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Siria: entrevista a Santiago Alba Rico

«Los pueblos también conspiran»

Fuentes: El Viejo Topo

En los últimos meses Internet se ha visto asaltado por agrias discusiones sobre la posición de Santiago Alba Rico en relación con los acontecimientos que se han vivido en Siria. Alba es, indiscutiblemente, un observador privilegiado. Habla árabe, vive en Túnez y ha viajado por todos los países de la zona. Vivió de cerca la […]

En los últimos meses Internet se ha visto asaltado por agrias discusiones sobre la posición de Santiago Alba Rico en relación con los acontecimientos que se han vivido en Siria. Alba es, indiscutiblemente, un observador privilegiado. Habla árabe, vive en Túnez y ha viajado por todos los países de la zona. Vivió de cerca la revolución tunecina, y está en contacto con diversas izquierdas árabes. De él podrá decirse lo que se quiera, salvo que no está bien informado.

-Me gustaría que empezaras relatando cómo y cuándo se inició la revuelta en Siria.

­-El 15 y 16 de marzo -fecha oficial del comienzo de la llamada «revolución siria»- se convocaron manifestaciones en Damasco y otras ciudades, a las que acudieron algunos centenares de personas, sobre todo de la izquierda laica, inmediatamente dispersadas por la policía. Pero puede decirse que la revuelta comienza el día 18 en Deraa, una ciudad de 300.000 habitantes en el suroeste de Siria, junto a la frontera con Jordania, el llamado «Viernes de la dignidad», en el que miles de personas salen a la calle a protestar por la detención un día antes de quince niños que habían escrito sobre un muro, obviamente influenciados por las imágenes de Egipto y Túnez, la conocida consigna: «el pueblo quiere derrocar el régimen». La policía mató a cuatro de los manifestantes. A partir de ese momento, y como consecuencia de la feroz represión del régimen, que dispara sobre las comitivas fúnebres de las víctimas, las protestas se multiplican en Deraa y se extienden a otras ciudades.

-¿Qué objetivo político tenían esas protestas?

Las primeras pedían el fin de la ley de Emergencia, en vigor desde 1963, y la liberación de los presos. Enseguida reformas democráticas y la eliminación de la corrupción, vinculada a la familia gobernante. En las primerísimas revueltas en Deraa, tras la muerte de los cuatro manifestantes del 18 de marzo, los jóvenes quemaron oficinas del partido Baaz, símbolo de la opresión, y sucursales de la compañía telefónica Siriatel, propiedad de Rami Mahluf, primo del presidente Al-Asad y uno de los emblemas de la política económica liberalizadora del último decenio que ha beneficiado a unas pocas familias y empobrecido a la mayor parte de los sirios. Como ocurrió en Túnez y Egipto, las revueltas, completamente espontáneas y desencadenadas al margen de los partidos y fuerzas políticas, se fueron radicalizando a medida que pasaban los días y aumentaba la represión. De la demanda de justicia y democratización se pasó a reclamar la caída del régimen. Y como ocurrió en Túnez y Egipto con las intervenciones públicas de Ben Ali y Moubarak, el decepcionante discurso de Bachar Al-Asad del 30 de marzo acusando a una «minoría» de los desórdenes, fue decisivo en esta radicalización.

-Dices que inicialmente las revueltas fueron espontáneas… ¿hay un momento en que empiecen a ser organizadas por fuerzas con intereses políticos?

Creo que hay que hablar de una doble separación: la que existe entre el exilio y el interior y la que existe entre las fuerzas políticas ya activas antes de las revueltas (desde la oposición reunida en la Declaración de Damasco a los partidos marxistas) y los marcos de auto-organización nacidos al calor de las revueltas. En los barrios y las ciudades más movilizadas (Homs, Deraa, Hama, Idlib, etc.) se forman enseguida los llamados Comités de Coordinación Local que más tarde se unirán en una Coordinación General de la Revolución. Por su parte, las fuerzas tradicionales tardan mucho en formar el llamado Consejo Nacional Sirio, fundado a finales de agosto de 2011 a partir de una coalición de partidos, organizaciones y personalidades independientes incapaces tanto de ponerse de acuerdo entre sí como de coordinar la lucha cotidiana de los Comités Locales. Este CNS, dominado por los Hermanos Musulmanes y que no ha logrado obtener el reconocimiento internacional deseado, pese a su creciente sumisión a los países occidentales y al Consejo de Cooperación del Golfo, trabaja desde el exilio y se opone además al otro grupo opositor importante, la Coordinadora Nacional para el Cambio Democrático, cuyo dirigente más visible es Haythem Manaa, conocido intelectual y militante de DDHH, residente también en Francia. De este último grupo forman parte, además, partidos y organizaciones de izquierdas con representación en el interior del país: entre ellos el Partido Árabe Socialista Democrático, el Partido Comunista del Trabajo Sirio, el Baaz Democrático Árabe Socialista, la Coalición de Izquierda Marxista o el Partido de la Izquierda Kurda en Siria. La voluntad de dirigir o incluso manipular políticamente las movilizaciones pacíficas desde fuera es patente, como lo demuestra la elección de los lemas con los que se convocan las manifestaciones de los viernes (coincidentes muchas veces con la errática política del CNS), pero uno de los peligros de deriva de la lucha popular procede precisamente de su fuerza originaria; del hecho de que los Comités Locales no sólo no mantienen una relación orgánica con el CNS sino que cada vez se sienten menos representados por él. En una situación de represión feroz y militarización creciente de la contestación, la ausencia de una coordinación política entre el exterior y el interior, entre oposición tradicional y Comités, aumenta el riesgo de despolitización y des-civilización de las protestas, que en su mayor parte siguen siendo -en todo caso- pacíficas.

-Vayamos por partes. ¿Hay fuerzas de izquierda, marxistas, que apoyen a Al-Asad?

Sí, las hay, y para empezar el propio Partido Comunista Sirio o al menos el ala Bakdash, del nombre del que fue su dirigente hasta 1995. Tras el golpe de Estado de Hafiz Al-Asad en 1970, el PCS aceptó integrarse en el llamado Frente Nacional Progresista, cuyo presidente era el propio Al-Asad, lo que llevó en 1972 a la escisión de Riyad At-Turk, dirigente hasta 2005 del Partido Comunista Sirio (Buró Político) de oposición. La ruptura entre los dos sectores se acentuó en 1976, tras la intervención del ejército sirio en Líbano a favor de las falanges maronitas cristianas contra los palestinos. Mientras que Riyad At-Turk, aún vivo, pasó 18 años en prisión bajo Al-Asad padre y año y medio bajo Al-Asad hijo, el PCS-Bakdash apoyó y sigue apoyando el régimen. Recordemos que, hasta la reciente reforma, la constitución siria definía como «socialista» el régimen económico del país y siete partidos legales, todos de inspiración «socialista» o «panarabista», formaban parte de ese llamado Frente Nacional Progresista obligado constitucionalmente a reconocer «el papel dirigente» del partido Baaz en el poder.

-¿Puede hablarse entonces de una incipiente guerra civil? ¿O estamos hablando de otra cosa?

No se puede ignorar el peligro, pero creo que es más justo seguir hablando de una revolución popular sin liderazgo, como la define Elias Khoury, contra un régimen que juega desde el principio con la dimensión geoestratégica de Siria y con la retórica «resistente» para continuar las masacres e impedir la democratización del país. Esta revolución popular se ha convertido en un «objeto» de intervención por parte de innumerables fuerzas, ninguna de las cuales quiere que triunfe, y la convergencia de todas estas presiones, mantenida en el tiempo, ha ido generando toda una serie de efectos parásitos o deformativos que impiden ver con claridad el corazón original de un proceso todavía vivo. Bachar Al-Asad ha explotado desde el inicio el fantasma de la guerra civil y de la sectarización mientras empleaba todos los medios sobre el terreno para que la amenaza -que sólo él podría conjurar, según la propaganda- se hiciera realidad. Al igual que ha explotado el fantasma de la intervención exterior, una intervención exterior que siempre ha existido en Siria (por parte de occidente y también de Irán y Rusia), pero que cada vez parece más claro no va adoptar, al contrario que en Libia, la forma de una agresión militar. Ni Israel ni EEUU ni la UE están interesados en una situación de caos en la zona y asestarán golpes controlados a un régimen cuyas estructuras prefieren mantener intactas. En todo caso, la conjunción de estos factores -represión feroz, división de la oposición, acciones armadas del Ejército Libre de Siria, identificación popular de la dictadura con la corriente alauita, temor de las minorías al islamismo y apoyo todavía al régimen por parte de la burguesía urbana de Damasco y Alepo- alimentan sin duda el embrión de un conflicto civil.

-Se ha dicho que Qatar y Arabia Saudí están ayudando y entregando armas… Si es así, ¿a quién?

-Al contrario que EEUU y la UE, que se han negado, al menos oficialmente, a entregar armas, Qatar y Arabia Saudí pidieron durante un tiempo que se armase al Ejército Libre de Siria. Como es sabido, las dos tiranías del Golfo ni siquiera fueron capaces de obtener esto de las potencias occidentales en la reunión de los llamados «Amigos de Siria» en Túnez y en la última cumbre de La Liga Árabe celebrada en Bagdad el 30 de marzo se han resignado a aceptar el plan ruso-estadounidense gestionado por Kofi Annan. Es probable, por tanto, que estén haciendo llegar armas clandestinamente a través de Líbano, Jordania y Turquía, aunque basta ver la desigualdad militar sobre el terreno para comprender que el ELS sigue escasamente armado. Hay que recordar asimismo que Rusia arma al ejército sirio y que Irán -según fuentes de la resistencia iraquí- apoya militarmente al régimen en la represión de las protestas. En estos momentos -mientras se apuesta por la «solución política» a través de la misión de la ONU- todas las partes están alimentando la lógica del enfrentamiento armado.

¿Por qué esa burguesía de Damasco y Alepo sigue apoyando al régimen? ¿Qué actitud toman las clases populares de ambas ciudades?

-Esta fidelidad de la clase empresarial al régimen en Damasco y Alepo la cuenta con mucho detalle Bassam Haddad, profesor y editor de Jadaliyya, cuyos artículos, en general, son muy recomendables (http://rebelion.org/noticia.php?id=147033). En los años 70, Asad padre construyó toda una red clientelar a través de licitaciones concedidas a empresas mixtas subvencionadas por los países del Golfo y de la creación de algunas grandes empresas privadas, todo ello en beneficio de algunas familias que empezaron ya a dominar la economía del país. Las dos olas de liberación económica, a partir de 1991 y de 2005, no hicieron sino acelerar esta transición de un Estado semisocialista corrupto a un Estado mafioso «compinche del capitalismo». Mientras las zonas rurales, a las que se retiraron además los subsidios, se empobrecían rápidamente, esta clase empresarial, a veces indiscernible de la estructura misma del Estado, concentraba sus grandes negocios en Damasco y Alepo. Como dice Haddad, el régimen se sostiene porque no ha habido deserciones importantes en la cúpula militar y porque tampoco ha habido deserciones importantes en esa burguesía empresarial. Y mientras que otras ciudades y pueblos en los alrededores (como Duma o Zabadani) han visto grandes movilizaciones y brutales respuestas del ejército, los centros urbanos de Damasco y Alepo se mantienen relativamente tranquilas -aun si cada vez menos- por una combinación de represión preventiva y apoyo al gobierno. Las manifestaciones -y los atentados- han llegado ya a las dos ciudades más importantes del país; y esta expresión «han llegado» ilumina la entraña de la revolución siria: como en el caso de Túnez, al contrario que en Egipto, en Siria las protestas empiezan en la periferia, en las regiones más desfavorecidas, para «cercar» luego el centro, cuyas burguesías urbanas no ven claro todavía que sus intereses de clase se defiendan mejor cambiando de gobierno.

-¿Quién constituye el llamado Ejército Libre de Siria?

Básicamente desertores del ejército, a los que se han sumado algunos civiles. Su número es incierto, pero se habla de en torno a 30.000 elementos. Está dirigido desde Turquía por el coronel Riyad Al- Ass’ad, aunque no puede hablarse de un mando unificado ni de una coordinación de todas sus operaciones y todas sus tropas.

-¿Qué papel desempeña el Islam político en el, llamémosle así por ahora, conflicto?

Primero hay que saber a qué nos referimos cuando hablamos de islam político. Si nos referimos a los Hermanos Musulmanes, su importancia ha sido históricamente grande en Siria. Una buena parte del comercio y la pequeña empresa, perjudicados por el régimen, está en manos de sunníes próximos a los HHMM. En 1982 encabezaron la revuelta contra el régimen y la brutal represión de Hama -con al menos 10.000 víctimas- los dejó maltrechos y en retirada. Tanto su debilidad como su cambio de estrategia y de discurso se puso de manifiesto en 2005, cuando se incorporaron a la Declaración de Damasco junto a partidos liberales y de izquierdas. Tiene un peso grande dentro del CNS, cuya política se ha inclinado impudorosamente en los últimos meses hacia la opción de la intervención extranjera, que reclaman en público y sin reservas. A los EEUU, Israel y la UE no les hace gracia la idea de una Siria controlada por los HHMM. No es una casualidad que, en un momento en el que occidente ha cambiado claramente su estrategia y apuesta por el plan de Kofi Anan, los HHMM sirios hayan publicado una especie de documento programático en el que se afirma la necesidad de crear «una Siria civil, moderna, democrática, plural y de alternancia» y construir «un estado basado en el diálogo, la participación y las urnas, y no en la venganza y la exclusión, y en el que todos se comprometen a respetar al resto de componentes étnicos, religiosos y confesionales». Parece claro el propósito de tranquilizar tanto a las minorías que en el interior tienen miedo de sumarse a una revolución «sunní» controlada por los HHMM como a las potencias occidentales que, antes de reconocer el CNS, querrían asegurarse de que la Siria post-asadiana no se les escapará de las manos.

En cuanto al islam yihadista, es seguro que en estos momentos hay en Siria voluntarios vinculados a la nebulosa de Al-Qaeda; también milicianos libios -lo ha reconocido el propio Consejo Nacional de Transición de Libia- que acudirían a ayudar a «sus hermanos sirios». Desgraciadamente el internacionalismo hoy no es comunista sino islamista.

Has escrito que el estallido inicial de las revoluciones árabes no tenían nada que ver con la geopolítica. Sin embargo, es evidente, y aún más en el caso sirio, que la geopolítica tiene un peso considerable en la comprensión de lo que está sucediendo y en las conclusiones que cada uno deduce de los acontecimientos. Desde la incomodidad de Israel, que tú ya has comentado en otras partes, pasando por la existencia de bases rusas, la voluntad turca de establecer cierta hegemonía en la región, la condición de parachoques que puede tener Siria con respecto a Irán, a la eterna voluntad imperialista de Occidente… ¿Cómo ignorar todo ello?

-De ninguna manera se puede ignorar. El mundo árabe, y Siria de manera particular, concentra los más densos intereses geoestratégicos multipolares del mundo. Esto no es nuevo. La intervención de todas las fuerzas que has citado en la zona es lo habitual, lo normal, lo siempre-dado-por-supuesto. La pregunta es si ha ocurrido algo nuevo que nos obligue a nosotros a reconsiderar nuestros análisis y a todas estas fuerzas exteriores a modificar sus procedimientos y estrategias de intervención. La pregunta es si ha aparecido un factor más, inesperado y autónomo, que añade complejidad también al contexto geoestratégico. Yo afirmo tajantemente que sí. Ha ocurrido algo nuevo: toda una serie de movimientos populares masivos contra dictaduras de larga data apoyadas o toleradas por todos los actores en la zona. Hay un factor nuevo: unos pueblos interesadamente «congelados» en la historia, a los que se comprendía mal o se despreciaba, que han decidido a destiempo y en el lugar equivocado reclamar libertad, democracia y justicia social. La dimensión de lo ocurrido es, a mi juicio, «catastrófica», en un sentido muy literal, por cuanto que voltea por completo el «equilibrio» regional, poniendo a todos en dificultades, y obliga a recomponer también nuestras categorías mentales. Como en todo caso la intervención es lo siempre-dado-por-supuesto, como es una de las zonas más intervenidas del mundo, este acontecimiento inesperado ha generado enseguida respuestas orientadas a mitigar sus efectos; a cooptar, controlar, reprimir o revertir estos movimientos populares con los que nadie contaba y que nadie quería. Según la posición geoestratégica de cada uno de estos países, la respuesta de las potencias occidentales, de sus aliados del Golfo y de los rivales Rusia y China ha sido muy distinta. En unos lugares se permiten «transiciones» más o menos controladas (Túnez y en menor medida Egipto), negociando con los islamistas que las dictaduras combatían por delegación. En otros se interviene militarmente (Libia y Bahrein), en el primer caso a favor de los opositores, en el segundo en contra. En otros, como Yemen, se utilizan las alianzas regionales (el Consejo de Cooperación del Golfo) y las instituciones internacionales (la ONU) para pactar, al margen de los revolucionarios, un cambio cosmético de gobierno. En otros, se combina la represión y las tímidas reformas (Jordania, Argelia, Marruecos, sin olvidar los países del Golfo, donde por primera vez se producen movilizaciones populares que amenazan estas teocracias tiránicas imprescindibles para los EEUU desde el punto de vista energético). El caso de Siria es el más trágico, pero que lo sea sólo confirma la aparición de este factor nuevo e inesperado, de este acontecimiento -digamos- parageoestratégico. Lo trágico es que esa parte del pueblo sirio que reclama lo mismo que todos los demás pueblos hermanos de la zona habita el lugar más sensible del mundo; un «país-bomba», como dice el marxista Yassin Al-Hajj Saleh, cuyo dictador está dispuesto a hacer estallar antes de renunciar al poder. Y cuando se cumple un año del comienzo de la revolución siria, como he escrito otras veces, nos encontramos con que la revuelta original ha sido completamente rebasada por los demonios geoestratégicos que ha desencadenado. Podemos decir, sí, que la geoestrategia ciñe ya, como un dogal de hierro, el territorio y la mayor parte de los movimientos que se producen en él. Pero no debería dominar todo nuestro análisis; no deberíamos olvidar ni las justas reivindicaciones de los que se siguen jugando la vida en manifestaciones y protestas enteramente legítimas ni a un pueblo que se resiste precisamente a ser únicamente una pieza de ajedrez en un tablero geoestratégico; un pueblo, en definitiva, que se rebela al mismo tiempo contra dos dictaduras: la del régimen de Al-Asad y la de la geoestrategia multipolar.

-Es obvio que el enemigo de mi enemigo no tiene necesariamente que ser mi amigo… pero eso siempre depende de lo que cada uno considere prioritario… ¿cómo deben posicionarse, en tu opinión, las izquierdas de esta parte del mundo, de Occidente?

-Así es, en efecto, depende de lo que cada uno considere prioritario y lo cierto es que en estos momentos una buena parte del pueblo sirio no considera prioritaria la lucha contra el imperialismo sino contra la dictadura que sufre desde hace 42 años. Y no porque no sea anti-imperialista -la causa palestina garantiza ese impulso en Siria y en el resto del mundo árabe- sino porque no es el imperialismo sino el régimen el que dispara sobre la gente, la tortura y le niega la más mínima dignidad ciudadana; y porque precisamente ese pueblo en rebeldía entiende que la dictadura ha utilizado la «retórica resistente» para sojuzgarlos mientras aseguraba la tranquilidad de las fronteras con Israel y no reclamaba el Golán; y entiende, por lo tanto (y esto sirve para todo el mundo árabe), que sólo la democracia puede ser verdaderamente anti-imperialista en la región. Es por eso que la revolución siria está condenada a la derrota; la han condenado tanto los imperialistas, que de ninguna manera pueden utilizar la democracia en el Oriente Próximo para sus designios, como algunos anti-imperialistas que desprecian la democracia como motor de emancipación social y colonial.

En cuanto a qué debe hacer la izquierda occidental, me atrevería a decir que bastaría con que nos resistiéramos a pensar como la derecha. Deberíamos partir de dos principios básicos: el de que todos los pueblos del mundo desean y merecen lo mismo (democracia real, justicia social, dignidad ciudadana), y ello nos obliga a no aplicar sobre el mundo árabe los mismo clichés islamofóbicos y orientalistas de los sectores reaccionarios; y el de que no hay ningún objetivo superior, ni Dios ni el socialismo ni la salvación del planeta, que justifique el encarcelamiento arbitrario, la tortura y el asesinato masivo de civiles desarmados. Esto vale tanto para la OTAN como para los que nos oponemos a ella. Y si finalmente ocurriera que hay lugares del planeta donde no se pueden sostener los principios rectores de la izquierda, si hay zonas blindadas de sombra donde no se puede ser de izquierdas, entonces la obligación de los que así piensan es la de declararlo en voz alta sin negacionismos ni retórica, la de demostrarlo de manera inobjetable y, sobre todo, la de convencer de ello, no a Santiago Alba Rico, no, sino a todos esos revolucionarios sirios que se están jugando la vida sobre el terreno, convencidos de todo lo contrario.

Por puntualizar: ¿eres partidario de algún tipo de intervención, ya sea de embargos económicos, ya sea militar, contra el régimen de Al-Asad?

-Tajantemente no. Los embargos económicos -salvo los selectivos e individuales- sólo perjudican a la población. En cuanto a una intervención militar, además de criminal, sería desastrosa al mismo tiempo para el país y para la revolución. Esta es también la posición de la izquierda revolucionaria en Siria. Lo cierto es que esa intervención, que parece muy lejos de producirse, no depende ni de lo que yo diga ni de lo que pidan los sirios. La izquierda tiene muy poco poder para evitar una eventual -y cada vez más improbable, insisto- intervención militar en Siria. Pero la izquierda interviene a nivel de discurso; y nuestra falta de solidaridad con el levantamiento sirio introduce también sus efectos sobre el terreno en un mundo globalizado. Los activistas bombardeados en Homs son plenamente conscientes de que los gobiernos progresistas de América Latina, por ejemplo, les han vuelto las espaldas y, aún más, de que apoyan al dictador del que ellos se defienden. El discurso de la democracia y los Derechos Humanos se lo estamos entregando a los EEUU, la UE… ¡y a Arabia Saudí! A pequeña escala, esto es también una intervención que cierra el círculo de una típica profecía autocumplida anti-imperialista: occidente y el islamismo se apoderan del terreno que vamos dejando, lo que da la razón a nuestras denuncias contra el imperialismo y el islamismo.

-Una penúltima pregunta: personalmente estoy convencido de que si Siria no constituyera, como he dicho antes, un parachoques de Irán, los acontecimientos se hubieran producido de otro modo. No digo ni mejor ni peor, pero sí que las salidas podrían haber sido distintas. ¿Qué opinas al respecto?

Si lo que quieres decir es que Siria se ha convertido en el lugar metonímico donde atacar y defender Irán, estoy de acuerdo. En términos geoestratégicos las revoluciones árabes han determinado numerosos efectos ya, algunos positivos y otros negativos. Obviamente, la revuelta siria brindaba una ocasión a los EEUU y sus aliados para debilitar el eje chií Hizbulá-Siria-Irán, del que ahora forma parte también, por una de esas paradojas que demuestran el carácter chapucero del imperialismo, el semi-ocupado Iraq. Una Siria aislada, como Libia, o periférica, como Túnez, habría corrido una suerte muy diferente. Irán no puede permitirse perder Siria; y Rusia y China no pueden permitirse perder Irán; y Turquía, que no es un simple peón estadounidense, quiere cambios en Siria sin amenazar a Irán (como demuestra la reciente visita de Erdogan a Teherán y sus declaraciones sobre el derecho a desarrollar un programa nuclear civil). ¿Cómo decirlo? Se interviene no cuando se quiere sino cuando se puede; y cuanto más quieren EEUU (y sus aliados del Golfo) intervenir en Siria menos pueden; su propio querer activa tantas resistencias, y tan insuperables, que su querer se convierte en un no-querer de hecho. La cuestión es que este ataque metonímico a Irán en Siria está produciendo ya un efecto realmente destructivo, demoledor para la llamada Primavera Árabe. La geoestrategia está deformando el primer impulso democrático, social y panárabe para transformarlo, en virtud de una dolorosa, minuciosa, inducida deriva, en un conflicto sectario sunní/chíi alimentado por los países del Consejo de Cooperación del Golfo y por Irán. Esa guerra sorda en el Golfo entre las potencias regionales atiza el fuego del sectarismo que las victorias de Hizbulá habían atemperado mucho en las últimas décadas y que la ocupación de Iraq reactivó del modo más brutal (pero limitado). Hizbulá, un símbolo de resistencia en todo el mundo árabe, debería comprender que el apoyo incondicional al régimen sirio (mientras apoyó todas las otras revueltas, incluida la libia) no sólo disminuye su enorme y merecido prestigio popular sino que, como decía Malik at-Tariki, cuestiona su papel de representante panárabe y panislámico de la Resistencia contra Israel para encerrarlo en su estrecha definición «sectaria» como apéndice de Irán. Eso es muy dañino, no sólo para las revoluciones árabes democráticas sino también para la causa palestina.

-¿Queda algo importante que no te haya preguntado y que quisieras comentar?

Apenas insistir de nuevo en dos presupuestos que deberíamos afirmar al mismo tiempo sin sonrojarnos como condición de toda lucha de la izquierda anti-imperialista. El primero es que existe la CIA y que conspira sin cesar, que la OTAN no es una institución humanitaria sino guerrera y criminal al servicio de las grandes potencias y que Israel, EEUU, la UE y los países del Golfo han intervenido siempre para impedir la democracia y la soberanía en esta zona geoestratégica de vital importancia. Pero el otro presupuesto es el de que no sólo existen la CIA y la OTAN, que los pueblos también conspiran, que sus conspiraciones se llaman revoluciones (o revueltas, levantamientos, protestas, huelgas generales, etc.) y que, si suelen ser derrotados, siguen constituyendo la única fuente autónoma a partir de la cual se pueden introducir cambios auténticos en las relaciones de dominio capitalista y neocolonial. Produce un poco de amargura pensar que una parte de la izquierda no recibió como una buena noticia el despertar de los pueblos árabes y que, de algún modo, sintió un gran alivio cuando intervino la OTAN en Libia porque eso les eximía de pensar el mundo en toda su complejidad. ¡Ya sabían lo que estaba pasando y lo que iba a pasar! Creo que el mundo es más frágil y más complejo que nunca y que la ilusión de Guerra Fría que ha activado la revolución siria en realidad ilumina por debajo una nueva red fluida de relaciones multipolares conflictivas que hasta la inmolación de Mohamed Bouazizi permanecía sorda o escondida. Estamos entrando en el siglo XXII sin apenas haber «usado» el XXI; y lo que se avecina da mucho miedo. Las revoluciones árabes han imprimido un acelerón a esa transición o a esa revelación. Lo malo es que no sabemos a dónde vamos porque ni siquiera sabemos lo que queremos. Lo bueno -por lo menos para mí- es que en todo caso ya no podemos ignorar que los pueblos árabes existen y que están alzando la voz, con décadas o siglos de retraso, para reclamar su derecho elemental a la dignidad. Puede que eso sea una irresponsabilidad y que haya que echarles la culpa del avance imperialista o hasta de la destrucción del planeta. Pero algo va muy mal -muy mal- en este mundo si desde la izquierda lo único que se nos ocurre pedirle a un pueblo que despierta es que se duerma de nuevo.

NOTA DE SANTIAGO ALBA RICO:

Esta entrevista, realizada a mediados de abril, fue publicada en el número de mayo de El Viejo Topo. Los cambios en el Consejo Nacional Sirio, el recrudecimiento del conflicto civil armado y el evidente fracaso del plan Annan, con las nuevos forcejeos diplomáticos entre las partes que rastrillan la revuelta siria y la implacable obstinación de la dictadura, obligarían a actualizar los datos y acentuar la preocupación, pero la información y la argumentación aquí recogidas mantienen, a juicio del entrevistado, toda su vigencia.

Fuente original: El Viejo Topo 292, Mayo 2012 http://www.elviejotopo.com/web/revistas.php?numRevista=292