crisis económica y la posición del Partido Popular. En una deriva populista de derechas, y al objeto de desviar la atención de los auténticos responsables de la crisis – el capital financiero – y de quienes están imponiendo unas durísimas medidas a las clases populares – el gobierno Rajoy – su discurso se ha volcado en contra del actual Estado autonómico, señalándole como la causa de todos los males debido a la gran cantidad de políticos, funcionarios y gastos que origina. Su estrategia recentralizadora ha conseguido devaluar el modelo autonómico a los ojos de un importante sector de la población. Inmigrantes y autonomías serían el problema en este discurso simplista y populista, y la solución, la expulsión de los primeros – o al menos la supresión de todos sus derechos, como ya ha puesto en práctica el PP -, y el regreso a un Estado centralizado para acabar con el exceso de políticos y funcionarios y con el egoísmo del que acusa a vascos y catalanes.
El segundo factor se sitúa en Cataluña. El PP contribuyó decisivamente a derrotar en 2010 el intento del anterior gobierno de Zapatero de modificar el Estatut para un mejor acomodo de las demandas de autogobierno. A pesar de este papel de la derecha española, al nacionalismo de derechas catalán, CiU, no le importó, una vez conquistado el Govern de Cataluña pactar inicialmente cuestiones económicas con el PP (pacto PP y CiU para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat en febrero de 2012). En realidad, CiU fue pionera en Cataluña de las medidas contra las clases populares que luego aplicaría el PP en el resto de España. Pero, en una reacción simétrica a la del PP culpabilizó de los problemas económicos en Cataluña a su excesiva contribución a la gastos del estado español con su slogan de Cataluña aporta más de lo que recibe. Y en esa simetría, si el PP busca la recentralización estatal, CiU se suma a las reivindicaciones independentistas, especialmente ahora cuando el gobierno de Artur Mas se ve obligado a acudir al rescate del Estado español por sus gravísimos problemas financieros. Y de la misma manera que el PP ha conseguido devaluar la valorización del Estado de las autonomías, CiU ha conseguido que una parte importante de la población catalana crea que la independencia es la solución a los problemas de la crisis económica, como ha demostrado la masiva manifestación del 11 de septiembre de este año.
Finalmente, el tercer factor concierne específicamente a Euskadi. Derrotado el ciclo terrorista, la izquierda abertzale puede hacer valer un fuerte peso electoral en las elecciones del próximo 21 de octubre que, arrastrando el PNV, lleve al conjunto de un nacionalismo mayoritario a formar gobierno y elevar las demandas por la independencia. Esta línea se verá reforzada seguramente por el fuerte rebrote independentista en Cataluña y las dificultades económicas.
La estrategia de los nacionalismos español, vasco y catalán pueden retroalimentarse en una espiral que finalmente lleven a la ruptura del actual modelo para, desde luego, no transformarlo en un modelo federal. Y que el conflicto nacional se sobreponga y eclipse al conflicto social en marcha.
No olvidemos las lecciones de la historia. En la propia Europa, y recientemente, la crisis y desaparición del socialismo real llevó finalmente al desmembramiento de tres Estados, la propia Unión Soviética, Yugoslavia y Checoslovaquía.
* Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog: http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje