En el tiempo presente, la palabra «recorte» es omnipresente. Recortes todas las semanas. Avisos de recortes futuros. Información sobre los efectos de los recortes producidos… Por eso, he sentido la necesidad de elaborar un esquema de clasificación de las tres actitudes ciudadanas observadas hacia esos recortes. Creo que podría servir a alguna persona como mapa […]
En el tiempo presente, la palabra «recorte» es omnipresente. Recortes todas las semanas. Avisos de recortes futuros. Información sobre los efectos de los recortes producidos… Por eso, he sentido la necesidad de elaborar un esquema de clasificación de las tres actitudes ciudadanas observadas hacia esos recortes. Creo que podría servir a alguna persona como mapa para identificar las fuerzas de la gravedad que usa el sistema para retenernos como siervos en él.
Este artículo se inserta dentro de esa colección de artículos sobre las actitudes sociales: despistados, reformistas, revolucionarios y desconfiados en la izquierda actual y también sobre aficionados, profesionales, hinchas y desapegados en la política o sobre la izquierda lamentante, resistente, alternativa y hegemónica. El último que recuerdo trataba las actitudes sociales ante las movilizaciones. Surgen casualmente, sin plan.
Comencemos…
El paradigma de los recortadores.
Es el paradigma más afín al sistema. Este paradigma tiene dos facciones en las instituciones: la de quienes gobiernan y la de los que representan el papel de oposición. En el turno de gobierno, tienen que justificar su acción recortadora con una magnificada responsabilidad, argumentan sus medidas recortadoras en la excepcionalidad del momento, escurren parte del peso de la autoría de los recortes atribuyendo la causación a lo que hicieron/hacen otros gobiernos previos y otros partidos en el gobierno de otras administraciones territoriales, hacen un llamamiento al consenso y a la comprensión de todos, ridiculizan cualquier posición que no sea la de apoyar los recortes.
En cambio, cuando representan el papel de oposición se niegan a todo recorte, como si esa facción formara parte del paradigma de los recortados, responsabilizan por completo a la facción del gobierno de los recortes, niegan cualquier responsabilidad propia pasada o presente en otra administración territorial, pintan como alternativa un abanico de ocurrencias exageradas, que no tendrían ninguna propiedad para estabilizar el sistema en caída libre. Dentro de la facción que representa la oposición hay varias subfacciones, una más extremada (con el propósito de desgastar a la facción de gobierno y aparentar ser la salvación, aunque ya haya interpretado el papel de gobernar con el mismo libreto) y otra más moderada (con propósito de alcanzar pactos en cuestiones secundarias, como más inversión en el territorio donde obtienen votos escenificando su defensa).
Muchas personas, mayorías sociales siguen fieles a este paradigma, con sus facciones y subfacciones. La razón que ancla a las mayorías sociales a las fuerzas políticas de este paradigma, incluso en un momento en el que estos partidos les expropian derechos, para convertirlos en materiales de sustentación del régimen de gobierno real de bancos y grandes empresas, es compleja. Yo todavía no llego a inventariar completamente los componentes de esta alienación, aunque me atreva a apuntar algunos elementos: el adoctrinamiento desde niños en un modo de pensar muy reducido, el bombardeo constante y multicanal de información malintencionada, la fidelidad hacia unas marcas políticas, el engaño del mecanismo pendular del bipartidismo, el efecto de los legitimadores de las facciones (la Iglesia para el PP o los sindicatos mayoritarios para el PSOE), la distracción como la de los eventos deportivos, el miedo a lo desconocido, la falta de visibilidad de una alternativa que atraiga, …
La pertenencia a ese paradigma suele ser muy pasiva: se trata de votar-delegar en un@s señorías que consideran que se les elige sin mandato popular, por lo que asumen en libertas el mandato oligárquico en un matrimonio indisoluble de economía y política; en pocos casos, se entusiasman con la acción del gobierno, pero en bastantes se justifica y en muchos se perdonan y se toleran los recortes; algunos llegan a considerar que hay que soportar estoicamente el sacrificio impuesto para volver a una economía sin crisis, en la que se devuelvan graciosamente los derecho evaporados.
En el otro lado de la representación, los representantes actualmente justifican la política de recortes con la necesidad de desendeudar la sociedad, para partir en unos años, desde una posición de deuda más normalizada, refinanciar una época de crecimiento económico como ellos lo entienden. Un observador ajeno se preguntaría por qué no hacen el desendeudamiento con dinero rescatado de las manos muertas de la sociedad. Los líderes de los partidos de este paradigma contestarían que ese capital huiría si se le maltrata. Un observador ajeno preguntaría cuál es el tipo de crecimiento al que se aspira. Aquellos responderían que poco importa eso; en un país que no encuentra un sitio en la competencia internacional significaría un nuevo ciclo de construcción voraz o un modelo de integración en la economía global como los países en vías de desarrollo milagroso (mucho trabajo, bajo salario, malas condiciones de trabajo, …).
El paradigma de los recortados.
También muchas personas, sobre todo cuando les tocan un derecho propio o uno de una persona próxima, a veces cuando les saturan tantas medidas ajenas, se han desenganchado del paradigma de los recortadores. Esto significa que reconocen que los discursos huecos con los que conquistan la confianza los partidos del paradigma de los recortadores no tienen ninguna relación con los recortes aprobados cuando ya tienen poder.
Si los anteriores podían vivir en el dogmatismo inestable, en este paradigma predomina el escepticismo, ya que la memoria a veces escapa a la gran fuerza de los mecanismos de olvido, lavado e instalación del pensamiento del paradigma de los recortadores, en alguna de sus versiones. Los anteriores dicen sí a uno de los dos bandos o alternativamente a los dos y los recortados dicen que no, que temporalmente no creen en ninguno.
Exploran por el espectro intelectual y político buscando defensores de los recortados, pero sin mucha confianza porque vienen del desencanto con partidos que cuando representan el papel de oposición simulan perfectamente su frontal rechazo. En este ambiente de buscadores repentinos de soluciones fáciles han proliferado iniciativas como el Indignaos y el Comprometeos (de Hessel) o el Reacciona y el Actúa (de un grupo de periodistas y personalidades de otras profesiones como Rosa María Artal, Escolar, Baltasar Garzón, …), los libros de Juan Torres López y Vicenç Navarro, …
En cuanto a partidos, se concitan esperanzas en uno de los partidos del paradigma de los recortadores, en una versión menos desgastada (la ex-ministra de Defensa durante la Guerra de Libia, Carme Chacón o Tomás Gómez o Patxi López). Izquierda Unida quizá se haya convertido en el principal albergue de este paradigma. A veces, como ocurrió con Izquierda Unida en Andalucía da la impresión de que incluso algunos partidos supuestamente de defensa de los recortados, con un memorial de traiciones más breve, tienen dentro afanes de poder y colocación de clientelas similares a los partidos del paradigma de los recortadores, que se puede imponer a un verdadero propósito de invertir los términos.
Las personas que merodean este sentimiento de rechazo tienen razones altruistas (
El origen acomodado en el paradigma de los recortadores de muchas personas de este paradigma de los recortados es la causa de que conserven unas actitudes poco activas, a la espera de la iniciativa sindical. Es común su participación en alguna aislada manifestación cuando el enfado alcanza un pico elevado. Por esa razón algunas manifestaciones como las de los días de las dos últimas huelgas generales o las del 19 de julio se hacen multitudinarias. Pero cuando esa emoción se enfría, el malestar descansa en el refunfuño de la cafetería, hasta una nueva crecida.
Muchas personas no se inscriben en este paradigma para participar la tarde un jueves una o dos veces al año y más bien caen en el desencanto más intenso, después de observar la escasa efectividad de las acciones de la protesta intermitente. A ese desencanto se suman más tarde precisamente parte de los que participan sólo los días señalados en el calendario porque no llegan los frutos esperados, ni siquiera después de los día de gloria en los que las decenas de miles de personas provocan euforias de poder popular.
Además de la debilidad que provoca la discontinuidad en la organización y acción, dentro de este paradigma se enfoca el recorte casi como una voluntad caprichosa del gobernante, aunque de la lectura de los libros referencia obtengan algunas ideas sobre otra política económica alternativa. Tal y como se plantea la cuestión, poco importa cómo se obtenga la reorientación hacia la evitación de los recortes, ya que lo importante parece precisamente darle marcha atrás a los recortes.
Las personas del paradigma de los recortados normalmente se sentían cómodas en aquel turbocapitalismo que destruía la costa, consumía mucho territorio, construía en España más que en la suma de países europeos más grandes, creaba un endeudamiento tramposo, alimentaba una burbuja inmobiliaria, derrochaba recursos, generaba residuos ingentes, fabricaba cosas tan nocivas como armas para dictadores contra los que luego se hacían guerras, pagaba a la mujer mucho menos que al hombre por la misma actividad, explotaba de mil formas imaginables a los pobres de países empobrecidos, excluía de la opulencia a una parte de la población nacional, hacía crecer fortunas inmorales, permitía el consumismo, … Parece que el retorno de aquella situación no sería despreciada para este paradigma si los recortes se eliminasen y volviese la paga extra de Navidad para comprar los regalos del espíritu navideño.
El paradigma de los críticos.
El tercer paradigma es el de los críticos. Igualmente se rechaza el recorte, pero distinguiendo mejor lo que en los recortes afecta a las condiciones de acceso a los derechos sociales básicos y lo que carga más bien contra un poder adquisitivo que permite niveles elevados de consumo. Desde luego, es en este paradigma donde se apuntan con más claridad alternativas, pues se trabaja en ellas desde antes de la crisis, porque el mundo siempre ha estado en crisis, aunque las clases populares occidentales hayan vivido un paréntesis de bienestar y consumismo.
En el paradigma de los recortados se habla mucho del caso islandés como relato de un retorno al paraíso de las sociedades sin recortes, pero parece que las lecciones islandesas se quedan cortas. La alternativa pasa por verdaderas quiebras de bancos privados que no supieron gestionar el riesgo con la mejor indemnización a los impositores posible, por repudiar parte de la deuda ilegítima asumida por los poderes públicos, por la persecusión de los responsables, por una fiscalidad ya no progresiva sino confiscatoria del enriquecimiento injusto de estás décadas, la nacionalización de empresas, el debilitamiento de las formas de poder económico, el aprendizaje de una nueva forma de vivir en la que haya menos riqueza material, pero más riqueza humana y social, donde hay que asumir la incertidumbre y un empobrecimiento general, pero donde la soberanía popular se comprometa en la garantía de que lo importante se cubriría para todos como objetivo básico, … Se trata de un mundo que abandona voluntariamente el callejón sin salida sin volver a un atrás que no existe, se adentra en un incierto futuro sin más luz que las que solidariamente pueda darse el pueblo a sí mismo.
La actitud combativa es constante y no la flor de una tarde de verano. Contrasta también la espontaneidad de la acción frente a la disciplinada y ceremoniosa maquinaria de los que manifiestan su malestar por los recortes al lado de organizaciones que pueden moverse entre la decisión/aceptación de recortes, la simulación, la protección sin los bríos de la oposición.
La mirada es global y radical, porque la protesta y la propuesta no se fija en una aminoración de la cantidad de bienes o viajes que una persona/familia pueda alcanzar, con el máximo de renta que pueda obtener. Atiende más bien al mantenimiento y creación de vías para la satisfacción de las necesidades básicas de la persona, ya sea con la intermediación del estado o ya sea por un suministro directo por el mercado o la misma sociedad civil.
Es radical porque no enfoca sólo el recorte sino la estructura en la que el recorte se enraiza y tiene una lógica. Por ejemplo, era tan importante la protesta contra la reforma tributaria que se hizo en el año 2006, las privatizaciones o la falta de supervisión del endeudamiento garantizado por valores inflados por la burbuja inmobiliaria, como la protesta contra la consecuencia de los recortes. En el paradigma de los recortadores se hacen los recortes para lanzar un nuevo crecimiento como si la Historia comenzara ahora y en el paradigma de los recortado hay oposición a los recortes pero nunca hubo en su momento una protesta contra la causa de los recortes.
El abanico de actividades del paradigma de los críticos es muy ancho. Es muy importante la acción de protesta contra las medidas regresivas de los gobiernos o de sus partidos, pero la energía es muy diversa.
En cuanto a la organización, hay múltiples grupos de personas que están en varios grupos simultáneamente. Muchos de ellos traen una trayectoria de muchos años, como los sindicatos anarquistas y otros sindicatos no mayoritarios pero con una colaboración constante con esta energía social. Normalmente en la organización de estos grupos todo es muy asambleario. En cambio, en el paradigma de los recortados es muy notable todavía la delegación en los aparatos de defensa de los recortados (que en varias ocasiones refrendaron los recortes, como es el caso de la reforma de las pensiones).
En cuanto a la acción reivindicativa (hacia las instituciones) se observan acciones instantáneas de pitada o cacerolada (cacharrada, calderada) que corre de boca en boca entre las personas que suelen estar en los círculos. No se puede olvidar la forma en que se consolidó la actitud contestataria después del desalojo en Sol del 17 de mayo de 2011. Igualmente, cuando en agosto de 2011, durante la visita del Papa, se cerró la plaza de Sol y se produjeron abusos policiales contra manifestantes en Madrid, por todo el país aparecieron concentraciones y manifestaciones de solidaridad. Lo mismo ocurrió durante el episodio represivo de febrero de 2012 en Valencia. Cuando el Gobierno de España anunció el rescate, en las plazas aparecieron en horas un grupo de rechazo. En los actos de los partidos del paradigma de los recortadores, se organiza una protesta, como la de ayer en el VII Congreso Insular del PP en Tenerife. Los desahucios, las marchas, las acciones judiciales contra Bankia. Es una acción reivindicativa inmediata, constante, ubicua, insistente, espontánea, incómoda para el sistema, como se ha comprobado en los momentos en los que se ha desquiciado.
Su acción directa es muy importante. Cada vez hay más iniciativas de boicoteo a empresas (como el Mercadona tras las frases antisociales de su presidente o a Movistar por la continuidad del puesto de trabajo millonario a Urdangarín) y productos (como los planes de pensiones o los fondos de inversión, los seguros). Con todo, en general se abre una línea de reeducación para consumir de otra forma, consumir menos, evitar marcas y empresas identificadas con el capitalismo más arrasador (Coca-cola, McDonall, …), abandonar todo lo que se pueda las empresas (casi todas las grandes empresas) que explotan a trabajadores, que no respetan el medio ambiente.
Lo más importante en realidad es crear la alternativa también económica. Hay varias iniciativas de recuperación de agricultura ecológica y local sin intermediación, de banca cooperativa (como Fiare), de medios de comunicación alternativos (como Radio Klara, Agora Sol o Radio Guiniguada), proyectos de autonomía energética con energía renovables en el hogar, la ocupación de viviendas, el rechazo de desahucios, … Otra forma de trabajar con reparto de trabajo con menor remuneración, pero con más tiempo libre.
Conclusión.
Salir de los otros paradigmas no es fácil en un planeta diseñado para que confluyamos en ellos. En la crisis (de crecimiento) de los noventa nuestra sociedad encontró una suspensión de la crisis por medio del endeudamiento privado. En el lustro de duración de esa crisis no hubo tiempo para que el paradigma de los recortadores y el de los recortados demostraran su invalidez. Durante la suspensión de la crisis la adicción a esos paradigmas se ha fortalecido. Terminada la suspensión, este país tiene un problema muy serio para escapar a la crisis dentro del modelo, ya que está muy endeudado y debido a que hay un enorme stock de bien de consumo en el que se especializó esta economía (la vivienda). Los dueños del sistema no encuentran otro modelo. Por ahora, intentan volver a empezar como en 1995, pero llegar al punto cero es un camino largo lleno de golpes para el pueblo. Si no aparece un crecimiento imprevisto, quizá los años vayan abriendo las puertas al paradigma de los que quieren otro mundo a capas más extensas de la población.
El mundo empezará a corregirse cuando muchas personas se comporten fuera de la convención establecida, mejorando el comportamiento de forma gradual, sin pedir tanta materialidad como prometía el capitalismo desatado del año 2005, que exigía el sometimiento a una forma esclava de vivir. Más bien una vida más austera, autárquica, local, participativa, social, de ocio, de descanso, …
Supongo que los recortados se aferrarán a su paradigma intentando frenar al paradigma de los recortadores, pero el pulso parece desigual y la lógica impone un rumbo claro hacia un empobrecimiento disconforme y con dominación. Supongo del mismo modo que el paradigma de los críticos producirá en los recortados tanto espanto como el paradigma de los recortadores, pero el empobrecimiento propugnado por estos tiene un carácter de libertad en la austeridad.
Blog del autor: http://sagara1977.wordpress.com
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