Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El actual revuelo en los medios israelíes en torno a las declaraciones efectuadas por artistas y académicos en contra de que se impartan actividades docentes o se lleve a cabo cualquier actuación artística en la colonia de Ariel -construida en tierra palestina ocupada- revela una flagrante contradicción en las posiciones de la intelligentsia israelí. Aunque ahora están llamando a boicotear los asentamientos, se han limitado a mostrar apatía y en ocasiones hasta satisfacción frente a la mano mucho más dura de las instituciones militares, políticas y de seguridad presentes en la sociedad, incluyendo a la academia y las instituciones culturales.
En relación con la libertad académica y la autonomía de la universidad, se desató recientemente otra controversia. Vino motivada por los ataques de dos organizaciones de derecha, el Instituto para las Estrategias Sionistas y Im Tirtzu, ante el supuesto sesgo anti-sionista de los departamentos de ciencias sociales de algunas universidades israelíes.
La conexión entre las dos polémicas puede no ser evidente al principio. Sin embargo, ambas demuestran que la mentalidad de la intelligentsia liberal o de izquierdas israelí está completamente en armonía con la ortodoxia reinante que acepta la presencia del ejército en la vida como un hecho benigno.
En respuesta a los ataques contra las universidades, los rectores de las principales universidades de Israel, la asociación de facultades académicas y algunos académicos a nivel individual publicaron rápidamente una serie de comunicados defendiendo la libertad académica y la autonomía de la universidad. Incluso la Academia de Ciencias y Humanidades de Israel expresó una opinión: «No podemos aceptar los intentos de entidades externas y extrañas de intervenir nombrando miembros de las facultades, estableciendo planes de estudios y la forma y manera de impartir las materias».
¿Es que la Academia considera al establishment militar y de defensa como «entidades extrañas»? Pues no parece que sea así.
El destacado profesor de económicas Ariel Rubinstein definió la polémica del centro cultural Ariel como una cuestión de normalización. Sobre la petición firmada por 150 académicos y artistas en apoyo al boicot de Ariel, dijo: «El objetivo de la petición es socavar la normalización de las relaciones entre Israel y los territorios ocupados».
Es bastante sorprendente que Rubinstein ignore el hecho de que su propia institución, la Universidad de Tel Aviv, proporciona un ejemplo por excelencia de la estrecha colaboración entre la academia israelí y el régimen ocupante. Sin embargo, ni él ni ninguno del resto de académicos que han apoyado con entusiasmo el boicot a un puesto de avanzada colonial en el territorio ocupado palestino han estado dispuestos a examinar con el mismo ojo crítico sus propias instituciones.
En efecto, la Universidad de Tel Aviv está entre las instituciones académicas más importantes implicadas en actividades militares de I+D, así como por sus colaboraciones con la industria armamentística. Una reciente publicación de tal universidad alardea de que 55 de sus proyectos están financiados por la autoridad que controla las actividades de I+D en el ministerio de defensa.
Es interesante observar que mientras los académicos estadounidenses están en pie de guerra por la colaboración de sus colegas con el ejército por los Equipos Humanos sobre el Terreno del Pentágono y por la Iniciativa de Investigación Minerva, no encontramos protestas parecidas de las asociaciones profesionales de físicos, geógrafos, matemáticos, científicos políticos y otros en Israel sobre las implicaciones profesionales y morales de colaborar con el ejército.
Las raras excepciones confirman la regla, como en el caso de las ineficaces protestas que acompañaron el nombramiento de la Coronel Pnina Sharvit-Baruch para la Facultad de Derecho de la Universidad de Tel Aviv. Los manifestantes aseguraron que su interpretación de la ley durante el ataque israelí contra Gaza permitió actuaciones del ejército que constituyen potenciales crímenes de guerra. Pero el nombramiento se hizo. Se trata de la misma coronel a la que se invitó a participar en el Forum de Política y Derecho Humanitario Internacional organizado en Harvard que motivó el año pasado las protestas de los activistas estadounidenses por los derechos humanos.
La facilidad con la que los académicos se deslizan serpenteando por el ejército, el gobierno -incluso la «administración civil» israelí antes del establecimiento de la Autoridad Palestina- y la academia es muy natural y normal.
De hecho, las negociaciones israelo-palestinas reiniciadas la pasada semana probablemente involucren a académicos-soldado israelíes impregnados de esta colusión militar-académica que lleva décadas aplastando los derechos palestinos.
Podía afirmarse que el servicio de profesores arabistas en el régimen ocupante es algo del pasado. Pero su papel en el gobierno colonial no es el único episodio en la historia de la academia israelí. En realidad, la colaboración de la academia con los servicios de inteligencia y del ejército ha pasado a ocupar un nuevo plano con el establecimiento de instituciones de estudios estratégicos y think tanks y departamentos y estudios sobre seguridad, muchos de los cuales están ubicados o afiliados con universidades.
Por poner un ejemplo, el Instituto para Estudios de Seguridad Nacional, un instituto externo de la Universidad de Tel Aviv, fue decisivo para el desarrollo de la doctrina de la «fuerza desproporcionada» y los ataques contra infraestructuras civiles, basada en las lecciones de la guerra del Líbano y aplicada después de forma mucho más letal en la guerra contra Gaza de 2008-2009. No hace falta decir que esta doctrina representa una grave violación del derecho humanitario internacional. Finalmente, y para los palestinos más cerca de casa, ambos incidentes muestran que cuando los académicos y los intelectuales israelíes lo desean, ellos, e incluso sus instituciones, pueden hablar con una sola voz en defensa de determinados principios.
En Israel, esa voz se ha mantenido en silencio durante las últimas cuatro décadas frente a los repetidos cierres de las universidades palestinas por orden del ejército y frente al encarcelamiento de miles de estudiantes y académicos por resistir la ocupación. Desde Jerusalén a Gaza se aplastaron los centros culturales y las iniciativas palestinas. La discriminación contra los estudiantes palestinos -ciudadanos de Israel- en las universidades israelíes apenas ha merecido la atención de la academia.
No capto presencia alguna de valores universales en todo ello.
Lisa Taraki es socióloga en la Universidad de Birzeit, en Palestina.
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