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Daniel Santos, un cantante excepcional

Más que «Inquieto Anacobero»

Fuentes: Rebelión

La oligarquía habría deseado quemarlo, atizando la candela con sus discos. Los pequeños burgueses de izquierda lo trataron como otro «opio del pueblo». Es que era un cantor de la marginalidad, o sea, de las mayorías. Era rey para obreros, negros, desempleados, matones, amas de casa y putas. Sus boleros, guarachas, mambos y sones estuvieron […]

La oligarquía habría deseado quemarlo, atizando la candela con sus discos. Los pequeños burgueses de izquierda lo trataron como otro «opio del pueblo». Es que era un cantor de la marginalidad, o sea, de las mayorías. Era rey para obreros, negros, desempleados, matones, amas de casa y putas. Sus boleros, guarachas, mambos y sones estuvieron en cumpleaños, bodas, fiestas de pueblo y bares de «mala muerte». Se le veneraba, por poco se le construyen altares.

Cuando al fin la intelectualidad que se decía revolucionaria incursionó en los barrios del «lumpen proletariado», trató de cambiarlo por la Nueva Trova. No pudo: era demasiado lenta y sin olor a calle. Entonces sucedió lo contrario: en muchos amaneceres de barrios chic, en apartamentos enmascarados como «progres», sus canciones pasaron a sonar junto a los Inti illimani y Pablo Milanés. Coreando «vive como yo vivo si quieres ser bohemio, de barra en barra, de trago en trago», expiaron culpas al sentirse cerca del pueblo.

Este era Daniel Santos, uno de los más excepcionales exponentes de los ritmos populares bailables del Caribe latino.

Un carpintero y una costurera lo trajeron a este mundo, un 5 de febrero de 1916, en Santurce, Puerto Rico. La miseria hogareña obligó a que dejara la escuela, y marchara a las calles a lustrar zapatos. Tenía nueve años cuando llegó con la familia a Nueva York. Como la pobreza no los dejaba, cinco años después se marchó del hogar para trabajar en lo que pudo, desde vender hielo y carbón, hasta limpiar calles y destapar cloacas. Como lo dijo en una canción, también llegó a ejercer de «músico, poeta y loco».

La leyenda cuenta que un día mientras se bañaba, cantaba. Su inspiración resonaba en la calle, justo cuando pasaba el integrante de un trío. En la puerta, envuelto en toalla, aceptó ser parte del grupo. Así empezó su vida de cantante. En 1938, en el «Cuban Casino» conoció al compositor puertorriqueño Pedro Flores, quien no sólo lo reclutó para su cuarteto sino que lo encaminó a la popularidad.

Cientos de artículos y crónicas se han escrito sobre él, además de libros y documentales fílmicos. (1) La inmensa mayoría se han centrado en su recorrido musical y en la desordenada vida que llevó, repleta de alcohol, mujeres y riñas. Bien han sabido guardar otro aspecto de su vida. Como se reservaron declaraciones como esta:

«Yo entro a cualquier barrio del mundo, porque en todos se habla un idioma común, el idioma de la pobreza, y aunque haya matones, tecatos, putas o contrabandistas, siempre me respetan. Para otros son barrios malos, para mí no. Yo sé lo que ha pasado esa gente porque yo nací así, qué carajo. Nací pobre y al pobre le echan la culpa de todo lo malo, pero eso no es así. Hay gente noble en esos lugares atestados de dolor (…) Yo conozco todos esos barrios de Latinoamérica, he estado en todas sus barras, me he dado el trago con todos sus borrachos (…) En estos lugares hay poco dinero, y donde hay poco dinero, hay delincuencia, hay necesidad, hay que robar. Esa es la realidad de esos sectores marginados que tanto han contribuido al desarrollo de la música popular latinoamericana…» (2)

Al ser Puerto Rico una colonia estadounidense, durante la Segunda Guerra Mundial miles de jóvenes debieron partir al frente. En 1941 Daniel grabó «Despedida», donde contaba la historia de un soldado que dejaba la novia y a su madre enferma. Era un tremendo éxito cuando el cantante sufría la misma situación. Al regresar, pasó a integrar el Partido Nacionalista de Puerto Rico, identificándose con el líder independentista Pedro Albizu Campos (1893-1965).

Por esta época interpretó una serie de canciones de alto contenido revolucionario, muchas con Pedro Ortiz Dávila «Davilita». Al mezclar tales letras con sabrosos ritmos bailables, el impacto fue inmediato y masivo. Pero ante la presión estadounidense «Hermano Boricua», «Himno y Bandera», «Patriotas», o «Yankee, go home» fueron rápidamente silenciadas por las radios. Y problemas con el FBI le trajo la militancia política a Daniel Santos.

Yankee go home (con Davilita)

Si mi pobre Puerto Rico

Es libre y es asociado

Por qué no lo han respetado,

Como se respeta a un socio

Cuando se habla del negocio,

Ese de la independencia (…).

¿Por qué no se llevan sus aviones?

¿Por qué no se llevan sus cañones?

¿Por qué no se llevan sus matones?

¡Y se van de aquí!

¡Fuera yankee, go home, fuera yankee! (…)

En varios países Daniel Santos estuvo encarcelado. Siempre se hace referencia a las riñas como motivo, y muy rara vez se cuenta que algunas tuvieron motivaciones políticas. En Nicaragua conoció la tenebrosa cárcel llamada el «hormiguero». Ahí fue a parar por no cumplir el contrato de cantar en un gran prostíbulo de la capital. Lo que no se dice como se debe, es que su negativa se debió a la presencia del dictador Anastasio Somoza.

En Republica Dominicana lo apresaron por reírse. Dicen que en una radio de Santo Domingo le contó un chiste al cantor mexicano Pedro Vargas sobre el dictador Leónidas Trujillo. Y ahí estaban prohibidas las carcajadas. Reír era atribución única del director, quien también era hermano del dictador. Los multaron con 50 dólares, Daniel no los quiso pagar y fue preso.

Fue en Cuba donde se le llamó «Inquieto Anacobero», en 1946, sobrenombre que lo acompañó toda su vida. (3) Dos años después, en La Habana, ingresó a cantar en la Sonora Matancera, y con ella se lanzó a la fama internacional. Sin cifras exactas, Cuba tuvo el record de haberlo visto más veces detenido. De nuevo los cronistas mencionan a las broncas en calles y bares como responsables. Se ha tratado de esconder que su apoyo público a los rebeldes liderados por Fidel Castro le disgustaba bastante al dictador Fulgencio Batista. Su inmensa popularidad lo salvaba de pasar muchos días tras las rejas. Y él reincidía.

Según la biografía publicada por la Fundación Nacional para la Cultura Popular de Puerto Rico, Daniel compuso y grabó la canción «Sierra Maestra» y se la envió a Fidel Castro. Ésta se volvería el himno del Movimiento 26 de Julio, y las transmisiones de la entonces clandestina Radio Rebelde se iniciaban con ella. (4)

Después del triunfo de la revolución cubana, Daniel retomó un estribillo que se cantaba por todas partes en Cuba, y le agregó su parte. Así le resultó una sabrosa guaracha, ese género musical cubano.

Si Fidel es comunista

Estribillo:

Si las cosas de Fidel

Son cosas de comunistas, que me pongan en la lista, que estoy de acuerdo con él.

Ha sabido defender a los pobres campesinos.

Hay escuelas, hay caminos, y hay felicidad con él.

Estoy de acuerdo con él,

Y no me importa un comino

Que me salen el camino cuando yo voy con Fidel

(Marcha):

Adelante, cubanos, que Cuba premiará nuestro heroísmo,

Pues somos soldados que vamos a la patria a liberar.

Limpiando con fuego que arrase con esa plaga infernal,

De gobernantes indeseables, y de tiranos insaciables

Que a Cuba han hundido en el mar.

Desde oriente hasta el Mariel,

El del pueblo, el campesino,

El blanco, el negro, el chino,

Todos están con Fidel.

Se presentará una vez un milagro en el destino,

Demos gracias al Divino que nos regaló a Fidel

También fue expulsado de Costa Rica, y no por cualquier motivo: fue parte de un gran problema diplomático. Justamente, por estar al lado de la delegación cubana que iba a participar de la VII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, el 22 de agosto de 1960. Washington ya tenía todo listo para hacer expulsar a Cuba de ese organismo hemisférico. El ambiente oficial contra la delegación cubana era de hostilidad. La policía había intentado evitar que simpatizantes recibieran a los representantes en el aeropuerto, llegando a quitarles pancartas y banderas. El ministro cubano Raúl Roa debía estar en un acto de solidaridad con la revolución, el que había sido inicialmente autorizado. Allí el célebre Daniel Santos iba a cantar. Al salir hacia el lugar, se encontraron con un cordón policial que lo impedía, pues la autorización había sido retirada. Aun así, el ministro quiso pasar y por poco se le agrede. Faltó poco para que las armas de los policías y de la seguridad cubana fueran desenfundadas. Daniel Santos no solo no pudo cantar en defensa de la causa cubana, sino que fue expulsado del país. «La embajada cubana le ofreció hospitalidad, y al día siguiente regresó a La Habana». (5)

Aunque no volvió a interpretar canciones de contenido político, se asegura que su militancia en el movimiento independentista puertorriqueño continuó. Mientras en Miami, y durante muchos años, corrió un rumor. Se decía que aquello de no haber vuelto a Cuba desde 1963, después que «escuchó decir que Fidel estaba recogiendo los niños para adiestrarlos en la milicia», (6) había sido solo una coartada para esconder su colaboración con los servicios de seguridad cubanos. No sería de extrañar. No se conoce que hiciera declaraciones contra la Revolución.

Se relata que alguna vez en un concierto, ya con sus años encima, se dirigió al público en voz baja, y antes de comenzar a cantar dijo: «Dios me ha dado todos los regalos, menos la independencia de Puerto Rico.»(7) Murió en Ocala, Florida, el 27 de noviembre de 1992. Su cuerpo fue trasladado hasta su Borinquén, y enterrado en el cementerio de Santa María Magdalena, de la capital, cerca de las tumbas de Pedro Flores y Albizu Campos. De manera emblemática su sarcófago y el sepulcro fueron cubiertos con la bandera puertorriqueña.

LEVANTA BORINQUEN

No ruegues más Borinquén con palabras.

No ruegues más tu ansiada libertad.

Levanta y glorifica tu bandera

Que el mundo está cansado de esperar.

Enseña que tus hombres son valientes,

Enseñen que son hombres de verdad.

Si Cuba con valor fue a la manigua

Tú puedes irte al campo y al manglar.

Olvídate del dicho de la antigua

Que nada ya se saca con hablar

Levanta Borinquén

Despiértate ya

Haz algo Borinquén por tu libertad.

¡Dame a mí un machete!

¡Dame a mí un manglar!

¡Que yo soy boricua y quiero ayudar!

Hernando Calvo Ospina.

Notas:

1) Libros: «La importancia de llamarse Daniel Santos», de Luis Rafael Sánchez; «El Inquieto Anacobero», de Salvador Garmendia. «Vengo a decirle adiós a los muchachos», de Josean Ramos. Documental: «Daniel Santos; para gozar en La Habana», de José Galiño y Lourdes Prieto, 2004, La Habana.

2) Tomado de: «Vengo a decirle adiós a los muchachos». Josean Ramos. 3ª. Edición. Sociedad de Autores Libres. Santurce, Puerto Rico, 1993.

3) «Anacobero», en lengua de los ñáñigos, de la hermandad afro-cubana Abakuá, significa «diablillo».

4) «Daniel Santos»: http://www.prpop.org/biografias/d_bios/daniel_santos.shtml

5) «La Conférence ministérielle.» Gabriel Molina Franchossi. Granma, La Habana, 4 de febrero 2011.

6) «Daniel Santos» Ob.Cit.

7) «El Jefe: Daniel Santos.» Humberto Valverde. http://www.herencialatina.com/MulatoValverde/Daniel_Santos_Umberto_Valverde.htm

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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