Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Activistas del Likud en la sede del partido en Tel Aviv, 2 de marzo de 2020. Tomer Appelbaum
Las tres encuestas de la TV a pie de urna transmitidas el lunes por la noche mostraron una victoria decisiva para el primer ministro Benjamin Netanyahu y una pérdida devastadora para Azul y Blanco, encabezado por el exjefe de gabinete Benny Gantz y todo el bloque de centro-izquierda. Según las encuestas mencionadas, Likud superó a Azul y Blanco por tres a cinco escaños y el bloque de la derecha registró 59.
Pero no es solo el centro izquierda el que perdió el lunes. Una victoria para el acusado Netanyahu es una derrota para el Estado de derecho y para cada israelí que quiera vivir en un país democrático regido por la ley en el que nadie esté por encima de la ley. Este es un día negro para todos los que intentaron dejar atrás la pesadilla de los años de poder de Netanyahu que se caracterizaron por la instigación, la división y el racismo.
A diferencia de las dos elecciones anteriores, que tuvieron lugar cuando el primer ministro todavía era sospechoso de delitos, Netanyahu se postuló en las elecciones de la Knéset del lunes, la tercera del año pasado, como una persona acusada de soborno, fraude y abuso de confianza en tres casos separados. Esto significa que millones de israelíes votaron por un candidato acusado de cometer delitos graves. En consecuencia, la elección del lunes debe verse como un voto de desconfianza en el sistema legal, la policía, la fiscalía y el fiscal general.
Esta es una situación sin precedentes. El Tribunal de Distrito de Jerusalén programó la apertura del juicio de Netanyahu para el 17 de marzo, a solo dos semanas de distancia. Pero dado que retiró la solicitud de inmunidad de enjuiciamiento que presentó a la última Knéset, Netanyahu no puede presentar otra solicitud de inmunidad en estos casos.
La experiencia enseña que su primer objetivo será detener los procedimientos legales contra él. Sus socios naturales, los partidos de derecha y religiosos, que están interesados en alterar el equilibrio de poder entre los tres poderes del Gobierno controlando el Tribunal Superior de Justicia y aboliendo el poder y la independencia de la Oficina del Fiscal General, no lo detendrán. Al contrario, casi seguro cooperarán con cualquier maniobra jurídica y política que Netanyahu solicite, incluida la aprobación de una legislación que permita a la Knéset anular el Tribunal Superior, lo que impediría efectivamente que dicho Tribunal anulara leyes inconstitucionales. Esto significa que Israel se está deslizando por una pendiente muy empinada.
Este es un proyecto que va más allá de proteger a un primer ministro acusado de crímenes. A la derecha israelí le interesa lo que Naftali Bennett, presidente del partido Yamina, calificó el lunes de «gobierno de soberanía», que anexionaría territorio en violación del derecho internacional, robaría tierras palestinas y establecería un régimen de apartheid de facto. Por esta razón los resultados de las elecciones no pueden verse como una coincidencia aleatoria: Para llevar a cabo una política corrupta, se necesita un primer ministro corrupto.
Ahora Netanyahu centrará sus esfuerzos en atraer a los «desertores» del bloque rival, para poder formar un gobierno. Solo podemos esperar que ninguno de ellos ceda a sus tentaciones y, por lo tanto, convierta oficialmente a Israel en un país que ha abandonado todos sus valores.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.