El próximo miércoles, día 28 de octubre y casi con total seguridad, la inmensa mayoría de los países miembros de la ONU se pronunciarán por décimo octavo año consecutivo por la derogación del bloqueo que el gobierno estadounidense mantiene contra Cuba. El bloqueo es ilegal de acuerdo a los preceptos de la Convención de Viena, […]
El próximo miércoles, día 28 de octubre y casi con total seguridad, la inmensa mayoría de los países miembros de la ONU se pronunciarán por décimo octavo año consecutivo por la derogación del bloqueo que el gobierno estadounidense mantiene contra Cuba.
El bloqueo es ilegal de acuerdo a los preceptos de la Convención de Viena, aun entre países en guerra, e, invicta durante tanto tiempo la decisión de resistir por parte de los bloqueados, su anacrónica aplicación únicamente obedece al sentimiento de odio y venganza que el gobierno imperialista profesa hacia el pueblo libre y soberano que, hace más de cincuenta años, decidió tomar las riendas de su propio destino.
Concebido casi desde el mismo triunfo de la Revolución, su primario objetivo era el de causar hambre y sufrimiento a la población cubana, para que ésta reaccionara contra su propio gobierno y, desesperada, reclamara ayuda precisamente a sus verdugos; como si los revolucionarios de la Isla fuesen bobos y desconocieran la verdadera procedencia de los males que despiadadamente les han golpeado durante todos estos años.
Desposeídos de sus perversos privilegios en tierra ajena, los imperialistas yanquis pensaron que, al igual que en ridículas películas Hollywoodenses, aún podían escribir un nuevo guión que les permitiera materializar sus parásitas ambiciones. Pero se equivocaron, porque Cuba ya había decidido revolucionar el podrido sistema sociopolítico existente hasta 1959, y la valiente decisión no fue el capricho temporal de un puñado de locos, sino la legítima y acertada determinación de todo un pueblo.
Pasado un tiempo, los imperialistas se dieron perfecta cuenta de que con el bloqueo causaban daño infinito al rebelde pueblo cubano, pero también llegaron a la conclusión de que, por inhumana que fuera, su obcecada política jamás serviría para rendirlo. En cualquier caso, lejos de derogarlo, decidieron mantenerlo y endurecerlo hasta límites insospechados -William Clinton, por ejemplo, llegó a afirmar que el bloqueo es «un tonto y fallido acto de proxenetismo», pero no lo eliminó, sino que en 1996 firmó la Ley Helms-Burton; Lawrence Wilkerson, quien fuera Jefe de Despacho (2002-2005) del ex Secretario de Estado, Colin Powell, expresó que «el embargo es un fracaso total a un gran costo para el pueblo de Cuba y el pueblo de Estados Unidos»; y el propio Obama, cuando era Senador Estatal por Illinois, en 2004, opinó que se debía «terminar el embargo contra Cuba» porque «había fracasado absolutamente»-. A día de hoy, pues, el duro castigo que desde hace cinco décadas todavía mantienen contra Cuba, no puede obedecer a la esperanza de que aún puedan «recuperarla», sino al sentimiento de odio y venganza, ya mencionado unas líneas más arriba, de un imperio que, decadente, se siente humillado y herido por no haber podido doblegar al pequeño país que, durante casi sesenta años y siempre mediante la fuerza, mantuvo a sus pies.
Este heroico pueblo con su admirable comportamiento ha sido -y es- ejemplo vivo para los pueblos oprimidos, no sólo de América sino de todo el mundo. Grandísimo «pecado» que un imperio tan dañino y orgulloso jamás podrá «perdonar». Ante la inutilidad de esperar un «indulto» por parte de gente tan despreciable, el pueblo cubano sabe que sólo cabe continuar con la lucha, acrecentándola en la medida de lo posible. Y es que la población revolucionaria conoce muy bien las palabras que Antonio Maceo -hoy todavía vigentes- escribió el 14 de julio de 1896: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide: mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los [norte]americanos: todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso».
Cuba no está sola en su empeño, sin embargo -aunque no todos los apoyos que reciba podrán considerarse provenientes de gobiernos realmente amigos, se verá claramente el próximo día 28-. Cuba no estará nunca sola en su reclamo de justicia por infinidad de razones, pero fundamentalmente por dos de ellas: las humildes semillas de su política internacionalista hoy son plantas vigorosas solidamente enraizadas en numerosos países del mundo; y la segunda razón -asociada de alguna manera a la primera- es que la defensa de Cuba revolucionaria es imprescindible para cualquier pueblo deseoso y necesitado de emancipación, ¡y desgraciadamente son tantos los ultrajados y oprimidos!
El genocida bloqueo ha privado a Cuba de más de 96.000 millones de dólares en todos estos años, cifra que llegaría a 236.221 millones si el cálculo fuera realizado a los precios actuales del dólar; y si le añadiéramos los gastos generados por los innumerables actos de terrorismo perpetrados por la contrarrevolución y la invasión mercenaria de Playa Girón estaríamos refiriéndonos a más de 300.000 millones dólares. Un monto económico muy importante que, bien gestionado, podía haber evitado el ingente sufrimiento causado por diez presidentes yanquis a los habitantes de la Isla irredenta. La cuestión ahora es si Obama se sumará a la siniestra lista al cabo de su mandato, o será, durante el mismo -o los mismos-, quien finalmente rompa con la estúpida costumbre. De momento, a pesar de su pretendida buena disposición y bajo el ridículo argumento de obrar «en el interés nacional de Estados Unidos», el pasado 11 de septiembre renovó las sanciones.
A los que de manera intencionada tergiversan la realidad, culpando al socialismo cubano y a su Dirección de unos males claramente provocados por el imperio, no les diré nada, ni siquiera me molestaré en mostrarles el más grande de los desprecios. Para los escépticos sin malicia, que lamentablemente todavía quedan en demasía, he aquí algunos ilustrativos ejemplos que, en forma de grandes carteles y para todo aquel que quiera leerlos, se muestran visibles en diferentes lugares de la Isla: Un día de bloqueo equivale a 139 ómnibus urbanos; una semana a 48 locomotoras; tres semanas a los materiales para terminar la autopista nacional de Cuba; cinco minutos a los materiales para construir una vivienda de dos cuartos; tres días de bloqueo equivalen a la impresión de todos los libros de texto de un curso escolar; tres días a los lápices, libretas y demás materiales docentes de un curso escolar en Cuba; dos horas a todas las máquinas braille que se necesitan en toda la Isla; cinco horas de bloqueo equivalen a los dializadores anuales para todos los pacientes; doce horas a toda la insulina anual necesaria para los 60.000 pacientes de Cuba… Y podríamos seguir, ya que la lista es interminable, pero no creo que sea necesario.
El próximo día 28, más de 180 países exigirán al imperio norteamericano el cese del bloqueo contra Cuba. Consolidada tan importante demanda y para que ésta sea realmente efectiva, quizá haya que exigirles nuevos pasos a sus respectivos gobiernos, si quieren que la postura que el miércoles adopten sea del todo creíble.
La Carta Magna de Naciones Unidas no contempla ningún derecho a veto, ya que no menciona para nada la regulación del Consejo de Seguridad. En todo caso, lo que determina es la igualdad -siempre inexistente- de todas las naciones, y, además, prohíbe el uso de la fuerza militar a no ser que vaya en interés de todos los países miembros.
Urge una transformación radical de la ONU; su democratización es imprescindible si no se quiere que el sentir mayoritario de la organización caiga siempre en el cubo de la basura. No se debe aceptar de ninguna manera que un solo país pueda quebrantar la voluntad de todos los demás -el pasado año 185 votaron contra el bloqueo y 3, uno de ellos con derecho a veto, a favor de mantenerlo-. Con todo, la del miércoles será una victoria importante para Cuba.