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Maspero y un alegre navío

Fuentes: Rebelión

«Es preciso saber que las cosas no tienen remedio y, con todo, estar dispuestos a cambiarlas». François Maspero, fallecido el pasado 11 de abril a la edad de 83 años, solía repetir esta conocida afirmación del novelista F. Scott Fitzgerald. Es probable que viera en ella la expresión resumida de una de las convicciones centrales […]

«Es preciso saber que las cosas no tienen remedio y, con todo, estar dispuestos a cambiarlas». François Maspero, fallecido el pasado 11 de abril a la edad de 83 años, solía repetir esta conocida afirmación del novelista F. Scott Fitzgerald. Es probable que viera en ella la expresión resumida de una de las convicciones centrales que, sin desmayo, le acompañaron durante toda su dilatada trayectoria de editor, librero, escritor y traductor.

Formando parte de una generación vital y políticamente marcada por la Segunda Guerra Mundial, Maspero conoció de adolescente sus trágicas consecuencias en el seno de la propia familia. El padre fue internado en el campo de Buchenwald, donde falleció; la madre, que sobrevivió a la experiencia, lo fue en el de Ravensbruck. Perdió igualmente a un hermano mayor, caído a los 19 años en una acción del maquis resistente.

Como tantos otros jóvenes, y no tan jóvenes, franceses de la postguerra, Maspero se incorporó al partido comunista, del que no tardará a alejarse movido por dos motivos: la entrada de los tanques soviéticos en Budapest en1956 y la ambigua actitud política adoptada por el PCF en relación al coetáneo conflicto franco-argelino. A comienzos de la década de los 70, mucho después de ese primer compromiso orgánico, Maspero iniciará otro, que tampoco será de larga duración: llevado de la mano por D. Bensaïd se unirá a la Liga Comunista, formación trotskista relativamente activa en los medios de extrema izquierda antiestalinistas anteriores y posteriores a Mayo del 68.

Sería erróneo interpretar que el distanciamiento de Maspero de la militancia de carnet coincidió con cualquier muestra de debilitamiento respecto al compromiso que siempre mantendrá con el proyecto emancipatorio. En la segunda mitad de los años cincuenta, abre en el centro del llamado barrio latino de París La Joie de lire, una librería nutrida por lo mejor -en ocasiones también por lo peor- que surge de los diferentes ámbitos de las ciencias sociales así como del de el ensayismo político de textura radical. El establecimiento estaba destinado a convertirse en un referente mítico, muy en particular entre los visitantes españoles o entre otros que, como ellos mismos, provenían en los años sesenta y setenta de países bajo dictadura, aspecto sobre el que nos detendremos un poco más adelante por tratarse del tema que, de hecho, motiva las presentes líneas.

Maspero ampliará su papel de difusor intelectual y político mediante la creación, en 1959, de una empresa editorial (primer título: La Guerre d´Espagne de Pietro Nenni) que en poco más de dos décadas de existencia dará salida a 1.350 títulos de libros y a una docena de revistas, de entre las cuales conviene destacar Partisans, L´Alternative y Tricontinental, la segunda orientada a dar voz a la oposición que en los países de la Europa del Este reclamaba derechos y libertades y la última volcada a examinar la problemática económica, social y cultural de los denominados países subdesarrollados, en proceso o no de descolonización. Puede afirmarse que en la editorial la producción de libros obedeció muy a menudo a criterios notablemente heterogéneos, aunque orientados por el propósito general de dar a conocer la obra de autores ubicados en las corrientes más creativas del pensamiento emancipatorio (del pasado y del presente).

En ese sentido, la FM/petite collection maspero, «mi mejor universidad» al decir de un veterano lector, va a constituir una excelente y emblemática materialización del espíritu radicalmente antidogmático que animaba al equipo editorial. En la «pequeña colección», en efecto, los nombres de N. Bujarin, E. Preobrajensky, P. Nizan y J-P Sartre vecinarán con los de H.P.O. Lissagaray, R. Luxemburg, V. Serge, A. Rosmer y muchos otros de no menor calidad e interés. Cierto, sin embargo, que a su lado podemos encontrar aportaciones mucho menos valiosas y que han de haber soportado pésimamente el paso del tiempo: las asociadas al maoísmo podrían ser característico ejemplo de ello (como ha de serlo el libro del albanés Enver Hodja, un descomunal error de edición en palabras posteriores del propio Maspero).

Tampoco fueron pocos los estudios monográficos sobre cuestiones que, como la de las raices sociales y económicas del racismo dominante en EEUU, o la de la explotación y dominio -colonial y/o postcolonial- padecidos por numerosas poblaciones del continente africano, no eran objeto en la época de singular atención. Salvo la que necesariamente habría de despertar una guerra que, tras la catástrofe experimentada en Indochina, va a ocupar preferente lugar en el escenario político francés: la de Argelia.

Acaso sea oportuno recordar en relación a este último conflicto que, junto a las Éditions de Minuit, la editorial de Maspero fue prácticamente la única que se enfrentó a los sucesivos gobiernos franceses dando a luz a toda una serie de libros tendencial o abiertamente favorables a la independencia del país norte-africano, y en los cuales, al mismo tiempo, se ponía documentadamente de relieve la masiva represión (con torturas y raids brutales) de que estaba siendo víctima la población del territorio extra-metrapolitano. No tardaron en llover sobre el editor prohibiciones, procesos judiciales, condenas de prisión, secuestros de publicaciones, multas y boicots de todo género (bombas de la ultra-derechista OAS incluidas). El valiente combate se saldó con un durable agotamiento de recursos económicos, cuya incidencia no dejaría de pesar negativamente en el recorrido ulterior de la editorial (en 1982 Maspero la traspasará finalmente el grupo impulsor de la actual La Découverte -en manos ahora de la omnipresente Planeta-que dice proseguir la línea inconformista del fundador, no sin evidenciar repetidamente la distancia que separa la nueva etapa del legado crítico originario).

Hemos aludido antes a La Joie de lire, la librería situada en la calle Saint-Séverin de la capital francesa. Desde su inauguración en 1957 hasta el definitivo cierre de puertas en 1976 cubrió, pues, un periodo de tiempo relativamente largo, cargado de profundas transformaciones. Maspero se vió obligado a renunciar a la vertiente librera de sus actividades a causa de diferentes factores, de entre los cuales existe amplio acuerdo en subrayar uno de carácter bastante particular (el mismo Maspero así lo ha hecho en una entrevista): el derivado de los constantes hurtos de libros efectuados por «clientes» que, en muchos casos, eran miembros de los colectivos firmantes de determinados libros y opúsculos anticapitalistas distribuidos en la librería. El «piquer chez Masp» (birlar en Maspero) constituía, según parece, un acto suplementario del fervor revolucionario experimentado por algunos de los visitantes de la tienda. Cabe suponer que entre los voleurs no faltaron seguramente estudiantes con recursos económicos muy limitados y que estimaban perfectamente lícito formarse cultural y políticamente a través de un procedimiento tan expédito como resolutivo. Precisaremos que, tal vez llevados por una simpatía cómplice, los empleados de la casa acostumbraban a cerrar los ojos ante unos episodios tan repetidos.

Si tenían la suerte de podérselo permitir, los jóvenes y adultos de nacionalidad española identificados con las ideas de izquierda (en sentido fuerte) o, más simplemente, conscientes del desierto cultural y político impuesto al país por la dictadura franquista, viajar a París a lo largo de los años sesenta y setenta se erigió en una especie de rito de paso emocional e intelectual. Toda relación con el pasado es, fundamentalmente, una relación de sentido, y mucho nos tememos que el intento de evocar el sentido que para toda aquella multitud de visitantes extranjeros tenía emprender el recorrido por un puñado de santuarios -librerías y cines- en cuyo interior podía escaparse, siquiera de forma tan provisional como ilusoria, a la definición orwelliana de tiranía (un régimen donde todo cuanto no está prohibido es obligado), semejante intento, decimos, está abocado a tropezar con diferentes obstáculos.

A las generaciones nacidas tras el fallecimiento de Franco, disponiendo de recursos para instruirse y formarse cultural y políticamente ajenos al papel impreso, y disfrutando de (relativa) libertad, no les ha de ser fácil, en efecto, no ya compartirlo, sino aproximarse por unos instantes al sentimiento de exaltación mediante el cual aquellos peregrinos y peregrinas se disponían a recorrer un itinerario que contaba con puntos de parada insorteables. La Joie de lire era uno más de tales puntos, pero quizás el especial lugar que ocupa en el recuerdo de muchos y muchas esté relacionado con el hecho de que acaso en ninguna otra librería de las frecuentadas se podía experimentar con tanta intensidad com en La Joie la sensación de hallaros en un navío provisto de la clase de cargamento que puede contribuir a dotaros de perdurable sensibilidad crítica y, a la vez, iluminar sueños no destinados necesariamente al fracaso, otra manera de decir que era percebido como un navío donde los textos eran uno más de los tesoros transportados, en modo alguno el único.

Es probable que a aquellos y aquellas que vivieron la entrañable experiencia que comentamos, el fallecimiento de Maspero les haya conducido a rememorar de inmediato viejos sueños e ilusiones ligados a un proyecto de emancipación que la realidad no hace más que someter a diario a nuevos desgarros y humillaciones. Es de agradable creer que en la pervivencia del esfuerzo realizado para conservar o renovar aquellos sueños e ilusiones de transformación prosigue resonando alguna cosa que, de algún modo, proviene, ténuamente pero con toda claridad, de nuestra juventud: de cuando subíamos a aquel navío anclado en la calle Saint-Séverin que, a su añorada manera, tanto contribuyó a «liberar el futuro de todo aquello que lo desfigura» (W. Benjamin).

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*El presente texto, redactado originariamente en catalán, ha sido publicado en El diari de l´educació (edición del 6-5-2015). Debo a Jordi Mir la sugerencia de escribirlo. Deseo expresar mi gratitud por la amabilidad con la que él y todo el equipo de El diari lo han acogido en sus páginas. Al proceder a la traducción, he modificado levemente algún giro. También he corregido un error factual del que me he apercibido al leer la necrológica de Maspero firmada por R. Poch en La Vanguardia: contrariamente a lo que señalo en la versión original del texto, la madre de Maspero no fue internada en Buchenwald, sino en otro campo no menos terrorífico, el de Ravensbruck.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.