Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
El 24 de febrero, el parlamento de Israel, la Knesset, aprobó una controvertida ley que tiene por objeto des-arabizar a los cristianos palestinos. La nueva ley los identifica como grupo minoritario no árabe.
La iniciativa la encabeza el parlamentario de extrema derecha de la Knesset Yariv Levin, del partido Likud en el gobierno. Algunos consideran que sólo se trata de una pequeña acción simbólica pero Baladna, Asociación de Jóvenes Árabes, y la sociedad civil palestina en general, consideran que esta iniciativa está asociada a un proceso mucho más profundo y sistemático de «divide y vencerás», así como a los intentos para destruir la identidad palestina entre los ciudadanos árabes palestinos de Israel.
En una entrevista reciente, Levin exponía la diferencia que él percibe entre «cristianos» y «árabes musulmanes». Negándose a reconocer a los cristianos como árabes, afirmaba: «hemos de ser cuidadosos en no llamarlos árabes porque no son».
Describe a los cristianos como los «aliados naturales» de Israel y «un contrapeso a los musulmanes que quieren destruir el país desde dentro».
Levin se ha referido a diferencias genéticas e ideológicas inexistentes entre cristianos y musulmanes con el fin de imponer identidades sectarias sobre la identidad palestina. Las nuevas medidas legislativas vienen a sumarse al reciente reclutamiento acelerado de cristianos para que hagan el servicio militar y civil.
Política de fragmentación
La legislación forma parte de una política más amplia destinada a fragmentar la identidad palestina. Levin, apoyado por el partido Likud en el gobierno, aboga por la aprobación de varias leyes y reglamentos que tienen como objetivo diferenciar legalmente a los cristianos palestinos. Los drusos estuvieron sometidos a intentos similares para separarlos del resto de la comunidad palestina en los años 1950 y 1960. Los drusos son árabes auténticos de la región. Han formado parte de la estructura social de la Gran Siria (Palestina, Líbano, Jordania y Siria) desde el siglo X, cuando se fundó la religión drusa en Egipto. Como la mayoría de las comunidades palestinas, dependían tradicionalmente sobre todo de la agricultura, y la comunidad se vio gravemente afectada por las confiscaciones de tierras a raíz de la fundación de Israel en 1948. La confiscación de tierras limitó las opciones disponibles para mantener su medio de vida por lo que la dirección drusa fomentó su asimilación en el nuevo Estado. La «integración» en Israel no se decidió en la comunidad de manera unánime, como sugiere la narrativa sionista. Más bien, fue decisión de un reducido número de líderes drusos. A pesar de las protestas que se llevaron a cabo en muchos pueblos, los drusos fueron reclutados por el ejército israelí en 1956 y fueron animados a ser militares de carrera y funcionarios.
En 1957, fueron reconocidos como minoría étnica específica y se desarrolló para ellos un sistema de enseñanza individualizado y un plan de estudios específico en el que se perpetúa la identidad drusa como nación separada y no sólo como religión. Ello resulta lógico tratándose de un Estado que considera su propia religión como la nación. Pero es necesario insistir en que se trata de un concepto que es ajeno a Oriente Próximo.
El Estado-nación basado en la identidad se forjó en Europa. Antes de la caída del Imperio Otomano, la identidad en Oriente Próximo se fundaba en una larga historia de cooperación interreligiosa en Damasco, Bagdad y Jerusalén, por citar unos cuantos lugares.
Anexión, no integración
En estos últimos años, hemos sido testigos del aumento de la resistencia drusa al servicio militar; Israel ha puesto su atención en seguir el mismo proceso de anexión con los cristianos.
Muchos artículos recientes afirman erróneamente que los cristianos desean integrarse en la sociedad israelí. Aquí me gustaría hacer hincapié en lo que quiero decir con «anexión» y no «integración». Estas leyes separan la identidad cristiana de la identidad palestina afirmando que son diferentes. La plena integración en Israel para los no-judíos es imposible. Es posible que algunas personas obtengan compensaciones materiales a corto plazo derivadas de la captación pero ello nunca se traducirá en integración.
Por ejemplo: en noviembre de 2013, a varios soldados drusos (procedentes de una comunidad que viene haciendo el servicio obligatorio en el ejército israelí desde hace más de cincuenta años) se les prohibió el acceso al reactor nuclear de Dimona, por no ser judíos. Eso no es igualdad de ciudadanía. No es integración.
En los últimos dos años, los cristianos han sido objetos de una campaña intensiva para su reclutamiento en las fuerzas armadas mediante incentivos como dinero y promesas de programas de bienestar social, como la educación y el empleo. La legislación aprobada recientemente por la Knesset por 31 votos a favor y 6 en contra, distingue explícitamente entre cristianos y musulmanes como grupos separados.
La ley amplía el Consejo Asesor Público, integrado por grupos de representación que promueven los derechos de los trabajadores, de cinco a diez miembros. El consejo incluirá a partir de ahora representantes cristianos, musulmanes, drusos y circasianos a pesar de que todos los árabes sufren las mismas dificultades y la misma discriminación en el mercado laboral.
La organización Baladna forma parte de una coalición de grupos -incluidos algunos partidos políticos- que se opone a esta legislación.
Crímenes atroces
Muchos de los palestinos de 1948 (ciudadanos palestinos de Israel) entendemos que nuestra lucha radica en preservar nuestra identidad palestina. Desgraciadamente, al igual que en los países vecinos, la comunidad palestina no ha sido inmune al fenómeno del sectarismo. Lo que provoca el sectarismo en realidad son las políticas de «divide y vencerás» de un Estado que se niega a reconocernos como una única minoría palestina, que evita la intervención policial en casos de violencia contra los árabes, y que constantemente nos discrimina de muchas otras formas.
Formar parte en un ejército que comete crímenes atroces contra nuestra propia gente en Gaza, Cisjordania y en el interior de Israel, no va a mejorar las circunstancias de los palestinos. La participación en el aparato militar quiebra nuestra identidad y contribuye a un sistema inmoral que viola los derechos de nuestro pueblo.
La participación ni siquiera beneficiará de manera significativa la vida de las personas que decidan servir en el ejército. Sí, puede que haya incentivos atractivos, pero no otorgan derechos de plena ciudadanía plena. Las recompensas serán temporales y de corta duración pero las repercusiones serán devastadoras para la sociedad palestina en su conjunto. Ya hemos perdido nuestras casas y nuestras tierras; es imprescindible que mantengamos nuestra identidad palestina.
Afortunadamente, no estamos solos en nuestra posición. Muy pocos individuos apoyan la llamada «integración cristiana», y quienes lo hacen meten mucho ruido y están recibiendo el apoyo del gobierno y de los servicios de seguridad. Desde luego, no representan a la comunidad cristiana palestina.
Todos los palestinos quieren la plena realización de sus derechos. Pero este sistema por el que se pueden alcanzar algunos derechos de manera marginal si se hace el servicio militar y si se acepta la identidad sectaria no fructificará jamás en plenos derechos para ninguno de nosotros.
Nadim Nashif es director de Baladna, Asociación de la Juventud Árabe.