“Creemos que la lucha organizada y consciente emprendida por un pueblo colonizado para restablecer la soberanía de la nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe.” Franz Fanon
El nuevo escenario de la política israelí
La configuración de un nuevo gobierno israelí el pasado 23 de diciembre, en el último momento, devuelve a Netanyahu a la primera línea política. Esta vez, de la mano de una coalición formada por seis partidos que van a conformar el gabinete más ultraderechista, fundamentalista y radical desde la creación del estado de Israel en 1948. Si Netanyahu era considerado un halcón en la clásica diferenciación entre palomas y halcones de la política israelí, sus aliados, Poder Judío, Sionismo Religioso y Noam dejan al mandatario como un político liberal más bien de centro. Además los 64 escaños que completan el nuevo ejecutivo cuentan con la participación de dos partidos ultraortodoxos, Judaísmo Unido de la Torá y Shas. Una mayoría suficiente para gobernar la cámara de 120 escaños del parlamento israelí. Se culmina así un tránsito que, desde el último gobierno laborista de Ehud Barak en el año 1999, se ha ido escorando cada vez más hacia posiciones de extrema derecha y a postulados ultraordoxos.
La debacle de la izquierda sionista, ejemplificada a través del Partido Laborista (menos del 4% de votos en las últimas elecciones) ha sido fulminante. Hay que recordar que la fundación del estado de Israel y el proyecto sionista se fundamenta históricamente en el laborismo. El partido laborista de Golda Meier, Issac Rabin o Shimon Peres constituía junto al sindicato Histadrut y el movimiento de los Kibutzim, los pilares fundamentales del proyecto sionista, que durante décadas han constituido el llamado “campo de la paz”. De esta manera y durante muchos años Israel se ha presentado al mundo con una imagen de estado joven, moderno, progresista y laico. La única democracia de la región. Una falsa imagen trabajada desde los aparatos de propaganda sionistas y el lobby siempre omnipresente entre los medios de comunicación y foros de occidente. Como una profecía autocumplida hoy son los mismos líderes que están al mando del estado de Israel los que abiertamente declaran sus intenciones de anexionarse la totalidad de los Territorios Ocupados en 1967, es decir la totalidad de Cisjordania, más el lado oriental de la ciudad de Jerusalén y ampliar sus colonias en los Altos del Golán y el Neguev. Cualquiera puede ojear el perfil de tuiter de Netanyahu que la semana pasada desgranaba algunos de los planes del nuevo ejecutivo que lidera: “Estas son las líneas básicas del gobierno nacional que encabezo: El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable sobre todas las áreas de la Tierra de Israel. El gobierno promoverá y desarrollará asentamientos en todas las partes de la Tierra de Israel: en Galilea, el Negev, el Golán, Judea y Samaria.” No hace falta ya tirar de argumentario sobre derecho internacional, sobre incumplimientos de resoluciones de Naciones Unidas (NNUU), o de acudir a informes de Amnistía Internacional o Human Rights Wath para denunciar la impunidad del estado de Israel. Declaraciones como estas corren por la prensa israelí de manera natural estos días, sin gesticulaciones, afirmando en ellas su racismo de manera abierta y apareciendo orgullosos de implementar el proyecto colonial en toda la Palestina histórica. Admitiendo consecuentemente un criminal e inadmisible régimen de apartheid para toda la población palestina. Casi sin despeinarse.
Con la desaparición del llamado “campo de la paz”, el año 2023 abre un nuevo período en la política israelí. Ese espacio, encabezado por el Partido Laborista, que defendía al menos retóricamente, la solución de los dos estados ha sido fulminado de la escena política. Básicamente no hay con quien hablar. Si el proyecto de los dos estados, como solución de una paz duradera tuvo alguna oportunidad en el pasado, a día de hoy es inviable por la proliferación de colonias y asentamientos en una cada vez más cuarteada Cisjordania. Era funcional, eso sí, para la política de hechos consumados del estado de Israel por un lado y para mantener una Autoridad Nacional Palestina (ANP), totalmente inoperante, a costa de mantener su status y privilegios. La ANP, cuya creación fue fruto de los acuerdos de Oslo, hoy en día se encuentra totalmente descreditada a ojos de la población, por su colaboración, con las fuerzas policiales y del ejército israelí, en la represión de la resistencia del pueblo palestino. De ser un ente transitorio se ha convertido en parte del problema. También, buena parte de la izquierda internacional, avaladora de esa solución de los dos estados hoy imposible, debería revisar algunos de sus análisis para no quedar en la inopia.
Año 2022, el nefasto balance de la represión israelí.
El año 2022 ha sido el más mortífero desde el año 2005, en plena segunda intifada. Sólo en Cisjordania se han producido más de 150 asesinatos, 45 de ellos niños, según fuentes de Naciones Unidas. Si a estas cifras le sumamos la constante ampliación de asentamientos ilegales, con 4800 nuevas viviendas para nuevos colonos y el desahucio de barrios enteros de población palestina, la situación acumula una tensión creciente, traducida en enfrentamientos diarios con el ejército israelí y las hordas de colonos armados que campan por todo el territorio bajo la protección del ejército israelí.
En Gaza la situación no es mejor. El bloqueo impuesto por el estado de Israel a toda la franja, en el año 2007 sigue castigando al alrededor de dos millones de personas que viven confinadas en un espacio de 360 km2. Un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo que dura ya más de quince años. En agosto, como viene sucediendo de manera cíclica cada año, el ejército israelí lanzó una campaña de ataques aéreos. Así, entre el cinco y el ocho de agosto, la franja estuvo asediada por la aviación israelí produciéndose 49 muertes palestinas según un informe de Naciones Unidas.
Uno de los momentos que quedará en el recuerdo, en el trágico balance de muertes palestinas, será el asesinato de la periodista de Al Jazzera, Shireen Abu Akleh. La periodista, que cubría una operación del ejército israelí, el pasado 11 de mayo en la ciudad de Yenin, recibió un disparo en la cabeza a pesar de llevar casco y estar visiblemente acreditada con el chaleco de prensa. Aunque no se ha podido demostrar la intencionalidad, diversas fuentes hablan de un asesinato deliberado de una de las voces más incomodas entre el periodismo que cubre el conflicto. Shiren Abu Aklen, de 51 años, era un referente del periodismo en el mundo árabe tras 25 años de trayectoria en la región. La imagen que dio la vuelta al mundo sucedió durante su entierro en la Jerusalén Oriental ocupada. El traslado del ataúd del hospital hasta la iglesia, condensó toda la crudeza, la violencia y la hostilidad del régimen de ocupación israelí. Una multitud que acompañaba al séquito, portando banderas palestinas y coreando lemas en recuerdo de Abu Akleh, sufrió durísimas cargas por parte de las fuerzas policiales israelíes, desencadenando violentos enfrentamientos durante todo el recorrido.
Resiliencia y resistencia. Una nueva generación toma las calles.
El año 2022 también ha sido un año para la esperanza. Por primera vez en muchísimo tiempo, una serie de protestas por el desalojo de familias vecinas del barrio de Sheik Jarrah en Jerusalén Oriental fueron extendiéndose poco a poco culminando con una jornada de huelga general el 18 de mayo. Una huelga en la que participó la población palestina de toda la Palestina histórica (Cisjordania, Jerusalén Este y estado de Israel), en una inesperada unidad de acción que hacía mucho tiempo que no sucedía.
De manera inesperada una nueva generación de la resistencia palestina ha irrumpido desde hace unos meses en diferentes ciudades y aldeas de Cisjordania. Bajo el nombre de «La guarida de los leones» ( Lion’s Den), milicianos muy jóvenes enfrentan a diario cada incursión del ejército de ocupación israelí. Especialmente fuertes en Balata (campo de refugiados perteneciente a la ciudad de Nablús) y Jenin pero no solo, «La guarida de los leones» reúne milicianos sin adscripción a ninguna facción de las conocidas hasta ahora y ha desbordado el poco control que sobre el terreno ejercía una desacreditada ANP. Con una popularidad creciente entre la población palestina las jóvenes milicias han vuelto a desbordar los marcos de las clásicas organizaciones palestinas. Hoy por hoy ejercen de facto el poder en gran parte de Cisjordania, respondiendo una por una cada incursión del ejército sionista. Sin un mando o jerarquía clara, han ido adquiriendo notoriedad, poco a poco, desde su aparición en los meses de julio y agosto hasta la actualidad. Su juventud y combatividad les ha convertido en símbolo de una nueva generación que no está dispuesta a transigir con una ocupación que a diario se cobra vidas entre la población palestina. A principios de setiembre pasado, una treintena de sus miembros recorrieron la ciudad vieja de Nablús, rodeados de un centenar de personas, en una especie de presentación o puesta de largo de cara a la población palestina. Bien armados, se han hecho rápidamente populares gracias a su actividad en las redes sociales tik-tok y telegram donde se definen como; “un fenómeno de resistencia continua derivado de la unidad en el terreno y de las raíces de la pasada revolución”.
Cambio de ciclo para la solidaridad internacional.
Durante la segunda intifada, en julio del 2005, una coalición de más de 170 organizaciones de la sociedad palestina lanzó la campaña de Boicot, Sanciones y Desinversiones, BDS por sus siglas en inglés. Un movimiento con liderazgo palestino inspirado en el movimiento anti-apartheid sudafricano, basado en la desobediencia civil que pretende aislar al estado de Israel mientras no cumpla con el derecho internacional. El BDS que durante años ha dado un fuerte empujón a la solidaridad internacional, parece sufrir un cierto estancamiento. El reflujo general de los movimientos sociales, la larga pandemia y la ausencia de avances en la región pueden ser algunas de sus causas. Pero también hay que hacer notar cierta erosión entre los grupos BDS, cierta dispersión de algunos grupos y pugnas internas entre diferentes posiciones políticas. Quizá se han destinado demasiadas fuerzas al trabajo de lobby institucional en detrimento de un trabajo más desde abajo, de calle, de movilización. Las campañas BDS suelen ser largas y cosechan frutos a medio y largo plazo y eso puede dar la sensación de cierta paralización en lo que se refiere a la aparición pública, a mostrar el músculo que potencialmente tiene una causa que es central para gran parte del sur global como se demostró en Qatar, donde la bandera palestina estuvo muy presente durante la celebración de las victorias de la selección de Marruecos.
El movimiento ha menguado desde los primeros años 2000, donde había un empuje fuerte, la campaña se extendía y tenía una buena articulación e iniciativa política en todo el estado español. Es por ello que se hace necesario reagrupar a todos los activos militantes y abrir un debate. Un nuevo proceso de análisis y actualización de los marcos de lucha. Sin olvidar el BDS como una de las herramientas fundamentales, hay que complementar esa lucha con un trabajo más de base, de sensibilización de la causa palestina. Quizá sería un buen momento de apartar las diferencias que han desmembrado a parte del movimiento y hacer una llamada general para, de manera colectiva, relanzar alguna iniciativa. Un llamado amplio, con las personas organizadas y con las que lo estuvieron en algún momento, para recuperar la iniciativa. Sin olvidar toda la diáspora palestina militante con la que hay que contar de manera fundamental. Quizá pensar en volver a organizar brigadas a Palestina nos podría asegurar nuevos relevos en la militancia solidaria.
Volver a analizar las nuevas claves del conflicto y adaptar la solidaridad a los nuevos marcos que se han creado tanto en la política israelí como en el campo palestino. Actualizar un discurso que ha de incorporar el BDS como herramienta de acción de nuevas campañas, en combinación con el apoyo a la resistencia que cada día deja muertos de la parte palestina. Y plantear la imposibilidad de mantener el discurso de los dos estados como única solución, para así poder construir de manera colectiva nuevos horizontes en la lucha por la emancipación del pueblo palestino.
El mes de setiembre del 2023 se cumplirán 30 años de los acuerdos de Oslo. Algunos, los más veteranos, recordamos las imágenes de Isaac Rabin y Yasir Arafat dándose la mano ante la mirada sonriente de Bill Clinton. Una imagen que dio la vuelta al mundo y que abría la posibilidad de alcanzar una paz «justa, duradera e integral» según parte del texto del acuerdo. Sin embargo, durante todos estos años los acuerdos han sido la constatación de un fracaso, un callejón sin salida donde la palabra paz ha sido cualquier cosa menos algo palpable para el pueblo palestino. La paz como objetivo debe ir acompañada de justicia. Y es de justicia acabar con el régimen de apartheid, acabar con la ocupación y la opresión colonial y reconocer el derecho de la población palestina a su libre determinación. Esos podrían ser los puntos de partida para un nuevo debate.
Jorge Sánchez Moviment de solidaritat amb Palestina.
Fuente: https://vientosur.info/mas-represion-mas-resistencia-hora-de-relanzar-la-solidaridad/