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Malditos sean

Fuentes: Rebelión

Se levantó con dolor de cabeza y es extraño no había bebido la noche anterior. ─ Maldita sea, ─ refunfuñó. La cafetera no avisó cuando salía el café y, maldita sea, se desparramó todo sobre la encimera. Tenía ganas de volverse a la cama, ni que fueran diez minutos, pero no podía ser, y con […]

Se levantó con dolor de cabeza y es extraño no había bebido la noche anterior. ─ Maldita sea, ─ refunfuñó. La cafetera no avisó cuando salía el café y, maldita sea, se desparramó todo sobre la encimera. Tenía ganas de volverse a la cama, ni que fueran diez minutos, pero no podía ser, y con dos euros en el bolsillo salió a pasear la perra, comprar el pan y el periódico. Magdalena, la quiosquera siempre tan habladora, le gruñó algún comentario que no pudo entender, pues unas máquinas en la calle atravesaban el suelo que gimiendo fuerte no dejaba escuchar nada más. La perra le ladró varias veces, su amiga panadera no le regaló ese minicruasan que la hace tan feliz, ni las caricias posteriores. Pensó que tendría un mal día.

Camino del consultorio advirtió que le dolían los pies, como si los zapatos fueran un número menos, maldita sea, y decidió tomar el autobús. Desde la ventanilla calculó que para ser principios de verano no había casi nadie en la calle, curioso, ayer mismo se cruzó con varias pandillas de adolescentes tramando aventuras, con algunos abuelos que paseaban en cada mano una jaula para que sus pájaros tomaran el Sol, y un salto tuvo que dar para que aquella joven de cuerpo fibroso , distraída y silbando, no se le echará encima con su bicicleta.

La sala de espera, en cambio, para ser jueves estaba ya colmadita, y la enfermera le miró como diciendo, ─maldita sea, hoy tendremos un día terrible. Los dos primeros pacientes mostraron síntomas similares que su experiencia le ayudó a diagnosticar. Y ya no hizo pasar al tercero, sino que se subió a una de las sillas de la sala y explicó:

─ Quienes de ustedes escucharon ayer las noticias de los recortes, vieron en televisión a la policía apalear a las gentes de la marcha minera o se enteraron que en Cuenca se cierran más de cuarenta escuelas rurales, sufren una depresión aguda y yo, malditos sean, no sé curarla.

Gustavo Duch Guillot
PALABRE-ANDO: http://gustavoduch.wordpress.com
LO QUE HAY QUE TRAGAR: http://loquehayquetragar.wordpress.com/
«Porque contar es otra forma de caminar»

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