102 años han transcurrido desde la aparición de una de las cartas más vergonzosas y destructivas que recuerde la historia de la política internacional. Una carta que demostró la alianza entre Gran Bretaña y el sionismo destinada a concretar, como punta de lanza de occidente en Oriente Medio, a una ideología, que en forma criminal, […]
102 años han transcurrido desde la aparición de una de las cartas más vergonzosas y destructivas que recuerde la historia de la política internacional. Una carta que demostró la alianza entre Gran Bretaña y el sionismo destinada a concretar, como punta de lanza de occidente en Oriente Medio, a una ideología, que en forma criminal, ha ocupado y colonizado Palestina desde el año 1948 a la fecha: la Declaración Balfour.
Esta declaración de intenciones a la que hago mención refiere, en específico, a una misiva enviada por el Secretario de Relaciones Exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía de Gran Bretaña e Irlanda , el día 2 de noviembre del año 1917, para que el contenido de ella fuera conocida y discutida en el seno de la Federación Sionista. En estos días, se conmemoran 102 años de esa manifestación de intenciones, que fundamentó, en forma falsaria, una colonización que sería llevada a cabo por parte de colonos judíos europeos, alentados por la dirigencia sionista y bajo el mito religioso del retorno a una tierra prometida por una divinidad, que lo mismo parecía tener títulos de dominio terrenales y preferencias respecto a pueblos elegidos.
Una colonización sionista, que bajo el aval imperialista signó, desde el inicio, el objetivo de llevar a cabo un proyecto de concretar un «hogar nacional judío» en tierras palestinas. Un ideal, aparentemente nacionalista con evidente base étnica, que centró sus esfuerzos en lograr la expulsión de la población palestina y si eso no se lograba, entonces trabajar por su exterminio. La estrategia sionista, llevada a cabo entre fines del siglo XIX y la actualidad exige un territorio «limpio» de palestinos para asentar todo aquel que sustente una ideología sionista y mayoritariamente de creencia judía. Esa estrategia comenzó a ser tejida por la declaración Balfour y las líneas de destrucción de Palestina que venían tejidas en el aparente deseo de «ayudar a la conformación de un hogar nacional judío, sin afectar los intereses y derechos de la población que allí vivía». La clásica hipocresía de la política occidental y sus grandes potencias.
Recordemos que Palestina fue ocupada por fuerzas militares de Gran Bretaña el año 1917 y cinco años después, la naciente Sociedad de Naciones concedería a aquel país un «mandato especial» sobre estas tierras, que expiraría el día 15 de mayo del año 1948. Pruebas de este contubernio, entre imperialismo británico y sionismo, estaba dado por el hecho que el primer Alto Comisionado para Palestina nombrada por la Sociedad de Naciones fue el político inglés (y primer judío en entrar al gabinete inglés) Herbert Samuel, quien fungió en este cargo hasta el año 1925 favoreciendo claramente a la Federación Sionista Mundial.
El 14 de mayo del año 1948, antes que la medianoche de ese nefasto día señalara el fin del Mandato británico en Palestina, en forma unilateral, y con la complicidad de las superpotencias surgidas tras el fin de la segunda guerra mundial, unido al sostén político, militar y diplomático del agonizante imperio británico; los líderes sionistas, apoyados por las bandas terroristas que surgieron durante el medio siglo que va desde la primera Aliá judía hasta ese fin de ese Mandato imperial, declaran el nacimiento de la entidad israelí. Declaración que desencadena el primer conflicto armado entre Israel y países árabes opuestos a aceptar aquel quiste incrustado en Oriente medio.
En la conformación de esa entidad ajena a la historia y desarrollo de Oriente Medio, el plan de dominio expresado por la Declaración Balfour fue un eslabón más en esa cadena de hegemonía imperialista, que comenzó a concretarse en Oriente Medio tras la caída del Imperio otomano. Balfour junto al Acuerdo Sykes-Picot (1) incumplirán todas las promesas efectuadas al mundo árabe de permitir la conformación de Estados Independientes, durante el desarrollo del conflicto de la primera guerra Mundial, ya que el objetivo era justamente contar con el apoyo de esos pueblos, para combatir al Imperio otomano, pero luego apoderarse de los territorios bajo su dominio. Es así como la continuación lógica de Sykes-Picot fue la Declaración Balfour, que tendría también a Mark Sykes, como arquitecto de esta conducta lesiva para millones de seres humanos que vivían en esa zona del mundo, quien gestó una reunión en Londres en febrero del año 1917 donde asistieron los multimillonarios e influyentes miembros de la Federación Sionista con Sede en Gran Bretaña, Walter Rothschild, Herbert Samuel – quien hizo un llamado a ejercer un protectorado inglés sobre Palestina – y Chaim Weizmann – de origen bielorruso y quien sería el primer presidente de la entidad sionista el año 1948.
Cuando se conmemoraron 100 años de la declaración Balfour y en medio del incremento de la agresión sionista contra el pueblo palestino, surgiendo ideas de concretar el denominado «Plan del siglo» para Palestina, que no es más que eliminar toda posibilidad de conformar un Estado palestino autodeterminado, este cronista escribió un artículo que da cuenta de evidente complicidad entre la política imperial británica y los cuerpos dirigentes del sionismo, que en virtud del poderío financiero y su privilegiada posición en círculos de poder, tanto en Francia, Estados Unidos como en Gran Bretaña, habían comenzado un intenso lobby destinado a conseguir la aprobación del Imperio Británico, para intensificar el proceso de colonización de tierras palestinas. Un articulo plenamente vigente, como vigente está el expolio, la usurpación, ocupación y colonialismo de palestina a manos del sionismo, apoyado en ello por el régimen estadounidense administrado por Donald Trump.
Señalaba en el mencionado artículo que el fomento en el traslado de ciudadanos europeos, de creencia judía (principalmente asquenazis), a una tierra de la cual tenían nula referencia y un arraigo inexistente pero del cual comienzan a interesarse vista las promesas de poseer tierras y bienes provistos por los multimillonarios sionistas europeos, que financiaban esta operación colonial, tenía el claro objetivo político, por parte de Gran Bretaña de concretar una hegemonía regional, que incrementara su poder global tenido a la india como referente más al oriente.. Y para ello que mejor ¿Qué mejor que contar con la mano de obra, el trabajo sucio de colonos dispuestos a todo por un ideal construido a punta de mitos?
La Declaración Balfour, a pesar del intento sionista de presentarlo como la base jurídica de su supuesto derecho a una tierra que no les pertenece, era una carta de fuerte contenido político y propagandístico, que en esencia menospreciaba los derechos de millones de habitantes nativos de Palestina. Era una carta que prometía algo que los ingleses no poseían, a la cual no tenían derecho bajo ninguna ley internacional. Por tanto mal se podía otorgar a otros lo ajeno. Una carta bajo el marco de una mentalidad imperialista donde se señalaba «Estimado Lord Rothschild. Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país. Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista. Sinceramente suyo, Arthur James Balfour»
La realidad demostró que dichos deseos eran una mera hipocresía y un apoyo decidido al Movimiento sionista, para comenzar un proceso de colonización de tierras en Palestina. Tal es así que el propio Balfour, el mismo que hablaba de respeto y no perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en palestina, el día 19 de enero del año 1919 sostuvo, en otra carta al gobierno británico «En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país… Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está anclado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700.00 árabes que ahora habitan esta antigua tierra».
A buen entendedor pocas palabras y esas mostraban claramente la complicidad criminal entre un Imperio que comenzaba su ocaso, pero capaz de ocasionar daño a millones de personas, que ignoraban, en ese momento, los planes que se tejían tras los bastidores y encuentros entre el imperialismo inglés y un sionismo, que a través de su apoyo financiero a un Imperio en guerra y con sed de recursos, para llevar adelante la campaña de la Primera Guerra Mundial compró una alianza que le serviría como credencial política para intensificar su «aliá» y avanzar en un proceso de expolio bajo la protección británica a pesar de ciertos desencuentros con grupos extremistas judíos que deseaban acelerar el proceso de ocupación del territorio palestino.
Resulta indiscutible, por más que la hasbara (propaganda sionista) lo presente como un documento jurídico, que Gran Bretaña no tenía autoridad política, legal ni moral para hacer promesas de entrega o compartir objetivos coloniales de una ideología que no conocía Palestina más que por mapas, como lo demuestra el hecho que las discusiones para encontrar «un hogar nacional judío» dividían las opciones entre la Patagonia sudamericana, Uganda y el levante mediterráneo. Cuestión que obligó a los ideólogos del sionismo a buscar las razones, líneas centrales y ejes discursivos que le permitieran sostener con algo de solidez que Palestina era el destino final.
Gran Bretaña, en un absurdo histórico, en una decisión abusiva y criminal prometió entregar un territorio que no era de su propiedad a terceros – judíos europeos – cuyo vínculo con la región era inexistente- Ello implicó avalar un plan de colonización, que en esencia llevaba el signo del racismo pues implica poblar con extranjeros una tierra habitada, expulsando a la población nativa residente y creando las bases del actual sistema de apartheid que rige en la Palestina histórica para los palestinos que allí residen y brutalmente en los territorios palestinos ocupados y bloqueados del West Bank y la Franja de Gaza.
La Declaración Balfour sirvió como marco para que el sionismo acrecentara su ambición y apetito territorial y llevar adelante allí sus planes de instalación, para aquellos que se convirtieron en creyentes enajenados de un mito que hizo práctica el control y expolio del territorio palestino. Ideología que comienza a tejer también la falsificación histórica que hiciera pensar al mundo que ellos – civilizadores occidentales con derechos de propiedad otorgados por una divinidad – lo que hacían en su discurso de convencimiento, no era colonizar, invadiendo tierras, segregar y usurpar, sino que, simplemente, estaban ocupando una tierra estéril, sin población – aunque en ella habitaran 700 mil palestinos, con tierras, cosechas, con familias que hundían sus raíces hasta el principio de la historia. Un mito en todo el sentido de la palabra, que hasta el día de hoy enseñan como dogma de fe apoyándose en excavaciones arqueológicas para demostrar su mito religioso, en procesos de aplastamiento cultural del pueblo palestino. Todo ello tuvo su proceso catalizador con la Declaración Balfour.
Una declaración usada como eje de las exigencias legales y políticas sionistas que exhibía esta declaración como aquellos conquistadores españoles que mostraban el denominado Requerimiento de Palacios Rubio (2) a indígenas que nada sabían de estos extranjeros que venían allende los mares a sostener que esas nuevas tierras – les pertenecía por derecho divino a la Monarquía española. Un requerimiento mortífero, tal como es esta Declaración Balfour considerado por Walid Khalili, miembro del instituto de Estudios palestinos como «El documento político más destructivo del siglo XX para el Medio Oriente».
En este caso el requerimiento sionista exhibía las ideas imperiales, de generosidad con lo ajeno, contenida en una carta usurpadora de derechos ajenos. De los deseos y objetivos estratégicos de funcionarios de un imperio que tenía como propósito dominar un territorio y utilizar a estos europeos dotados de una ideología racista, que nada tenían que ver con los judíos que habitaban palestina en un número que no superaba las veinte mil personas en un universo de 550 mil palestinos, antes de la primera Aliyá sionista a fines del siglo XIX, como colonizadores y avanzada de la civilización occidental.
La Declaración Balfour es responsable, por ende, de avalar el establecimiento de las bases políticas, militares, económicas, demográficas y culturales de lo que sería el nacimiento de la entidad sionista el año 1948 y con ello da razón a considerarlo un documento destructivo y aval de crímenes, ocupación, expolio y colonización. Es indudable que la historia sería otra si la dirigencia imperial inglesa no se hubiese entregado de cuerpo y alma a las presiones, el dinero y ambiciones de la dirigencia sionista (cuyo lobby suele ser hoy tan poderoso como antaño) para conformar una entidad artificial en Palestina, pasando por encima de todos los derechos de un pueblo que habita por siglos allí y que hoy se ve constreñida, tanto en su territorio como en sus derechos fundamentales.
Notas
1. Acuerdo secreto firmado entre Gran Bretaña y Francia, grandes potencias a inicios del Siglo XX, destinado a dividirse el Oriente Medio, una vez que concluyera la Primera Guerra Mundial. Su nombre da cuenta de los negociadores de aquel pacto imperial: Sir Marc Sykes, en representación de Gran Bretaña y Charles Francios Georges-Picot por Francia.
Fuente original: https://www.hispantv.com/noticias/opinion/441630/israel-palestina-balfour-ocupacion-sionista
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