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El cine como objetivo de la censura

Métodos del mundo libre

Fuentes: Rebelión

www.pascualserrano.net Sin duda corren malos tiempos para la libertad de pensamiento. No sólo mediante el arma del mercado se intenta poner coto a las ideas, la información y las opiniones que molestan, intentando asfixiar toda propuesta intelectual que se rebele contra el poder. Cuando eso no basta se recurre sin escrúpulos a la prohibición y […]

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Sin duda corren malos tiempos para la libertad de pensamiento. No sólo mediante el arma del mercado se intenta poner coto a las ideas, la información y las opiniones que molestan, intentando asfixiar toda propuesta intelectual que se rebele contra el poder. Cuando eso no basta se recurre sin escrúpulos a la prohibición y la censura. El cine es también una de esas víctimas.

Así tenemos el último trabajo de Michael Moore, cuyo reconocimiento de crítica y público no le ha bastado para conseguir que su última obra Fahrenheit 9/11 haya podido ser distribuida sin dificultades, tras la negativa de Disney para hacerlo a pesar del contrato firmado con el cineasta. Incluso en el festival de cine de su ciudad natal, Flint, su película ha sido prohibida.

Ser un director consagrado no es ninguna garantía. Oliver Stone se vio obligado a incluir fragmentos impuestos por la emigración cubana en su película Comandante, sobre la vida de Fidel Castro.

Y no digamos cuando la aureola de la fama no protege a los autores. Como ha sucedido con los irlandeses Kim Bartley y Donnacha O’briain, autores del documental La Revolución no será transmitada. Un magnífico trabajo resultado de su casual presencia en Venezuela durante el golpe de estado de abril del año 2002. Un relato de lo sucedido esos días que fue prohibido en un festival de derechos humanos de París tras la presión de los poderosos y bien nutridos económicamente grupos de oposición a Chávez. Incluso algo tan inocente como proyectarlo en Madrid en la Casa de América fue toda una proeza que se llevó por delante a un responsable de esa institución. Una campaña de esos grupos de oposición que intentaron boicotear hasta el último momento su emisión casi lo logra. La dirección de la Casa de América sólo lo emitió obviando cualquier publicidad, cediendo una sala con aforo para cinco veces menos público que el interesado en ir a verlo, y dejando en cada asiento un escrito alegando que no compartía el contenido, algo inédito. Como si sólo pudiesen celebrarse actos en esa institución pública cuyos contenidos lo compartiese su patronato público.

También en Barcelona, en el Festival de Derechos Humanos han sufrido amenazas y coacciones por parte de grupos proisraelíes por programar documentales que denuncian la política del gobierno de Sharon. Denunciar como se hace en Israel’s secret weapon la política de Estados Unidos y Reino Unido que invaden países en la búsqueda de armas de destrucción masiva inexistentes mientras se permite que Israel incremente enloquecidamente y sin control su arsenal nuclear, biológico y químico, les ha traído problemas a los organizadores.

En cuanto a la política dentro de España, el caso de la película de Julio Medem La pelota vasca es elocuente. Boicots y acusaciones de complicidad terrorista sólo por permitir que las personas hablen delante de un micrófono.

La estrategia es clara, si los métodos de asfixia económica, boicot de distribuidoras, y silencios mediáticos funcionan, perfecto. Si no es así, prohibición. Al fin y al cabo es el misma estrategia que se aplica ante los gobiernos. Si el dinero y la represión logra silenciar a las opciones de izquierda, bien, sino, como en Chile, Haití, Cuba o Venezuela, siempre quedarán los golpes de estado y la guerra preventiva. Son los métodos del mundo libre.