Aunque sostienen que la vejez no es el fin, necesariamente, especialistas en Cuba alertan sobre los múltiples retos que conlleva el progresivo proceso de envejecimiento demográfico que vive la nación caribeña, con 20,4 por ciento de su población con 60 años y más. «El cambio de estructura por edades de la población es un fenómeno […]
Aunque sostienen que la vejez no es el fin, necesariamente, especialistas en Cuba alertan sobre los múltiples retos que conlleva el progresivo proceso de envejecimiento demográfico que vive la nación caribeña, con 20,4 por ciento de su población con 60 años y más.
«El cambio de estructura por edades de la población es un fenómeno internacional que ha sido anunciado con prudente anticipación, aunque quizás no fuera suficientemente escuchado», consideró Antonio Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, durante un Taller sobre el Envejecimiento Demográfico en Cuba, realizado en esa institución a propósito del 11 de julio, Día Mundial de Población.
«Hoy es un proceso en marcha, con variaciones subregionales y entre países, pero bien establecido», sostuvo el experto. Datos ofrecidos por Aja indican que, a nivel mundial, entre 2015 y 2030 la población de 60 años se elevará de 900 millones a 1.400 millones de personas, lo que supone un incremento del 64 por ciento en solo 15 años, para convertirse en el grupo de edades que más crece.
El envejecimiento demográfico es resultado de determinada transición demográfica, entendida como el paso de niveles altos a bajos de mortalidad y fecundidad, con efectos en la estructura por edades de la población, precisó.
«Ello trae implicaciones para el cuidado, la fuerza laboral, la defensa o el deporte», expuso como ejemplos la investigadora Alina Alfonso, quien destacó la diversidad de esa población envejecida en cuanto a su estado civil, nivel educacional, residencia urbana o rural y acceso las nuevas tecnologías, entre otras variables.
Participantes en el taller indicaron que las miradas al envejecimiento desde las investigaciones y las políticas públicas deben tener en cuenta el enfoque territorial, las diferencias por género, los procesos de migración interna y externa, las relaciones intergeneracionales, la protección de las personas adultas mayores, su cuidado, salud, seguridad social, empleo, entre otras situaciones.
Tampoco pueden obviarse los vínculos entre población envejecida y medio ambiente, en un país que busca reducir los riesgos ante fenómenos naturales extremos y los efectos del cambio climático.
«Se trata de fenómenos con repercusión en la salud de la población, en particular de personas adultas mayores que necesitan ayuda ante estas situaciones», puntualizó el geógrafo René González Rego.
Además de invertir en entornos físicos más amigables con las personas adultas, se necesita reducir los riesgos en caso de tormentas, inundaciones y otros fenómenos, alertó.
Estudios indican que de los 94 municipios con costas en el país, 90 tienen un nivel de envejecimiento, con densidad de población muy baja y poca percepción del riesgo que corren ante eventos como las inundaciones costeras, expuso como ejemplo.
Un tema pendiente es la gestión que, por encargo, tiene la educación en el tema del envejecimiento, señaló la psicóloga y profesora Teresa Orosa, presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana.
Orosa se refirió no solo a la formación de las personas mayores, que se concreta mediante los cursos que desarrollan las cátedras en todo el país, sino también a la sensibilización y educación de la población. «Hablo de educación para mayores y sobre mayores», puntualizó.
Abogó, además, por la integración de las acciones diversas que se desarrollan hoy desde las universidades y la academia, así como a favor de «gerontolizar las estadísticas y los pensamientos».
El proceso de envejecimiento demográfico presiona igualmente a diversas esferas de la economía y la sociedad, advirtió la estudiosa Alina Hernández Montero, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, quien se refirió al incremento de demanda en la atención de salud y al sistema de pensiones que se genera.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional (2011) ofrecidos por la experta, 82 por ciento de las personas mayores padece alguna enfermedad crónica, proporción que se incrementa a 89 por ciento en personas de 75 años y más.
Ello se relaciona directamente con los cuidados, un asunto que precisa de la combinación del apoyo familiar y las políticas públicas, pero que actualmente sigue sobrecargando a las familias, en particular a las mujeres que trabajan, cuidan a su descendencia y son responsables de familiares mayores.
No son pocas las que tienen incluso que dejar de trabajar en un etapa productiva de la vida para cuidar de personas ancianas dependientes. Estimados citados por Hernández Montero indican que deja de crearse dos por ciento del PIB por asumirse tareas de cuidado.
Con la edad aparecen también enfermedades crónicas que repercuten en la calidad de vida, la salud sexual y reproductiva, señaló la sexóloga Beatriz Torres, presidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (Socumes).
«La sexualidad cambia, pero no termina con el avance de la edad», reiteró Torres y dijo que igualmente perviven estereotipos y mitos que limitan la sexualidad de mujeres y hombres mayores.
«Hace falta fortalecer jurídicamente las políticas de cuidado de esas personas», dijo Aimée Gross Gutiérrez, del Grupo de Investigaciones sobre el cuidado del adulto mayor (GICAM) del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana.
Ese es uno de los resultados emanados de los estudios de ese colectivo académico, que aboga por reconocerlos como ciudadanos plenos, con derecho al envejecimiento activo y al cuidado de calidad.
El GICAM apuesta también por generar acciones para defeminizar el rol de cuidador y garantizar la permanencia y estabilidad del personal que labora en instituciones estatales de cuidado, señaló Gross Gutiérrez.
Otro gran desafío tiene que ver con el acceso, dominio y uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones por parte de estas personas, reflexionó Ania Hernández, profesora de la Facultad de Comunicación de La Habana, quien abogó por la alfabetización digital de esa población.
«No se trata solo de conocer y dominar la tecnología, sino de garantizar una continuidad de su uso como necesidad personal y también colectiva, para acompañar y participar en el proceso de democratización ciudadana del gobierno», agregó.