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Los mineros, esos privilegiados con zapatos de tacón

Fuentes: Rebelión

Estamos hartos de poner los muertos Los mineros, otra vez, han sido «primera línea de sangre y primera línea de valor». Este lunes, como a las dos de la tarde, el tópico de las manecillas del reloj paradas, dejó de ser un eufemismo hermoso y pasó a ser una cruel, y dolorísima, realidad. Seis corazones […]


Estamos hartos de poner los muertos

Los mineros, otra vez, han sido «primera línea de sangre y primera línea de valor». Este lunes, como a las dos de la tarde, el tópico de las manecillas del reloj paradas, dejó de ser un eufemismo hermoso y pasó a ser una cruel, y dolorísima, realidad.

Seis corazones parados, seis vidas truncadas, seis familias rotas. Miles de corazones latiendo, todos a una, «su cólera por los aires».

El lunes, a eso de las dos de la tarde, los mineros volvieron a demostrar que el combustible que hace que la mina funcione es, como siempre ha sido, su solidaridad interna e infinita. Convirtieron en carne, en sangre y carne, el «hoy por ti, mañana por mí».

Sin dudas y sin miedo. Como tiene que ser, como siempre ha sido. Por si alguien dudaba, que alguien dudó, de su profesionalidad (y de su hombría), el lunes 28 de octubre los mismos que siempre han estado en primera línea de barricada se pusieron en esa primera línea de sangre. Suena a poesía rimbombante ¿verdad?, pero es real. Una poesía real, tan real como necesaria.

Dando ejemplo, los mineros vivos lucharon, apostaron y entregaron su vida, por rescatar a sus compañeros atrapados. Atrapados en esa espiral de certidumbres que siempre acompañan a las desgracias. Esas certidumbres mil veces gritadas en la antesala del dolor y silenciadas, con esa destreza subliminal y desalmada que tan bien manejan los despiadados, bajo la amenaza, explícita, del cerrojazo definitivo.

Otra vez, el capitalismo salvaje, con sus prioridades cuantitativas y sus recortes en seguridad, (que no olviden esto nunca los del PP), han segado la vida de unos Compañeros que, bien saben sus familias y amigos, días antes de su muerte aún tuvieron que oír que eran unos privilegiados. Privilegiados porque ganan más de mil euros al mes. Privilegiados porque la silicosis, «parece» no les mata tan jóvenes. Privilegiados porque sus vértebras, sus articulaciones, o sus pulmones, resisten más de los seis u ocho años que tienen diseñado resistas después de dejar el tajo. Privilegiados que pueden entrar en la mina (sic) con zapatos de tacón porque la mina es hoy, eso dicen, poco más o menos que el hall de un hotel de cinco estrellas.

Insultos, ofensas lanzadas por mercenarios del escaño y del micrófono, (y compartidos por pobres e ignorantes envidiosos) que nunca han tenido el valor de bajar a una mina a pasar un día y, mucho menos, a quedarse a ganar el pan. Mercenarios sobre cuya conciencia, si es que tienen, caen estos muertos.

Oídnos. Estamos hartos. Hartos de llorar a nuestros muertos, y de tener que desmontar el tejido de mentiras que sobre nosotros, vosotros, derecha rancia y maléfica, hacéis. Estamos hartos y vamos a empezar a defendernos. Ya no vamos a callar «porque hoy no es el día». No, ya no. No vamos a dejar que vengáis a haceros la foto, sonrisa cínica en ristre, ni os vamos a dejar que, con vuestro verbo embustero y destilado, engañéis a quienes, lejos (y con desconocimiento), os oyen.

Os habéis equivocado de teatro. Os habéis equivocado de lugar, aquí, en la mina, solo actúan los héroes, los honrados y «limpios» trabajadores del carbón, los que no viven de la sangre y el sudor ajeno. Aquí, vosotros, alcaldes, diputados y senadores del PP, siempre seréis recordados como responsables. Responsables por vuestros actos, en forma de leyes, responsables por vuestros embustes y responsables por vuestros silencios.

Yo os maldigo a quienes antepusisteis «el fluido de caja», el dinero, a la seguridad. Yo os maldigo en el nombre de los muertos, de los heridos y de todos los mineros.

Yo, que soy minero de esta misma cuenca, me descubro, me quito el casco, ante los seis Compañeros muertos. Y mantengo este gesto, de respeto y admiración, por los Compañeros del pozo Emilio que, el lunes, a eso de las dos de la tarde, dejaron patente que nuestros mayores, aquellos Mineros de la boina y la lámpara de gasolina, han sido relevados en el tajo por otros Mineros que no desmerecen tal nombre.

Como compañero vuestro, como amigo vuestro, como minero, yo os digo ¡GRACIAS, GRACIAS, MINEROS!

«In memoriam de: José Luis Arias, Roberto Álvarez, Antonio Blanco, Orlando González, Manuel Moure y Carlos Pérez».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.