Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
En nuestro tiempo», escribió George Orwell en 1946, «el discurso político y la escritura son en gran medida la defensa de lo indefendible». El colonialismo británico, el gulag soviético y la caída de una bomba atómica, argumentó, «pueden defenderse» solo con argumentos demasiado brutales para que la mayoría de las personas los enfrente». Entonces, ¿cómo es que la gente defiende lo indefendible? A través de «eufemismo, preguntas falaces y pura vaguedad difusa». Ocultando la verdad.
Así es, más de 70 años después, la política israelí con la Franja de Gaza. La verdad es demasiado brutal para defenderla con la honestidad. ¿Por qué miles de palestinos arriesgan sus vidas corriendo hacia los francotiradores israelíes que vigilan la valla que rodea Gaza? Porque Gaza se está volviendo inhabitable. No es una fantasía. Las Naciones Unidas dicen que Gaza será «inhabitable» en 2020, tal vez antes.
Hamás tiene parte de la culpa, su negativa a reconocer a Israel, sus décadas de ataques terroristas y su autoritarismo han empeorado la difícil situación de Gaza. La Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas también tiene parte de la culpa. Lo mismo ocurre con Egipto.
Pero el actor con mayor poder sobre Gaza es Israel. Las políticas israelíes son fundamentales para negar a los habitantes de Gaza el agua, la electricidad, la educación y los alimentos que necesitan para vivir decentemente.
¿De qué manera los amables, respetables y bienintencionados judíos estadounidenses defienden esto? ¿Cómo respaldan el estrangulamiento de dos millones de seres humanos? Orwell dio la respuesta. Lo hacen porque los líderes judíos, tanto en Israel como en los Estados Unidos, encierran las acciones de Israel en una niebla de eufemismos y mentiras.
La niebla consiste, sobre todo, en tres palabras: «retirarse», «seguridad» y «Hamás», que parecen absolver a Israel de la responsabilidad del horror que administra.
Retirada
Comencemos con «retirarse». A principios de este mes el embajador de Israel en las Naciones Unidas, Danny Danon, defendió los disparos de Israel contra los manifestantes, en su mayoría desarmados, al declarar que «nos retiramos por completo de la Franja de Gaza en agosto de 2005, mudando a cada residente israelí, su hogar, labor y sinagoga. No somos responsables del bienestar de la gente de Gaza». Los líderes judíos estadounidenses se hacen eco del reclamo. «Israel se retiró totalmente» de Gaza, escribió el año pasado Kenneth Bandler, director de las relaciones con los medios del Comité Judío estadounidense. Por lo tanto, los palestinos que corren hacia la cerca de Gaza con Israel son el equivalente de los mexicanos que cruzan el Río Grande. «Ninguna nación», insiste la Conferencia de Presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses, «toleraría tal amenaza» a su «soberanía».
Esta es ficción con anestesia. Sí, Israel retiró a sus colonos y soldados en 2005. Pero Israel todavía controla Gaza. Lo controla de la misma manera que un guardia de prisión puede controlar un patio de la prisión en el que nunca pone un pie.
Los palestinos muestran panfletos que unirán a una cometa antes de intentar lanzarlos sobre la valla fronteriza con Israel, en Rafah en el sur de la Franja de Gaza el 20 de abril de 2018. El mensaje en el folleto dice en hebreo y en árabe: «Sionista, No hay lugar para ti en Palestina. Vuelve al lugar de donde vienes». Getty
Primero Israel declara partes de Gaza fuera de los límites de las personas que viven allí. Israel ha establecido zonas de amortiguación -que denomina Áreas Restringidas de Acceso- para mantener a los palestinos lejos de la cerca que separa a Gaza de Israel. Según las Naciones Unidas esta área restringida ha variado en la última década de 100 a 500 metros, que comprende tanto como un tercio de la tierra cultivable de Gaza. Las personas que ingresan a estas zonas pueden, y lo han sido a lo largo de los años, ser blanco de disparos.
Además de excluir a los palestinos de gran parte de las mejores tierras de Gaza, Israel los excluye de gran parte del agua de Gaza. En 1993 los Acuerdos de Oslo prometieron a los pescadores de Gaza el derecho a pescar a 20 millas náuticas de la costa. Pero desde entonces Israel, casi regularmente, ha restringido la pesca a entre tres y seis millas náuticas. (Ocasionalmente ha extendido el límite a nueve millas náuticas). Dado que las sardinas -que las Naciones Unidas llaman la «captura más importante» de Gaza- «se crían en el límite de las 6 millas náuticas», las limitaciones ocasionan condiciones desastrosas para los pescadores de Gaza.
La segunda forma en que Israel todavía domina Gaza es controlando sus fronteras. Israel controla el espacio aéreo sobre Gaza y no ha permitido la reapertura del aeropuerto de Gaza, que bombardeó en 2001. Tampoco permite el viaje por mar desde Gaza y hacia Gaza.
Israel también controla la mayoría del acceso por tierra a Gaza. Es cierto que, además de los dos puntos fronterizos activos de Gaza con Israel tiene un tercero, Rafah, con Egipto. Pero incluso aquí Israel ejerce una influencia sustancial. Cuando se le preguntó esta semana sobre el deseo de Hamás de repatriar el cuerpo de un operador muerto a través de Rafah, el ministro de Educación israelí, Naftali Bennett, se jactó: «¿Podríamos evitarlo? La respuesta es sí».
Esto no excusa al líder egipcio, el general Abdel Fattah el-Sisi, quien, para su descrédito, ha mantenido en gran parte cerrado el cruce de Rafah desde que asumió el poder en 2013. Pero incluso cuando Rafah está abierto no es un conducto significativo para las exportaciones de Gaza. Como me explicó Sari Bashi, de Human Rights Watch, en Egipto hay poco mercado para los productos de Gaza, porque esos bienes son costosos para los consumidores egipcios y porque el transporte a través del Sinaí es difícil. Entonces, cuando se trata de bienes que salen de Gaza, la Franja está mayormente bajo control israelí.
Finalmente, y quizás lo más extremo, Israel controla el registro de población de Gaza. Cuando nace un niño en Gaza sus padres registran el nacimiento, a través de la Autoridad Palestina, con el ejército israelí. Si Israel no lo ingresa en su sistema informático, tampoco reconocerá su tarjeta de identificación palestina. Desde la perspectiva de Israel el niño no existirá legalmente.
Este control no es meramente teórico. Si Israel no reconoce la tarjeta de identificación palestina del nacido, es poco probable que le permita entrar o salir de Gaza. Y debido a que Israel ve a los palestinos como una amenaza demográfica, usa este poder para mantener a la población en Gaza, y especialmente en Cisjordania, en la menor cantidad posible. Israel rara vez agrega adultos al registro de la población palestina. Eso significa que si eres, digamos, un jordano que se casa con una persona de Gaza y quieres mudarte allí para vivir con ella probablemente no tengas suerte. Israel no te dejará entrar
Israel es aún más celoso en limitar el número de palestinos en Cisjordania, donde todavía tiene colonos. Entonces, cuando los palestinos se mudan de Gaza a Cisjordania, Israel generalmente se niega a permitirles actualizar sus direcciones, lo que significa que no pueden quedarse legalmente. Israel puede incluso evitar que los niños en Gaza cambien su dirección a Cisjordania para vivir con un progenitor. Digamos que un niño vive con su madre en Gaza pero tiene a su padre en Cisjordania. Si la madre muere e Israel considera que hay un cuidador adecuado en Gaza puede usar eso como motivo para negarle al niño el derecho a reunirse legalmente con su padre en Cisjordania.
No se enterará de esto en la Conferencia de Políticas de AIPAC. Pero en estas y en muchas otras formas, Israel restringe las vidas de prácticamente todas las personas en Gaza. Como ha observado el indispensable grupo israelí de derechos humanos Gisha, «Los residentes de Gaza no pueden traer una caja de leche a la Franja de Gaza sin permiso de Israel; una universidad de Gaza no puede recibir visitas de un conferenciante extranjero a menos que Israel expida un permiso de visitante; una madre de Gaza no puede inscribir a su hijo en el registro de población palestina sin la aprobación israelí; un pescador de Gaza no puede pescar en la costa de Gaza sin el permiso de Israel; una organización sin fines de lucro de Gaza no puede recibir una donación de bienes exenta de impuestos sin la aprobación israelí; un maestro de Gaza no puede recibir su salario a menos que Israel acepte transferir los ingresos fiscales al Ministerio de Educación palestino; un granjero de Gaza no puede llevar sus claveles y tomates cherry al mercado a menos que Israel permita que los bienes salgan de Gaza». Afirmar que Israel se despojó de la responsabilidad de Gaza cuando se retiró totalmente en 2005 puede aliviar la conciencia judía estadounidense. Pero es mentira.
Es una mentira que impide que los judíos estadounidenses tengan en cuenta el efecto que el control israelí ha tenido sobre la gente común. En tres guerras, en 2008-2009, 2012 y 2014, el bombardeo israelí dañó aproximadamente 240.000 hogares de Gaza. Según The New York Times, la Operación Plomo Fundido, en 2008-2009, costó a la economía de Gaza 4.000 millones de dólares, casi tres veces el PBI anual de la Franja. La operación Escudo Protector, en 2014, dañó o destruyó más de 500 escuelas y jardines de infantes, afectando a 350.000 estudiantes.
Esta destrucción, junto con el rápido crecimiento demográfico de Gaza, ha creado una gran necesidad de infraestructura y servicios. Pero las zonas de amortiguamiento de Israel y el bloqueo parcial hacen imposible que la Franja se reconstruya efectivamente. En los últimos tres años, Israel, tiene el crédito de haber relajado las restricciones a los bienes que entran y salen de Gaza. Aún así, las Naciones Unidas informan de que, en gran medida debido a «las continuas restricciones a la exportación» y «restricciones a la importación de materiales y equipos necesarios para la producción local [B3]«, Gaza exportó menos de una quinta parte en 2016 de lo que había hecho en la primera mitad de 2007.
Las consecuencias de este colapso económico han sido profundas. Según las Naciones Unidas aproximadamente la mitad de la población de Gaza tiene «una inseguridad alimentaria de moderada a grave», un 30 % más que hace una década. Los hospitales carecen de medicamentos esenciales. La escasez de maestros y edificios ha obligado a muchas escuelas a realizar turnos dobles e incluso triples, lo que significa que muchos niños asisten a la escuela solo durante cuatro horas al día. (Al retener donaciones para la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas, que administra muchas de las escuelas de Gaza, la administración de Trump probablemente empeorará las cosas). La mayoría de la gente en Gaza recibe solo unas pocas horas de electricidad por día. Abbas -quien en un esfuerzo por debilitar a Hamás el año pasado recortó la cantidad que le paga a Israel por la electricidad de Gaza- tiene parte de la culpa de eso. Pero también la tiene Israel, cuyas restricciones a la exportación niegan a los funcionarios de servicios públicos de Gaza el dinero para comprar combustible suficiente o para reconstruir completamente la central eléctrica de Gaza que Israel bombardeó en 2006.
Lo más alarmante de todo es el menguante suministro de agua de Gaza. En el año 2000 el 98 % de los residentes de Gaza tenía acceso al agua potable a través de su red pública de agua. En 2014 la cifra había bajado al 10 %. Debido a que el bombeo excesivo dañó el acuífero costero de la Franja, las Naciones Unidas advirtieron el año pasado de que «la única fuente de agua de Gaza se agotará, de manera irreversible, en 2020, a menos que se tomen medidas correctivas inmediatas». La mejor solución a largo plazo es construir una nueva planta de desalinización. Pero Gaza no tiene la electricidad ni el dinero para hacerlo. Israel no es un espectador en esta catástrofe. Es una causa primaria.
Seguridad
Bajo presión de estas realidades, los líderes judíos estadounidenses reconocerán que el sufrimiento en Gaza es profundamente lamentable. Pero implementarán un segundo término para justificar la situación: «seguridad». Lea las declaraciones de AIPAC y The Anti-Defamation League sobre Gaza y encontrará el término «bloqueo por seguridad». La implicación es clara: Israel solo perjudica a las personas en Gaza cuando es absolutamente necesario para mantener a los israelíes a salvo.
Pero esto también es falso. Ciertos elementos del bloqueo tienen un fundamento de seguridad plausible. Israel, por ejemplo, restringe la importación de Gaza de muchos productos de «doble uso», desde cemento y acero hasta grúas, máquinas de rayos x y detectores de humo, tablones de madera de más de 5 centímetros, baterías y repuestos necesarios para piezas de recambio de los audífonos infantiles. Las consecuencias económicas y humanitarias de estas restricciones son a menudo graves. Y la definición de Israel de «doble uso» es mucho más amplia que los estándares internacionales. Aún así, la mayoría de los productos que Israel restringe podrían usarse para atacar a Israel, por lo que existe una razón de seguridad para restringirlos.
También se puede argumentar que las zonas de amortiguamiento y las restricciones a la pesca sirven a la seguridad israelí. Si los palestinos se mantienen alejados de la valla los cohetes que lanzan a Israel no pueden viajar tan lejos. Si los barcos palestinos se mantienen más cerca de la costa son más fáciles de seguir para la armada israelí. Dado el daño que estos límites causan a los agricultores y pescadores, Israel debería pagarles una compensación. También debería compensar a los palestinos que sufren las restricciones a la importación de Israel. Pero si uno piensa que estas restricciones justifican el costo humano, al menos es posible adivinar el fundamento de seguridad que subyace en ellas.
Sin embargo cuando se examinan las restricciones de viaje de Israel y sus restricciones a las exportaciones de Gaza, las racionalizaciones acerca de la seguridad de AIPAC y ADL colapsan en gran medida. Con raras excepciones, los estudiantes de Gaza no pueden viajar a Cisjordania para estudiar. Los académicos e investigadores en Gaza normalmente no pueden viajar para asistir a conferencias internacionales ni los académicos extranjeros pueden visitar la Franja. Las familias en Gaza no pueden viajar a Cisjordania o Israel para ver a sus familias a menos que un «familiar de primer grado» (padre, hijo, hermano) se case, muera o esté a punto de morir. Permitir que alguien salga de Gaza para visitar a su abuelo moribundo es un riesgo de seguridad inaceptable, evidentemente, mientras que dejarlos ir a visitar a un padre moribundo no lo es.
El bloqueo de Israel a las exportaciones es igualmente vasto y arbitrario. Israel permite a los agricultores de Gaza vender tomates y berenjenas a Israel, pero no patatas, espinacas y frijoles. Les permite exportar 450 toneladas de berenjenas y tomates por mes, pero no más. La espinaca, evidentemente, es más peligrosa que la berenjena. Y 500 toneladas de berenjenas y tomates son más peligrosas que 450.
Desde una cierta perspectiva ultramiope, incluso esto tiene un fundamento de seguridad. Si ves a cada persona saliendo de Gaza solo como terrorista potencial y cada contenedor solo como el posible escondite de una bomba, entonces cuántas menos personas y bienes abandonan Gaza para Israel o Cisjordania (que a diferencia de Gaza, todavía contiene israelíes), es más seguro para Israel. Lo que esto ignora es que el terrorismo no solo requiere oportunidad, también requiere intención. Y cuando se arruina a un granjero de Gaza bloqueando sus exportaciones o aplastando los sueños de un estudiante de Gaza negándole la oportunidad de estudiar en el extranjero, puede engendrar la desesperación y el odio que producen el terrorismo y así socavar la misma seguridad israelí que intenta salvaguardar.
El pequeño y sucio secreto del bloqueo de Israel es que sus razones están motivadas menos por cuestiones de seguridad convincentes que por el interés económico propio. En 2009 Haaretz expuso la forma en que los intereses agrícolas israelíes ejercen presión para aflojar las restricciones a las importaciones en Gaza cuando los agricultores israelíes quieren vender bienes excedentes. En 2011 Israel se encontró con una escasez de lulavs -las hojas de palmera que los judíos observantes agitan en las vacaciones de Sucot- Entonces Israel levantó su prohibición sobre la exportación de hojas de palma de Gaza. ¿El riesgo de seguridad había cambiado de repente? Por supuesto que no. Lo que había cambiado eran las necesidades de los consumidores israelíes.
Cuando lo piensas esto no es sorprendente. El Gbierno israelí es responsable ante los ciudadanos israelíes. No es responsable ante la gente de Gaza, a pesar de ejercer un enorme poder sobre sus vidas. Cuando los gobiernos ejercen un poder irresponsable se vuelven abusivos y corruptos. ¿Por qué Israel mantiene un bloqueo que no solo es cruel sino, de alguna manera, absurdo? Porque puede.
Hamás
Estrechamente asociada con la justificación de «seguridad» está una tercera palabra que destaca en la defensa de los judíos estadounidenses de la política israelí en Gaza: «Hamás». AIPAC declaró en un reciente correo electrónico para la recaudación de fondos que «Hamás tiene una estrategia deliberada: desafiar la soberanía de Israel, atacar a ciudadanos israelíes para luego esconderse detrás del pueblo de Gaza y encuentra nuevas formas de amenazar el derecho mismo de Israel a existir. «Las recientes protestas fronterizas -argumentó el responsable de la Liga Anti-Difamación Jonathan Greenblatt- eran formas directas de los líderes de Hamás de llamar a las multitudes para marchar a Jerusalén», un tema consecuente con la ideología de Hamás, que es destruir el Estado judío. «Por un lado los líderes judíos estadounidenses insisten en que Israel ya no controla Gaza, pero cuando se confronta con el control que ejerce Israel, sus justificaciones generalmente se reducen a: «seguridad» y «Hamás».
Hamás es de hecho una fuerza brutal y destructiva, tanto para israelíes como para palestinos. Tiene un largo y feo historial de ataques terroristas. No reconoce a Israel. Su ideología islamista es profundamente opresiva, especialmente para las mujeres, los palestinos LGBTQ y los disidentes religiosos.
Pero Hamás no obligó a Israel a adoptar las políticas que han devastado Gaza. Esas políticas representan una elección, una opción que no solo no ha logrado desalojar a Hamás, sino que también ha creado las mismas condiciones en las que prospera el extremismo.
En enero de 2006, cuatro meses después de que Israel retirase a sus colonos de Gaza, los palestinos en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental acudieron a las urnas para elegir representantes para el Parlamento de la Autoridad Palestina. (El presidente palestino Mahmoud Abbas fue elegido por separado el año anterior). Hamás ganó solo el 45 por ciento de los votos. Pero debido a que Fatah -el partido comparativamente laico fundado por Yasser Arafat- obtuvo múltiples candidatos en muchos distritos. Dividiendo así el voto, Hamás obtuvo el 58 por ciento de los escaños.
Esto le presentó a Israel un problema. En los años setenta y ochenta los líderes israelíes habían visto a los islamistas palestinos como más moderados que la OLP dominada por Fatah, y por lo tanto les permitían una mayor libertad para organizarse. En su libro Gaza: A History , el académico francés Jean-Pierre Filiu señala que en 1988, un año después de la creación de Hamás, uno de los cofundadores del partido, Mahmoud Zahar, se reunió con el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Shimon Peres, para proponer un reconocimiento tácito de Israel a cambio de su retirada de los territorios ocupados en 1967″.
Pero cuando la OLP reconoció públicamente a Israel en 1988 y reafirmó ese reconocimiento al comienzo del Proceso de Paz de Oslo en 1993, el rechazo de Hamás se hizo imposible de ignorar para Israel. Hamás denunció a la OLP por reconocer a Israel. Y durante el Proceso de Oslo y la Segunda Intifada que siguió, Hamás lanzó numerosos ataques terroristas. Por lo tanto, no es sorprendente que Israel no haya recibido bien a un Gobierno liderado por Hamás.
Hubo, sin embargo, señales de que Hamás podría estar suavizando su oposición a dos estados. Solo su decisión de competir en la campaña de 2006 -después de boicotear las elecciones previas de la Autoridad Palestina con el argumento de que legitimaron el Proceso de Oslo- sugirió un cambio. En su manifiesto electoral de 2006 Hamás no hizo referencia a la destrucción de Israel. En cambio habló sobre «el establecimiento de un Estado independiente cuya capital es Jerusalén». Después de su sorpresiva victoria los líderes de Hamás no ofrecieron reconocer a Israel. Pero Zahar declaró que a cambio de «nuestro estado independiente en el área ocupada [en] 1967», Hamás apoyaría una «tregua a largo plazo» y «después de eso, dejar que el tiempo sane». (Como el exfuncionario de la CIA Paul Pilar ha dicho, una tregua a largo plazo es lo que existe hoy entre Corea del Norte y Corea del Sur, ya que ningún tratado de paz puso fin oficialmente a la Guerra de Corea). Otro líder de Hamás, Khaled Meshal, argumentó que «si Israel se retira a las fronteras de 1967, podría haber paz y seguridad en la región».
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Probablemente Hamás estaba siguiendo la opinión popular. El resultado de los sondeos del encuestador palestino Khalil Shikaki encontraron que mientras Hamás se beneficiaba con la corrupción de Fatah y el incumplimiento de la ley y el orden, el 75 % de los votantes palestinos -y un notable 60 por ciento de los votantes de Hamás- favorecían la solución de dos estados. Tal vez eso explica por qué, después de su victoria, Hamás propuso un Gobierno de unidad con Fatah «con el fin de poner fin a la ocupación y los asentamientos y lograr una completa retirada de las tierras ocupadas en 1967, incluida Jerusalén, para que la región disfrute de calma y estabilidad durante este tiempo».
Israel podría haber aceptado esto. Incluso en un Gobierno de unidad Abbas, que había sido elegido por separado, habría permanecido como presidente. Se asumió ampliamente que si se llegaba a un acuerdo de paz con Israel, los palestinos, como los israelíes, votarían en un referéndum. La pregunta crucial, por lo tanto, no era si Hamás como partido respaldaba la solución de dos estados. (Después de todo, el Partido Likud de Benjamin Netanyahu nunca había apoyado la solución de dos estados). La cuestión crucial era si, en caso de que el pueblo palestino respaldara formalmente un acuerdo de dos estados, Hamás respetaría su voluntad (algo que Hamás prometió más tarde). Si Hamás, o cualquier otra facción palestina, hubiera cometido actos de violencia, Israel habría conservado el derecho a responder.
Ese fue el camino no tomado. En cambio Estados Unidos e Israel exigen que Hamás renuncie formalmente a la violencia, abrace la solución de dos estados y acepte acuerdos de paz pasados, un estándar que el propio Gobierno de Netanyahu no cumple. Hamás, que pasó los años de negociaciones de Oslo llamando incautos a los negociadores de la OLP por reconocer a Israel sin obtener un Estado palestino a cambio, se negó. Entonces Washington y Jerusalén presionaron a Abbas para que rechazase un Gobierno de unidad nacional y gobernase sin un Parlamento elegido democráticamente. Luego, en 2007, la administración Bush alentó al asesor de seguridad nacional de Abbas, Mohammed Dahlan, a expulsar a Hamás de Gaza por la fuerza, una táctica que resultó contraproducente cuando Hamás ganó la batalla en el terreno. Y con Hamás ahora instalado en el poder, Israel reforzó drásticamente su bloqueo de Gaza, que ha mantenido -con modificaciones- desde entonces.
El resultado: Gaza ha sido devastada y Hamás permanece en el poder.
Lo que nos lleva a las protestas actuales. Los defensores estadounidenses del Gobierno israelí insisten en que Israel no puede permitir que miles de manifestantes, algunos de ellos violentos, derriben la valla y comiencen a correr hacia los kibutz y las ciudades del otro lado. Eso es cierto, pero se pierde el punto principal. A ningún Gobierno le resulta fácil sofocar las protestas masivas. La pregunta más profunda es siempre, ¿qué ha hecho ese gobierno para abordar los agravios que provocaron las protestas en primer lugar? Durante más de una década, la respuesta de Israel al problema de Gaza ha sido el castigo colectivo y la fuerza terrorífica. Por períodos de tiempo, esto ha mantenido a Gaza en calma. Y puede volver a ocurrir. En las próximas semanas los soldados israelíes pueden matar y mutilar a suficientes manifestantes como para amedrentar al resto para que vuelva al enclave de su prisión. Pero tarde o temprano Gaza se levantará nuevamente. Y cuanto más reprima Israel a su gente, más desesperados y vengativos serán sus levantamientos. Un niño de 10 años en Gaza ya ha sufrido tres guerras. Según las Naciones Unidas 300.000 niños en Gaza sufren estrés postraumático solo por el conflicto de 2014. ¿Los líderes judíos israelíes y estadounidenses realmente creen que embrutecerlos aún más negándoles la comida, educación, electricidad y agua necesarias los hará más propensos a vivir en paz con Israel? Al mantener su bloqueo Israel no está empujando a la próxima generación de Gaza hacia la coexistencia. La está empujando hacia ISIS.
La alternativa es una estrategia construida no sobre el castigo colectivo sino sobre la esperanza. Comenzaría con el desmantelamiento de gran parte del bloqueo. Israel tiene el derecho de controlar la carga que entra y sale de Gaza. Tiene derecho a investigar a las personas que viajan desde y hacia allí y a restringir su movimiento si encuentra evidencia de que son una amenaza. Pero existe una gran diferencia entre restringir el movimiento de individuos particulares de quienes tiene motivos para sospechar de terrorismo y restringir franjas enteras de personas sin sospecha individual alguna. Hay una gran diferencia entre restringir ciertas importaciones que podrían usarse para construir túneles o bombas y prohibir la exportación de papas y frijoles. Excepto cuando existe un peligro claro y específico, Israel debe permitir que la gente de Gaza estudie, viaje, comercie y obtenga los recursos para vivir una vida decente. Hacerlo no solo sería humano. También sería sabio. Israel estará más seguro cuando la gente en Gaza tenga algo que perder.
Una estrategia de esperanza implicaría permitir (e incluso alentar) a los palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este a celebrar elecciones libres por primera vez en más de 12 años. Y eso requeriría permitir que los palestinos voten por el partido que elijan. Israel tiene derecho a tomar represalias si Hamás, o cualquier otra facción palestina, lo ataca. No tiene derecho a impedir que los palestinos voten por partidos que rechazan la solución de dos estados cuando los israelíes lo hacen todo el tiempo.
Una estrategia de esperanza significaría abrazar la Iniciativa de Paz Árabe y los parámetros de Clinton: un Estado palestino viable cerca de las líneas de 1967. Significaría terminar con el crecimiento de los asentamientos y tal vez incluso pagar a los colonos para que se muden dentro de la línea verde a fin de mantener vivas las esperanzas de una solución de dos estados.
Finalmente, una estrategia de esperanza requeriría que los líderes judíos israelíes y estadounidenses hablen honestamente sobre por qué el 70 % de las personas en Gaza son refugiadas o descendientes de refugiadas. Los judíos israelíes y estadounidenses encuentran aterrador que los manifestantes de Gaza hayan etiquetado sus manifestaciones como «La Gran Marcha del Retorno». Pero seguramente los judíos, que rezaron durante 2.000 años para regresar a la tierra de la que fuimos exiliados, pueden entender por qué los palestinos en Gaza podrían anhelan tierras de las que fueron exiliados hace apenas 70 años. Ese anhelo no convierte a los palestinos en antisemitas o terroristas. Si Moshe Dayan pudo expresar simpatía en 1956 por los habitantes de «los campos de refugiados de Gaza» que «vieron, con sus propios ojos cómo hemos hecho una tierra natal y las aldeas donde una vez habitaron ellos y sus antepasados», ¿por qué no pueden hoy los líderes israelíes reconocer y ofrecer una recompensa por la Nakba? ¿Por qué se considera inconcebible que Israel permita el regreso de un solo refugiado palestino cuando, en 1949, un Israel mucho más frágil ofreció readmitir a 100.000?
Netanyahu y Trump. ¿Quién lo hace absurdo? En gran medida nosotros, los judíos estadounidenses, lo hacemos. La comunidad judía estadounidense organizada no solo oculta la verdad sobre Gaza para sí misma. Hace lobby con los políticos estadounidenses para que hagan lo mismo. El oficialismo judío estadounidense exporta su «eufemismo, petición de preguntas y vaguedad nebulosa» a Washington. Excluye a los políticos que se atreven a sugerir que Israel tiene parte de la responsabilidad del sufrimiento de Gaza. Al hacerlo, ayuda a mantener las políticas actuales de Israel y excluir las alternativas.
La lucha por la decencia humana, argumentó Orwell, también es una lucha por una comunicación honesta. La complicidad de nuestra comunidad en la pesadilla humana en Gaza debería llenar de vergüenza a todos los judíos estadounidenses. El primer paso para terminar con esa complicidad es dejar de mentirnos a nosotros mismos.
Fuente: http://normanfinkelstein.com/2018/04/27/peter-beinart-on-gaza/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente dela traducción.