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El incidente turco

«Mata a un turco…»

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB

He intentado resistirme a la tentación de contar el mismo chiste judío clásico por segunda vez, pero las circunstancias me han dado una excusa razonable para retomarlo.

Casi todos los judíos conocen la frase «Mata a un turco y descansa». La historia completa es como sigue:

En la Rusia zarista un niño judío es llamado a filas para la guerra contra los turcos.

Su desconsolada madre se despide de él en la estación de tren y le suplica: «¡No te canses demasiado! Mata a un turco y descansa. Mata a otro turco y vuelve a descansar…»

«Pero, ¡mamá!», le interrumpe el niño. «¿Y si el turco me mata?»

«¿Si te mata?», exclama la madre con incredulidad. «Pero ¿por qué? ¿Qué le has hecho tú?».

Los chistes judíos reflejan la realidad judía. Así que esta broma se convirtió en realidad esta semana.

Por desgracia, el chiste es a nuestra costa. Ocurrió así:

La televisión turca emitió una serie bastante primitiva en la que agentes del Mossad secuestran a hijos de trabajadores turcos y los esconden en la embajada de Israel. Los valientes agentes turcos liberan a los niños y matan al pérfido embajador.

Uno puede optar por ignorar completamente una historia tan desagradable o por protestar suavemente. Pero nuestro ilustre Ministro de Asuntos Exteriores pensó que ésta era la ocasión perfecta para demostrar al mundo que ya no somos abyectos judíos de gueto que aceptan sumisos todo lo que nos echen, sino orgullosos y erectos judíos de una nueva especie.

De modo que el viceministro de Asuntos Exteriores, Danny Ayalon, convocó al embajador de Turquía ante la Oficina de Asuntos Exteriores en Jerusalén para una cuidadosamente preparada exhibición de orgullo nacional.

Cuando el embajador llegó se sorprendió al ver el lugar lleno de equipos de equipos de televisión y de periodistas. Lo tuvieron esperando durante largo tiempo y luego lo condujeron a una habitación donde tres solemnes funcionarios, entre los cuales estaba Ayalon, aguardaban erguidos sentados sobre tres altas sillas. Sentaron al embajador turco en un sofá bajo sin brazos, y no tuvo más remedio que acomodarse en una posición reclinada.

No contento con esto, Ayalon pidió expresamente (en hebreo) a la gente de los medios de comunicación que prestaran atención a la diferencia de altura entre las sillas y el sofá, a la ausencia de la bandera turca sobre la mesa, así como al hecho de que los israelíes no sonreían y no le dieron la mano al embajador turco.

Tal vez Ayalon se inspiró en una memorable escena de El Gran Dictador, de Charlie Chaplin, en la que Hitler y Mussolini se sientan en sillas de barbero y cada uno de ellos va elevando su sillón para sobresalir por encima del otro hasta que ambas sillas se desploman.

A continuación, Ayalon le éndilgó (de nuevo en hebreo) una severa reprimenda. Todos los medios de comunicación israelíes utilizaron la palabra «reprimenda» en lugar del término diplomático de «protesta».

Muy satisfecho con su trabajo, Ayalon se encargó de que obtuviera la máxima difusión en los medios de comunicación, especialmente en la televisión.

La reacción de Turquía fue, como era de esperar, violenta. Los turcos son más quisquillosos que nadie en lo que afecta a su dignidad nacional (véanse sus reacciones ante las denuncias sobre la masacre de armenios que perpetraron hace casi cien años), de modo que se sintieron previsiblemente molestos.

Ayalon obtuvo, por supuesto, el apoyo incondicional de su ministro, mentor y jefe de partido, Avigdor Lieberman, que rezumaba elogios.

Unas semanas antes Lieberman había reunido a los embajadores de Israel de todo el mundo, unos 150, para una charla. Los reprendió por no defender adecuadamente el honor de Israel y anunció una nueva política radical: a partir de ahora el principal deber de un embajador de Israel será defender la dignidad de su país, atacar a cualquiera que critique a Israel y no dejar un insulto sin respuesta, sea grande o pequeño. Esa tarea debe tener prioridad sobre todas las demás funciones diplomáticas.

Nadie en la audiencia, compuesta principalmente por antiguos diplomáticos de carrera, se atrevió a levantarse y señalar que tal vez existan otros intereses más importantes para Israel, por ejemplo el mantener buenas relaciones con gobiernos extranjeros, los vínculos militares y de inteligencia y las relaciones económicas. Salvo un embajador -que sonrió y fue reprendido severamente-, nadie objetó.

En menos de un año en el cargo, Lieberman ha destrozado ya un montón de porcelana diplomática. Ha insultado a varios gobiernos amigos. En un caso digno de mención, reprendió públicamente a los noruegos por celebrar el aniversario de su escritor nacional, Knut Hamsun, que había simpatizado con los nazis. En otra ocasión atacó al gobierno sueco por no haber protestado públicamente contra un artículo publicado por un escritor de segunda en un periódico sueco en el que lanzaba la ridícula acusación de que los soldados israelíes matan a palestinos para vender sus órganos para transplantes(1). La exagerada reacción de Lieberman dio a este asunto repercusión mediática mundial.

Su tendencia a insultar a los gobiernos extranjeros -un rasgo bastante peculiar en un ministro de Asuntos Exteriores- probablemente ha sido exacerbada por la negativa de muchos de sus colegas extranjeros a reunirse con él por considerarlo un racista o, directamente, un fascista, como de hecho lo considera la mayoría de los israelíes.

Cuando Netanyahu formó su gobierno y nombró a Lieberman ministro de Exteriores, al principio la noticia fue recibida con incredulidad. Un nombramiento más absurdo era difícilmente imaginable. Pero Netanyahu le necesitaba, y no le podía ofrecer ni Economía, que quería llevar él mismo vicariamente, ni el Ministerio de Defensa, que es el coto privado de Ehud Barak. El Ministerio de Asuntos Exteriores, que pocas personas en Israel se toman en serio, era la única alternativa viable.

Es por ello que Netanyahu no podía criticar a esos dos neandertales de Lieberman y Ayalon ni a sus salidas de pata de banco. Sin embargo, Barak estaba que trinaba.

Como por casualidad, Barak tiene previsto visitar mañana Turquía. Las relaciones entre los aparatos militares de Israel y Turquía son lo más estrechas que cabe imaginar. No sólo existe una cierta afinidad ideológica entre los dos mandos militares -ambos se consideran a sí mismos como los guardianes de los valores nacionales y miran con desprecio a los políticos-, sino que los generales de ambos países son verdaderos colegas. Además, la industria militar israelí depende en gran medida de los pedidos de Turquía, que ascienden a cerca de mil millones de dólares anuales.

Últimamente ha surgido cierta controversia en torno a algunos aviones no tripulados suministrados por Israel, y las relaciones se han deteriorado. Por ello, la visita de Barak se considera muy importante. Algunos comentaristas israelíes creen que el asunto Ayalon fue una artimaña no demasiado sutil de Lieberman para sabotear a su rival de gabinete.

Sea como fuere, todo el stablishment israelí se dio cuenta de que la estúpida farsa de Ayalon ha hecho un gran daño. Ayalon fue obligado a retractarse, y lo hizo de forma desangelada, sin entusiasmo y sin averiguar primero si de esa forma iba a satisfacer a los turcos. No los satisfizo, y los turcos, cada vez más furiosos, exigieron una disculpa clara y rotunda. Esta exigencia se presentó en forma de ultimátum: hasta la medianoche del miércoles, o de lo contrario… De lo contrario significaba la retirada del embajador turco y la degradación de las relaciones.

Netanyahu cedió. Ayalon se disculpó de nuevo, esta vez de forma inequívoca, y los turcos aceptaron graciosamente. Barak irá a Turquía.

Detrás de este episodio pueril se esconde el problema más grave de las relaciones turco-israelíes. El Primer Ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, recordó esta semana a Israel que Turquía siempre ha acogido a los judíos. Se refería a un capítulo histórico que no es muy reconocido aquí [en Israel]: cuando la católica España expulsó a cientos de miles de judíos en 1492 (algunos hablan de hasta 800.000 personas), la gran mayoría de ellos se establecieron en el Imperio Otomano, desde Marrakech hasta Sarajevo. Mientras que los judíos de la Europa cristiana estaban siendo torturados por la Inquisición española y sufrían indecibles persecuciones, expulsiones y matanzas que culminaron en el Holocausto, los judíos [asentados en tierras del imperio otomano] florecieron durante siglos bajo el gobierno benevolente de los otomanos musulmanes.

Estos recuerdos históricos fueron, por desgracia, borrados durante el breve período de relaciones de los sionistas con la administración turca en la Palestina de principios del siglo XX. Todo niño israelí aprende la historia de la encantadora Sara Aharonson, miembro de una red de espionaje pro-británica durante la Primera Guerra Mundial, que se suicidó tras haber sido torturada por los Terroríficos Turcos.

Las relaciones cordiales se reanudaron sólo cuando masas de turistas israelíes comenzaron a acudir a los centros turísticos de Turquía y se sorprendieron por la cálida acogida que se les dispensaba. A los turistas eso les encanta.

Entonces, ¿qué está pasando ahora? Los turcos, como todos los musulmanes, se sintieron molestos por la guerra de Gaza del año pasado y por las horribles imágenes que vieron en televisión. Erdogan, haciéndose eco de estos sentimientos como lo haría cualquier buen político, atacó la política israelí en varias ocasiones, canceló maniobras militares conjuntas y en un arranque de rabia dejó plantado al presidente Shimon Peres en un debate público(2).

Después de que la Unión Europea le diera la espalda, Turquía se ha orientado hacia sus vecinos árabes e Irán, aspirando a actuar como mediador entre Oriente y Occidente. También comenzó a mediar entre Israel y Siria, hasta que comprendió que el gobierno israelí no tenía ningún deseo de hacer la paz, ya que la paz obligaría a Israel a desmantelar sus asentamientos y a devolver territorios.

Es probable que las relaciones entre Turquía e Israel vuelvan a la normalidad, si no a su antiguo grado de afabilidad. Turquía necesita la ayuda del lobby pro-israelí de Washington (en el pasado hasta el propio Ayalon ha sido sido enviado allí para ayudar a repeler los esfuerzos para obtener el reconocimiento del genocidio armenio). Israel necesita a Turquía como aliado y comprador de armas.

¿Y qué hay del chiste? Bueno, sirve como recordatorio de que provocar a los turcos no es necesariamente una buena idea.

  1. En contra de lo que afirma Avnery, existen sólidos indicios que apoyan la acusación de connivencia de las autoridades militares israelíes en el tráfico de órganos extraídos de cadáveres palestinos. Más información sobre este truculento asunto en «Israel: cuerpos, órganos saqueados y racismo«, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=98683&titular=israel:-cuerpos-órganos-saqueados-y-racismo-
  2. Este sonado incidente tuvo lugar durante la cumbre de Davos del año pasado. Puede verse íntegramente aquí: http://www.youtube.com/watch?v=gOzMrxX9NfI

Fuente: http://www.counterpunch.org/avnery01202010.html