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Los palestinos han sido abandonados por sus dirigentes

Fuentes: Foreing Policy

Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

Tanto Israel como la Autoridad Palestina están destruyendo la democracia. Solo una nueva generación puede traer un cambio real.

Cuando la administración Trump decidió trasladar la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, punto de inflexión crucial en la lucha del pueblo palestino por la libertad, la dirección de la Autoridad Palestina fue incapaz de reaccionar de forma contundente. Tampoco consiguió evitar el asesinato de civiles en Gaza y, en contraste, mantuvo su política de castigo contra los 2 millones de palestinos que viven sitiados en la Franja, reteniendo incluso los salarios de los funcionarios públicos.

Tras 22 años de espera desde su último encuentro, el Consejo Nacional Palestino se reunió recientemente en Ramala para elegir al comité ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y a su presidente. La reunión de cuatro días que tuvo lugar entre el 30 de abril y el 3 de mayo fue un doloroso recordatorio de cómo los líderes palestinos siguen deteriorando la democracia palestina.

La reunión culminó con el anuncio de un nuevo liderazgo palestino cimentado en el clientelismo y en la mezquina política de facciones. Las denominadas elecciones excluyeron el componente más decisivo de todo sistema político que funcione: a la gente, a la que descartaron, marginaron y silenciaron en una muestra obscena de cómo sigue aumentando la desconexión entre las élites políticas y aquellos a quienes gobiernan. Aunque el fenómeno no es nuevo, el grado de arrogancia del liderazgo fue pasmoso.

Además de la ocupación militar israelí de su territorio, los palestinos tienen que padecer la ausencia de un liderazgo legítimo y la falta de estructuras políticas inclusivas que rindan cuentas y practiquen un gobierno democrático, eficaz y transparente. Todo esto son obstáculos que dificultan a los palestinos hacer frente a las múltiples esferas de opresión y represión que encaran. Revertir este triste estado de cosas es un objetivo imposible con el actual sistema político palestino. Pero es un requisito previo para que las próximas generaciones palestinas puedan tener perspectivas más esperanzadoras.

Si aspira a reinventar el sistema político actual, el pueblo palestino y una nueva generación de dirigentes deben denunciar cómo las élites políticas actuales siguen dividiendo, despojando de poder y marginando a la población. Este proceso de reinvención va más allá de disolver la AP, el binomio Fatah/Hamas y los marcos dictados hace 25 años por los Acuerdos de Oslo. Exigirá mayor representación política, un enfoque más inclusivo en la planificación nacional, e imaginación para superar las ideas anticuadas y la ciega visión del mundo que domina hoy en día el pensamiento político del liderazgo palestino.

La actual dirección palestina no tiene ni voluntad ni interés en resolver las reclamaciones del pueblo porque amenazan al gobierno de la AP en Cisjordania -y al de Hamas en Gaza. Por eso persiste en su deriva autoritaria para suprimir cualquier voz que ponga en juego su legitimidad o que se oponga a su monopolio sobre la gobernanza.

Durante la última década muchas organizaciones locales e internacionales de derechos humanos han documentado el uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad palestinas para reprimir a quien protesta. También, en respuesta al activismo político en las calles o en las redes sociales, se han producido detenciones de carácter político, se ha limitado la libertad de expresión y la participación y movilización políticas, y se ha implantado la vigilancia y practicado actos de tortura y graves violaciones de los derechos humanos.

Es en este contexto en el que deben entenderse las últimas manifestaciones en la frontera de Gaza y los enfrentamientos del verano de 2017 en Jerusalén. La frustración por el status quo, la falta de perspectivas de futuro y las condiciones de vida extremas son la causa de la confrontación ante la valla militar de la Franja de Gaza; las explícitas políticas israelíes de colonización destinadas a aumentar la población judía en Jerusalén Oriental son las que desencadenan enfrentamientos, y la represión de Israel y de la AP, las que provocan la resistencia en Cisjordania. La acción colectiva palestina hoy en día es una expresión de resistencia a la violencia del ocupante israelí pero también a la dirección palestina.

Por lo tanto, no es sorprendente que aumentara la tensión tras la reunión de la OLP del 30 de abril. Aunque muchos palestinos siguen idealizando a la OLP como la «única representante legítima del pueblo palestino» por su papel histórico al llevar la lucha palestina a la escena internacional, los palestinos también pudieron ver cómo un joven de Gaza afirmaba en directo en televisión «hasta qué punto esta organización y sus instituciones están podridas». Y añadía: «Cuando se diluye la última esperanza… uno lidera un levantamiento para que se le escuche, para se le vea, para que se le reconozca».

La generación más joven ha reaccionado a la frustración organizándose y movilizándose. Como insistía otro joven activista de Gaza, «lo vimos en el verano de 2017 en Jerusalén y lo vemos ahora en Gaza. Aunque estos ciclos de confrontación no duren… solo la gente, y no el liderazgo político, cambiará los desequilibrios de poder entre colonizadores y colonizados».

Otra joven activista de Gaza argumentaba airadamente: «Somos nosotros, el pueblo, la generación futura, los y las jóvenes, y no Hamas, los que protestamos». La lucha, en su opinión, es «la resistencia popular contra todas las formas de control y dominación, ya sea palestina, israelí, egipcia o cualquier otra… Ya está bien del modelo vertical que solo crea dictadores y elites VIP que nos perjudican».

Está claro que hay un nuevo punto de entrada para quienes se están formando como líderes: el activismo local que emana de las bases y genera líderes arraigados a sus círculos sociales y a las luchas cotidianas de la gente y no a una elite distante y apartada en sus lujosas oficinas de Ramala.

Las protestas de Gaza son el producto de la indignación popular. Israel ha intentado tergiversar la participación de Hamas en las manifestaciones fronterizas para criminalizar y desacreditar las protestas. Aunque Hamas no ha organizado la marcha, está directa e indirectamente involucrado porque es uno de los principales actores que gobiernan Gaza. Es imprescindible reconocer que Hamas forma parte integral de la escena política palestina independientemente del daño que cause (al igual que Fatah) a la búsqueda palestina de su libertad e independientemente de sus estrategias, posiciones o principios ideológicos. Hamas simplemente ha hecho lo que haría cualquier otro partido político: instrumentalizar estas protestas con fines políticos.

Las marchas de Gaza tienen que ver fundamentalmente con los derechos innegables y reconocidos internacionalmente del pueblo palestino en su conjunto. Además de Hamas son muchos los actores políticos que han participado en esta movilización, lo que demuestra que existe una nueva generación de dirigentes ajenos a las facciones, una lección que Fatah y Hamas harían bien en aprender.

Aunque las marchas hayan tenido punto y final algo ha aprendido la comunidad internacional: que hay que tomarse en serio las reclamaciones palestinas. Y no solo por la trágica cifra de muertos sino también porque, como saben los actores internacionales, un movimiento social palestino emergido desde la base puede desestabilizar y amenazar el status quo con el que la mayoría de ellos están satisfechos.

Si gana influencia una nueva generación de líderes palestinos tendrá que ser para algo más que criticar y maldecir el status quo. Deben ser resolutivos, concebir un futuro definido y ser eficaces para alcanzarlo mediante acciones concretas y factibles. Cambiar la política exige hacer política, como cambiar las reglas del juego existentes exige jugar.

Será un proceso complejo y confuso pero los futuros líderes palestinos solo alcanzarán visibilidad si forman nuevos grupos políticos, si integran listas encabezadas por jóvenes para las elecciones, si imponen una cultura de rendición de cuentas y si crean un gobierno paralelo liderado por jóvenes y comprometido en un debate nacional sobre cuáles son las prioridades del pueblo palestino.

«Tienes algo en este mundo, así que defiéndelo», dijo una vez el escritor y activista político palestino Ghassan Kanafani, asesinado por los servicios de inteligencia israelí del Mossad. Eso es precisamente lo que están haciendo los palestinos de Gaza, Haifa, Jerusalén y de otros lugares: defender la justicia, la libertad, la dignidad y la autodeterminación como valores fundamentales. A las fuerzas que luchan contra estos valores -a menudo bajo el pretexto de la seguridad- debemos exigirles que rindan cuentas hasta que apoyen la paz y la justicia. Solo entonces podremos hablar de un futuro palestino próspero y pacífico.

* Alaa Tartir, asesor de programas en Al Shabaka – The Palestinian Policy Network, es investigador asociado en el Centro de Conflicto, Desarrollo y Consolidación de la Paz en Ginebra, y profesor visitante en la Escuela de Asuntos Internacionales de París, Sciences Po.

Fuente: https://foreignpolicy.com/2018/05/24/palestinians-have-been-abandoned-by-their-leaders/