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Tres décadas después de la mentira de Oslo, ni Estados Unidos ni la UE pueden ofrecer la promesa de un Estado palestino.

‘Minus-Estado’: la solución palestina de Biden

Fuentes: Rebelión [Foto: The Cradle]

Traducido del inglés por Marwan Perez para Rebelión

Es tristemente irónico que la cuestión del Estado palestino –sin resolver durante más de 75 años– resurja sólo después del bombardeo genocida de Israel sobre la Franja de Gaza, que ha asesinado a más de 30.000 civiles, herido a decenas de miles más y destruido todas las importantes infraestructuras del territorio. 

El historiador de la Universidad de California  (UCLA), James Gelvin, lo expone claramente: 

“No habría habido un debate serio sobre la solución de los dos Estados sin [los acontecimientos de] el 7 de octubre. De hecho, volver a poner la cuestión Palestina en el primer plano de la política internacional y de Asia occidental fue una de las razones por las que Hamás lanzó su operación».

Como lo explica Gelvin a  The Cradle , Hamás ya ha conseguido varias victorias desde su operación Inundación de Al-Aqsa:

“La cuestión de Palestina ha vuelto a la agenda internacional, está negociando la liberación de los prisioneros como un actor en igualdad de condiciones con Israel”, y ha demostrado que es “más eficaz para lograr los objetivos del pueblo palestino que su rival, Fatah”. 

Nueva ‘Doctrina Biden’

Si bien la brutal y sin precedentes respuesta militar israelí ha puesto sobre la mesa la imperiosa necesidad de proteger a los palestinos, es imposible señalar que los Estados occidentales -que respaldaron los Acuerdos de Oslo de 1993, y que establecieron el marco esencial para el establecimiento de un Estado palestino– han ignorado su responsabilidad en esta protección. 

Una hipocresía aún mayor surge del hecho de que estas potencias occidentales, encabezadas por Washington, han decidido forzar el debate sobre la creación de un Estado palestino en medio de la matanza de Gaza, con un primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que se opone notoriamente a ello. 

Entonces, ¿por qué tiene lugar este debate precisamente ahora? ¿Por qué ha sido ignorado hasta del 7 de octubre de 2024? o  incluso antes del regreso de Netanyahu al cargo de primer ministro.

Después de una enorme presión pública e internacional, el presidente estadounidense Joe Biden ha reabierto, al menos retóricamente, la cuestión del Estado palestino. Según el New York Times , la nueva doctrina de la Casa Blanca de Biden implicaría alguna forma de reconocimiento por parte de Estados Unidos de un Estado palestino desmilitarizado en Cisjordania y la Franja de Gaza a cambio de fuertes garantías palestinas de que sus instituciones nunca podrían amenazar a Israel”. 

Además, el plan del presidente estadounidense también prevé la normalización saudita-israelí y una postura militar dura contra Irán y sus aliados regionales. Sin embargo, muchos analistas ya han planteado sus dudas sobre la viabilidad de un plan que no refleja las realidades actuales. 

Si bien Netanyahu rechaza la noción misma de un Estado palestino, la ‘doctrina Biden’ -y su oferta de una cierta versión de soberanía limitada de un Estado palestino y desmilitarizado-, es algo tan humillante para los palestinos que lo hace atractivo para el gobierno israelí.

El Dr. Muhannad Ayyash, profesor de Sociología de la Universidad Mount Royal, señala que no ha habido ningún cambio fundamental por parte de Estados Unidos sobre esta cuestión. En resumen, la administración Biden se niega a aclarar qué quiere decir «Estado palestino». Su iniciativa parece principalmente promover una forma de solución de dos Estados que sería aceptable para Israel. 

Ayyash señala que las cuestiones clave relacionadas con el Estado palestino quedan sin respuesta, incluida la cuestión de la soberanía, los colonos, el estatus de Jerusalén Oriental, una conexión necesaria Cisjordania/Jerusalén Oriental con la Franja de Gaza, el derecho palestino a regresar, etc.

Como Israel insiste persistentemente en mantener el control total de la seguridad sobre todo el territorio -que probablemente quede bajo el (auto)gobierno palestino–; muchos expertos temen que Israel tendría derecho a entrar militarmente en esos territorios a su voluntad, sin el consentimiento palestino, y además, a este último se le ha prohibido reunir su propia fuerza militar. 

Esta versión de la «condición de Estado» no es ni remotamente cercana a los otros Estados miembros de la ONU, que tienen derecho, según la Carta de la ONU, a ejercer plena soberanía y defender su integridad territorial. La «solución» de Biden de un Estado palestino con soberanía limitada no es más que la legalización de la ocupación perpetua de Palestina por parte de Israel. 

Un ‘cascarón vacío’ palestino

El resurgido debate sobre el Estado palestino también está estrechamente relacionado con el gran dilema de relaciones internacionales en Occidente. El apoyo incondicional de los miembros de la OTAN al ataque militar ilegal y desproporcionado de Israel contra grupos humanos -mayoritariamente mujeres e infantes- ha impactado profundamente en su imagen y en su capacidad de influir en Asia occidental y más allá.

Esto es especialmente cierto para los objetivos de las relaciones internacionales de Washington en la región, que enfrentan una importante resistencia directa sobre el terreno en Irak, Siria y Yemen.

El resurgimiento de una solución de dos Estados es, por lo tanto, un “acto desesperado para salvar parte de la credibilidad o legitimidad de estos regímenes (tanto gobiernos árabes como occidentales)”, argumenta el Dr. Mohammed Abu-Nimer, profesor y catedrático Abdulaziz Said para la Paz. y Resolución de Conflictos en la Universidad Americana en Washington, DC. 

Durante décadas, Estados Unidos ha capitulado ante las exigencias israelíes en prácticamente todo lo que Tel Aviv ha pedido. En los últimos años, como lo describe Gelvin, Estados Unidos se ha centrado principalmente  “en sobornar a varios gobiernos árabes –los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán– para normalizar las relaciones con Israel” a través de los «Acuerdos de Abraham», que, en efecto, dejaron a “la cuestión de Palestina fuera de la mesa”. 

Mientras tanto, los Estados árabes gestionaron las expectativas regionales: continuaban hablando de boquilla sobre las cuestiones palestinas, mientras desperdiciaban cualquier oportunidad entre bastidores para mejorar sus vidas. Quedaban pocos Estados árabes aliados, a los propios palestinos no les quedaban más cartas que jugar… hasta el 7 de octubre. 

Ahora, Israel está haciendo todo lo posible para anular los logros de ese día. Dice Ayyash:

“Netanyahu quiere prescindir de toda reclamación de un Estado palestino, y aprovechar este momento para establecer la plena soberanía judía israelí desde el río hasta el mar. Mientras, la administración Biden prefiere un enfoque más tranquilo, que parezca que se preocupa por los palestinos, y así mantener sus estrechos vínculos con los regímenes árabes de toda la región”.

La solución de dos Estados, según el profesor Abu-Nimer, no es, por tanto, más que una “hoja de parra” para resucitar la desmoronada imagen de Occidente y no debe verse como una iniciativa estadounidense seria. El plan propuesto es “un esqueleto o una cáscara vacía que carece de cualquier forma seria de soberanía”.

Nathan Brown, un estudioso estadounidense de derecho y política del Medio Oriente en la Universidad George Washington, coincide en gran medida: 

“Este no es un paso hacia la creación de un Estado, sino solo la reactivación de algunas disposiciones de los Acuerdos de Oslo. Incluso, como máximo, produciría lo que se habría llamado un ‘protectorado’ en el siglo XIX, no un Estado”. 

Un Estado palestino no está en las cartas 

Estados Unidos y la UE podrían ejercer una inmensa influencia sobre Israel para reactivar el acuerdo de Oslo y acelerar sus disposiciones, pero no están haciendo nada por el estilo. 

Hoy hay una gran oportunidad única para que los aliados occidentales de Tel Aviv jueguen esta carta, dado el colapso total de la imagen de Israel en todo el mundo y la demanda pública masiva de protección de los palestinos. 

En cambio, la administración Biden cree que puede resucitar la idea de los dos Estados mediando en un gran acuerdo regional, uno que consiga todo lo que Israel quiere, ofreciendo la promesa de un Estado palestino remanente. 

La Casa Blanca cree que la recompensa de normalizar las relaciones con Arabia Saudita compensará al gobierno de Netanyahu para que haga un retroceso en la cuestión del Estado palestino, y se retire de los territorios palestinos ocupados. 

Gelvin descarta el plan, diciendo que simplemente no funcionará en tantos niveles. Para empezar, “si Netanyahu se compromete con un Estado palestino y se retira de los territorios ocupados, su gobierno colapsará e irá a la cárcel”. 

Tampoco esperen nada espectacular de la Unión Europea. Aunque el Alto Representante de la UE para Relaciones Exteriores, Josep Borrell, ha dicho que puede ser necesario imponer un Estado palestino desde fuera sin el acuerdo de Israel, siendo realistas, el alcance de la política exterior europea es mínimo o inexistente. Según Gelvin, “la UE no tiene más influencia contra Israel que Costa Rica”.

Abu-Nimer probablemente habla en nombre de la mayoría de los observadores regionales –que han visto este juego antes: estas fórmulas occidentales verticales de creación de estados no funcionan sin un compromiso genuino con la representación política palestina –en este caso, Hamás y otras organizaciones de resistencia palestina–. 

Treinta y un años después de que los Acuerdos de Oslo prometieran un Estado palestino, Israel está limpiando étnicamente Gaza y devorando Cisjordania y Jerusalén Oriental. Casi cinco meses después del inicio de la Operación Inundación de Al-Aqsa, la resistencia palestina ha ganado en influencia y poder, y es poco probable que cambien sus ganancias por un estado no soberano al que los diplomáticos llaman en privado un «Estado negativo».

Fuente: https://thecradle.co/articles/state-minus-bidens-palestine-solution

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.