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Mal sin cura

Fuentes: Rebelión

Consulta de cirugía en el hospital de Táchira en Venezuela, momento de valorar los casos ya operados y diagnosticar otros. Tarde de mucho personal. Toda la ciudad conoce que en el hospital Antituberculosos, donde laboran los cooperantes cubanos y se encuentra el Centro Diagnóstico Integral, todo el tratamiento, la hospitalización, los exámenes y los medicamentos […]

Consulta de cirugía en el hospital de Táchira en Venezuela, momento de valorar los casos ya operados y diagnosticar otros. Tarde de mucho personal.

Toda la ciudad conoce que en el hospital Antituberculosos, donde laboran los cooperantes cubanos y se encuentra el Centro Diagnóstico Integral, todo el tratamiento, la hospitalización, los exámenes y los medicamentos son gratis y aunque el centro no tiene todos los servicios médicos instalados, si cuenta con sala para urgencias, terapia y quirófano.

Al finalizar los quince casos visto en consulta, esa tarde, una muchacha arrinconada esperaba por alguna oportunidad. Ya la cirujana se iba de retirada cuando la muchacha se decidió.

Quizás su escaso nivel cultural, su apariencia humilde y su corta edad sería la coraza ante las palabras para preguntar por su papá, quien aún estaba internado por una oclusión intestinal.

La doctora, de piel muy negra y sonrisa limpia, primero la calmó con palabras de aliento.

–Su papá está vivo y la familia debe alegrarse por ello. La cirugía le aliviará los dolores.

La muchacha explicó en breves palabras el agradecimiento por la atención recibida. Su padre no dejaba de expresar ese sentimiento en cada conversación, incluso mencionó que en los servicios privados de Venezuela, no era posible encontrar amabilidad, paciencia y esmero en los médicos.

–No sabemos el tiempo de vida que reste a tu papá. Ese es un pronóstico difícil, si podemos aconsejar la mayor unidad familiar para que el paciente se sienta cómodo. -explicación ofrecida por la cirujana cubana

La joven aseguró brindar confort a su padre, alimento e higiene pero le era imprescindible volver al trabajo en la capital. De ahí la necesidad de una conversación con la especialista

–Hay enfermedades que no se curan y sólo se alivian con amor, –dijo la doctora para preparar a la muchacha a una noticia difícil. -Antes de la cirugía teníamos sospechas y creímos solucionar la enfermedad, pero sólo pudimos verificar nuestro diagnóstico, quitar algunos tejidos dañados, para que no causaran molestias y nada más.

–Entonces, ¿Cuál es el estado de mi padre?, –la tristeza se reflejaba en el rostro de la muchacha y de sus ojos brotaban lágrimas

–Su colon está totalmente dañado, y tiene ramificaciones cancerígenas hacia el hígado, –explicó la doctora con las mejores palabras del vocabulario y sentenció: -A ti te pido fuerzas para que lo ayudes y para él: mimos y cariño.

La doctora, no lo leyó en los libros, tampoco se lo transmitió un profesor, pero sus años de profesión le enseñaron que para un mal sin cura, el remedio es el amor.

La autora es periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.