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Los engaños de Israel como un modo de vida

Fuentes: The Electronic Intifada

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En un Estado establecido sobre un mito fundacional -el de que la población palestina originara se fue por voluntad propia en vez de que sufriera una limpieza étnica – y en un Estado que busca su legitimidad a través de una enorme cantidad de otras mentiras, como la de que la ocupación de Cisjordania es benigna y la de Gaza ha terminado, el engaño se convierte en un modo de vida política.

Y así ocurre en la «calma relativa» que ha seguido al vapuleo que Israel ha estado dando a Líbano durante un mes, una calma en la que ya no morirán israelíes pero con toda seguridad sí lo harán los libaneses ya que las explosiones de las bombas de racimo de fabricación estadounidense dan la bienvenida a los refugiados que retornan al sur y los anónimos residentes de Gaza mueren por docenas todas y cada una de las semanas bajo los incesantes e indiscriminados ataque de las fuerzas aéreas israelíes, mientras que el resto de ellos muere lentamente de hambre en la prisión a cielo abierto.

En tiempos de «paz» los dirigentes israelíes engañan tanto como lo hacen en tiempos de guerra, razón por la cual vale la pena examinar el lento goteo de desinformación procedente de Tel Aviv y reflexionar acerca de a dónde está llevando.

Los medios de comunicación ya han arraigado profundamente en la conciencia occidental muchas de las mentiras de guerra israelíes:

· que Hezbula «empezó» la Guerra capturando dos soldados israelíes en vez de que durante los seis años anteriores Israel ha mantenido una postura hostil y provocadora enviando diariamente al espacio aéreo libanés sus bombarderos y aviones espía;

· que el lanzamiento de cohetes por parte de Hezbula en Israel fue un acto de agresión aún cuando estos fueran lanzados después y como respuesta al masivo bombardeo israelí sobre las áreas civiles de Líbano;

· que a diferencia de Israel, Hezbula utiliza a la población civil local como escudos humanos, a pesar de que el continuo y exhaustivo espionaje aéreo israelí del sur de Líbano no haya logrado casi ninguna prueba de ello;

· que Hezbola, no Israel, atacó a civiles, a pesar de una cifra de muertos que sugiere exactamente lo contrario;

· y que es absolutamente ilegal que Irán suministre armas a Hezbola, aún cuando las armas se usaran para defender Líbano de un ataque israelí preparado desde hacía tiempo, mientras que Israel tiene un derecho absoluto e incuestionable a recibir su arsenal de Estados Unidos, aunque estas armas se hayan usado para atacar, en su mayor parte, a las poblaciones civiles libanesa y palestina.

Engaños similares están saliendo ahora a la luz después de los enfrentamientos.

Por ejemplo, ahora parece adecuado aceptar que los ataques con cohetes de Hezbola sobre Israel dejaron un millón de refugiados israelíes. El más veterano comentarista de periódico israelí Haaretz, Yoel Marcus, indicó exactamente eso el otro día en un artículo del periódico británico The Guardian cuando observaba que «cerca de un millón de refugiados israelíes» se había visto obligado a abandonar el norte. Parece que Marcus utiliza el término «cerca de» en un sentido extremadamente amplio. Como, de hecho, demuestra un cálculo rápido es imposible que un millón de israelíes se hayan convertido en refugiados. Hay aproximadamente 1.200.000 israelíes viviendo en el norte, con una población dividida por igual entre ciudadanos judíos y árabes. Casi ningún árabe huyó del norte durante los ataques con cohetes de Hezbola, debido al temor residual de que el Estado se apropiara de sus casas, como les ocurrió a los palestinos que huyeron o fueron aterrorizados para que se fueran durante la guerra de 1948, o porque no tenían a dónde ir. La mayoría asumió, probablemente con razón, que la población judía en el centro del país no les iba a dar la bienvenida como refugiados.

También se informó de que 300.000 israelíes habían buscado protección en los refugios públicos anti-bombas. Estos refugios sólo estaban abiertos en el norte y no existen en las zonas árabes del país, así que quienes hayan utilizado los refugios tiene que haber sido ciudadanos judíos del norte. Lo que significa que si 300.000 de los 600.000 judíos del norte de Israel estaban en refugios, como mucho ha podido haber 300.000 refugiados -asumiendo que los demás israelíes huyeron.

¿Por qué Marcus quiere hacernos creer que un millón de israelíes fueron echados de sus casas? Porque ayuda a describir la amenaza que supone Hiezbola bajo una luz más terrorífica y porque hace más convincente la afirmación de que los israelíes sufrieron tanto como los libaneses, un millón de los cuales acabó verdaderamente convertido en refugiado. También pasa convenientemente por alto el hecho de que la mayoría de los 300.000 (o menos) «refugiados» israelíes se alojaron en casas de familiares o amigos a 100 kilómetros o más al sur, donde compartieron sus casas y estuvieron a salvo. No huían para salvar la vida, como hacían los libaneses -cuyos convoyes fueron atacados por bombarderos-, ni tuvieron que vivir a la intemperie, sin protección, comida ni agua, y todavía dentro del alcance de los ataques de misiles.

Fuera de Kiryat Shmona, cerca de la frontera de Líbano, casi todos los «refugiados» de Israel volvieron a casas que seguían intactas, mientras que decenas de miles de refugiados libaneses se encontraron con sus casas reducidas a escombros y entre restos de bombas de racimo que los matan y mutilan .

Pero de nuevo esto no es lo que el gobierno israelí quiere hacernos creer, razón por la cual esta semana publicara un informe en el que afirmaba que 12.000 edificios habían resultado dañados por los ataques con cohetes de Hezbolah. Parece una cifra extrañamente grande dado que el ejército israelí afirma que sólo se lanzaron contra Israel 4.000 cohetes y que una parte importante de ellos supuestamente cayó en espacios abiertos. El mismo informe afirma que los cohetes quemaron más de 400 arbustos.

Así que, ¿cómo y por qué el gobierno [israelí] llegó a la cifra de 12.000 edificios? Esta cifra significaría que cada que se alcanzaba una estructura resultaban dañados al menos otros tres edificios. Cualquiera que haya visto el daño ocasionado por un cohete Katyusha (el arma más importante de Hezbola) sabe que como mucho lo que hace es un agujero sea cual sea la superficie contra la que impacte. Con todo, una ráfaga de metralleta causa un daño menor en las estructuras vecinales (aunque un daño mucho mayor a los seres humanos), como perforar el enlucido de las casas o romper los cristales. En otras palabras, la mayoría de esas 12.000 «estructuras» — y, por supuesto, ninguno de nosotros puede saber qué incluyen los funcionarios israelíes como una estructura (¿apartamentos individuales, garajes, casetas para perros?) — sufrieron daños menores que se podrían reparar en una tarde.

Por lo tanto, ¿por qué necesitan promocionar una cifra tan inflada ? Porque Hezbula informa de que 15.000 edificios han sido destruidos: esto es, pulverizados por los ataques de los misiles israelíes sin posibilidad de ser reparados. Como es tradicional en la sociedad árabe, muchos de estos edificios de varias plantas eran el hogar de varias familias, lo que significa que probablemente muchas más de 15.000 «casas» han sido destruidas. Algunas fuentes árabes calculan de que más de 100.000 casas han sido reducidas a ruinas. Pero el objetivo de Israel es hacer que parezca que el sufrimiento de su propia gente es el mismo que el de los libaneses.

Curiosamente, los cálculos del daño económico infligido a Líbano por el ataque de Israel llegan a los 5.000 millones de dólares, una cifra que, de nuevo, Israel afirma que coincide con sus propios cálculos de sus pérdidas. Parece que cada vez que se lanzaba una de esas municiones suministradas por Estados Unidos hacía tanto daño al presupuesto de defensa de Israel como al lugar en el que explotaba. Previsiblemente la cuestión es que si y cuando se establezcan las cuentas de las reparaciones, Israel reclamará que sus propias pérdidas cancelen las de Líbano.

Muchos de los engaños de Israel también se están utilizando a nivel interno para determinar quién se beneficiará -y quién será excluido- de la generosidad del gobierno mientras planifica la «reconstrucción» del norte. Ninguna sorpresa respecto hacia dónde soplan los aires.

Por ejemplo, ministros del gobierno han estado afirmando que en el periodo subsiguiente a la guerra dirigentes municipal árabes -no judíos- huyeron de sus comunidades para evitar los ataques de los cohetes. Por ejemplo, tras una gira por el norte el ministro del Interior, Ronnie Bar-On, argumentó que la causa del fracaso en algunas ciudades y pueblos para afrontar la guerra eran producto del hecho de que los dirigentes locales «al más alto nivel huyeron «. Cuando se le pidió que diera los nombres de los alcaldes y concejales que habían huido, Bar-On sólo pudo decir: «La gente a la que me refiero … Puedo decir que en sus ciudades no vi sinagogas».

¿Por qué hacer esta afirmación, aun cuando todas las pruebas sugieren que la población árabe del norte se quedó allí mientras que, como hemos visto, un gran número de ciudadanos judíos huyó? Las razones son dos.

En primer lugar, el gobierno [israelí] se ha visto en una situación embarazosa debido a los informes de que casi la mitad de los civiles muertos por los cohetes eran árabes y por la sugerencia de que la razón de ello es el fracaso que viene de antiguo en proteger a las comunidades árabes construyendo refugios públicos contra las bombas, suministrando alarmas antiaéreas y difundiendo información procedente de las autoridades de defensa civil en árabe. Mejor echar la culpa a los dirigentes electos.

Y en segundo lugar, el gobierno está amasando descomunales cantidades de dinero para la reconstrucción procedentes de grupos judíos en Estados Unidos y Europa, y busca una excusa para no financiar la reconstrucción de las comunidades árabes. Otro político de alto nivel, Effi Eitam, dirigente del Partido Nacional Religioso, ha acusado a las autoridades árabes de «similar que han sido privados de ayuda». Con toda probabilidad los árabes del norte se verán privados de catar la tarta de la reconstrucción. Desde luego, la necesidad de construir refugios públicos contra las bombas en las ciudades árabes es indiscutible, aun cuando parezca que pocas personas creen en Israel que durará mucho el alto el fuego con Hezbola.

De manera similar el ministro de Medioambiente, Gideon Ezra, ha declarado que las comunidades árabes del norte no van a recibir dinero para rehabilitar sus sistema educativo separado [del judío] y con enormes carencias, basándose en que durante la guerra «los residentes de ahí se comportaron como de costumbre, como si nada hubiera ocurrido» — una referencia que suena como si fueran penalizados porque no habían huido. Este razonamiento parece ser popular, entre el público y el gobierno [judío], porque en general los ciudadanos árabes se oponen a la guerra de Israel.

Un engaño relacionado con éste y promovido por el gobierno es su compromiso de compensar a los trabajadores y hombres de negocios del norte que perdieron ingresos durante la guerra. Pero la lista preparada por el ministro de Financias de áreas a las que se les iba a dar compensaciones revela que todas las comunidades árabes han sido excluidas, aparte de cuatro pueblos drusos (los drusos sirvieron en el ejército y son tratados por Israel como un grupo nacional diferente del resto de la población árabe). La mayoría del dinero, millones de dólares, sólo está disponible para los ciudadanos judíos, a pesar de que los ciudadanos árabes representan la mitad de la población del norte. Qué contraste con la política no discriminatoria de Hezbola de compensar a todos los libaneses afectados por la guerra, ya sean de la comunidad chiíta o cristianos, drusos o musulmanes sunnitas. (Por cierto, según Haaretz, en un caso judicial interpuesto por un ingeniero árabe del pueblo de Fassouta al cual, a diferencia de sus colegas judíos, se le denegó la compensación por pérdida de ingresos, se indica que no pudo dejar su casa porque el ejército israelí estaba disparando las baterías de artillería estacionadas en los límites del pueblo. ¡Y después hablan de la afirmación de Israel, adoptada por el representante de Naciones Unidas, Jan Egeland, de que solo Hezbola utilizó a civiles como escudos humanos!)

Desde luego, los engaños post-guerra de Israel comprenden también a los palestinos que viven bajo la ocupación. Yuval Diskin, jefe del servicio secreto Shin Bet, sostiene que los palestinos de Gaza, inspirados por el éxito de Hezbola, están convirtiendo Rafah en «el paraíso del contrabando de armas «. Al parecer Israel sabe de unas 15.000 armas, 4 millones de balas, 38 cohetes, 10-15 cohetes Katyusha y docenas de misiles anti-tanque que entraron el pasado año en Gaza a través del paso Rafah. Israel también cree que todo tipo de tanques y aviones prohibidos están entrando por la corta frontera con Egipto que Israel aún controla. En pocos años, afirma Diskin, Israel se enfrentará en Gaza a la misma situación que en el sur de Líbano. A este respecto tendremos simplemente que fiarnos de sus palabras.

Pero aquí hay un problema. Según grupos de defensa de derechos humanos, desde noviembre de 2005 el paso de Rafah ha estado cerrado casi todo el tiempo. Estas armas han debido de ser pasadas de contrabando en estampida durante los dos o tres días en que el paso ha estado abierto.

Más dudas sobre las afirmaciones de Diskin las arrojó esta semana un informe publicado en Haaretz donde se afirma que el paso de Rafah ha seguido completamente cerrado desde que uno de los soldados israelíes fue capturado por combatientes palestinos hace dos meses. Haaretz también señala las rezones del cierre del paso, recomendado por el Shin Bet — y no tiene nada que ver con contrabando de armas. El bloqueo fue impuesto como un medio para presionar a los palestinos para que liberaran al soldado israelí, una forma de castigo colectivo que según el derecho internacional es ilegal. Lo menos que se puede decir de la comparación de Diskin entre los acontecimientos en Gaza y en el sur de Líbano es que es descabellada. No se explica cómo los combatientes de la resistencia palestina pueden ser capaces de construir cientos de búnkeres subterráneos en los llanos de la Franja de Gaza, terreno arenosos desconocido para Israel, mientras sus aviones y tanques deambulan libremente por la zona y mientras la Inteligencia Militar acciona su red de colaboradores. Pero con toda probabilidad las conclusiones de Diskin serán utilizadas para justificar que Israel siga atacando a la población civil de Gaza. Mejor aún, el argumento funcionará sin esperar a ser desenmascarado como en Líbano.

Con todo, el mayor engaño de todos se refiere a las rezones que ha tenido el primer ministro Ehud Olmert para decidir esta semana rechazar la creación de una comisión independiente de investigación, dirigida por un juez y que habría investigado con total libertad todos los aspectos de la guerra. En vez de ello Olmert ha establecido dos comités de investigación internos y diferentes, uno para examinar las decisiones tomadas por el gobierno y otro el comportamiento del ejército. (Se supone que un tercer organismo de control, a las órdenes de un interventor del Estado, examinará los fallos en la defensa civil).

La mayoría de los israelíes están profundamente descontentos con lo que un comentarista ha llamado «el comité de no-investigación» de Olmert . Unas investigaciones separadas significa que las atribuciones de cada comité serán muy escasas y centradas en aspectos técnicos y en fallos, e incapaces de examinar una situación más amplia.

Los miembros de la comisión que van a investigar a Olmert han sido cuidadosamente escogidos por él mismo. Todos los jueces que podrían dirigir la comisión declinaron la oferta, como hizo el mayor experto en legislación constitucional del país, Amnon Rubinstein, al parecer consciente de que formar parte de una tapadera podría empañar permanentemente su reputación. Será dirigida por un ex -dirigente del Mossad, la agencia internacional de espionaje israelí. Los observadores han especulado con que la capacidad de criticar al gobierno de Nahum Admoni, de 77 años, será muy limitada, dado que él mismo fue amonestado por la Comisión Kahan de Investigación que en 1982 investigó el papel de Israel en la masacre de refugiados palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Admoni no advirtió «de manera inequívoca del peligro que implicaba la entrada de los falangistas en los campos» y que tuvo como resultado la matanza de más de 1.000 palestinos. El Mossad estaba profundamente implicado en los Falangistas Cristianos, y trataba de llevarlos al poder como un régimen títere .

Sin embargo, Kahan no emprendió acciones contra Admoni [1], porque, al igual que Olmert ahora, hacía poco tiempo que estaba al frente de su puesto. Para Admoni sería arduo tartar a Olmert con mayor dureza de la que hace dos décadas Kahan lo trató a él.

¿Por qué querría Olmert un comité desacreditado en vez de una adecuada comisión de investigación, especialmente si como él afirma la razón contra ésta última es que tardaría años en acabar la investigación? Para entonces él podría ya no estar en el poder y nunca tendría que afrontar las consecuencias. Según Olmert, la razón oficial es que esa demora paralizaría al ejército. Pero la mayoría de las comisiones de investigación han producido en unos meses informes internos en los que se hacían recomendaciones acerca de reformas y después se han tomado su tiempo para hacer un informe final.

Hay otros factores en juego, relacionados con el pasado y con el futuro. El obvio es que una comisión poderosa casi con toda seguridad investigaría el proceso de preparación de la guerra durante seis años que siguió a la retirada de Israel del sur de Líbano. Existe un peligro real de que su investigación arroje una luz molesta sobre los motivos que Israel tiene para los continuos vuelos provocadores de sus aviones sobre Libano; sobre la negativa israelí a entregar los planos de los campos de minas que plantó en el sur de Líbano durante las dos décadas de su ocupación; sobre su negativa a liberar a los últimos presos libaneses que quedan en sus cárceles, perpetuando, por consiguiente, una situación de hostilidad; y su negativa a negociar con Líbano y Siria acerca del fin de su ocupación de los Altos de Golán y con ello una resolución del discutido estatus del corredor de tierra conocido como las Granjas de Chaaba, que Líbano reclama .

Pero la creación de una comisión supone una amenaza aún mayor. Podría sacar a la luz las pruebas de que la guerra contra Líbano había sido planificada desde hacía mucho tiempo, de que no tiene nada que ver con la captura de los dos soldados en la frontera, de que estaba coordinada con Estados Unidos y de que su objetivo último era un ataque a Irán.

Olmert, y los dirigentes políticos y militares de Israel, no necesita otra comisión Kahan — ni otras situaciones embarazosas como las consecuencias de la comisión acerca de la implicación de Israel en las masacres de Sabra y Chatila. Israel necesita mano libre para actuar sin obstáculos cuando adquiera forma el nuevo estadio de la guerra contra el terror. En su observación codificada Olmert llegó a admitir que una comisión de investigación distraería del objetivo principal: «centrarse en el futuro y en la amenaza iraní «.

Una clave sobre cuál puede ser el siguiente objetivo de Israel emergió esta semana cuando el embajador internacional de confianza de Olmert, Shimon Peres, «reveló» que Irán está tratando de transferir a organizaciones terroristas sus conocimientos nucleares. Peres no mencionó a Hizbullah pero crear la relación y establecer un nuevo casus belli es solo cuestión de tiempo.

Jonathan Cook es escritor y periodista residente en Nazaret. Su libro, Blood and Religion: The Unmasking of the Jewish and Democratic State, está publicado por Pluto Press

[1] Como tampoco las emprendió contra Ariel Sharon, anterior primer ministro israelí e igualmente inculpado por dicha Comisión Kahan [N. de la t.]