Como viene siendo habitual desde que George W. Bush fuera elegido por primera vez presidente de los Estados Unidos, la República de Cuba ha tenido que afrontar durante el pasado año 2004 un número incontable de ataques de la Administración norteamericana. Además de las graves amenazas de agresión armada, las infames acusaciones de fomentar el […]
Como viene siendo habitual desde que George W. Bush fuera elegido por primera vez presidente de los Estados Unidos, la República de Cuba ha tenido que afrontar durante el pasado año 2004 un número incontable de ataques de la Administración norteamericana. Además de las graves amenazas de agresión armada, las infames acusaciones de fomentar el turismo sexual, la adopción de nuevas y criminales medidas para recrudecer el bloqueo y la constitución de una delirante Comisión de ayuda a una Cuba Libre, presidida por el mismísimo ex- secretario de Estado, Colin Powell, para dirigir al milímetro los destinos de una hipotética isla postrevolucionaria; este año hay que destacar los continuos incidentes instigados por Washington y ejecutados por gobiernos títeres de países hermanos como México, Perú, Panamá y España. Como era de esperar, Cuba ha sabido defenderse con dignidad de unas provocaciones que se vieron abocadas al fracaso:
Panamá indulta a cuatro terroristas anticubanos
Las relaciones diplomáticas entre las repúblicas de Cuba y Panamá estuvieron suspendidas durante un corto periodo de tiempo a causa de una decisión indecente, desde el punto de vista legal y moral, tomada por el Gobierno del país centroamericano. El pasado mes de agosto Mireya Moscosa, a la sazón presidenta de Panamá, indultó a cuatro sanguinarios terroristas anticubanos: Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Remón y Guillermo Novo Sampol, quienes fueron condenados por tribunales panameños a penas que oscilaban entre los 20 y los 30 años de prisión por intentar asesinar a Fidel Castro con una bomba compuesta de 15 kilos de explosivos C4 mientras pronunciaba un discurso en el paraninfo de la Universidad de Panamá durante la Cumbre Iberoamericana. Si estos asesinos hubieran alcanzado su objetivo, habrían matado también a cientos o incluso a miles de inocentes espectadores. Pero la crueldad con la que querían cometer esta masacre no es sorprendente si se tiene en cuenta el espeluznante historial de crímenes que estos contrarrevolucionarios tienen a sus espaldas, especialmente el ex-agente de la CIA y ex-miembro de los Rangers norteamericanos Posada Carriles, que en 1973 hizo estallar frente a la costa de Barbados un avión comercial de Cubana de Aviación. Este atentado le costó la vida a los 72 pasajeros, incluido el equipo infantil cubano de esgrima que viajaba en él.
La decisión de indultar a esto terroristas responde con toda seguridad a las presiones del Gobierno estadounidense y de sus aliados de la mafia miamense. El propio Colin Powell, en una visita oficial a Panamá en ocasión al Centenario de la República, le pidió a Moscoso en una entrevista personal que indultara a estas cuatro personas. En este sentido hay que destacar también que la hermana de la ex-presidenta, Ruby Moscoso, que mantiene constantes contactos con los anticastristas de Miami y es conocida por ser el enlace entre el antiguo Gobierno panameño y la ‘gusanera’, ha sido una pieza clave en las gestiones para la liberación. Parece bastante claro que Mireya Moscoso se ha querido ganar el favor de la mafia terrorista de Miami, ciudad donde residió durante los años 80 y donde tiene planeado retirarse a vivir de su fortuna personal como tantos ex-gobernantes latinoamericanos.
A estas alturas la complicidad de la Administración Bush queda fuera de toda duda. Nada más abandonar la cárcel, los indultados, salvo Posada Carriles, embarcaron protegidos por fuertes medidas de seguridad en un jet con destino a Miami, localidad en la que residen ahora. Allí les recibieron entre vítores y aplausos la flor y nata de la extrema derecha cubano-americana. Dando ejemplo del tipo de democracia que quieren para Cuba, la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) se felicitó por la liberación de los cuatro terroristas. Su presidente Francisco Pepe Hernández se expresó con una claridad meridiana cuando declaró que su organización no propugnaba la violencia «pero no condenamos a quienes luchan y exponen su vida para tratar de liberar a su pueblo». Y, por si fuera poco añadió:»esto es una victoria para todo el exilio y un triunfo de la justicia, más allá de la estrategia que se haya elegido para lograr la democracia en Cuba». Nuestro ‘demócrata’ pasa por alto el nimio detalle de que esa «estrategia para lograr la democracia» consiste en asesinar a diplomáticos y turistas y en poner bombas en universidades y aviones civiles. En cuanto a Posada Carriles, su paradero actual es desconocido. Las últimas noticias que se tienen son que se le busca en Honduras, país al que entró gracias a un pasaporte falso, como no, estadounidense.
Uno de los aspectos más bochornos de esta afrenta contra Cuba es que viola a todas luces la legislación panameña. El indulto es una atribución del presidente de la República que puede ser ejercida cuando el proceso judicial haya concluido y exista una sentencia firma. Estos requisitos no se cumplían en el caso de estos mercenarios, ya que éste aún estaba en fase de apelación.
Pero esta maniobra destinada a complacer al Gobierno estadounidense y al ‘lobby’ anticomunista de Miami ha terminado en un rotundo fracaso. El actual presidente, Martín Torrijos, tras haberse impuesto con claridad en los últimos comicios al candidato de Moscoso, ha criticado la decisión de su antecesora, ha restablecido las relaciones diplomáticos y se mostrando dispuesto, según lo afirmado en su discurso de investidura, a tener relaciones amistosas con la isla. Por su parte, Moscoso además de estar totalmente desacreditada por su nefasta gestión, puede ser procesada por corrupción y por maquillar las cifras del déficit económico y la deuda externa.
Perú y México, peones de la estrategia norteamericana de aislar a Cuba
El presidente peruano, Alejandro Toledo, también decidió sumarse a los planes norteamericanos sin que consiguiera dañar el prestigio de la Revolución Cubana en Latinoamérica. Con el infame antecedente de haber promovido la anterior resolución contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Toledo deterioró sus relaciones con la mayor de las Antillas, llegando incluso a retirar su embajador y a acusar al Gobierno revolucionario de intervenir en los asuntos internos del Perú. Este desplante intentó justificarse con unas simples declaraciones que Fidel Castro realizó en la manifestación del 1 de mayo, un día antes de que Perú iniciara las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. El presidente cubano no quiso en ningún momento interferir en la política interior peruana, simplemente se limitó a criticar unos acuerdos y una política que él considera nefasta. Una opinión que parece compartir la mayoría de la población peruana y latinoamericana a teno r de las gigantescas movilizaciones populares que se han producido en los últimos años.
Si Cuba reaccionara de esa forma ante las continuas intromisiones de Estados Unidos, la Unión Europea y medio planeta en sus asuntos internos, no tendría embajadores en prácticamente ninguna nación del mundo. Por lo visto todos los gobiernos tienen derecho a decirle a Cuba con arrogancia y con total falta de respeto por su soberanía lo que tiene que hacer en cada momento, pero el país caribeño debe andar con pies de plomo para no ofender a nadie, sin que su jefe de Estado pueda siquiera pronunciarse sobre asuntos de enorme relevancia para el futuro del continente. Por suerte este rifirrafe no pasó a mayores, quizás porque Toledo tenga ya bastante preocupación con levantar su ínfimo nivel de popularidad o con reprimir las continuas y masivas manifestaciones y cortes de rutas de sus descontentos ciudadanos.
El desencuentro con México se produjo sobre las mismas fechas, aunque revistió algo más de gravedad. El derechista Vicente Fox rompió con la larga tradición mexicana de mantener relaciones cordiales con la isla, algo a lo que ni siquiera llegó el régimen caciquil y proimperialista del PRI en más de 40 años. Los motivos argüidos por el presidente mexicano para retirar su embajador de La Habana y expulsar de México al embajador cubano y a un consejero político del Partido Comunista de Cuba fueron tres:
El primero fueron las actividades realizadas en territorio mexicano por tres miembros del Partido Comunista de Cuba (entre ellos el citado consejero político), que según el ministro de Exteriores mexicano fueron «inaceptables» y estaban «fuera del marco institucional y de los procedimientos establecidos en los acuerdos y tratados vigentes entre Cuba y México». Lo cierto es que estas tres personas viajaron legalmente y con pasaporte diplomático al país azteca, donde tuvieron un programa de reuniones con representantes de amplio sectores políticos, dentro del respeto a la Constitución y a las leyes de los Estados Unidos Mexicanos y a las normas que rigen toda conducta diplomática. Justo lo contrario de que lo que pretendió hacer en Cuba el diputado del PP Jorge Moragas.
La segunda razón fue la deportación a México y los supuestos malos tratos recibidos en una prisión cubana por el empresario de origen argentino Carlos Ahumada. Este ciudadano fue detenido en territorio cubano por la policía de la isla cuando era prófugo de la justicia mexicana, la cual le ha procesado por financiación ilegal de campañas y lavado de dinero. A Cuba se le acusó además de interferir en las investigaciones mexicanas (cuando la detención sólo iba encaminada a cooperar con la justicia mexicana) y de proteger a Ahumada. Estas infundadas acusaciones de maltrato fueron contestadas por el propio Ahumada, que en una videograbación difundida por las autoridades cubanas confesaba, entre otras cosas, que «han sido muy humanos y muy respetuosos», que «me he sentido seguro», que «la comida ha estado bien» y que tuvo la oportunidad de ver a su abogado al día siguiente y a su esposa con asiduidad. Al poco tiempo, Cuba entregó a Ahumada a México para que fuera procesado allí cumpliendo rigurosamente las leyes de deportación.
La más ridícula de las razones del conflicto fue el citado discurso del Día de los Trabajadores en el que Fidel Castro criticó a Fox y a Toledo. Sobre este reacción desproporcionada, sólo añadiremos que, por suerte para la relación fraternal que une a los pueblos de América Latina, la intransigente postura de México no fue la misma que la del Gobierno cubano cuando éste país se posicionó contra la isla en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, cuando provocó la penetración violenta en la embajada mexicana de delincuentes cubanos contrarrevolucionarios o cuando Fox trató de forma irrespetuosa a Fidel en la Cumbre de Monterrey. Antes de ofenderse con tanta presteza, México debería mirarse en el espejo y ver quién es el que verdaderamente realiza declaraciones ofensivas. Poco después de producirse el incidente, Felipe Pérez Bravo, presidente del partido de Vicente Fox, el PAN, tildó a la Revolución Cubana de «dictadura decrépita». Tampoco queda lejos la citada Cumbre de Mont errey, donde el propio Fox puso a Castro de mentiroso y le impidió su presencia en la reunión.
Después de de que se vieran desmontadas las excusas que el Gobierno mexicano esgrimió para justificar la fractura, todo parece llevarnos a la conclusión de que ésta ha sido una crisis artificial que responde a tres espurios motivos: obedecer a Bush en sus planes de aislar a Cuba, complacer a la mafia miamense tras los fuertes compromisos adquiridos por Fox durante su campaña electoral y desviar la atención de lo auténticamente importante del caso Ahumada: los vídeos grabados por el empresario de origen argentino en los que aparecían dirigentes mexicanos en corruptas tramas delictivas.
Finalmente el incidente no pasó a mayores gracias a que México dio marcha atrás y recompuso sus relaciones diplomáticas con la mayor de las Antillas devolviendo a su embajador a La Habana. Además de la firmeza de la respuesta cubana, al presidente mexicano quizás le impulsaran a rectificar los miles de compatriotas suyos que se manifestaron a favor de Cuba, la gran cantidad de diputados de distintos partidos que se mostraron en contra de la ruptura de relaciones o el sondeo que reveló que la mayoría de los ciudadanos del país azteca se oponían a esa medida. Con una índice de popularidad bastante bajo y con una población defraudada por su gestión neoliberal y sus promesas incumplidas de democratizar el régimen autoritario y corrupto del PRI, el presidente Fox habrá aprendido la lección de que atacar a la Revolución Cubana nunca sale gratis.
El PP y su obsesión patológica con la Revolución Cubana
El PP ha sido otro de los acérrimos enemigos de Cuba que ha fracasado estrepitosamente. Poco después de que los españoles echaran con sus votos a los populares del poder, éstos volvieron a hacer el ridículo con otro intento desesperado por crispar las relaciones bilaterales entre España y Cuba. En esta ocasión el incidente estuvo protagonizado por el diputado Jorge Moragas, responsable de la política exterior del PP, quien anunció de forma altanera y sin consultar con su propio Gobierno que iba a viajar a la isla para entrevistarse y prestar su apoyo a los ‘disidentes’. Según estos iracundos contrarrevolucionarios, los mercenarios que estaban invitados a los actos de la embajada (pese a que al Ministerio de Asuntos Exteriores español no le entusiasmaba la idea) como consecuencia de la Posición Común Europea con respecto a Cuba fueron agraviados por el embajador español en La Habana, Carlos Zaldívar, en su discurso del Día de la Hispanidad. Lo único ‘humillante’ para estas ma rionetas de Washington que dijo Zaldívar fue que a España le gustaría que la Unión Europea cambiara su política hacia Cuba y que esperaba que el 12 de octubre del próximo año los representantes del Gobierno cubano aceptaran la invitación de la embajada y estuvieran presente en los actos.
Pero si patéticas fueron la reacción de estos ‘opositores’ financiados por la Casa Blanca al abandonar la embajada durante el discurso de Zaldívar como símbolo de protesta, más esperpéntica aún fue la imagen de Moragas en el aeropuerto José Martí de La Habana. El diputado derechista quería entrar desde París en territorio nacional cubano para realizar actividades políticas con una simple visa de turista y sin avisar a las autoridades cubanas. Moragas quería entrevistarse y solidarizarse con dirigentes de organizaciones políticas ilegales totalmente supeditadas a las órdenes de Washington y cuyo principal objetivo es derribar al régimen socialista. Y todo ello, volvemos a insistir, con una visa de turista, volando desde otro país de origen y sin hablar previamente con los Gobiernos de Cuba y España. Como indica la más simple lógica, este disparate va contra las leyes de cualquier país del mundo. Y si no, imagínense lo que puede suceder si un diputado cubano decide, con una visa de turista volar desde República Dominicana hasta España o cualquier otro país del mundo sin consultar con sus propias autoridades y con las del país de destino para entrevistarse con miembros de organizaciones de izquierda. Y no digamos ya lo que pasaría si esas organizaciones quisieran subvertir el orden constitucional español o si incluso estuvieran ilegalizadas y tuvieran a algunos de sus líderes condenados a prisión.
A pesar de las injustas críticas realizadas por algunos portavoces socialistas al legítimo modo de proceder del Ministerio del Interior cubano y de la inexplicable llamada a consultas del Gobierno español a la embajadora cubana en España, ni el PSOE ni otros partidos cayeron en la trampa de los populares y no apoyaron el numerito de Moragas. Pero el fracaso de esta artimaña fue tal, que incluso el presidente fundador del PP, Manuel Fraga, quien anteriormente había manifestado pública y reiteradamente que aboga por una política de diálogo con Cuba, y el portavoz popular de Exteriores en el Congreso, Gustavo de Arístegui, (quien según el diario ‘El Mundo’ ha expresado en círculos internos su disconformidad con el viaje) se han desmarcado de la payasada de Moragas.
Después de ver cómo han terminado los diversos intentos de arrinconar a Cuba en el tablero de las relaciones internacionales, podemos estar seguros de que la Revolución sabe defenderse de los planes estadounidenses con una diplomacia que combina tanto la respuesta firme a las provocaciones como el diálogo para superar las discrepancias con los países hermanos. Difícil lo tendrán los Estados Unidos para seguir aislando a Cuba teniendo en cuenta el prestigio del que goza la Revolución entre los pueblos latinoamericanos y los partidos progresistas del continente, muchos de los cuales están ya instalados en el poder. Al Imperio apenas le quedan lacayos como los de antes en la Patria Grande.