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Palestina

Los Procesos de Paz legitiman la Ocupación

Fuentes: Rebelión

«No se trata de mantener el estatu quo. Tenemos que crear un estado dinámico, orientado hacia la expansión.» David Ben Gurión   Desde la ocupación de los territorios palestinos, luego de la guerra de los seis días, en Junio de 1967, Israel ha intentado alterar la composición demográfica de Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, transfiriendo […]

«No se trata de mantener el estatu quo. Tenemos que crear un estado dinámico, orientado hacia la expansión.» David Ben Gurión

 

Desde la ocupación de los territorios palestinos, luego de la guerra de los seis días, en Junio de 1967, Israel ha intentado alterar la composición demográfica de Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza, transfiriendo parte de su población, con la intención de motivar una anexión total de las áreas palestinas y de impedir la creación de un Estado Palestino independiente. Desde 1967 se han construido más de trescientos asentimientos, que albergan alrededor de un millón de colonos, en una clara violación del Artículo 47 de la cuarta convención de Ginebra en 1949, firmada por Israel en 1951, que advierte que «la potencia ocupante no podrá deportar o transferir parte de su propia población civil a los territorios que ocupa».

La situación final de estos asentamientos se ha convertido en uno de los mayores obstáculos para cualquier solución pacifica del problema del Medio Oriente. Contrario a todas las resoluciones de las Naciones Unidas, Israel considera que el mantenimiento de la soberanía israelí sobre los territorios palestinos, así como la conservación de los asentamientos, debe ser la base de todo acuerdo final con los palestinos. Luego de la firma de los acuerdos de Oslo en 1993, Israel aumenta su actividad en los asentamientos e impulsa la inmigración judía a Israel, en clara contradicción con todas las disposiciones internacionales, demostrando su intención de seguir la política colonizadora practicada desde el inicio de su presencia en Palestina. Es difícil, sin embargo, entender bien la situación actual sin revisar todos los cambios sucedidos desde la guerra de junio.

Desde 1967 hasta nuestros días, la construcción de asentamientos ha estado condicionada por factores estratégicos, económicos, y demográficos. La piedra angular de la política de colonización es el denominado «Plan Allon» (1967), un documento no oficial que fue tomado como referencia por los sucesivos gobiernos israelíes hasta el día de hoy. La colonización se inicia con la confiscación de las propiedades palestinas aplicando la ley 5709 de 1949, que concedía al Ministro de Agricultura israelí, el poder «para asumir el control del territorio con el objeto de garantizar su cultivo» siempre que este no estuviese siendo explotado, de esa manera todas las tierras pasaron (ilegalmente) a las manos del Estado de Israel, fideicomisario de la comunidad judía. El porcentaje de estas tierras es alrededor del 70% de Cisjordania. De esta manera se pretende aislar a la población árabe palestina, aprovechar los recursos acuíferos de Cisjordania, la explotación agrícola del fértil valle del Jordán e impedir la posible creación de un Estado Palestino, con el propósito final de anexar todo el territorio a Israel en un futuro no muy lejano.

Gran parte de los esfuerzos sionistas se concentran en la colonización de Jerusalén Este. Hemos de recordar que, según el plan de partición de las Naciones Unidas de 1947, la ciudad quedaría como un corpus separatum, una ciudad internacionalizada, que no estaría en manos de árabes ni de judíos.

El 10 de Junio de 1967, cuatro días después de la ocupación de Jerusalén, las maquinas topadoras israelíes destruyeron el barrio árabe Al Mughrabi cerca del Muro de los Lamentos, un trabajo que se realiza con tanta prisa que un número desconocido de habitantes árabes queda enterrado bajo los escombros; el 28 de Junio, tres semanas después de la ocupación, la administración israelí decide unilateralmente ampliar los limites de la municipalidad de Jerusalén, que pasa de 25 a 62 millas cuadradas, igualmente se procedió a separar los palestinos de Jerusalén del resto de los habitantes de Cisjordania otorgándoles documentos de identidad israelí, eso después de expulsar a 18.000 durante los primeros meses de la ocupación. Desde el primer momento, el objetivo era alterar el equilibrio demográfico de la ciudad con el propósito de anexarla.

Israel se embarca en un plan de colonización intensiva de Jerusalén Este, con el objeto de convertir a la ciudad en la capital innegociable del estado de Israel. Con el triunfo electoral del Likud en 1977 y el ascenso de Begin y Sharon al poder, se intensifican los planes de judaización de la ciudad, pero también se decide acelerar la colonización de Cisjordania, que hasta esos momentos seguía a pasos muy lentos, creando una infraestructura que facilitaría el asentamiento de decenas de miles de colonos provenientes de Europa, estableciendo las condiciones necesarias para la anexión de Cisjordania a Israel, hecho que supondría un paso adelante hacia el restablecimiento del Gran Israel )»Eretz Israel»).

El Plan Drobles (1979)   o el «Plan Para el desarrollo de la Colonización de Judea y Samaria» (1979-1983), fue elaborado por Mattityahu Drobles, a petición del Ministro de Agricultura de aquel tiempo, Ariel Sharon; dicho plan recoge los principales planteamientos anteriores y considera que los asentamientos israelíes no se deben limitar al área de la zona árabe de Jerusalén o al valle del Jordán, sino que debe extenderse por todos aquellos lugares donde sea necesario, con el propósito de rodear completamente a las poblaciones árabes de Cisjordania, con asentamientos civiles y puestos militares.

En uno de los párrafos del «Plan Drobles» se puede leer: «los territorios del Estado y las tierras no cultivadas deben ser decomisadas inmediatamente, a fin de colonizar las zonas entre las concentraciones de minorías (la población palestina) y sus alrededores, con el objetivo de reducir al mínimo la posibilidad de que se desarrolle otro Estado árabe en la región. Será difícil para la población minoritaria formar una continuidad territorial y una unidad política cuando este fragmentada por las implantaciones judías«.

En 1980, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprueba la resolución 478, que condena la conducta de Israel de modificar el carácter físico, la composición demográfica, la estructura institucional y el estatus de la Ciudad Santa. También fue condenada la política de colonización en repetidas ocasiones, las resoluciones 446 y 452 en 1979 y la resolución 465 en 1980, señalaban que estos cambios no tenían validez legal y constituían un serio obstáculo para la paz, pero a pesar de todo esto, el gobierno israelí continuo aplicando la política de los hechos consumados, siendo fieles discípulos de la política de Hitler quien dijo en Junio de 1941: «tengamos razón o no, de todas maneras tenemos que vencer, y cuando hayamos vencido, ¿quién nos pedirá cuentas por los métodos empleados«.

Para 1987, los palestinos ya se encuentran aislados por decenas de asentamientos, convirtiéndose en una minoría sitiada por los colonos. La característica más importante del «Plan Drobles», es la de haber creado la infraestructura necesaria para una futura colonización intensiva y sobre todo, interrumpir la continuidad territorial de las poblaciones palestinas.

Israel pone en práctica una política encaminada a monopolizar el agua existente en el subsuelo palestino, Las ordenanzas militares 92/1967 y 58/1968, convierte a la administración militar en dueña absoluta de las reservas acuíferas palestinas, esto repercute negativamente en la economía palestina. La limitación de extracción del agua, la exclusión de los territorios palestinos de las ayudas internacionales al sector agrícola y la prohibición del uso de nuevas técnicas de riego, condenan al productor agrícola árabe a la necesidad y al hambre.

A finales de la década de los ochenta, y a comienzos de los noventa, una serie de sucesos iban a marcar de manera dramática las relaciones palestino-israelíes, el estallido de la Intifada palestina en contra de la ocupación militar israelí, fue acompañada por la Perestroika soviética, ambos hechos tendrían un efecto importante en el balance de fuerzas en el Medio Oriente. A partir de 1990, Moscú decide incrementar él número de permisos de emigración concedidos a la comunidad judía soviética y fortalecer la «aliya« (el regreso judío a Israel). Como resultado de esta política, alrededor de un millón de judíos soviéticos se establecen en Israel. No esta de más recordar, que gran parte de esa inmigración se dirigió a los nuevos asentamientos construidos en Cisjordania con el objetivo de crear un vuelco demográfico definitivo en los territorios palestinos. A estos dos grandes acontecimientos hay que agregar el estallido de la guerra del Golfo que enfrentó a Iraq con una coalición internacional, encabezada por los Estados Unidos, la cual cambiaría por el resto de la década el balance de fuerzas en la región.

La Conferencia de paz de Madrid

Tras la guerra del Golfo, los Estados Unidos le pide a Israel que participe en una conferencia de paz regional, el Primer Ministro Yitzhak Shamir accede a participar de manera simbólica en la Conferencia de Madrid, pero declara que la colonización es «un deber sagrado» y añade «necesitamos la tierra de Israel y un fuerte y poderoso Estado de Israel. Necesitamos mucho terreno para absorber a todos. Cada inmigrante puede ir allá a donde quiera«.

La Conferencia de Paz de Madrid, Octubre – Noviembre de 1991, promovida por la Administración Bush (padre) y bajo el lema de «paz por territorios» marca el inicio de ese proceso de negociación árabe-israelí, que continúa hasta el día de hoy. El esquema de negociación que se inicia en Madrid, introduce necesariamente condiciones negativas para la adecuada solución del conflicto, por varias razones:

1. La negociación carece de supervisión internacional por parte de las Naciones Unidas y Estados Unidos se presenta como único interlocutor del proceso.

2. Las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad que ordenan la retirada incondicional de Israel de todos los territorios ocupados en 1967, son consideradas como punto para iniciar las conversaciones y no como el mínimo incuestionable y de obligado cumplimiento.

3. En los documentos norteamericanos preparatorios de la Conferencia, los territorios ocupados (palestinos, libaneses y sirios) son denominados territorios en disputa.

4. Por ultimo son excluidos los refugiados palestinos en el Líbano, Siria y Jordania y los palestinos de la diáspora que son más de la mitad de la población palestina.

En 1992, el partido Laborista logra imponerse al Likud en las elecciones legislativas, el programa laborista recalcaba que no habrán nuevos asentamientos, pero pese a esas declaraciones, el Primer Ministro israelí, Isaac Rabin, aprobó durante los primeros meses de legislatura, la construcción de 9850 unidades familiares en Cisjordania, 1200 en Gaza y un numero similar en el Golán (territorio sirio ocupado en 1967). La colonización con los laboristas superaba la época del Likud, verdaderamente existió un consenso completo dentro del espectro político con respecto al derecho de Israel en Cisjordania.

Declaración de Principios – Oslo I

Veinte meses después de la Conferencia de Paz de Madrid, la Organización para la Liberación de Palestina e Israel anunciaban que la diplomacia secreta de Oslo había dado como resultado un acuerdo bilateral que se plasmaría en la denominada «Declaración de Principios» que se refiere a la autonomía palestina. Documento que firmarían en Washington el 13 de Septiembre de 1993, Yaser Arafat en representación de la OLP y el Primer Ministro israelí Isaac Rabin, en presencia del presidente norteamericano Bill Clinton.

El proceso de negociación se caracterizaba por la combinación de un sólido formato publicitario y un ambiguo contenido político; los textos firmados por Arafat conceden a Israel pleno margen de maniobra y convierten a la Autoridad Palestina en subsidiaria del proceso, sin apenas capacidad de decidir y permiten paralizar o revertir el proceso si se considera que la «seguridad» o los intereses de Israel son amenazados.

La imagen de aquellos interlocutores en pie de igualdad, en una negociación equilibrada, encarnada en el apretón de manos de Rabin y Arafat en la Casa Blanca con la que el proceso se inicia y cuyo lema era «la paz de los valientes», había desaparecido para siempre.

El acuerdo estipula que Israel retiraría su ejército de la franja de Gaza y de la ciudad cisjordana de Jericó, como primera etapa de un proceso transitorio de autonomía palestina, al que habría de seguir un acuerdo definitivo sobre la totalidad de los territorios ocupados desde 1967.

La «Declaración de Principios», «El Acuerdo de Oslo», o » La Opción Gaza Jericó Primero», o como quiera que se denomine el documento firmado en Washington, incluye en su texto las tres características fundamentales que marcaran el posterior desarrollo de la negociación palestino – israelí, incluidas su posterior colapso:

a- Posterga para una etapa final, la negociación sobre el estatuto definitivo de los Territorios Ocupados y con ello los temas medulares del conflicto: fronteras, soberanía, el futuro de Jerusalén y el desmantelamiento de los asentamientos israelíes en Gaza y Cisjordania.

b- La ambigüedad de sus contenidos y objetivos finales, si bien tiene un calendario que debe concluir en Mayo de 1999, el documento carece de un esquema concreto para resolver el conflicto, al no incluir el reconocimiento previo y explícito de los Derechos Nacionales Palestinos.

c- Su reversibilidad o la posibilidad de su paralización, en función de los intereses y consideraciones de Israel, principalmente los relativos a la «seguridad», termino con el que justificarían cada vez el incumplimiento de los acuerdos.

Refiriéndonos al texto del documento, hay que resaltar algunos aspectos:

1- Israel no aparece en ningún momento como fuerza o país ocupante. por lo contrario, se aprecia en el texto una legitimación del control de Israel sobre Gaza y Cisjordania, al aparecer explícitamente como parte con derechos adquiridos sobre esos Territorios. Por ejemplo, en relación al agua, Israel recibe la garantía de «… la utilización equitativa de los recursos comunes en el transcurso de la fase interina y posterior a esta…sobre la base de los derechos al agua de cada parte…» (Apartado 1, del Anexo III de la declaración). Apréciese que un recurso natural de un territorio bajo ocupación militar es considerado común al ocupante (Israel) y al ocupado (los palestinos), teniendo ambos derechos reconocidos sobre él.

2- Las competencias que los israelíes transfieren al Consejo Palestino, (posteriormente denominado Autoridad Palestina), son meramente administrativas, (educación, cultura, sanidad, asuntos sociales, impuestos directos y turismo), Articulo 6, Apartado 2, además de una policía palestina para el control interno de la población palestina. En los anexos verbales adjuntos a la declaración se señala que la jurisdicción de este Consejo Palestino no incluye «Jerusalén, los asentamientos, los emplazamientos militares y los israelíes»… «la retirada del Gobierno Militar israelí de Gaza y Jericó no impedirá que Israel ejerza los poderes y responsabilidades no transferidos al Consejo Palestino».

Los acuerdos de Oslo II

El 28 de Septiembre de 1995, Rabin y Arafat, vuelven a Washington para firmar los acuerdos de Oslo II, o los acuerdos de Taba, nombre de la ciudad egipcia donde se ultimaron.

Los acuerdos de Oslo II, elaborados el 24 de Septiembre y ratificados el 28 del mismo mes en Washington, revisan la situación de los asentamientos. En líneas generales, los nuevos acuerdos pactan la retirada del ejército israelí de las zonas urbanas palestinas, excepto Jerusalén Este, manteniendo el control de la frontera con Jordania y la libertad de movimiento total dentro de Cisjordania. Por lo demás el territorio quedaba dividido en tres zonas. La zona A que comprendía Gaza, Jericó y las principales ciudades palestinas de Cisjordania a excepción de Jerusalén Este y representa el 7% del territorio de Cisjordania, esta quedaría bajo control civil y policial palestino. La zona B o sea la zona rural y esta representa el 24% del total del territorio, esta se mantendría bajo administración civil palestina, pero la seguridad estará a cargo de patrullas mixtas israelí-palestinas. La zona C, donde se localizan los asentamientos israelíes, y las áreas militares y fronterizas, y es casi el 69% del territorio queda bajo control pleno y exclusivo israelí. En realidad Oslo II legitima la colonización y en ninguno de sus apartados menciona su interrupción. El Ministro de Asuntos Exteriores israelí Shimon Peres señalaba pocas semanas antes de la firma del acuerdo que este: «deja en manos israelíes el 73% de la superficie del territorio, el 97% de su seguridad, y el 80% del agua«. Tras la firma de los acuerdos gran parte de los problemas palestino-israelíes quedaban sin solución.

Memorando Wye River

El Documento Formal, o el Memorando del Río Wye, firmado el 23 de octubre 1998, por Arafat y Netanyahu en EEUU, no contiene nada nuevo. Su propósito es reafirmar y «facilitar la puesta en práctica de los acuerdos anteriores». Sin embargo, el Memorando nos permite comprender el proceso iniciado en Oslo y hace desvanecer ilusiones que se mantenían.

El Memorando Wye se divide básicamente en dos partes: «Nuevas Retiradas» y ‘»Seguridad» y una tercera sección se ocupa de asuntos varios. Por ahora el 40% de Cisjordania formará parte de la jurisdicción Palestina total (área A) o parcial (área B), Rabin admitía hasta un «50% aproximadamente» justo antes de esas negociaciones.

Ciertamente, los diversos mapas del Likud y los Laboristas sobre el estatuto final, caen todos dentro de los parámetros del Plan laborista de Allon, la prensa israelí ha informado durante años acerca de que «no hay apenas diferencia entre los conceptos de Netanyahu y Peres sobre los acuerdos permanentes». Ciertamente esta convergencia entre el Partido Laborista y el Likud pone de relieve, que la retirada parcial era lo máximo que Israel podía aceptar en Oslo.

Wye supone un retroceso respecto de acuerdos anteriores. el Acuerdo Interino palestino-israelí conocido como Oslo II sobre Cisjordania y la Franja de Gaza de 1995, estipulaba una «retirada total de las fuerzas militares israelíes del área B» antes de las negociaciones sobre el estatuto final (artículo XIII), colocando el 30 por ciento de Cisjordania en el área A, ahora no. De todos modos, los porcentajes no son lo más importante. La Autoridad Palestina, desde ahora, no ejerce control real en ninguna parte de Cisjordania, excepto como vicaria de Israel. Las disposiciones sobre seguridad del Memorando dejan esto más que claro.

La sección sobre seguridad de Wye, observa inicialmente que «ambos lados reconocen que es su interés vital combatir el terrorismo y la violencia». Pero para llevar a cabo este protocolo, Wye especifica un plan de acción sólo para el lado palestino: «La parte palestina hará pública su política de no tolerancia del terror y la violencia… Un plan de trabajo desarrollado por ésta será compartido con EEUU… para asegurar la lucha sistemática y eficaz contra las organizaciones terroristas… Además de la cooperación bilateral sobre seguridad israelí-palestina, un comité palestino-norteamericano revisara los pasos a tomar para eliminar los grupos terroristas… «.

Wye también enfatiza repetidamente la responsabilidad palestina en la decidida «investigación, persecución y castigo» de «sospechosos terroristas». Pero no menciona que desde Oslo I hasta el día de la firma del Memorando del Río Wye, los muertos son palestinos y que según Amnistía, «continúa habiendo una impunidad casi total en las muertes ilegales de palestinos» por parte de Israel: «Las investigaciones son inadecuadas. Los funcionarios responsables raramente aparecen ante el jurado; si lo hacen rara vez son condenados; si lo son, las sanciones son triviales en relación con la pérdida de vidas humanas».

La Hoja de Ruta: «Hoja de Ruta para una solución permanente al conflicto palestino-israelí basada en dos Estados», documento elaborado por el Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y las Naciones Unidas) y publicado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el 30 de abril de 2003 y basado en los fundamentos de la Conferencia de Madrid.

Los diseñadores de la «Hoja de ruta» han incluido varias características que casi garantizan su fracaso.

· Una es, la ausencia de un calendario prefijado. Así, cada una de las partes -en la práctica, la israelí – pueden detener los avances entre fase y fase y dentro de cada una de ellas.

· Otra característica es que se añaden fases transitorias a un proceso que ya de por si es prolongado. Ello significa, en la práctica, el aplazamiento de los más difíciles aspectos de la resolución del conflicto -la negociación de cuestiones como los asentamientos, la soberanía, Jerusalén y los refugiados.

Los acuerdos que han fracasado desde la Conferencia de paz de Madrid y los cuales hacen énfasis en acuerdos transitorios por fases, se vuelven a resucitar en la «Hoja de ruta». El plan es una receta segura para un desacuerdo sin fin, que será explotado por Israel para procurar ganar más tiempo manteniendo indefinidamente la ocupación militar y la mayoría de los asentamientos en funcionamiento, además de restringir el control palestino a la menor porción posible de los Territorios Ocupados.

La «Hoja de ruta» desaprovecha una oportunidad para poner fin al conflicto, al decidir no centrarse en la ocupación israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental, ni en los asentamientos israelíes que apuntalan esa ocupación. En su lugar, se concentra en la violencia palestina y en cómo combatirla -como si esa violencia no tuviera un origen en la violencia israelí y como si al interrumpirla la ocupación y los asentamientos se convertirían en una realidad aceptable.

Esta obsesión ha conducido a que los estadounidenses se centren en cambios cosméticos en la dirección palestina, sin que se afloje el estrangulamiento de la ocupación y sin poner fin a la violencia israelí.

En la interpretación de la «Hoja de Ruta», antes de que se le exija a Israel que haga nada, se le exige a los servicios de seguridad palestinos, librar una guerra implacable contra las facciones palestinas que atacan a las fuerzas de ocupación israelíes y a los colonos dentro de los Territorios Ocupados. Eso significa comenzar una guerra civil palestina, antes de que haya ninguna indicación de que el gobierno israelí vaya a hacer nada de lo que le corresponda.

Además de la brutalidad cotidiana de un ejército de ocupación, que controla y niega los derechos de una población civil, mientras se roban sus tierras en beneficio de los colonos, la fuerza se ha utilizado indiscriminadamente en áreas densamente pobladas, con el fin de aplastar la resistencia palestina; según las palabras del General Moshe Ya’alon, el ex jefe del Estado Mayor del ejército israelí: «hay que hacer entender a los palestinos, hasta en lo más recóndito de su conciencia que son un pueblo derrotado«.

Quien mejor expresa esa realidad es el Dr. Norman Finkelstein (judío y victima del Holocausto nazi), en su conferencia «50 años de la violación de los derechos humanos», dice: «Las tesis que yo quiero argumentar son dos:

1º Los asentamientos sionistas en Palestina entran dentro de la trayectoria general de la conquista.

2º El llamado proceso de paz es realmente la fase culminante de la conquista

A mediados del siglo pasado, la exterminación había dejado de ser una alternativa posible, por eso el movimiento sionista había optado en 1947 por la expulsión, pero en 1967, no solo la exterminación sino la expulsión dejaron de ser una alternativa posible. Ahora el movimiento sionista fija su opción en la política del «sitio», el Plan Allon era el inicio de esa nueva estrategia. La desaparición de la Unión Soviética, la alineación de los regímenes árabes con los Estados Unidos y el declive de la OLP, habían preparado las condiciones para aplicar dicho plan, Oslo marca el triunfo de la estrategia de «sitio» planeada por Israel. Ehud Barak había dicho: «Yitzak Rabin pensó en el Plan Allon hasta el día de su muerte». Pensar que Oslo influyó en el compromiso de Israel para que abandonase los territorios, supone una gran incomprensión. La «Hoja de Ruta» y la Conferencia de Paz de Annapolis no se desvían de este propósito y confirman que la seguridad y el control en Cisjordania quedan definitivamente en manos de Israel.

El propósito real del «proceso de paz» es la culminación de la estrategia de «sitio» de Israel. Para legalizar la sanción de este ultimo paso necesitaba de colaboradores indígenas, la Autoridad Palestina está jugando ese papel. En un futuro previsible la estrategia israelí probablemente funcionará, solo una masiva convulsión popular árabe puede hacerla fracasar.

«El lenguaje es el vehiculo del pensamiento, cuando falsificas el lenguaje falsificas el pensamiento«, el proceso de paz israelí se debe leer correctamente como proceso de conquista y expansión.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.