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El discurso de El Cairo

Los planes de Obama: Sobre trampas, laberintos y encrucijadas

Fuentes: Revista: En Defensa del Marxismo

La visita de Netanyahu a la Casa Blanca puso al descubierto las tensiones que existen entre la nueva administración y los líderes sionistas. Obama quiere pasar página y superar el callejón sin salida en el que se ha empantanado la política imperialista. Para eso necesita convencer a sus socios israelíes, para que limiten sus aspiraciones […]

La visita de Netanyahu a la Casa Blanca puso al descubierto las tensiones que existen entre la nueva administración y los líderes sionistas. Obama quiere pasar página y superar el callejón sin salida en el que se ha empantanado la política imperialista. Para eso necesita convencer a sus socios israelíes, para que limiten sus aspiraciones y permitan un pseudoestado palestino, que ayude a aislar y neutralizar a un Irán hostil a los intereses israelíes y norteamericanos.

Obama: La trampa de los dos estados.

La fórmula de los dos estados es la manzana envenenada que ofrece el nuevo rostro del imperialismo. Tal como defendíamos en la revista de «EDM» anterior, la existencia de los dos estados es inviable. El sionista porque su razón de ser es su expansión a toda la Palestina histórica, y para eso tiene que llevar hasta sus últimas consecuencias la limpieza étnica. Y el palestino, porque lo que Obama les reserva, no es más que un remedo de estado, un espacio discontinuo plagado de bantustanes, regido por los carceleros de la Autoridad Palestina y «protegido» por Israel y las potencias imperiales.

La propuesta está destinada a desarmar la resistencia palestina. Cuando Hillary Clinton visitó recientemente Israel, no utilizó una sola palabra de condena contra las colonias en Cisjordania, ni un comentario sobre el genocidio de Gaza, ni una mención sobre el uso de armas prohibidas contra la población. En cambio sí que atacó el contrabando de armas que abastece a la «terrorista» Hamas. Había que dejar claro que los cambios que propugnan no van contra los intereses de Israel. Los objetivos son los mismos, lo único que cambia es la táctica. A cambio de su autolimitación, Obama quiere ofrecerle a Israel la posibilidad de una paz permanente y la normalización de sus relaciones con el resto de los gobiernos de la región.

Obama, que apoya incondicionalmente a la Autoridad Palestina de Abbás y Fallad1, es consciente de la extrema debilidad política de sus socios. Demasiadas veces serviles y complacientes con Israel, necesitan una bocanada de aire fresco que les permita reivindicar el proyecto del pseudoestado como el gran logro de su política proimperialista.

El plan no cuestiona los asentamientos en Cisjordania, ni condena la limpieza étnica en Jerusalén Este. Clinton se limitó a decir que la expansión de las colonias «no ayuda a la paz» y pidió su paralización (no su destrucción, ni siquiera parcial). El objetivo en unas hipotéticas futuras negociaciones con la AP, sería canjearlas por territorios israelíes actuales de mayoría palestina (así asegurarían la mayoría étnica judía en Israel, sin tener que expulsar a los palestino israelíes, acción de imprevisibles consecuencias. que desestabilizaría definitivamente todo el mundo árabe e islámico). La continuación de la expansión colonial sionista es un torpedo contra la línea de flotación de los planes de Obama, porque deja a Abbás sin margen de maniobra y rebela que Israel no tiene intenciones de limitar su codicia.

No se menciona una palabra sobre quien controlará el espacio aéreo y marítimo del futuro estado palestino (Israel), ni concreta las fronteras terrestres (sujetas a una futura negociación). Las soluciones que dan a la continuidad territorial parecen un mal chiste. Se habla de túneles y hasta de teleféricos (todo con tal de no tocar a Israel). No se reconoce el derecho de los refugiados a volver a sus antiguos hogares (se estudiarán compensaciones económicas). El futuro estado palestino no tendrá derecho a un ejército para defenderse (la OTAN cumpliría su función hasta la consolidación de la AP, bajo la autoridad de los colaboracionistas de Fatah y con el apoyo de Egipto, Jordania)2. Sólo una policía entrenada por USA, destinada a reprimir y controlar al pueblo palestino por si se le ocurre rebelarse contra los planes que las potenciales imperiales, como si de una telaraña se tratara, tejen sobre su futuro.

Hamas podría incorporarse al gobierno y dejar de ser una «organización terrorista», si acepta las condiciones del plan, es decir, si claudica y decide someterse, tendrá derecho a algunas de las migajas que le arrojen las potencias imperialistas. Mientras tanto se asesina a sus dirigentes y se detiene a sus partidarios (Hamas ha acusado a la AP de colaborar con Israel en la guerra sucia). Gaza sigue bajo el asedio que castiga a la población por su osadía de no rebelarse. La «ayuda humanitaria» entra con cuentagotas y la reconstrucción no se lleva a cabo. El club de «donantes» ya ha dejado claro que cuando se inicien las tareas de reconstrucción, todo se hará al margen del gobierno islamista3. Nada que pueda favorecer a Hamas, mientras no esté dispuesto a ser un instrumento de opresión de su propio pueblo.

Los planes de Obama no pueden resolverse sin solucionar el problema de Siria, aliada de Irán y con fuerte influencia en Líbano (Herzzbollah), que exige la devolución de los altos del Golán. Obama plantea su devolución, dejando a Israel el control del agua. El cumplimiento del acuerdo quedaría en manos de la OTAN. A cambio se pide a Siria que rompa con Irán. El problema es que Damasco no está dispuesta a aceptar un acuerdo en condiciones humillantes y exige la devolución sin condiciones del territorio que le fue arrebatado por la fuerza, mientras que Israel considera los acuíferos como «intereses estratégicos» a los que no está dispuesto a renunciar bajo ningún concepto.

El sionismo: ¡Lo queremos todo!

El principal problema con el que chocan los planes de la Casa Blanca es su principal socio y protegido: Israel. El nuevo gobierno de la extrema derecha sionista no quiere hacer concesiones, pero tampoco puede enfrentarse abiertamente con Obama. Por el momento Netanyahu se limita a hacer una serie de declaraciones con el objetivo de alargar las conversaciones hasta que la realidad los convierta en papel mojado, o le permitan negociar al alza.

El sionismo siempre dejó claro que su objetivo es apoderarse de toda la Palestina histórica, y que a lo sumo y ante la imposibilidad de expulsar a los palestinos, está dispuesto a ceder algunas zonas (bantustanes) para preservar la naturaleza judía de Israel. Mientras continúan los tiras y aflojas, se multiplican las colonias en Cisjordania, continúa el estrangulamiento de Gaza y se derriban los hogares palestinos en Jerusalén Este4. Paz Ahora ha denunciado que la construcción de 70.000 nuevas casas para los colonos, difuminan la frontera entre Israel y los territorios ocupados. «Si prosigue la colonización pronto será demasiado tarde para una solución del conflicto basada en dos estados. Será el atolladero definitivo5«. La minoría palestino israelí es sistemáticamente acosada por las bandas de matones de la extrema derecha y los servicios de seguridad. El nuevo parlamento ha prohibido la celebración de la Nakba (el día del desastre)6 y cavila obligar a los palestinos israelíes a jurar su lealtad al estado sionista. Una atmósfera opresiva y cargada de amenazas, se cierne sobre los palestinos para obligarles a marcharse.

No es para menos. La gran obsesión de los sionistas es la bomba demográfica palestina que amenaza su proyecto étnico. Para agravar la situación, muchos judíos se están planteando volver a sus países de origen, cansados de vivir en una sociedad en la que reina el estado de sitio permanente. Un informe de la CIA rebela que más de dos millones de ellos pueden emigrar en los próximos 15 años7. Si los peores augurios llegaran a cumplirse Israel sufriría una especie de implosión, que hay que evitar a toda costa.

El sionismo conoce su influencia en Washington y sabe que los planes de Obama no se llevarán a cabo sin su aprobación. No es casual que numerosos colaboradores del presidente sean destacados sionistas. El fascista Lieberman se jacta de que cualquier paso que dé la Casa Blanca no se dará sin el visto bueno israelí. Pero todo tiene un límite. La oposición popular norteamericana a la política de Israel crece, y Obama no es Bush. El nuevo presidente necesita salir del callejón sin salida. Si fracasa la región se volverá cada vez más ingobernable e Irán y Siria pueden ser los principales ganadores. Necesita desesperadamente la colaboración israelí, pero Netanyahu no puede dársela así, sin más, es prisionero de su propia estrategia: si cede, provocará la caída de su gobierno, pero si no lo hace agravará las tensiones con USA. Netanyahu retrasa la decisión lanzado los balones fuera: No está dispuesto a mover ficha mientras Irán no sea neutralizado: «Nos reservamos el derecho a bombardear Irán», o: «mientras los palestinos no reconozcan a Israel como el estado del pueblo judío» (que es lo mismo que aceptar que los palestino israelíes sean expulsados en un futuro indeterminado). Todo con tal de ganar tiempo.

Irán. Una piedra en el zapato que amenaza con cangrenarle la pierna.

En realidad la política de Obama frente a Irán no difiere especialmente de la de Bush en el último período de su presidencia. Exige a Israel que no tome decisiones por su propia cuenta (Bush prohibió a Israel atravesar el espacio aéreo iraquí en un hipotético ataque). Irán debe ser neutralizado por las buenas o por las malas. El problema es que, por las malas, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Un hipotético bombardeo de las instalaciones nucleares persas no solucionaría el problema. Como mucho lo postergaría, pero a costa de agravarlo. Irán no es Irak y una agresión militar podría tener consecuencias catastróficas no sólo para USA, sino para el imperialismo en general:

Se dispararía el precio del petróleo, con consecuencias devastadoras para la economía capitalista mundial que ya se encuentra en plena recesión.

Desestabilizaría el mundo islámico y sus aliados en la región podrían ser derrocados por estallidos sociales. El intento de dividir y enfrentar a sunitas y chiitas (que USA e Israel manipulan para sus intereses en Líbano, Irán, Irak y Pakistán) podría fracasar. Una nueva agresión armada podría unir a los musulmanes contra el enemigo imperial. El mismo estado de Israel vería seriamente amenazada su existencia. La progresiva fascistización de la sociedad israelí sería el primer paso hacia su propia destrucción.

Con una invasión armada el imperialismo norteamericano no sólo no acabaría con uno de los frentes que tiene abiertos y que es incapaz de cerrar, sino que correría el peligro de abrir otros nuevos. El inestable equilibrio que existe entre las distintas potencias imperialistas quedaría hecho añicos.

USA perdería su frágil dominio sobre Irak. La mayoría chiita que ya ve con malos ojos al invasor, se rebelaría en apoyo de sus hermanos persas, y el país desaparecería en medio de una nueva y sangrienta guerra civil. Algo similar pasaría en Pakistán y Afganistán, donde los gobiernos títeres ya tienen serias dificultades para sobrevivir. Y encima, ni siquiera tendría la seguridad de derrotar a los iraníes. Especialmente después de la aventura iraquí, en la que el imperio ha sufrido una verdadera sangría económica y militar, que ha agravado su decadencia, sin tener asegurado el desenlace final.

Esto ya lo vió la administración Bush que prefirió amenazar y negociar. Obama también se ve obligado a seguir el camino de la diplomacia. Por lo menos por ahora. Sabe que la solución del conflicto con los persas pasa por la solución del problema palestino. Irán pide la desaparición de Israel y la creación de un estado palestino islámico en el que convivan en paz judíos y palestinos. Obama pretende ofrecerles el proyecto de los dos estados (que preserve sus intereses en la zona), e incluso está dispuesto a reconocer su estatus de potencia regional, pero para ello exige el reconocimiento de Israel y la subordinación de los planes nucleares (civiles o militares, tanto da) a su control.

La supuesta amenaza nuclear iraní no deja de ser un pretexto para acallar el descontento entre la población norteamericana y europea. En primer lugar porque las potencias imperialistas cuentan con miles de armas nucleares frente a las cuales la amenaza iraní (en el caso de que existiera) sería irrisoria. En segundo lugar porque la región ya es una de las más nuclearizadas del planeta (Israel, Pakistán e India, ya cuentan con sus armas nucleares, sin que nadie haya dicho nada). Las declaraciones de Clinton advirtiendo que la entrada de Irán en el club de los países nucleares sería el pistoletazo de salida de una nueva carrera armamentística en la región es una imbecilidad destinada a encubrir las verdaderas razones de la política norteamericana. Y en tercer lugar porque dado el exiguo tamaño de la Palestina histórica, una hipotética agresión nuclear contra Israel borraría del mapa no sólo a los judíos, sino también a palestinos. Además de volatilizar una zona en la que se encuentran numerosos lugares sagrados para el Islam. Recientes Informes de la Cia y de la Agencia Internacional de la Energía Atómica ponen en duda que el objetivo iraní sea convertirse en un estado militarmente nuclear.

Obama confía en poder llegar a un acuerdo con Irán y todavía no quiere ponerle un límite temporal a las conversaciones. Irán por su parte no está dispuesto a someterse y exige sus contrapartidas de igual a igual, Israel por su parte no está por la labor, y los palestinos desconfían de sus promesas huecas. El imperialismo obamista corre el peligro de hundirse todavía más en las arenas movedizas de Oriente Próximo.