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Mensajes de Gaia

Fuentes: Rebelión

Estamos recibiendo reiterados mensajes de alarma claros, contundentes y cada vez más frecuentes. Se registran en un lenguaje comprensible, pero que nos negamos a entender: huracanes y tormentas cada vez más destructivos y frecuentes, incendios, sequías, inundaciones, olas letales de calor, pérdida de fuentes de agua y de alimentos, pérdida acelerada de las masas polares de hielo y de los glaciares en las montañas, elevación del nivel del mar, acidificación de los océanos, muertes masivas de especies animales y vegetales, marinas y terrestres; expansión de la desertificación y de enfermedades contagiosas, y la destrucción masiva e irreversible de uno de los legados más valiosos de generaciones humanas futuras: la biodiversidad, la maravillosa diversidad del código genético de la asombrosa variedad de seres vivos con los que compartimos el planeta. 

En lugar de reconocer el significado y la gravedad de estos mensajes, optamos por ignorarlos, o pretendemos que somos víctimas incapaces de hacer algo al respecto. Optamos por aceptar mensajes alternativos, algunos interesados, otros engendros de la ignorancia. Permitimos que nos arreen como corderos para que nos enfoquemos en los síntomas, no en las causas.

Nos negamos también a reconocer a quien envía el mensaje, aunque todos lo conocemos. Nos resistimos a aceptar que los incesantes mensajes de alarma provienen del sistema operativo vital de la nave espacial en la que navegamos en solitario por el universo, sin posibilidad de rescate, a 107.200 kilómetros por hora.

Algunos la reconocen como Gaia. Otros la llaman Madre TierraPacha Mama, Hopa, Tiksimuyu, Erde, Tellus. Sabemos que nos envía estos mensajes no sólo porque somos los responsables de sus quejas, sino porque están a nuestro alcance los mecanismos necesarios para superarlas.

No sólo nos negamos tercamente a reconocer que en apenas 100 años hemos perforado el tejido de la vida que le tomó a nuestra Gaia millones de años hilvanar, y que por esa rotura tiende a desarmarse por completo. También nos negamos a reconocer lo que es aún más evidente: nuestro ataque destructivo contra Gaianuestra única nave, conduce irremediablemente a nuestra propia destrucción. 

El sofisticado sistema de alarma de nuestra nave espacial nos indica con claridad que buena parte de las amenazas al sistema operativo vital se debe al incremento en la temperatura de la nave.

El calentamiento de nuestra nave, más conocido como calentamiento global, es una especie de fiebre planetaria, un peligroso síntoma cuyas causas debemos enfrentar. Para el año 2020 ya había alcanzado un incremento promedio global de 1,2°C sobre el promedio de la época preindustrial, y de 2,1°C sobre tierra firme. Algunos tienden ingenuamente a considerarlo insignificante. Otros argumentan que los cambios climáticos siempre se han presentado, que el actual es sólo parte de la dinámica climática natural del planeta.

Los científicos especializados en la materia opinan diferente. “Declaramos clara e inequívocamente que nuestro planeta Tierra enfrenta una emergencia climática”. Así, tajante, alerta el pronunciamiento de más de 11.000 científicos de todos los rincones del planeta emitido el 5 de Noviembre 2019 (BioScience, biz088, https://doi.org/ 10.1093/biosci /biz088).

 “La crisis climática ha llegado y se está acelerando más rápido de lo que esperaba la mayoría de los científicos«. Advierten sobre “un sufrimiento impronunciable” si no se modifica el comportamiento humano, particularmente en los países industrializados. «Reacciones en cadena podrían causar perturbaciones significativas en los ecosistemas, la sociedad y las economías, lo que podría hacer que grandes áreas de la Tierra se vuelvan inhabitables«.

El más reciente informe del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC AR6 2021) resalta sin ambigüedades:

El aumento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera desde 1750 es causado inequívocamente por la actividad humana. En el 2019 la concentración de CO2 era más elevada que la registrada en al menos los últimos 2 millones de años, mientras las concentraciones de metano (CH4) y óxido nitroso (N20) superaban las registradas en al menos 800.000 años”

“El calentamiento global observado es causado por emisiones provenientes de la actividad humana”

“El forzamiento radiactivo acumulado por la actividad humana desde 1750 era en el año 2019 de 2,72 W/m2, provocando el calentamiento del sistema climático planetario” (IPCC AR6, 2021).

Durante más de un siglo la comunidad científica ha venido advirtiendo, cada vez con mayor contundencia y evidencias incontrovertibles, sobre las consecuencias catastróficas de un aumento de temperatura superior a los 2°C para finales del siglo 21 con respecto al promedio registrado a inicios del siglo 20. Estas advertencias se hicieron más alarmantes al comprobarse que las tendencias actuales conducen hacia un aumento de temperatura promedio de 4°C para finales del siglo 21, un escenario literalmente infernal. El más reciente informe del IPCC ratifica esta tendencia, a pesar de las variaciones en metodología y en la precisión de variables fundamentales (IPCC AR6 2021)

Las tendencias actuales conducen hacia un aumento de temperatura de 3,7°C a 4,8°C para finales de siglo en relación con la época pre-industrial” – IPCC AR5, 2014

El mundo se dirige a un aumento promedio de temperatura de 4°C para finales de siglo, provocando una cascada de cambios cataclísmicos”- Instituto Potsdam para la Investigación sobre Clima, Alemania 2012

Un aumento de 4°C no se ha registrado desde finales del Mioceno, hace 10 millones de años. “Un calentamiento de 3°C a 4°C tendría consecuencias desastrosas. La continuación de las emisiones provenientes de combustibles fósiles sería un acto de extraordinaria y deliberada injustica intergeneracional” – Assessing Dangerous Climate Change 2013. Instituto de Estudios Espaciales de la NASA, Universidad de Columbia, Institut Laplace, Francia, Universidad de Estocolmo, Universidad de Harvard, Universidad de California.

Las advertencias cada vez más alarmantes de la comunidad científica internacional condujeron a todos los países del planeta a negociar durante más de 20 años un acuerdo para evitar el colapso de la civilización humana y la devastación de buena parte de la vida en la Tierra, incluyendo a la humanidad. Es así como, en el seno de la Organización de Naciones Unidas, se concretó el Acuerdo de Paris en diciembre 2015, suscrito por todos los países del mundo y apoyado por todas las Academias de Ciencia del planeta.  

El objetivo central del Acuerdo de París es evitar que el aumento en la temperatura superficial promedio supere los 2°C para finales del siglo 21 con respecto al promedio registrado a inicios del siglo 20 “haciendo lo posible por limitarlo a 1,5°C”. 

La tendencia actual supera el límite de 1,5°C en apenas 12 años y el de 2°C para mediados de siglo.

Para el 2020 ya se registraba un aumento en la temperatura superficial promedio de 1,2°C. Pero también se registraba un desbalance energético planetario de 0.7 w/m(356 Terajoules/segundo): el planeta absorbe más energía de la que emite. Nuestra nave acumula cada día una cantidad de energía calórica equivalente a la contenida en 489.000 bombas atómicas como la que arrasó a Hiroshima en 1945, detonadas cada día, 365 días al año. Este desbalance energético planetario implica que la temperatura superficial promedio aumentará irremediablemente al menos 0,5°C adicionales para mediados de siglo aunque se suspendan todas las emisiones de gases de efecto invernadero de inmediato.

La superación del límite de 1,5°C es inevitable. Sólo podría evadirse si sustraemos gigantescas cantidades de CO2 de la atmósfera, algo no previsto para el próximo decenio. Si no tomamos medidas drásticas e inmediatas a escala planetaria, la superación del límite de 1,5°C ocurrirá en menos de 12 años.

Desde la perspectiva de la ciencia física, para limitar el calentamiento global a un nivel específico es necesario limitar las emisiones acumuladas de CO2, provocando un escenario de emisiones netas cero junto a la reducción de las emisiones de otros gases de efecto invernadero” – IPCC AR6 D1 2021

Siguiendo los planteamientos establecidos en el AR5-2014, los nuevos escenarios del AR6-2021 se refieren a aumentos en la temperatura superficial promedio relacionados con niveles seleccionados de forzamiento radiactivo para el año 2100. Se identifican con las siglas SSP: Shared Socio-economic Pathways (Rutas Socio-económicas Compartidas) por tomar en consideración múltiples variables socio-económicas y sus potenciales modificaciones con el tiempo: crecimiento de la población, producto territorial bruto, composición de la matriz energética global, consumo de combustibles fósiles y de energías alternativas, entre otras.

El escenario AR6 SSP3-7.0 vincula un calentamiento global promedio de 3,6 °C con un forzamiento radiactivo acumulado de 7 W/m2. Corresponde a las tendencias actuales y se alcanzaría como promedio durante el período 2081-2100. La proyección para el año 2100 corresponde a un aumento en la temperatura superficial promedio de 4°C.

El escenario SSP2-4.5 relaciona un aumento de temperatura de 2,7°C con un forzamiento radiactivo acumulado de 4,5 W/m2. Si se mantienen las tendencias actuales, este límite se alcanzaría en el año 2065. Pero si se reduce la tasa de emisiones para que la acumulación de emisiones respectiva ocurra como promedio del período 2081-2100, el mismo aumento de temperatura se registraría como promedio para entonces.

El escenario SSP1-2.6 vincula un aumento promedio de temperatura de 1.8°C con un forzamiento radiactivo de 2,6 W/m2. El forzamiento depende de la concentración de CO2 en la atmósfera, a su vez dependiente de las emisiones netas acumuladas hasta entonces.

La exigencia de emisiones netas cero tiene por objeto evitar que se sigan acumulando emisiones en la atmósfera, lo que aumentaría la concentración de CO2 y por lo tanto la temperatura superficial promedio.

Dependiendo de la actividad humana, el forzamiento radiactivo de 2,6 W/m2 puede alcanzarse en diferentes períodos de tiempo. Las tendencias actuales superaría este límite alrededor del 2045, cuando las emisiones acumuladas superen las 3.550 G-ton CO2. El objetivo del Acuerdo de París corresponde así a una reducción de emisiones suficiente para que tal forzamiento radiactivo se registre como promedio del período 2081-2100, en lugar del año 2045. Como para el 2020 las emisiones acumuladas superaban las 2.450 G-ton de CO2,  se deriva que disponemos de un presupuesto máximo de emisiones de 1.100 G-ton de CO2 para el período 2021-2100 (IPCC AR6 2021).

El Acuerdo de París contempla la captura de carbono de la atmósfera por medios biológicos o mecánicos. De implementarse de manera verificable y a escala significativa, se elevaría proporcionalmente el presupuesto disponible de emisiones.

El mensaje es claro. Si queremos evitar que la temperatura superficial promedio de nuestra nave espacial supere los 2°C para finales de siglo con una probabilidad del 66%, debemos limitar las emisiones de CO2 a un máximo de 1.100 Giga-toneladas durante el período 2021-2100, con reducciones similares en la emisión de metano, pasando de 400 M-ton anuales a 120 M-ton/año.

La reforestación es un mecanismo previsto en el Acuerdo de París para mitigar emisiones y aumentar el balance de emisiones netas, particularmente a nivel nacional. También se incluyen mecanismos para la transferencia de créditos por mitigación de emisiones, por el aumento de la eficiencia energética o por la sustitución de fuentes de energía, entre otros instrumentos de cooperación internacional.

El Acuerdo de París fijó la meta, pero no la estrategia para alcanzarla. Entre los puntos de discordia pendientes por resolver se encuentran la distribución del cupo disponible de emisiones entre las diferentes partes contratantes (países) durante el período 2021-2100, el reconocimiento de las responsabilidades acumuladas por cada país en la gestación de la crisis climática actual, y el acceso a los recursos tecnológicos y económicos necesarios para el alcance de la meta trazada.

Informe completo en este enlace

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