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Cronopiando

Los gigantes

Fuentes: Rebelión

Al son de la dulzaina bailaban los gigantes en la plaza de Azpeitia. Itxaso, empinada sobre su escaso año y medio de altura, los miraba absorta, sin atreverse a arquear una ceja o mudar un asombro, no fuera a ser que se rompiera la magia del momento y aquella fantasía pusiera al descubierto sus entrañas. […]

Al son de la dulzaina bailaban los gigantes en la plaza de Azpeitia. Itxaso, empinada sobre su escaso año y medio de altura, los miraba absorta, sin atreverse a arquear una ceja o mudar un asombro, no fuera a ser que se rompiera la magia del momento y aquella fantasía pusiera al descubierto sus entrañas.

Y así fue hasta que cesó la música y los gigantes, terminada su danza, volvieron a quedar inmóviles y silenciosos alrededor de la plaza. Entonces, por debajo de sus faldones, emergieron sudorosos y cansados los bailarines que les dieran vida y, entre decepcionada y confundida, a entrecortados gritos, Itxaso confirmó la sospecha: dentro de un gigante sólo hay un enano.

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