«Crisis humanitaria» «No hay crisis humanitaria en Gaza», repiten los portavoces oficiales israelíes, por ejemplo el ministro de Defensa Ehud Barak o el director general del Ministerio de Exteriores Yossi Gal. Y tienen razón, porque una «crisis» significa un cambio repentino, una desviación de una norma, mientras que lo que está pasando en Gaza se […]
«Crisis humanitaria»
«No hay crisis humanitaria en Gaza», repiten los portavoces oficiales israelíes, por ejemplo el ministro de Defensa Ehud Barak o el director general del Ministerio de Exteriores Yossi Gal. Y tienen razón, porque una «crisis» significa un cambio repentino, una desviación de una norma, mientras que lo que está pasando en Gaza se ha convertido en rutina.
Tienen razón también en lo que respecta a lo de «humanitario», al menos si lo que quieren decir es que cientos de miles de personas no se están muriendo de sed o hambre. No hay crisis humanitaria si uno es de los que piensan que todo lo que una persona necesita para vivir es un número determinado de calorías al día. Y para alguien que vive en Jerusalén o Tel Aviv es fácil pasar por alto el hecho -que carece de las apariencias de una crisis- de que el 90% del agua producida en la Franja de Gaza desde su única fuente de extracción -una parte del acuífero costero- no es apta para el consumo humano. La gente que no tiene acceso a agua purificada está arriesgando su salud (presión arterial alta, insuficiencia renal y enfermedades intestinales). De hecho, sólo gracias al sistema de apoyo proporcionado por la familia extensa, las organizaciones de beneficencia, la UNRWA, los programas de ayuda internacional, los salarios del sector público y la «economía túnel»(1) la gente [de la Franja de Gaza] está librándose de morir de hambre.
Pero, ¿qué hay de la necesidad que tienen las personas de disfrutar de libertad de circulación, del derecho de las personas a crear, a producir, a ganarse la vida y estudiar, a trasladarse para recibir tratamiento médico adecuado y a viajar? Los portavoces y los profesionales de las relaciones públicas que tratan de demostrar que las cosas están bien reducen las necesidades humanas a un gráfico que solo contiene agua, alimentos y vivienda. Estos gráficos dicen más acerca de quienes los presentan que acerca de las personas cuya situación tratan de reflejar.
«Israel transfiere ayuda humanitaria a la Franja de Gaza»
Esta es una declaración rutinaria que induce a muchas personas a concluir erróneamente que Israel está pagando los alimentos y medicinas que reciben los habitantes de la Franja de Gaza. Es una conclusión equivocada pero que podría estar basada en una percepción exacta de la situación, toda vez que en una cárcel, efectivamente, corresponde al director ocuparse de proporcionar alimentos a los internos. Sin embargo, eso no ocurre en los 360 kilómetros cuadrados que ocupa la macroprisión de Gaza, donde se hacinan millón y medio de personas. Lo que se debería decir es lo siguiente: «Israel permite la entrada a Gaza de productos de primera necesidad». Algunos de esos productos los encargan, pagan y distribuyen organizaciones internacionales. La mayoría se venden a los comerciantes de Gaza, quienes los revenden en mercados, tiendas y farmacias.
«Se impuso un cierre (se impusieron cierres) / se alzó el cierre»
En un tiempo, antes de la desconexión de Gaza de 2005, estas definiciones engañosas incluían a la Franja de Gaza. Ahora sólo se refieren a Cisjordania. En vísperas de cada festividad israelí la radio informa de que «se ha decretado el cierre de Judea y Samaria». Y luego el cierre se levanta. Ése es el origen del extraño plural: «cierres». Los cierres van y vienen, y en el ínterín todo está bien.
Sin embargo, el «cierre» se ha mantenido en vigor desde que los israelíes lo decretaron en enero de 1991. Desde entonces todos los palestinos de Cisjordania y de la Franja de Gaza se han visto privados del derecho a la libertad de movimiento. Desde entonces los israelíes los han sometido a un complicado régimen de permisos que se está haciendo cada vez más sofisticado. Israel decide qué categorías de personas obtienen permiso para desplazarse y determina el número de personas a incluir en cada categoría. Al final siempre es una pequeña minoría la que tiene posibilidades de desplazarse, pero siempre bajo condiciones restrictivas. Mientras tanto, los colonos judíos en ese mismo territorio van y vienen sin necesidad de ningún permiso.
«En 2002, cuando Cisjordania fue reocupada»
Esta frase se oye con bastante frecuencia en boca de portavoces palestinos. Se trata de una declaración altamente insensata, incluso cuando se sustituye por esta otra: «Cuando el ejército israelí volvió a ocupar las ciudades de Cisjordania». Cuando la Autoridad Palestina se estableció en 1994, la ocupación israelí y su autoridad de largo alcance no quedaron abolidas. Cuando las tropas israelíes salieron de las ciudades de Cisjordania a finales de 1995, la presencia de policías palestinos armados no significó que los pueblos palestinos dejaran de estar ocupados. Cuando la Autoridad Palestina se hizo cargo de la mayoría de la población palestina y de sus problemas de salud, alcantarillado y educación, no recibió ni la autoridad ni los recursos propios de un Estado. Es Israel quien los sigue reteniendo. Y el ejército israelí sigue siendo dueño y señor del territorio, tanto en 1996, como en 2002, como hoy en día.
«Lucha no violenta»
El ejército israelí rechaza las alegaciones palestinas e internacionales de que la lucha contra el muro de separación es «una lucha no violenta». El ejército israelí tiene razón. Esta frase debería ser borrada inmediatamente del diccionario. «No violento» no es un término apropiado para las manifestaciones [en contra del muro de separación israelí que tienen lugar en] Na’alin, Bil’in, Nabi Salah, Walaja, Maasra, Burin Irak, y las que han de venir. Pero no por las razones que esgrimen el ejército y los funcionarios israelíes. El adjetivo «violento» tiene una connotación negativa, por supuesto, e implica un uso injustificado de la fuerza que va en contra del orden existente y de los valores de la civilización.
Cuando definimos como «violenta» o «no violenta» la lucha contra el dominio extranjero es como si le estuviéramos pidiendo al ocupado que demuestre que su resistencia es (o no) kosher. Pero que se lo demuestre ¿a quién? A la misma potencia ocupante que considera que boicotear productos de los asentamientos [judíos instalados ilegalmente en territorios palestinos ocupados] es una actividad no-kosher. Los adjetivos «no violento» o «violento» presuponen que la ocupación representa un orden de cosas natural cuya violencia es lícita, una norma civilizada de actuación destinada a domeñar a sus súbditos. Por consiguiente, la expresión «lucha no violenta» desvía la atención del hecho de que el control forzoso [sobre la población sojuzgada] se basa en el uso de la violencia. Cada soldado israelí en cada retén de carretera, cada cámara instalada en el muro de separación, cada orden militar dictada, un supermercado en un asentamiento y una fábrica israelí de pañales construida en territorio palestino… todos son instrumentos de una violencia sin fin.
(1) Economía túnel: alude a la economía generada en la Franja de Gaza por el flujo clandestino de productos de primera necesidad que, pese a los bombardeos israelíes, consiguen entrar en la Franja a través de la red de túneles subterráneos excavados bajo la frontera entre Gaza y Egipto.