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Los negocios del general Halutz y su guerra en Líbano

Fuentes: La Jornada

Ahora entendemos los motivos subyacentes del conflicto de EU e Israel en Líbano: experimentar la futura guerra contra Irán y concretar jugosas ganancias sobre los cadáveres de poblaciones consideradas teológica y racialmente «desechables» La mejor prueba de que Estados Unidos (EU) e Israel tenían preparada su guerra en Líbano (ver Bajo la Lupa, 16-08-06), la […]

Ahora entendemos los motivos subyacentes del conflicto de EU e Israel en Líbano: experimentar la futura guerra contra Irán y concretar jugosas ganancias sobre los cadáveres de poblaciones consideradas teológica y racialmente «desechables»

La mejor prueba de que Estados Unidos (EU) e Israel tenían preparada su guerra en Líbano (ver Bajo la Lupa, 16-08-06), la aportaron las transacciones bursátiles del general Dan Halutz, jefe de estado mayor, quien ordenó la venta de su portafolio de inversiones tres horas después del secuestro de dos soldados hebreos por Hezbollah (Maariv, 12-08-06). ¡Qué omnisciencia!

Desde una perspectiva humanista occidental, lejos de las transacciones de los Shylocks modernos, ya nos había perturbado (como al resto de los europeos, más civilizados que los primitivos estadunidenses) la «desproporción» de la «doctrina Halutz» en Líbano (el máximo de represalia ante la mínima provocación: ver Bajo la Lupa, 23-07-06).

Ahora entendemos los motivos subyacentes del conflicto de EU e Israel en Líbano: experimentar la futura guerra contra Irán y concretar jugosas ganancias sobre los cadáveres de poblaciones consideradas teológica y racialmente «desechables».

También asimilamos mejor las razones por las cuales el general Halutz fue internado dos veces en un hospital durante su fracasado intento de erradicar a la guerrilla chiíta del Hezbollah.

El «escándalo Halutz» sacudió a la estupefacta opinión pública de Israel, que contempla en forma perpleja la decadencia de su otrora legendario e invencible ejército.

De Defensa (17-08-06), centro de pensamiento estratégico europeo, aduce que la americanización del ejército israelí le ha ocasionado serios problemas, entre los que destaca su excesiva tecnificación aérea en detrimento del ejército terrestre. El general Halutz, anterior jefe de la fuerza aérea, exhibe dos pecados capitales: su «arrogancia» y «su sobrestimación del poderío de la aviación».

Muy lúcido, el general Uri Saguy, ex director del espionaje militar israelí quien había externado con antelación su escepticismo frente a la operación contra Hezbollah, invoca en forma sensata la necesidad de un acuerdo político regional: «quienes tienen una visión binaria (sic) y dividen el mundo entre buenos y malos, solamente saben sembrar la guerra y la desestabilización en la región. En el Medio Oriente las guerras se realizan en tierra», no en los cielos (Le Monde, 17-08-06), en franca alusión a las doctrinas maniqueas y a los espejismos militares de los «cristianos sionistas».

Antes del Armagedón, que proclaman ocurrirá en forma inevitable, los neoconservadores straussianos-jabotinskianos y sus aliados televangelistas bautistas sureños y texanos (cuya mezcla teratológica se conoce como «cristianos sionistas») realizan espléndidos negocios bursátiles. A esta pléyade de apocalípticos confesos le fascinan los bienes materiales terrenales que lubrican mediante sus prédicas espirituales maniqueas en las que se han autonombrado nuevos profetas del «bien» frente al «mal» generalizado: alucinación que aplican óptimamente en las regiones pletóricas de petróleo, gas, agua y uranio.

Los escándalos sexuales y pecuniarios de los televangelistas bautistas sureños y texanos han hecho correr mucha tinta (y mucha risa), al unísono de las transacciones escatológicas (en el doble sentido de la palabra) de sus hoy aliados, los neoconservadores israelíes-estadunidenses: desde las suculentas comisiones por venta de armas (v. gr. Richard Norman Perle) hasta las operaciones putrefactas de trueque de armas por cocaína que develó el Irán-contras (v. gr. Elliot Abrams).

Las guerras hacen ricos a unos cuantos y empobrece a la mayoría de la humanidad y, quizá, nada defina mejor la filosofía terrenal y reptil de los neoconservadores straussianos-jabotinskianos que su «Irán-contras«.

El «escándalo Halutz» no es la excepción ni la decepción de los gobernantes israelíes, quienes adoptaron el neoliberalismo global. En la coyuntura desgarradora sobre el destino de Israel, se ventilan otros escándalos del primer ministro Ehud Olmert y su esposa sobre adquisiciones inmobiliarias (The Daily Telegraph, 18-08-06), además del acoso sexual del ministro de Justicia (¡super-sic!) Haim Ramon, quien será juzgado por «indecencia» (Haaretz 19-08-06).

Tampoco se salvan sus «generales» del escarnio. El general Ariel Scheinermann (alias «Sharon»), hoy en estado de coma, y su hijo Gilad fueron sobornados para la compra de una isla griega por el hipercorrupto empresario de extrema derecha David Appel (Haaretz, 21-01-04), quien también lubricó las valijas del premier Olmert. Omri, otro hijo del general «Sharon», es un criminal convicto.

El general Ehud Barak, anterior primer ministro, prefirió renunciar a su escaño camaral para convertirse en próspero «consejero» de hedge funds (fondos de cobertura de riesgos), en asociación con billonarios israelíes, los Steinhardt y los Bronfman.

Los explosivos portales Wayne Madsen Report (14-01-06 y 2-02-06) y Tom Flocco.com (5-05-06) -incluso The China Daily (11 y 13-07-06)-, abundan sobre los vínculos del cabildero mafioso Jack Abramoff con el defenestrado ex líder de la bancada camaral del Partido Republicano, el texano y «cristiano sionista» Tom De Lay, así como con el ex primer ministro jabotinskiano Bibi Netanyahu, líder del partido Likud. Sobre las hazañas delictivas de Abramoff, vinculado a una secta apocalíptica israelí, se puede escribir una enciclopedia del crimen organizado.

La hipercorrupción neoliberal ha desfondado las estructuras bursatilizadas de los ejércitos israelíes-anglosajones (aburguesados en su cúpula y pauperizados en su base) que no pueden lidiar con la «guerra asimétrica» (la «Guerra de la Cuarta Generación» de William Lind) de guerrilleros con mística espiritual dispuestos a ofrendar sus vidas para salvar su patria y que prefieren la muerte frente a la peor perspectiva de vivir bajo el oprobio esclavizante.

No es asunto de tecnología, como pretenden tergiversar los teóricos de la «Revolución en Asuntos Militares» (v.gr. la «guerra Nintendo» desde los cielos, y robots teledirigidos con un mínimo de infantería) que experimenta en forma poco exitosa en Irak y Afganistán el Pentágono, que dirige Donald Rumsfeld, sino de una profunda confrontación filosófica de los soldados neoliberales ultramaterialistas, quienes no desean morir para poder lucrar con sus acciones bursátiles, frente a guerrilleros rupestres con misticismo espiritual, quienes no tienen nada más que perder después de haber sido despojados de sus bienes soberanos y materiales.

Tampoco hay que asombrarse de tanta putrefacción bursátil, consustancial al capitalismo salvaje de la banca israelí-anglosajona -descrito desde 1714 por Bernard de Mandeville en La fábula de las abejas: vicios privados, virtudes públicas, 62 años antes que La riqueza de la naciones, del esotérico Adam Smith y su «mano invisible» ya muy vista desde el Génesis-, de no ser la perturbación y perplejidad que provocan sus predicadores neoliberales desde su patente inmoralidad, cuya quintaesencia la condensan los «cristianos sionistas», quienes pretenden moralizar el mundo entero para «cambiar los regímenes políticos»: con el fin maligno de capturar las riquezas y los recursos naturales ajenos.