Tengo que afirmar que, en los últimos tiempos, me he ido curando en salud. El tratamiento ha sido muy simple, en vez de autotorturarme todas las noches viendo los programas televisivos anticubanos que trasmiten dos pequeños canales locales, me pongo a ver películas en inglés que me entretienen o me pongo a leer un buen […]
Tengo que afirmar que, en los últimos tiempos, me he ido curando en salud. El tratamiento ha sido muy simple, en vez de autotorturarme todas las noches viendo los programas televisivos anticubanos que trasmiten dos pequeños canales locales, me pongo a ver películas en inglés que me entretienen o me pongo a leer un buen libro en donde algo aprendo. Hasta hace alrededor de dos años me sentaba enfrente del televisor todas las noches a las ocho y me torturaba por espacio de una hora viendo a estos personajes que allí se presentan desbarrar contra Cuba y contra los cubanos que en la isla viven. Lo mejor del caso es que no son sólo los entrevistados los que hacen la propaganda anticubana, sino que los moderadores de ambos programas participan y dan opiniones que en casi el ciento por ciento de los casos coinciden con las opiniones de los invitados. Algunos años atrás participé, en reiteradas ocasiones, en uno de esos programas y sabía perfectamente que el debate mío no sólo sería contra mis oponentes, sino también contra el supuesto entrevistador. Como a estas gentes solamente les interesa oír opiniones que coincidan con las de ellos, poco a poco me dejaron de invitar.
Uno de esos dos programas lo dirige una muchacha de origen cubano nacida en Puerto Rico y el otro lo dirige un dominicano nacido en aquel país, con complejo de cubano. El hombre quiere ser cubano de todas formas. Él sabe que, como dominicano y hablando sobre su país, no se busca ni un kilo prieto en esta ciudad, por lo tanto, poco a poco, ha adoptado la ciudadanía cubano-miamense y el dinero le está entrando por tuberías. El programa que dirige, aparte de todo, es una comedia, aunque de mal gusto. Entrevista todas las noches a supuestos analistas que se las dan de profundos conocedores de la realidad cubana y que llevan 50 años viviendo en Miami; personas que no eran nadie en el gobierno cubano y sin embargo se presentan como si hubieran ostentado grandes cargos en la estructura de poder de Cuba; o a los llamados disidentes que, hablando desde la isla, desbarran contra el gobierno de su país criticando la falta de libertad de expresión en Cuba… O sea, que se pasan una hora entera hablando libremente para Miami y afirman que en Cuba nadie puede hablar con libertad.
Hace unos días, de visita en casa de un amigo, y después de casi dos años sin ver estos programas, mi amigo puso el del dominicano arrepentido. En ese momento estaba entrevistando a un ex preso cubano que llegó hace unos días a esta ciudad, quien, según él mismo, llegó enfermo de gravedad y quien, en menos de 24 horas de estar ingresado en un hospital local, se recuperó milagrosamente. Pues bien, como es su costumbre, el ex quisqueyano, trató de manipular groseramente al ex preso al preguntarle sobre las torturas que recibió en las cárceles cubanas. Éste, en un rapto de sinceridad, le contestó que nunca había sido golpeado, ni torturado, que ellos respetaban a los custodios y que éstos los respetaban a ellos. El entrevistador, que no se imaginaba tal respuesta, se quedó perplejo ante dicha afirmación y rápidamente cambió el tema.
Realmente hay que tener estómago para dispararse esos programas noche tras noche y aunque la audiencia de los mismos es raquítica, conozco a bastantes personas que sí los ven y que me cuentan sobre los mismos. Pero no creo que por mucho tiempo más vayan a seguir torturándose. Según las encuestas de televisión, los números son bien bajos y por el tipo de anuncios comerciales que presentan, no creo que les entre mucho dinero, ya que una ferretería o una bodega tiene muy pocos recursos para gastar en propaganda y a los que sí tienen mucho dinero para esos menesteres, no les interesa anunciarse en programas de tan poca calidad y audiencia. Así y todo, es casi una pelea de perros la que se tienen ambos conductores por atraer para sus programas a los pocos televidentes que los ven. Me temo que no va a pasar mucho más tiempo para que las pantallas de esos canales de televisión tengan que darle tarjeta roja, tanto a la muchacha de origen cubano, como al dominicano arrepentido. Me parece que, como cantaba el Gran Combo de Puerto Rico, no hay camas pa’ tanta gente.
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rCR