Traducido del inglés por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
En alta mar, fuera de las aguas territoriales, el buque fue detenido por la armada. Los comandos lo asaltaron. Cientos de personas en cubierta resistieron a la fuerza de los soldados. A algunos pasajeros los mataron y decenas de ellos resultaron heridos. El buque fue llevado a puerto y los pasajeros desembarcados a la fuerza. El mundo los vio andando por el muelle, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, todos ellos cansados, unos tras otros, todos marchando entre dos soldados…
El buque se llamaba «Éxodo 1947». Salió de Francia con la esperanza de romper el bloqueo británico impuesto para impedir que barcos cargados con supervivientes del Holocausto llegaran a las costas de Palestina. Si se les hubiera permitido alcanzar el país, los inmigrantes ilegales habrían llegado a tierra y los británicos los habrían enviado a campos de detención en Chipre, como habían hecho antes. Nadie habría hecho caso del episodio durante más de dos días.
Pero la persona al cargo era Ernest Bevin, un líder del Partido Laborista, un ministro británico arrogante, rudo y amante del poder. No estaba dispuesto a que un puñado de judíos le dictara. Decidió darles una lección y que el mundo entero fuera testigo. «¡Esto es una provocación!», exclamó, y por supuesto estaba en lo cierto. El objetivo principal, en efecto, era hacer una provocación para atraer los ojos del mundo al bloqueo británico.
Lo que siguió es bien conocido: el episodio se arrastró sin parar, una estupidez llevó a la otra, el mundo entero simpatizó con los pasajeros. Pero los británicos no cedieron y pagaron el precio. Un precio muy alto.
Muchos piensan que el incidente del «Éxodo» fue el punto de inflexión en la lucha para la creación del Estado de Israel. Gran Bretaña sucumbió bajo el peso de la condena internacional y decidió entregar su mandato sobre Palestina. Hubo, por supuesto, muchas otras razones de peso para esta decisión, pero el «Éxodo» resultó la gota que colmó el vaso.
No soy el único que se ha acordado de aquel episodio esta semana. En realidad fue casi imposible no acordarse de él, especialmente para aquellos de nosotros que vivíamos en Palestina en aquel tiempo y fuimos testigos del mismo.
Por supuesto hay importantes diferencias. Entonces los pasajeros eran supervivientes del Holocausto, esta vez eran activistas de la paz de todo el mundo. Pero entonces y ahora el mundo ha visto soldados armados atacando brutalmente a pasajeros desarmados que resistieron con todo lo que tenían a mano, palos y las manos desnudas. Entonces y ahora ha ocurrido en alta mar; a 40 kilómetros de la costa entonces, ahora a 65 kilómetros.
En retrospectiva, la conducta británica a lo largo del asunto parece increíblemente estúpida. Pero Bevin no era tonto, y los oficiales británicos que comandaron la acción no eran bobos. Después de todo acababan de finalizar una guerra mundial en el bando vencedor.
Si se comportaron con total necedad de principio a fin, fue el resultado de la arrogancia, la insensibilidad y su infinito desprecio por la opinión pública mundial.
Ehud Barak es el Bevin israelí. No es un tonto, ni tampoco lo son los jefazos. Pero son responsables de una cadena de actos de estupidez cuyas desastrosas implicaciones son difíciles de cuantificar. El ex ministro y actual comentarista Yossi Sarid, llamó al «comité ministerial de los siete» que decide en asuntos de seguridad «siete idiotas»; Me veo obligado a protestar. Es un insulto a los idiotas.
Los preparativos de la flotilla han durado más de un año. Cientos de mensajes por correo electrónico fueron y vinieron continuamente. Yo mismo recibí varias docenas. No era ningún secreto. Todo se hizo abiertamente.
Hubo mucho tiempo para que todas nuestras instituciones políticas y militares se prepararan para la llegada de los buques. Para consultar a los políticos, entrenar a los soldados e informar a los diplomáticos. Para que el personal de inteligencia hiciera su trabajo.
Nada ayudó. Todas las decisiones fueron erróneas desde el primer momento hasta ahora, Y aún no han acabado.
La idea de una flotilla como medio para romper el bloqueo roza la genialidad. Pone al gobierno de Israel en un dilema; tiene que elegir entre varias alternativas, todas malas. Cualquier general sueña con poner a su enemigo en una situación semejante.
Las alternativas eran:
Permitir a la flotilla que llegase a Gaza sin obstáculos. El secretario del gabinete apoyó esta opción. Esto habría llevado al fin del bloqueo, porque tras esta flotilla habrían llegado más y más grandes.
Parar los barcos en aguas territoriales, inspeccionar su carga, asegurarse de que no transportaban armas o «terroristas» y después dejarles continuar su viaje. Esto hubiera suscitado algunas vagas protestas en el mundo pero manteniendo el principio del bloqueo.
Capturarlos en alta mar y llevarlos a Ashdod, arriesgandóse a una batalla cuerpo a cuerpo con los activistas a bordo.
Como siempre han hecho nuestros Gobiernos cuando se enfrentan a la elección entre varias alternativas malas, el gobierno de Netanyahu eligió la peor.
Cualquiera que siguiera los preparativos como informaban los medios de comunicación habría previsto que esa elección causaría muertos y heridos. Nadie ataca a un buque turco y espera que lindas niñas les regalen flores. Los turcos no tienen fama de ser gente que se rinda fácilmente.
Las órdenes que se dieron a las tropas y se han hecho públicas incluían las tres palabras fatídicas «a cualquier precio». Cualquier soldado sabe qué significan esas tres terrible palabras. Además, en la lista de los objetivos, la consideración por los pasajeros sólo aparecía en tercer lugar, tras la salvaguardia de la seguridad de los soldados y el cumplimiento de la tarea.
Si Benjamín Netanyahu, Ehud Barak, el Jefe de Estado Mayor y el comandante de la armada no entendieron que el asalto conduciría a la muerte y heridas de personas, entonces debemos llegar a la conclusión -incluso aquellos que se resistían a reconocerlo hasta ahora- de que son burdamente incompetentes. Hay que informarles, con las palabras inmortales de Oliver Cronwell al Parlamento: «lleváis sentados demasiado tiempo para el bien que hacéis últimamente… Marchaos, os digo, y dejadnos que lo hagamos por vosotros. Por Dios, ¡marchaos ya!»
Este hecho apunta nuevamente a uno de los aspectos más serios de la situación. Vivimos en una burbuja, en una especie de gueto mental que nos aisla y nos impide ver otra realidad, la que percibe el resto del mundo. Un psiquiatra podría juzgar esto como el síntoma de un grave problema mental.
La propaganda del Gobierno y el ejército cuenta una historia simple: nuestros heroicos soldados, decididos y sensibles, lo mejor de lo mejor, descendieron al barco para «hablar» y fueron atacados por una muchedumbre violenta y salvaje. El portavoz oficial repitió una y otra vez la palabra «linchamiento».
El primer día casi todos los medios de comunicación israelíes aceptaron esto. Después de todo está claro que nosotros, los judíos, somos las víctimas. Siempre. Esto también se aplica a los soldados judíos. En realidad atacamos a un barco extranjero en la mar, pero nos convertimos al mismo tiempo en víctimas que no tuvieron otra elección que defenderse contra los violentos e incitados antisemitas.
Es imposible no acordarse del clásico chiste judío sobre la madre judía en Rusia despidiendo a su hijo al que habían llamado para servir al Zar en la guerra contra Turquía. «No te esfuerces demasiado» le imploraba, «mata a un turco y descansa. Mata a otro turco y descansa de nuevo…»
«Pero madre,» le interrumpió el hijo, «¿y si el turco me mata a mi?»
«¿A ti?» exclama la madre, «¿pero por qué? ¿Que le has hecho tú a él?»
Para cualquier persona normal, esto debe parecer de locos. Soldados fuertemente armados de una unidad de comandos de élite abordan un barco en alta mar, en medio de la noche, desde el mar y desde el aire y ¿son las víctimas?
Pero algo de verdad hay: son víctimas de la arrogancia y de la incompetencia de sus mandos, de políticos irresponsables y de los medios de comunicación a los que alimentan. Y en realidad de la opinión pública israelí, puesto que la mayoría de la gente votó por este Gobierno o por la oposición, que no es diferente.
El asunto del «Éxodo» se ha repetido pero con un cambio de papeles. Ahora nosotros somos los británicos.
En algún lugar, un nuevo León Uris está planeando escribir su próximo libro, «Éxodo 2010». Un nuevo Otto Preminger está planeando una película que se convertirá en un gran éxito. Un nuevo Paul Newman la protagonizará; después de todo no hay escasez de actores turcos con talento.
Hace más de doscientos años, Thomas Jefferson declaró que toda nación debe actuar con un «respeto decente por las opiniones de la humanidad». Los líderes israelíes nunca han aceptado la sabiduría de esta máxima. Se adhieren al dictamen de David Ben Gurión: «No es importante lo que dicen los gentiles, sino lo que hacen los judíos». Quizás suponía que los judíos no actuarían neciamente.
Convertirnos en enemigos de los turcos es más que una tontería. Durante decenios Turquía ha sido nuestro mejor aliado en la región, mucho más cercano de lo que se sabe en general. Turquía podría jugar en el futuro un importante papel como mediador entre Israel y el mundo árabe-musulmán, entre Israel y Siria y, sí, incluso entre Israel e Irán. Quizás ahora hemos conseguido unir al pueblo turco contra nosotros; y algunos dicen que ése es el único asunto en el que ahora están unidos los turcos.
Éste es el segundo capítulo de la operación «Plomo Fundido». Entonces levantamos contra nosotros a la mayoría de los países del mundo, conmocionamos a nuestros escasos amigos y alegramos a nuestros enemigos. Ahora lo hemos vuelto a hacer y quizás con más éxito. La opinión pública mundial se está volviendo contra nosotros.
Es un proceso lento. Se parece a la acumulación de agua en una presa. El agua sube lenta, tranquilamente, y el cambio apenas es perceptible. Pero cuando alcanza un nivel crítico la presa revienta y el desastre está sobre nosotros. Nos acercamos sin pausa a ese punto.
«Mata a un turco y descansa,» dice la madre del chiste. Nuestro gobierno nunca descansa. Parece que no va a parar hasta que haya convertido en enemigo al último de nuestros amigos.
(Partes de este artículo se publicaron en Ma’ariv, el segundo periódico de mayor tirada de Israel.)
Fuente: http://zope.gush-shalom.org: