1. El humo y el estruendo Como movidos por resortes ultranacionalistas que no le han dejado nada a la humanidad que no sean dolor y desgracias, los dimes y diretes no se hicieron esperar: la derecha acusó la solicitud de «insolente», «torpe» e «insensata. A su vez, con fundamento en lo reportado por la prensa, […]
1. El humo y el estruendo
Como movidos por resortes ultranacionalistas que no le han dejado nada a la humanidad que no sean dolor y desgracias, los dimes y diretes no se hicieron esperar: la derecha acusó la solicitud de «insolente», «torpe» e «insensata. A su vez, con fundamento en lo reportado por la prensa, la izquierda denunció soberbia monárquica y un desdén trasnochado a los plebeyos. El tono de la discusión se hace evidente en uno de los vocales más visibles: Vargas Llosa.
Latinoamericano por nacimiento (Arequipa, 1936) y marqués español por Real Decreto (134/2011) –I marqués de Vargas Llosa es el título nobiliario oficial- y Nobel de literatura Mario Vargas Llosa despotricó contra el presidente de México.
Primero lo acusó de no dirigirse la carta así mismo por la condición actual del indígena en México, pero luego matizó diciendo que es un problema de todo el continente. Luego, acusó las matanzas de indígenas en las repúblicas, pero sin atreverse a negar los horrores del proceso colonial (como si las unas justificaran o matizaran las otras). Y finalmente alabó del regalo de la lengua española como el vehículo a través del cuál llegaron a México en particular y a América Latina en genral, la conciencia moral (cómo si no existieran ética y moral indígenas), la democracia (como si la España colonial hubiese en el siglo XV elegido a sus monarcas por voto directo) y la libertad, pero sin referir que llegaron también, en los mismos barcos y al mismo tiempo, el sistema de encomiendas, el derecho de pernada y el racismo.
Mucho se puede discutir sobre estas líneas, y en todos los casos, en esos tonos y estridencias, toda discusión estará condenada al fracaso: diálogos no serán, si acaso, monólogos, a gritos y con sordos en todos los frentes.
Si algo ha de producir este evento, será necesario un discurso diferente.
2. Los hechos
La primera cosa que llama la atención de los intercambios entre el gobierno de México y la corona española es que independientemente de la solicitud del primero y el rechazo del segundo, el tono ha sido amistoso.
En la carta dada a conocer por la prensa mexicana (misma que el presidente de México reconoció como apenas un borrador y no su versión final) abundan las señales de amistad. Después de decir un hecho reconocido por propios y extraños (a saber: que el proceso de conquista fue violento y lleno de abusos) el gobierno de México lanzó una invitación a:
«…un trabajo bilateral, en una hoja de ruta para lograr el objetivo de realizar en 2021 una ceremonia conjunta al más alto nivel; que el Reino de España exprese de manera pública y oficial el reconocimiento de los agravios causado y que ambos países acuerden y redacten un relato compartido, público y socializado de su historia común, a fin de iniciar en nuestras relaciones una nueva etapa plenamente apegada a los principios que orientan en la actualidad a nuestros respectivos Estados y brindar a las próximas generaciones de ambas orillas del Atlántico los cauces para una convivencia más estrecha, más fluida y más fraternal.»
No hay ahí nada del tono beligerante o intransigente con el que la prensa ha reseñado el texto enviado. Si la versión final enviada de la misiva conservó el tono de la que se dio a conocer entonces no hay más: la prensa ha desinformado a la sociedad.
Y algo similar ocurrió con la respuesta del rey de España. El rey rechaza «con firmeza» el contenido de la carta y lamenta la difusión pública de la misma (esto último, algo que seguramente también el gobierno de México lamenta). Pero tras dar a conocer las razones del rechazo («La llegada, hace quinientos años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas…») responde con el mismo tono cordial:
«Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria…»
Y hay más:
«Sobre el enorme caudal de afecto entre nuestros pueblos y su voluntad de progreso, el Gobierno de España reitera su disposición para trabajar conjuntamente con el Gobierno de México y continuar construyendo el marco apropiado para intensificar las relaciones de amistad y cooperación existentes entre nuestros dos países, que nos permita afrontar con una visión compartida los retos futuros»
Entonces lo que hay hasta aquí es, por una parte, la expresión de un agravio histórico y la invitación a un reconocimiento, y por la otra, el rechazo a la invitación con una explicación que puede juzgarse apropiada o no. En ambos casos, se destaca la concordia existente entre los dos pueblos y sus gobiernos.
3. Posibilidades
Tal vez, con una visión de largo aliento, la iniciativa de conseguir un encuentro amistoso en 2021 como proponía López Obrador en su carta pudo haber tenido éxito. Tal vez si no se hubiese dado a conocer la carta, el gobierno de España habría tenido tiempo para pensar en la propuesta y explorar sus posibilidades. Pero el esfuerzo fue saboteado: quién quiera que haya filtrado esa carta le hizo un muy flaco favor a un proceso de acercamiento y concordia que prometía mucho; la filtración obligó a una respuesta inmediata y tajante de parte del destinatario, una respuesta que tal vez podría haber sido diferente de haber contado con más tiempo de reflexión, o mejor aún: si López Obrador hubiese hecho la propuesta de manera personal y en privado para avanzar en ese trabajo conjunto. El acercamiento histórico, así, tendrá que esperar un mejor momento.
Pero es posible.
La reconciliación histórica es posible como fue posible que en 2004 el gobierno alemán pidiera disculpas al pueblo herero de Namibia por el genocidio cometido en su contra un siglo antes; es posible como fue posible que los Estados Unidos y Cuba reestablecieran relaciones diplomáticas en 2014 a pesar de una larga historia de agravios, conjuras e insultos; es posible como fue posible el acercamiento entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Católica en 2016, después de un milenio de distancia. Es posible si se hace bien: un movimiento de esta dimensión exige discreción, talento, comprensión y tiempo.
Pero es posible.
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