1. El apoyo a la resistencia palestina: hoy como en 1947. Lo primero que se me ocurre al conocer la pregunta que me formula Hoja de Ruta : «¿Qué significa hoy actuar políticamente para los palestinos?», es que la respuesta es la misma de hace 40 años (1967) y de hace 60 (1947): apoyar a […]
1. El apoyo a la resistencia palestina: hoy como en 1947.
Lo primero que se me ocurre al conocer la pregunta que me formula Hoja de Ruta : «¿Qué significa hoy actuar políticamente para los palestinos?», es que la respuesta es la misma de hace 40 años (1967) y de hace 60 (1947): apoyar a la resistencia palestina, que es lo mismo que decir luchar contra el proyecto sionista. Esto es así porque el problema sigue siendo el mismo que era hace 60 años y más: existe una empresa colonialista de tal envergadura que amenaza la existencia de los palestinos como pueblo.
En realidad es más que colonialista, es la máxima expresión del expolio y el racismo, porque la materialización del proyecto, Israel, no solamente se apropia de la tierra palestina, sino que también la destina al disfrute exclusivo de los judíos de todo el mundo que deseen trasladarse a vivir en ella. Por tanto, resulta inevitable la exclusión total de los palestinos, es decir, la gran mayoría de sus habitantes originales.
Esto se consigue desde 1947 mediante la violencia extrema: expulsión del territorio del mayor número posible de personas y represión de las que se quedan y resisten. En la actualidad continúa imparable con la amenaza cierta de seguir en el porvenir hasta la consecución de sus mencionados objetivos.
Por ser archiconocido no se trata ahora de detenerse en el genocidio de los palestinos que los líderes de Israel planificaron hace mucho tiempo y que llevan a cabo de forma ralentizada pero sin descanso. Un proyecto que se basa en el establecimiento de un Estado supuestamente para proteger a los judíos de todo el mundo, se está construyendo mediante el sacrificio de millones de personas -los palestinos- cuyo único delito consiste haber nacido en Palestina, la tierra que habitan desde tiempo inmemorial y que codician los sionistas desde comienzos del siglo XX.
Se trata, por tanto, de reflexionar sobre la respuesta apropiada al sionismo en el momento actual. La causa palestina existe en la medida en que los palestinos son víctimas del sionismo, como los iraquíes del imperialismo, ambos del todo contrarios a los derechos humanos, la paz internacional y los derechos de los pueblos. Ser pro palestino (o pro iraquí) no consiste en considerar al pueblo palestino como superior a cualquier otro, menos aún ser pro musulmán y por supuesto ser antisemita, independientemente de que se ha pervertido el significado de este término.
Precisamente al contrario, por considerar que todos los pueblos han de vivir en paz en su tierra y disfrutar de todos los derechos reconocidos internacionalmente, hay que ponerse de lado de los pueblos a los que se les niega esto y consecuentemente luchar contra los causantes de esta violación.
Como el papel de los que se solidarizan con la causa palestina no ofrece dudas, entiendo que la pregunta se dirige a explorar las estrategias que hay que emplear hoy para apoyarla. La causa palestina es la misma que en 1947, pero las circunstancias actuales no. Éstas no alteran la postura moral del que se enfrenta al problema palestino, pero sí el tipo de acción política que se ha de llevar a cabo. Son varios los ámbitos en los que cabe dar respuesta a esa pregunta: el declive de la causa palestina, la situación interna en Palestina, los cambios sociales y demográficos en Israel, el auge de la resistencia árabe e islámica y la situación internacional, aunque aquí se va a tratar exclusivamente de los dos primeros.
2. El declive de la causa palestina.
A grandes rasgos, cuando se han cumplido 40 años de la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, es decir, lo que quedaba de la Palestina histórica que no había pasado a ser Israel, a 14 años de los Acuerdos de Washington entre aquél y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), acabada la primera Intifada y agotada la segunda, la situación palestina es ciertamente acuciante: bloqueo israelí e internacional contra los palestinos, disminución constante de sus tierras, aumento de la inseguridad, la pobreza y el sufrimiento, divisiones internas, etc.
Ahora bien, ¿es la situación hoy peor que en épocas anteriores? Ser observador de un hecho histórico cuando se es al tiempo participante del mismo en alguna medida, hace que no sea tarea fácil juzgar la situación. Quizás no tiene mucho interés realizar esa comparación con el pasado, por ello es más acertado pensar que hay un ambiente generalizado de decaimiento y confusión entre el grupo pro palestino.
Podría decirse que la causa palestina se mantiene hoy como cuando comenzó, lo que ha cambiado sobre todo es su percepción por parte de algunos de sus partidarios y la respuesta que ofrecen, aunque también la posición de algunos palestinos ha variado, lo que se verá más adelante.
Para las personas no comprometidas políticamente, la gran mayoría, el problema palestino, aunque notorio, es lejano y casi por definición irresoluble, ya que lo ven como parte del ‘paisaje’ político de sus vidas. Es algo chocante que a pesar de esta dejadez las consecuencias del conflicto afectan a muchos millones de personas más de las que están directamente implicadas, aunque esto es una cuestión ajena a la que nos ocupa ahora.
En cuanto a las comprometidas políticamente, se usarán aquí los términos habituales por razón de economía sin entrar a discutir su vaguedad: izquierda y derecha. Descartada la derecha por razones obvias, se puede distinguir en la izquierda entre los gobiernos por un lado y los simpatizantes por otro. De los primeros poco hace falta decir pues la política de los gobiernos de izquierda, centro-izquierda, demócratas, social-demócratas y asimilados, es pro israelí. Lo es decididamente así en el caso de la Unión Europea (Acuerdo preferencial, maniobras militares conjuntas, intercambios militares y de inteligencia, etc.) y Estados Unidos (aunque actualmente el gobierno está en manos de los republicanos, los demócratas en el poder no difieren apenas de éstos).
Lo importante es darse cuenta de la distancia sideral entre palabras y obras, ya que los políticos de izquierdas se ven obligados a envolver sus acciones pro israelíes con declaraciones en apariencia a favor de la paz y en consonancia con la legalidad internacional. Como esto es tarea imposible al ser ésta tajante en el derecho al retorno de los refugiados y en la retirada de los territorios ocupados, entre otras cuestiones, la mayor parte de las veces ningunean la ley o pasan rápidamente a otro asunto: la gobernabilidad en Palestina, la ‘violencia’ palestina y la ‘seguridad’ de Israel entre otros.
La acción política correspondiente no ofrece dudas: denunciar la política pro israelí de los gobiernos y partidos que apoyan a Israel y no secundarla ni aceptarla en ningún caso. No cabe duda de que en lo que se refiere a la causa palestina, sus partidarios se ven obligados hoy a decidir entre ésta y los gobiernos de izquierda que apoyan al sionismo.
Luego está la cuestión de las relaciones entre la izquierda y el Islam político. No son pocos los izquierdistas que se encuentran incómodos -por usar un eufemismo- en cuanto se ven cerca de los barbudos. La supuesta incompatibilidad entre la izquierda y el islamismo es uno de los argumentos preferidos de la izquierda ‘oficial’ para camuflar sus políticas pro sionistas, pero aquí interesa el efecto que produce en los simpatizantes de la izquierda.
Poner de manifiesto lo soez del argumento de la incompatibilidad, cuando Hamas ha ganado amplia y limpiamente las elecciones en los Territorios Ocupados y demanda desde entonces insistentemente el diálogo nacional, es perder el tiempo, por no mencionar que no son los izquierdistas occidentales quienes han de elegir a los representantes de los palestinos, lo cual dice algo del arraigado sentido de superioridad de aquéllos.
Más bien toca a los partidarios de la causa palestina reflexionar acerca de las acciones absolutamente antidemocráticas -más bien de alta traición, pero esto es algo sobre lo que corresponde pronunciarse a los palestinos- realizadas por dirigentes de Fatah y otros elementos asociados, para luego decidir en consecuencia con qué palestinos han de trabajar a favor de la lucha palestina.
Puede decirse que el apoyo internacional a la causa palestina no pasa por sus mejores momentos. No es algo de lo que quepa alegrarse, obviamente, pero no hay que olvidar que la causa no pierde legitimidad alguna por ello. La acción política ha de responder a las nuevas circunstancias y no todas son malas. Basta con pensar en el fracaso de los partidarios de los Acuerdos de Washington ¿Acaso habría que empeñarse, como nos quieren hacer creer esos pro-sionistas, en ‘volver’ a esos acuerdos, cuando hace ya 20 años que Hamas manifestó por escrito que «las conversaciones de paz son un juego de niños»? ¿Por qué no admiten los izquierdistas que los palestinos han retirado su apoyo a Fatah por su fracaso político y su corrupción en la gestión política?
3. La división interna palestina.
A la creciente represión israelí, el progresivo aislamiento internacional y el consiguiente empeoramiento en las condiciones de vida de los palestinos, hay que sumar las disensiones provocadas por un grupo de palestinos pertenecientes a Fatah durante el último año, a partir del triunfo de Hamas en las elecciones de 2006, que han desembocado en enfrentamientos armados en la franja de Gaza.
La principal causa de estos enfrentamientos está en la inhumana política de Israel y sus aliados contra los palestinos y no solamente contra Hamas, como la propaganda sobre la guerra internacional contra el ‘terrorismo islamista’ quiere hacer ver en Occidente. Su propósito en Palestina, como el de cualquier otra potencia colonial en su zona de influencia, es el de dominar a la población mediante la división de ésta. Así intentan que los corruptos pongan sus intereses particulares por encima del bien común.
Los colaboradores y los traidores, que hacen mucho daño, no son un elemento nuevo en la política palestina ni en ninguna otra lucha de liberación nacional. En los últimos meses se ha producido un deterioro de la misma que ha tenido un efecto perverso en los simpatizantes de la causa palestina. El argumento más flojo aunque más extendido se expresa de la siguiente manera: si los palestinos se matan entre ellos y no son capaces de unirse en un frente común ¿cómo esperan que los demás les apoyemos?
Ocurre que en lugar de incrementarse la denuncia contra la política de Israel y multiplicarse el apoyo a los palestinos cuando más lo necesitan, se paralizan las acciones y se deja de mostrar interés por lo que ocurre en Palestina. Por una parte muchos están confundidos sobre los sucesos que tienen lugar allí, una confusión hábilmente fomentada por los medios de comunicación. Por otra domina la pereza política que caracteriza a los adormecidos ciudadanos de la sociedad de consumo occidental, que parecen desconocer el riesgo de esta actitud para la paz mundial. Esta situación deja a los palestinos aún más indefensos ante el sionismo. Sin apenas testigos en los Territorios Ocupados, con la información dominante en sus manos o de su parte, sólo falta que los solidarios con la causa palestina se retiren del escenario para que el proyecto sionista avance cada vez más rápida y eficazmente.
Por otro lado están los que han tomado partido por el presidente palestino y sus seguidores. Que alguien que se considera solidario con la causa palestina tome partido por este grupo, se explica solamente por la influencia de los medios de comunicación y la aversión de la izquierda oficial por el Islam político.
4. Conclusión.
La acción política pertinente en la actualidad consiste en confirmar la primacía de la lucha de liberación nacional sobre todo lo demás -diálogos entre las partes, procesos de paz, enviados especiales del Cuarteto y de Naciones Unidas, etc.- y apoyarla en consonancia con la resistencia palestina y el gobierno elegido democráticamente.
Las preguntas relevantes previas a la acción política son: ¿Quién está hoy al frente de la resistencia? ¿Quién ha renunciado a cambio de nada a la resistencia ante un enemigo muy superior que no da tregua? ¿Quién trabaja por la causa dentro y fuera de Palestina? ¿Quién se beneficia del diálogo con el ocupante y quién sufre y resiste la ocupación? ¿Qué han conseguido las negociaciones y el ‘proceso de paz’? ¿Qué puede esperar un pueblo en su lucha de liberación nacional si sus líderes son corruptos y están arropados por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea , principales apoyos de la ocupación? La respuesta indica a quién hay que apoyar para contribuir al triunfo de la causa palestina y a quién hay que denunciar y desestimar por ser contrario a la causa.
Lo demás es hacer el juego al sionismo, tanto si se presenta con su traje de Likud como de Laborismo. También es ser cómplice en el ‘timo de la izquierda’ en Occidente respecto del problema palestino. No por casualidad el Partido Laborista es miembro de la Internacional Socialista , entre cuyos principios, aunque no en sus acciones políticas, destacan «la paz, el desarme, la solidaridad, la justicia, la democracia y los derechos humanos.» (http://www.socialistinternational.org/4Principles/dofpspa.html)
Antes de pedir a los palestinos una posición unificada sobre su lucha contra la ocupación, convendría que los izquierdistas occidentales hiciesen público si van a seguir proporcionándoles principios éticos y nada más como hacen sus gobiernos, o si van a apoyar con sus medios a la resistencia. Con la decisión errónea los palestinos pierden todo, los izquierdistas la vergüenza.
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